Capítulo 29


"Las estrellas que se pierden, brillan con más fulgor para alumbrar su camino de regreso a casa."

JiuJiu.

Flores y aroma a rocío llegaron con la entrada de la primavera, y se fueron con el regresar del invierno.

Los tonos y aromas preciados de la tierra mojada y las flores que crecían por doquier, huyó ante el dominio imponente del frío. La escarcha pintó sus patrones en las ramas, nieve en pequeñas tormentas cayó del cielo, abultándose en capas sobre el suelo fértil días atrás.

En la ciudad Blanca el gozo perduró, luna tras luna la alegría era palpable, las fiestas comunes y los colores puros fueron reemplazados por vivaces tonos que daban la llegada a una criatura que podía nacer en cualquier momento.

Se aglomeraban los demonios en las avenidas, las madres rociaban a sus hijos con agua de los ríos sagrados, las doncellas regalaban coronas de flores o copos, atados con hilos delgados de plata. El bullicio no era poco, y aquellos que deseaban evitarlo, únicamente podían escabullirse en secreto con ayuda, para gozar de un momento tranquilo.

JiuJiu caminaba feliz, trazando sus propios senderos en las colinas niveas más alejadas de la capital, aunque, de no haber tenido el apoyo de Zaia, hubiera tenido que pasar todo el día recibiendo cofres interminables de telas que se burlaban de él.

—El clima se ha vuelto más agradable. ¿O soy yo quien lo siente más pacífico? —JiuJiu balanceó su mano unida con la de Ni-An, su comportamiento inocente y enérgico se mostraba con más frecuencia que antes.

Tal parecía que el hecho de que tendría un bebé lo estaba transformando también en uno.

—Ayer hubo tormenta de nieve. —Ni-An atrapó uno de los copos que flotaban a su alrededor, el hielo no tardó en volverse agua al entrar en contacto con la calidez de su piel. Sonrió. —¿Tú que crees?

—¿Entonces soy yo? —JiuJiu se detuvo y giró, parecía que podía verlo incluso con una venda oscura cubriendo sus ojos. Ni-An no se contuvo, le rozó la nariz con la suya y su sonrisa creció.

—Lan-Sui adora las tormentas nevadas y los días lluviosos, si eres igual supongo que podrías decir que el clima es agradable. No depende del estado climático, sino de como lo tomes personalmente.

JiuJiu lo pensó, negó con la cabeza y siguió andando. Tiraba de Ni-An para avanzar, y después buscaba como detenerse a descansar por haber agotado sus fuerzas en ir demasiado rápido.

—Pienso que, si tenemos de nuevo un hijo debes ser tú quien lo cargue en el vientre. —JiuJiu tocó la esfera que tenía por vientre y gimió al sentir el movimiento constante de su hijo rebelde en su interior. —Llevar engendros debería de considerarse un castigo en lugar de una bendición. ¿Sabes el dolor que me causa cuándo se mueve así?

Ni-An se arrodilló delante del príncipe y se acercó a su bebé, primero besó el vientre y luego habló en susurros, la criatura obedeció enseguida, deteniendo su pataleo al instante. JiuJiu soltó un suspiro de alivio y palmeó la cabeza de su compañero.

—Buen chico. Pero me indigna. ¿Por qué solo te hace caso a ti? 

—¿Por qué será? Supongo que el motivo reside en como lo llamamos, yo no le digo engendro.

—Seguiré diciéndole así de igual manera. —JiuJiu tuvo como respuesta una nueva patada, se retorció de dolor por el adorable gesto de protesta de su bebé, y entonces lo notó.

La expresión en su rostro se volvió terrible, y no por el augurio del movimiento interno, sino por el silbido del arma al ser disparada por un arco de su clan. Sin pensarlo demasiado se levantó y apartó a Ni-An, la reacción fue en segundos, aparte de empujar al padre de su bebé no pudo hacer más, la flecha helada cortó la piel sin piedad, hundiéndose en la carne y penetrando en lo profundo de su corazón.

No gritó, sus labios se cerraron como una caja sin cerradura.

La única lágrima que soltó quedó congelada por el descenso inmediato su temperatura corporal.

Perdía el calor, perdía la vida.

En los primeros meses de gestación, el bebé definía su afinidad, como los genes de Ni-An en sus venas eran los más fuertes, tuvo que adquirir la figura de un dragón, un demonio que requería de demasiada energía para desarrollarse correctamente. Por esto Ni-An fue el encargado de ceder más de la mitad de su energía al cuerpo de JiuJiu cada día, así ni él ni el bebé resultarían afectados por la salud delicada del cuerpo que protegía a la criatura.

Fue la solución más viable, ya que la energía de los padres era la única que el bebé aceptaría sin problemas, pero también representó un riesgo a la seguridad del príncipe. Con su energía a menos de la mitad era igual a un demonio promedio, y la oportunidad que tenía para estar alerta se volvía mínima, un descuido y su vida colgaría de un hilo.

Un descuido y ya había recibido tres intentos de asesinato. 

Lan-Sui les advirtió que en ese último mes no abandonaran el palacio para que estuvieran dentro de su diámetro de protección, de otro modo no podría protegerlos, seguía débil por algún motivo, el poder en ella estaba ahí pero era doloroso que lo sacara. JiuJiu lamentó no haberla escuchado.

De nuevo.

¿Cuántos errores tendría que cometer para darse cuenta de que su hermana tenía la lengua más certera?

¿Cuántos?

¿Él debía morir para aprender su lección? ¿Para aprender a escucharla?

JiuJiu desconocía la respuesta, pero parte de su gelidez se debió al recuerdo de su hermana, y no únicamente a la expansión helada de la escarcha que venía de la flecha.

Los bosques se cubren de color al recibir la llegada de la primavera. Más, a mitad de invierno, lucían más vivos que nuca. Quizá era un efecto causado por la felicidad insólita del líder del clan, o tal vez dicha vitalidad provenía de los ojos que veían el blanco aburrido convertirse en el color más encantador de todos.

Un año, esa fue la cantidad de tiempo que duró el precioso velo de belleza superficial, al año y un día todo el clamor se vino abajo.

El blanco dejó de ser puro, ya no podían verlo igual, sentirlo igual...

Gota a gota se corrompió de manera absoluta. Una flecha voló en el aire y cortó el viento, trazó un sendero de devastación, y antes de llegar a su objetivo fue interrumpida por un giro impredecible de los acontecimientos.

Hubo un corazón perforado.

Hubo flores rojas naciendo de la nieve.

Hubo un gemido ronco de dolor.

Hubo un par de ojos que perdieron su brillo al instante que el veneno entró en el torrente sanguíneo, pero, para completar la calamidad de ese día, los ojos estaban cubiertos por una venda.

En el alba, JiuJiu sonreía abiertamente, jugando con telas y almohadones que se destinaron a la comodidad de la vida en su interior, al medio día los sueños que crecieron fueron talados de golpe, arrastrados por el filo letal del hielo que expandía sus capas desde la herida abierta en su pecho.

Si tan solo no hubiera querido dar un paseo...

Si tan solo Zaia se hubiera negado...

Si tan solo Ni-An no hubiera venido con él...

Si tan solo, por una vez, escuchara a la menor de los tres...

Su cuerpo quedó suspendido en el tiempo por varios segundos, no apreciaba la expresión del demonio delante de él, no sabía que su sangre ahora le manchaba el rostro, no pudo notar el terror en su único ojo visible, un terror crudo que ya no se escondía.

Cayó antes de saber más.

Unos brazos que muchas veces lo rodearon con suavidad detuvieron su choque con la tierra, demasiado rígidos para no ser piedra, y demasiado reales para pensar que todo el desarrollo era una parte más del sueño agridulce que lo despertó días atrás en una madrugada de nieve feroz y aullidos lejanos.

Lan-Sui siempre fue la de las profecías... ¿Entonces por qué ahora él...?

JiuJiu buscó a tientas el rostro familiar que llevaba años sin ver, no se atrevió a avanzar más cuando una gota húmeda cayó en sus labios, ese gusto salado no era de la lluvia, y si continuaba intentando alcanzar a Ni-An su tormento empeoraría, así que se detuvo a medio camino.

—Lo siento. —murmuró perdiendo el dolor y la racionalidad. —Lo siento. —No entendía porqué pedía perdón, pero fue lo último que alcanzó a suspirar antes de que sus párpados cayeran, sumergiéndolo en una oscuridad más profunda que antes.

Ni-An no le respondió, viajaba como un tornado para llegar a tiempo, si intentaba abrir la boca su voz frágil y rota se ahogaría, nadie más que el viento llegaría a escucharla.


***


—¡Lan-Sui detente! —Katana corrió detrás de su prima, quería alcanzar su paso pero, aunque no corría, la ligereza de Lan-Sui para caminar tenía una brecha demasiado extensa con sus pasos más veloces. —¡Lan-Sui alto! ¡Ve despacio! ¡Lan-Sui! —La mano de Katana logró aferrarse a una parte de la túnica exterior de Lan-Sui, y esa misma extensión de tela quedó colgando en el momento que Lan-Sui siguió adelante, sin prestar atención a la preciosa tela que acababa de rasgarse por su prisa.

El pasillo central del ala médica no tenía puertas que detuvieran la llegada de invitados molestos, Lan-Sui consiguió ir a donde quería en la mitad de un parpadeo. Su familia y también los emperadores del cielo esperaban en silencio afuera del consultorio de Mei, lo primero que ella debió de haber hecho fue reverenciarlos y presentar sus respetos, en su lugar fue directo contra Ni-An.

—¡Eres un asqueroso hijo de pantano! —Los puños cerrados de Lan-Sui apretaron las solapas de la ropa con costras secas de sangre, Ni-An soportó su quemadura helada, soportó el crujido de sus huesos contra la pared y la soportó a ella. —¡Tú..!

—¡Lan-Sui! —Ágape quiso acercarse a golpear a su hija, Lu la detuvo con un ademán tranquilo, los demás tampoco intervinieron.

—¡¿No les dije que no salieran del palacio?! ¡¿Qué maldito leguaje hablas para no entender algo tan simple?! ¡Dime idiota! Mi hermano fue atacado y no te culpo por el disparo, pero... ¡¿Qué les costaba hacerme caso?! —Lan-Sui bajó la mirada, sus manos temblaban pero el agarre con el que retenía al príncipe no se aflojó. —Por una maldita vez. ¿Alguien podría hacerme caso por una maldita vez? 

—Alteza, yo...

—¡Cállate! —El puño izquierdo de Lan-Sui voló hasta la mejilla expuesta de Ni-An, después del impacto no solo la sangre de JiuJiu manchó su ropa. —Cállate, mientras esa puerta no se abra no me dirijas la palabra. —Lan-Sui soltó la ropa de Ni-An y se alejó, Katana llegó al final del puñetazo pero entendió la escena enseguida, después de una reverencia a sus mayores corrió detrás de su prima; Lan-Sui ya no escapó de ella, más tampoco pronunció palabra alguna hasta que el consultorio se abrió del interior y Mei salió llevando consigo a un bebé en brazos.

Las ropas oscuras de Mei estaban todavía más manchadas, el niño que cargaba, en cambio, iba pulcro, envuelto en una sábana de estrellas y copos, de alegría y sueños.

Avanzó entre el sepulcro y llegó a Ni-An, el puñetazo de Lan-Sui no fue suave en absoluto, la mitad de su cara estaba roja y una zona en particular comenzaba a ponerse morada, la sangre brotaba de la comisura de sus labios sin parar, dejó de intentar limpiarla cuando la doctora le entregó a su hijo.

De ambos.

—Aren. —Mei dejó con cuidado a la criatura con su padre y retrocedió para darles espacio. —Su alteza imperial, el príncipe JiuJiu dijo que su nombre debía de ser Aren. 

Ni-An no pudo apartar los ojos de su hijo, una bolita saludable y rosada, con unos picos del tamaño de la mitad de su dedo meñique saliendo de su frente, astas blancas que crecerían con el tiempo, astas imperiales que lo volvían uno de los suyos.

—Príncipe Aren. —Ni-An besó la frente de Aren y el bebé abrió los ojos, un par idéntico al de su segundo progenitor, se rio al sentir la nariz de su padre rozar con su frente. —Nuestro hijo. —Ni-An se aferró al pequeño demonio, llorando perlas que se quebraban para no dañar al príncipe envuelto en una de las pocas telas que JiuJiu no había odiado a primera vista.

—Hay algo más que...

El sonido seco que hizo el cuerpo de Lan-Sui al caer silenció a Mei y capturó la atención de los presentes, quienes giraron en su dirección para toparse con una princesa postrada de rodillas, sosteniéndose del marco de la puerta y de Katana, mirando sin nada  al interior del cuarto donde su hermano estuvo siendo tratado.

Lan-Sui no gritó, su voz y su vitalidad fueron extraídos por segunda vez de su cuerpo, temblaba tanto que verla te hacía dudar si en realidad ella era la que se movía o el suelo húmedo en el que había caído. 

Zaia  reaccionó antes que los demás, avanzando hacía su hermana con precaución, esperando el final del acantilado en un tramo recto pero lleno de piedras.

—¿Lan-Sui? —Pudo vislumbrar la expresión de Katana, su prima tampoco reflejaba nada, pero los ríos en sus ojos lo decían todo, solo que ella no miraba el interior, sino a Lan-Sui completamente distante y rota. —Hermana, JiuJiu... ¿Él está...?

Con un dedo envuelto en escarcha, Lan-Sui señaló un punto en el espacio de operaciones, Zaia echó un vistazo y sus piernas temblaron, a tropezones llegó al cuerpo inerte recostado en la camilla. 

—JiuJiu... —Zaia envolvió la mano que no volvería a sostener nada nuca más, acarició los mechones blancos de cabello y resbaló, se quedó a un lado de la camilla, sosteniendo a su hermano y ocultando su rostro entre las túnicas rígidas por el hielo. —JiuJiu... Mi pequeño, mi hermano... No nos hagas esto, despierta, despierta ahora. Tú hijo ha nacido, él, está aquí, Ni-An también está aquí. 

Ni-An llegó sin despegarse de su hijo, él, a diferencia de las dos hermanas, no perdió ante los temblores, logró estar frente a frente al padre de Aren, lo sujetó con fuerza y se quedó a su lado.

—Vuelve por favor, te amamos demasiado para estar alejados de ti más tiempo. —Cada palabras llegaba con sangre y lágrimas al exterior. —JiuJiu, tu pequeño engendro ha nacido, promete no patearte más si nos miras. —Ni-An descongeló el cuerpo con una onda de magia cálida. —Una vez más, una última vez.

—Mi hijo...

 Andrómeda sostuvo entre sus brazos a Wan-Lian, el emperador perdió el conocimiento al ver el cadáver de uno de sus tres príncipes, la emperatriz se recostó en el suelo para poder tratarlo sobre su regazo.

—Nuestro JiuJiu volverá majestad. —Las palabras de Andrómeda, acompañadas de suaves y tiernos movimientos, fueron dejadas en la cabeza del emperador, a pesar de eso no abrió los ojos. —Él lo hará, tiene mucho por lo que quedarse. —Siguió consolando la emperatriz sin perder ante el fuego extinto de su corazón.

—Revívanlo. —Lan-Sui miró a los emperadores estelares que esperaban afuera, guardando luto con su silencio. —Ustedes pueden traerlo de vuelta, háganlo.

—Alteza, me temo que es imposible. —Lu encendió sus palmas con un aura titilante y débil. —El mandato estelar nos permite revivir a una única alma cada diez mil años, he gastado la oportunidad trayéndola a usted de regreso, su hermano tendrá que renacer por cuenta propia.

Lan-Sui se arrastró para quedar cerca de Lu, sin darle oportunidad para alejarse se abrazó a sus piernas y volvió a suplicar.

—Mátenme entonces, regresa la energía y revívelo a él. Yo puedo ser un alma, como ella, como Mo-Quing, pero mi hermano tiene su familia, su hijo acaba de nacer...

—Es imposible alteza, está hecho, no se puede revertir, e incluso si la matamos ahora, la energía con la que volvió a la vida no podría reutilizarse. Por favor perdónenos.

—Madre. —Los ojos de Katana se abrieron al escuchar el llamado de Lan-Sui a la mujer que la trajo al mundo, a aquella bruja que en ningún momento demostró ser algo más que una fuente de indiferencia hacía ella. —Vamos.

Ágape se enjuagó el rostro y se giró para ver a su hija ponerse de pie.

—¿Qué quieres ahora Lan-Sui? Su alteza acaba de...

—Recibiré mi castigo por no haber cumplido con mi deber de proteger a mi hermano. —Lan-Sui no la esperó de nuevo, no la llamó de nuevo. Un pie delante del otro, se alejó por el lado opuesto al que llegó, arrastrando más nieve que antes.

—Muy bien. —Ágape se despidió en silencio, salió detrás de aquel demonio gélido que se atrevió a pedir la muerte, que se atrevió a darle la espalda.

Su látigo floreció en bruto apenas estuvieron solas y arrancó la piel a la primera.

Esa noche Lan-Sui no salió de su habitación, la tristeza y las heridas de su cuerpo la dejaron sin más opción que esperar en un lecho blanco por la muerte que jamás llegó, o al menos no para ella.

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