Capítulo 21


"Temo qué la pena de Lan-Sui llegue al punto que el mundo sea el que merezca mi lástima."

JiuJiu.

Pasaron dos primaveras antes de que algún nuevo evento aconteciera dentro de las fronteras de la ciudad blanca. Para ese entonces todos los residentes del clan nieve estaban más que enterados de la relación íntima que su príncipe compartía con el antiguo heredero de la corte celestial. Una relación que no se llegó a confirmar nunca por boca de alguno de los dos involucrados, pero que resultaba demasiado obvio para los espectadores.

Esos encuentros furtivos en medio de los banquetes o las celebraciones hablaban por sí solos, lo mismo que ocurría con las escapadas durante las noches más oscuras, los encuentros acalorados dentro de algunos callejones afortunados de la ciudad. 

Ciego era el que no quería ver. Y en la ciudad blanca ningún ciudadano parecía tener problemas oculares, notando sin preámbulos la joya oculta de dos amantes que se perseguían con las miradas.

Pero las bocas de los demonios callaron, eran tumbas que no hablarían a espaldas de otros, o al menos la mayoría, Lan-Sui era un verdadero caso perdido. 

Se había vuelto una rutina para ella bajar a las casa de té en la ciudad blanca antes del ocaso, únicamente con la intención de escuchar los chismes más recientes de su hermano o ser ella la que los esparciera, testificando de primera mano los sucesos obscenos apreciados por sus ojos puros y santos, en términos propios.

—Suficiente ya Lan-Sui. —Katana tenía el rostro y parte del cuello color rojo ardiente por todas las palabras inauditas que había escuchado, arrepintiendose de haber aceptado ir con su prima para seguirla en sus travesuras. Si conseguía arrastrar de regreso a Lan-Sui al palacio de la montaña, se aseguraría de nunca más dejarla salir. 

—Uno más. —Lan-Sui no estaba segura de cuando comenzó a beber, pero su conciencia era una nebulosa niebla que comenzaba a apoderarse de su mente, cegando su vista y sus sentidos. —Creo que aún no he contado cuando los vi salir del pabellón de la rectitud.

Katana le arrebató el alcohol a su prima y buscó serenarla.

—Ya lo hiciste, tres veces. Ahora vámonos o tu madre podría enojarse. 

Era muy tarde para intentar razonar con Lan-Sui, alcanzado su punto límite de ebriedad cambió, adquiriendo la forma que ya era bastante común cuando se pasaba de copas. 

Una niña somnolienta fue todo lo que quedó en los brazos de Katana, quién sin más remedio pagó por todo lo que consumieron y regresó al palacio, con un bodoque y la mitad de su hombro lleno de saliva.


***


—¿Existe algún remedio para el mal de amores? 

Ni-An frunció el seño y se acomodó de tal modo que pudiera ver completamente el rostro de la persona a su lado. 

—¿Tienes mal de amores? 

Cubriendo su desnudez frágil con la sábana de algodón, JiuJiu se apresuró a negar mientras se enterraba más en el calor que las mantas podían ofrecerle. 

—Yo no, pero Lan-Sui sin duda lo tiene. ¿Cómo es posible que cada que se emborrache termine de la misma manera? 

—Quizá deberías de preocuparte por buscarla ahora y fijarte que esté bien. —soltó Ni-An, enredando sus dedos en los largos cabellos blancos que se mezclaban con los suyos encima de las almohadas, que aún conservaban ese rastro de aromas unidos como si fueran uno solo. 

—No. —JiuJiu señaló su cuerpo envuelto y lleno de pequeñas marcas rojizas y moradas a lo largo de sus brazos, hombros y cuello. —Pensaba hacer eso pero en mi condición actual es imposible salir y tener algo de cara para mandarla a dormir. 

Subió más la sábana, tapando por igual sus hombros y la mitad de su rostro, como una joven doncella que se siente temerosa cuando todo su corazón ha sido expuesto.

Ni-An lo observó actuar infantil luego de ser un desvergonzado que gemía por más, las comisuras de sus labios, rojos y lastimados por los dientes de la inocente criatura que se metía temerosa, buscando refugio, se curvearon en una sonrisa sin precedentes. 

JiuJiu no lo notó, demasiado perdido consigo mismo pasó por alto el gesto de alegría que se plasman en aquel rostro que lo besó con tanta dulzura aunque él lo trató con salvajismo desenfrenado. 

La mente de JiuJiu divagaba, perdida en varios caminos que buscaba recorrer al mismo tiempo, lo que resultaba imposible, con solo dos pies y un cuerpo pasar por todos lados era una idea demasiado estúpida.

—¿Qué te preocupa de tu hermana? —Ni-An apoyó su codo sobre la almohada en la que descansaba la cabeza de JiuJiu, y dejó caer su propio rostro en su palma, esperando una respuesta que no tardó en llegar, veloz y precisa como un trueno en medio del torrencial. 

—Todo. —JiuJiu miró a Ni-An a los ojos, parpadeando apenas un par de veces antes de comenzar. —Lan-Sui es un desastre ahora mismo, con solo verla uno se da cuenta. Cada año qué pasa la empeora, no come bien, ni siquiera entrena, se la pasa perdiendo el tiempo en la terraza junto al arpa de nuestra abuela o flotando entre las páginas de los viejos pergaminos que guarda en su habitación. Sigue esperando un suspiro perdido, pero, Si el copo nevado se ha ido, ¿Hay alguna posibilidad de que regrese en el siguiente invierno?

El tacto de los dedos llenos de cicatrices de Ni-An sobre una de las mejillas de JiuJiu resultaba suave, a pesar de que la piel que los cubría tenía una textura rugosa y algo áspera por la falta de atención y cuidado. 

—Los un inviernos son constantes. —Ni-An se detuvo un momento en los labios entreabiertos de JiuJiu, no demoró demasiado antes de continuar trazando espirales en las montañas niveas de sus cachetes. —¿Por qué no podrían serlo los copos también? Si un patrón que ya cayó se ha derretido, sin duda en otro invierno volverá a aparecer. La naturaleza es así, los patrones pueden ser diferentes, pero en algún momento tienen que repetirse. 

JiuJiu lo pensó con detenimiento, pero al llegar a una conclusión concordante, la persona a su lado ya se había quedado profundamente dormida, y los primeros rayos de sol asomaban con pereza, cambiando los colores oscuros por tonalidades más vivas. 


***


Lan-Sui no se presentó al desayuno, JiuJiu tampoco la vio en los entrenamientos y cuando fue a su estudio y a la terraza, ambos lugares eran la soledad encarnada. 

Al final la encontró vomitando en el baño de su habitación, demasiado débil por la falta de comida y el desgaste de su borrachera la noche anterior. Ni siquiera sus piernas respondían a su llamado, irguiendose firmes para mantenerla estable, por el contrario, eran dos varas demasiado rígidas o demasiado flexibles para soportar el peso de su propio cuerpo. 

—Te ayudará con las náuseas. —JiuJiu hizo aparecer una taza de té para disolver en el contenido caliente una píldora de las tantas que llevaba consigo. 

Las manos de Lan-Sui se extendieron temblorosas para tomar la porcelana, la colocó rápido en el suelo y volvió a inclinarse para vomitar. 

—Si no fueras tú diría que los síntomas son de embarazo. 

Un par de ojos se levantaron para descargar una ira acusadora sobre él, JiuJiu sintió de repente la necesidad de huir o excusarse mejor para no ser devorado vivo justo ahí.

—Olvida eso. ¿Puedes levantarte? 

El gruñido ronco de Lan-Sui antes de beber el té fue la única respuesta que dio.

—Veo que no. ¿Hace cuánto no comes? —JiuJiu recordó faltar el último mes al comedor por un dolor agudo en su cintura, pero no esperaba que ese tiempo que estuvo ausente Lan-Sui también permaneciera lejos, logrando que todos ignoraran su salud o si comía o no. 

La única terca persistente fue Katana, pero los deberes de ella no le permitían ser niñera de su prima todo el día, todos los días. 

JiuJiu suspiró por dentro, compareciendo a su prima por tener que encargarse sola de su complicada hermana. Si Zaia no hubiera partido a un campamento con su esposo ella sería la segunda niñera, pero como no estaba ahí Lan-Sui decayó sin importarle cuan bajo llegaba con su salud. 

—¿Tres días? —Lan-Sui terminó el té y desapareció la taza. —Una semana sería lo más acertado.

 La expresión de JiuJiu se volvió complicada. 

—¿Qué rayos? ¿Acaso quieres morir por inanición?

—He comido. —Lan-Sui se apoyó del brazo que su hermano le tendía para levantarse. —Poco.

Por la vacilación constante de sus pasos al andar, JiuJiu comprendió que ese "poco" bien podía ser nada. Ayudó a Lan-Sui a llegar hasta la pieza central de la habitación y la obligó a entrar de nuevo en la cama. 

—¿Cuánto exactamente es poco para ti? 

—Un pastel de loto. 

—¡Eso no es comer Lan-Sui! —JiuJiu puso los brazos en jarra. —No puedes seguir así, han pasado cuatrocientos años y tú todavía...

—No es eso. —Lan-Sui señaló la pila de somníferos y pociones para conciliar el sueño que estaban abaratando su mesita de noche. —¿Crees que moriría cuando ella aún puede volver? Mi condición actual no es por depresión hermano, estrés quizá. Llevo años teniendo los mismos sueños, pesadillas. No es la comida nada más, también la falta de sueño. ¿Quieres que te diga cuánto tiempo no he podido cerrar los ojos por miedo? 

No. JiuJiu de verdad no quería escuchar la respuesta, pero no se atrevió a decir nada en voz alta, dejando que Lan-Sui se expresará y soltará un poco de aquello que cargaba en secreto, atormentándose a si misma. 

—Cuatro meses, y es un milagro que siga viva por eso. —Con el cabello enredado y unas bolsas bien disimuladas ocultas debajo de sus ojos, Lan-Sui parecía una vagabunda desquiciada que se apoderó de unas finas ropas que conseguían atenuar la locura en su semblante, dándole un toque más presentable. —Me odio, ¿Sabes por qué? Porque la última vez que soñé ella murió, ahora que vuelvo a tener visiones es un augurio. —Las entradas del alma reflejaron lo rota que está estaba por dentro, cristalizándose en un mar fragmentado. —Dime hermano, ¿Por qué yo? Ya no quiero, no quiero soñar, pero me agobia estar despierta. Quiero dormir, estoy siempre tan cansada, tan angustiada. 

Los brazos de JiuJiu rodearon el cuerpo de su hermana, Lan-Sui se agarró de uno de sus brazos mientras pequeñas gotas caían humedeciendo la tela. 

—Si este poder traer desgracias, entonces no lo quiero. —Lan-Sui sintió resbalar un nuevo cause en su frente pero no alzó la mirada. —Ya no lo quiero, lo daré todo para que no pase. No quiero JiuJiu, no quiero perderlos. Y tengo miedo, me tengo miedo.

—Estaremos aquí. —JiuJiu se hizo espacio para arrullar a su hermana. —Todos nosotros, Zai, Zed, Katana, Zhan, Dalial, Rin-Lu, padre, mi madre y la tuya, yo, y ella. También ella estará con nosotros, contigo. 

Con la seguridad de estar en compañía de su hermano, Lan-Sui fue cediendo con lentitud al sueño que tanto evitó por meses que transcurrieron como una condena eterna.

—¿Lo prometes? —murmuró Lan-Sui cerrando en una pausa menguante sus párpados que seguían batallando para permanecer abiertos y alerta. 

—Lo prometo. Aquí seguiremos, cada que duermas. —Lan-Sui dejó de escucharlo. —Y cada que despiertes. 

JiuJiu se quedó un largo rato a su lado, velando sus sueños que iban calmos y en paz, la vigiló por horas hasta que fue el momento de partir y decir adiós. 

Levantándose sin hacer nada de ruido para que Lan-Sui no reaccionara, JiuJiu se despidió de ella dejando un beso en su cien, luego salió de la habitación de puntitas. 

Afuera, una figura familiar lo esperaba.

—¿Ya te despediste? —Ni-An capturó su mano y sintió la humedad salada del sudor por sostener tanto tiempo el agarre poderoso de Lan-Sui. 

—Algo así. No pude decirle que iría de visita a la corte celestial pero, creo que es mejor de este modo. No sé encuentra bien. 

—¿No prefieres quedarte a su lado?

—Está bien, Zaia viene de regreso, se hará cargo en mi lugar, creo que podemos ir. 

Ni-An no insistió más, pero estuvo tentado a dejar a JiuJiu tras ver la vacilación en sus ojos que se perdieron un segundo más en la puerta que acababa de cerrarse, sirviendo de barrera entre los dos hermanos. 


***


Lan-Sui abrió los ojos a mitad de la noche, no tuvo ninguna problema mientras dormía pero la verdadera pesadilla comenzó cuando despertó y no quedaba nadie a su lado para hacerle compañía.

De nuevo estaba sola. 

Sentada en una cama con el recuerdo de una persona que ya no seguía ahí, en una habitación demasiado grande para ella. La sensación de vacío regresó a su pecho, las sábanas se arrugaron cuando sus manos las tomaron con fuerza, intentando detener con brusquedad las lágrimas.

—Lo prometiste. Prometiste que estarías aquí cuando despertara. —dijo con voz ronca y cortada por las lágrimas y los sollozos contenidos. 

 Bajó la mirada al colgante de jade verde y lo sostuvo como lo único en el mundo, se acurrucó de manera fetal y cubrió su cuerpo con el calor de la sábana, ahuyentando a los miedos que acechaban en la soledad de su habitación y su mente. 

Al mismo tiempo una herida irregular se trazó en el tobillo izquierdo de JiuJiu, una rosa floreció en su jardín corrupto y la sangre que manaba de la herida fresca la cubrió.

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