Capítulo 30
"Las heridas pueden doler aunque ya hayan cicatrizado."
Lan-Sui
La presencia de Lan-Sui estuvo ausente en la incineración del cuerpo de su hermano, no llegó tampoco a la hora en la que sus cenizas fueron liberadas en el aire, volando lejos, libres.
En el salón del luto un padre abrazaba a su hijo, usándolo de ancla para no perderse en el tormento del mar que era su pena, su llanto ahogado. Aren dormía sin soñar, pacífico en medio del océano tempestuoso que era su padre en ese momento.
Ninguno se apartó de su estado lejano cuando las puertas dieron la bienvenida a una alma blanca teñida de rojo por la falta de cambio de ropa, iba descalza, las heridas en todo su cuerpo seguían visibles, abiertas, derramando en cantidades, nada moderadas, la sangre que dejaba un rastro sucio en el hielo.
Llegó caminando entre olas que golpeaban las orillas, caminó sobre las aguas y atravesó las tormentas, detuvo todo al caer al lado de Ni-An, o quizá no paró nada, y, por el contrario, se unió a ese canto que reclamaba lo perdido, lo que no volvería.
—Aren sigue desarrollándose. —Ni-An ya no parpadeaba, una acción menos que lo volvía más como una estatua fija en esa posición para transmitir el dolor de una pérdida. —Un bebé dragón absorbe la energía de sus padres al nacer, pero la energía de JiuJiu es limitada, si Aren se queda en la ciudad blanca el alma de JiuJiu no logrará recuperarse, ni siquiera tendrá un forma.
—Vas a llevártelo. —Los hilos de sangre que cayeron de los labios agrietados de Lan-Sui bajaron por su mentón, manchando sus dedos al gotear incesante por el filo tentativo al final de su rostro. —Tráelo a menudo, es hijo de mi hermano, quiero que crezca conociendo a los dos.
Ni-An se movió sin molestar a Aren, en un comienzo su intención era dejar que Lan-Sui cargara a su sobrino, pero al girar levemente notó el rojo que cubría la mayor parte de la superficie blanca, captó las heridas sin sanar y el desgaste en esos ojos morados por llorar días y noches enteras, no pudo dejarle a su hijo, no tuvo el valor para pedirle que lo cargara.
Lan-Sui fue firme en cualquier momento y lugar, las piernas que la sostenían no llegaron a quebrarse en presencia de nadie, y sus brazos se mantuvieron inmóviles, cargando con el peso de sus pecados y los que correspondían a los demás. Era imposible doblegarla, someterla o hacer que se rindiera, que escupiera lo que resguardaba en el fondo y llorara nevadas por las llamas extintas en su pecho.
O eso es lo que Ni-An había venido creyendo hasta ahora.
Esos brazos que una vez empuñaron a Halia con la magnificencia de cualquier dios, se volvieron retazos de piel y tendones, tela y hueso, permanecían firmes, más, las condiciones revelaban a simple vista que no soportaban ni el peso de una liviana pluma de quilin.
Después de tanto cargar por fin se quebraron.
—Es idéntico a él. —Lan-Sui quitó la vista de Aren, la fijó en la urna vacía que contuvo los restos del príncipe al que pudo llamar hermano. —Tiene tus astas, es lo único. Sus ojos y su cabello serán como los de mi hermano.
—No podía ser de otra manera. —Ni-An miró a la princesa a su lado, no con lástima o compasión, sino con respeto. —Lan-Sui.
—Dime.
—JiuJiu va a regresar.
—Lo hará. —Lan-Sui reemplazó la tela rasgada de sus mangas por vendas apretadas que la hicieron gemir de dolor por lo apretadas que estaban.
—Volverá porque tiene alma inmortal, Mo-Quing en cambio, era una mortal, su renacimiento no es seguro, y aún así... ¿Por qué tú...? ¿Cómo es que tienes la fuerza para seguirla esperando?
Lan-Sui dejó de vendarse, imitó la quietud y rigidez de la roca en lo profundo de las cuevas. Cuando levantó la mirada y sus ojos volvieron a conectar con los de Ni-An reflejaban la silueta de este, un espejo que demostraba el alma, la verdad.
—Alteza, ¿por qué trajo a mi hermano de regreso para salvarlo cuándo su corazón ya había dejado de latir?
Ni-An se mantuvo en silencio, Lan-Sui ladeó la cabeza y asintió.
—Es lo mismo.
—JiuJiu al final no...
—Mo-Quing y mi hermano son diferentes. Ambos volverán, cada uno a su tiempo, no los compares. —Lan-Sui se levantó tambaleándose. —Me retiro alteza, espero seguir viéndolo por aquí con frecuencia, a usted y al príncipe Aren.
Desapareció sin escuchar los susurros de despedida de Ni-An, perdió contra sí misma una vez más. Y como siempre, ante el filo de la espada y la pared su solución era escapar, regresar a las cuatro paredes que la protegían del mundo y liberarse.
—Mo-Quing es un punto sensible para mi hermana. —JiuJiu apareció a un lado de su pareja y su hijo, Aren se despertó al sentir el aura más unida a él y comenzó a estirar las manitas pidiendo que el alma lo cargara, una acción imposible por la falta de un cuerpo sólido. —No hagas algo como eso de nuevo. SuiSui ya ha tenido bastante.
—Fue inadecuado, me disculparé con ella más tarde.
—¿Nos culpa verdad? —La mano de JiuJiu se detuvo antes de tocar la frente de Aren, varias veces a lo largo de los días había intentado rozar con los dedos la piel de su hijo, varias veces había fracasado. Ya no quería volver a intentarlo, ya no quería volver a decepcionarse.
—Me culpa a mí. Y la entiendo, yo también me culpo.
JiuJiu suspiró, una acción innecesaria para un alma que no requería de aire para subsistir, olvidando su desconsuelo por no poder tener contacto directo con el mundo material buscó acariciar el bello rostro que lo miró desolado cuando su caricia se perdió a través de la piel.
—La única culpa la tengo yo, insistí en salir aún con ella pedía que me quedara.
—Y yo acepte salir contigo. —Ni-An besó la frente de Aren, el bebé comenzó a llorar por la falta de atención física de JiuJiu, incapaz de comprender que su padre no lo cargaba por su estado y no por una acción hecha a propósito.
—Ya no hablemos de esto. Ya no quiero más dolor.
JiuJiu comenzó a desvanecerse, Aren lloró más al verlo desaparecer y Ni-An se concentró en atenderlo, cuando su hijo volvió a estar calmado JiuJiu ya se había ido por completo.
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