Capítulo 25
"Temer a tu potencial solo te hace más vulnerable a él."
Lan-Sui.
En cuatrocientos años ocurren muchas cosas, demasiadas, como enamorarse por ejemplo.
JiuJiu no recordaba el momento exacto en el que cayó de cabeza ante Ni-An, la primera vez que se vieron fue una casualidad demasiado vergonzosa para mencionarla de nuevo. Lan-Sui lo había atado a un árbol para irse a jugar por la ciudad, impidiéndole soltarse, JiuJiu se resignó a quedarse atado toda la tarde, pero entonces él vino.
Las sedas que llevaba tenían bordados sencillos de flores y pájaros, vestía todo de blanco, con apenas unos pequeños matices dorados, sus botas altas aplastaban el pasto con demasiada suavidad; JiuJiu lo miró con descaro, estaba acostumbrado a que en la ciudad blanca todas las bellezas que se cruzaban en su camino lo adularan por su estatus, así que quedó bastante sorprendido cuando el niño delante de él no solo no presentó su admiración, sino que le habló en un tono que Zaia usaba a menudo para retarlo.
Ni-An de grande era una belleza delicada, Ni-An de pequeño no era tan diferente, su rostro estaba vendado a la mitad, cubriendo uno de sus ojos y parte de su frente, pero nada de eso quitó algo del fulgor que desprendía. A JiuJiu le encantaba ver rostros agradables, pero con Ni-An se sintió incómodo. Ni-An no era nada más belleza, sino también descaro, dejaba que JiuJiu lo viera pero también veía a JiuJiu sin ocultar su atrevimiento.
Se veía mayor, tal vez un poco más grande que Zaia, pero eso únicamente sirvió para despertar la irritación en JiuJiu, si algo odiaba era ser sermoneado por los mayores solo porque estos tenían la ventaja de la edad.
—¿Qué ves? —JiuJiu le gruñó con la boca y la mirada, Ni-An dejó de jugar con la pelota de estambre en sus manos y su expresión se complicó. —Oye niño sino tienes nada mejor que hacer entonces vete.
Ni-An no se fue, se quedó donde estaba, guardó su bola de estambre y ladeó la cabeza.
—Alteza, permítame el atrevimiento. ¿Qué hace atado a un árbol?
—¿Crees que es por gusto?
—Sería un caso único si fuera ese el motivo. —JiuJiu iba a insultarlo cuando Ni-An volvió a hablar, sin perder la compostura o el tono distante de sus palabras. —Déjeme ayudarlo.
—Apresúrate, ya no siento mi cuerpo.
Con un asentimiento de cabeza, Ni-An comenzó a desenredar los nudos complicados de Lan-Sui. Acababa de terminar el segundo cuando un grito partió el aire y al mismo tiempo una niña se aproximó a ambos, corriendo y mostrando una sonrisa que tardaría demasiado en desvanecerse.
Lan-Sui no tenía gran conocimiento de la política y los cargos de cada miembro de la realeza, pero rostros tan ilustres como los miembros de la dinastía Estelar los llegó a memorizar incluso antes de conocer su propio árbol genealógico, así que para ella no fue nada complicado descubrir la identidad del demonio que socorría a su hermano.
—Alteza imperial. —Lan-Sui reverenció a Ni-An, cortó las sogas que ataban a JiuJiu después de su saludo.
—¿Alteza? —JiuJiu se sobó el cuerpo, moretones visibles comenzaban a marcarse por su caída del tronco del árbol al suelo. —¿Te volviste loca acaso? ¿Quién es alteza SuiSui?
—Su alteza imperial, príncipe heredero al trono Estelar, Ni-An Solerich Lunn. —Lan-Sui metió sus manos entre sus mangas y las unió, observó de reojo a su hermano y le dio un empujón para que también presentara sus respetos. —Debes estudiar más. —Luego se volvió a Ni-An, quien se mantenía atrapado en su propio mundo. —Alteza me disculpo por la descortesía del príncipe JiuJiu, espero no lo haya ofendido.
—Descuida, descuida. —Ni-An estaba acostumbrado a las muestra de respeto, pero que una niña tan pequeña tuviera un nivel tan alto de etiqueta lo dejó perdido por un rato, así que apenas logró recuperar el habla se dispuso a solucionar el encuentro. —No hay necesidad de tanta cortesía, solo lo encontré y quería ayudar, ya que el problema se ha resulto debo pedirle a su alteza Lan-Sui que no vuelva a tratar de esa forma a su hermano. Lan-Sui, JiuJiu Nenvagh, un placer conocerlos, esta alteza se despide.
No tuvieron tiempo de decir más, Ni-An se giró sobre sí mismo y se fue por el mismo camino por el que había llegado, Lan-Sui apenas y le dio importancia al asunto, JiuJiu por su parte cargó demasiado tiempo con la terrible vergüenza de haber quedado como un tonto, además de dar una primera malísima impresión a uno de los herederos más importantes de la última dinastía demoniaca.
Ese encuentro sin duda no era memorable de la mejor manera, y el segundo tampoco mejoró.
JiuJiu tenía ciento diecinueve en ese momento, su primera cacería de luna llena había llegado y no perdió oportunidad para ir y ver que ocurría. Ni-An también asistió como cada vez que se realizaba, se encontraron y por puro orgullo JiuJiu fingió no reconocerlo, cayó de un acantilado y rodó entre el pantano y la tierra, Ni-An acudió a auxiliarlo pero de nuevo la cara del príncipe ya había sido abofeteada.
Después de eso JiuJiu evitó las conferencias de clanes y algunas cacerías, alternando su ciclo para ir ocasionalmente y desaparecer durante años seguidos. Más la suerte nunca estaba de su lado, de tropezar y caer por ver a Ni-An, evolucionó a caer y tropezar sobre Ni-An. Los incidentes entre ambos no se mencionaron, nadie más que ellos, y ocasionalmente Lan-Sui, sabía de sus encuentros torpes, cómicos.
Ni-An reaccionaba indiferente al comienzo, pero al ver que la secuencia de accidentes era muy frecuente comenzó a mostrar molestia o incertidumbre por no saber si debía reír o llorar ante esa mala suerte que parecía compartida.
Otro de sus grandes encuentros se llevó acabo en la resolución pacífica para poner fin al problema de Lan-Sui y Armin.
Eran solo negociaciones diplomáticas pero JiuJiu acabó ebrio por accidente y Ni-An perdiendo mucha cara por culpa de eso, además de su primer beso.
A la mañana siguiente Ni-An fingió no haber hecho nada, y JiuJiu lo imitó, actuando como el que no recordaba lo que hizo en un estado perdido. Ese fue un nuevo punto de partida, si antes los accidentes eran casuales desde ese momento se mezclaron con algo de intención.
Un golpe en la puerta lo sacó de su ensoñación, JiuJiu detectó el aroma a de las peonias, la cinta blanca que estaba sobre la cama fue tomada entre sus dedos y colocada sobre sus ojos, cubriendo su visión para no romper la sentencia.
Lu dijo que no podía ver a Ni-An, pero en ningún momento especificó que sus encuentros estaban prohibidos, ese fue un truco que JiuJiu detectó con alegría y un rayo casi perdido de esperanza.
—Hay un bosque que cubre un acantilado, podemos vernos ahí. Dentro de cuatro lunas, te esperaré ahí en la noche.
Ni-An se envolvió a la cintura de su compañero, JiuJiu se giró y se dejó llevar en el calor y la fragancia que identificaban al príncipe a su lado. Los latidos de ambos corazones se serenaron y comenzaron una entonación rítmica y pacífica, juntos la calma no era algo inalcanzable.
—¿Por qué hiciste eso? —Ni-An besó la frente de JiuJiu y descendió por encima de la venda, rozando con su cálido aliento sus párpados debajo de la tela, la punta de su nariz, las mejillas rosadas. —¿Por qué?
—¿Esta mal querer matar a todos los que hablen mierda de tu familia?
—Es incorrecto, inmoral.
—Somos demonios, seres egoístas que anteponen su bienestar por encima de todo, los que nos importan son pocos, y por lo mismo hay que defenderlos. ¿No crees?
El par de labios se separaron de su rostro, poniendo una distancia corta entre ambos, una distancia pequeña que se sintió demasiado grande.
—JiuJiu, no todos somos así. Ve a tu hermana, ¿acaso Lan-Sui no se preocupa más por ti que por sí misma? ¿Es egoísta con ustedes? ¿Con su familia?
Si JiuJiu pudiera ver, notaría los ojos rotos de Ni-An, unos ojos que por primera vez no se mostraban cubiertos o lejanos del mundo, reflejaban el dolor de descubrir un cuchillo escondido entre la seda, reflejaban la herida y al culpable.
—Lan-Sui es mitad mortal, su corazón, su forma de ser sigue afectada por los mortales, es normal que sus emociones sean más humanas que las nuestras.
—No era ese el punto. —Ni-An recuperó la compostura, obligando a su voz a seguir siendo un flujo tranquilo, sin irregularidades por las lágrimas retenidas. —El egoísmo no nos representa, aprende por ti mismo a romper estereotipos, no a seguirlos. No tienes porque ser egoísta solo porque ellos dicen que lo eres.
—¿Y si es así?
—Mejora entonces. Ser egoísta está bien hasta cierto punto, no hay que sobrepasar límites.
—Ni-An, hay más sangre manchando tus manos que las mías. —JiuJiu retrocedió varios pasos, frenando solo cuando la orilla de la cama se lo impidió. —En toda mi vida solo he arrancado dos vidas. Tu has estado en guerras, ¿cuánta sangre no te mancha? ¿Por qué me recriminas ahora?
Ni-An no se mostró abatido ni agraviado, sus manos sostuvieron con fuerza las de JiuJiu y se entrelazaron, impidiéndole seguir huyendo.
—No te recrimino, te amo demasiado para odiarte. Pero no te hagas esto JiuJiu, matar no es grato, ni heroico, los demonios no somos bestias, sentimos también. Hay humanos codiciosos, egoístas y mezquinos, cualidades oscuras no se limitan a los demonios nada más, entiéndelo. No quiero obligarte a pensar como yo, pero tampoco quiero verte corromperte, si te amas a ti mismo deja de buscar la sangre y la venganza, concéntrate en ser mejor, y procura mantener tu palabra, tus promesas te definen.
Las manos de JiuJiu quedaron solitarias cuando los dedos ajenos se escurrieron como el agua de la lluvia, sin dejar rastro y sin permitirle reprimirla más tiempo. Ni-An lo besó una última vez y se giró para irse, en el marco de la puerta se detuvo para mirar al hombre que seguía sin moverse.
—Te encontraré en el bosque, pero primero debes disculparte con ella. Lan-Sui no depende de su mestizaje para sentir, es como nosotros. La heriste con tu partida, ahora busca reparar lo destruido. Es tu hermana, no la pierdas, tú la amas, no es egoísmo JiuJiu, es amor. ¿Entiendes?
JiuJiu jamás admitiría que aquellas palabras lo doblegaron, lo cambiaron. En ese momento no pudo responder, giró la cabeza con desagrado de sí mismo, ignorante de que Ni-An logró ver las hileras de humedad que bajaban detrás de la venda.
No dio una respuesta directa, y no hizo falta, Ni-An sonrió al comprender su mensaje silencioso de aceptación, cerró la puerta y marcó el final de un camino de sangre.
Esa noche, JiuJiu abandonó la efímera belleza de la ciudad Estelar, dejó atrás lo que sería un recuerdo cenizo de los días más felices fuera de su clan. No estaba acostumbrado a volverse para ver el pasado, pero ese día giró para dar un último vistazo al paraíso que se cerraría para su alma.
Al volver a la tierra, las estrellas en el cielo de repente se apagaron. Esa noche Ni-An no fue el único en guardar luto, también el cielo lo acompañó en su pena.
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