Capítulo 10


"Aunque puede matarte, yo lo haré antes si te atreves a tocarla de nuevo."

Lan-Sui

Un lujo que Mo-Quing gozó por primera vez, fue ese extraño suceso de ver dormir a Lan-Sui. En los pantanos siempre era ella quien sucumbía ante el sueño primero, Lan-Sui en cambio, rara vez se mostraba tan clamada e inocente como en ese instante.

Estando en su forma de pequeño bebé zorro, se quedó profundamente dormida en sus manos, mientras aún recorrían los pasillos interminables del laberinto que el mundo llamaba palacio de arena. Mo-Quing creyó que se despertaría al colocarla sobre la cama pero no fue así. Lan-Sui era fuerte, pero no invencible, su cuerpo terminó desgastado tras varios días en vela constante, impidiéndose cerrar los ojos para proteger a Mo-Quing. El sueño llegó naturalmente al ser mecida en un entorno tan reconfortante y cálido. En la cama solo cambió de forma pero no despertó.

—¿Cómo puedo proteger mi corazón ante ti pequeño zorro? —Mo-Quing acarició el rostro de rasgos afilados. No esperaba una respuesta, y no se decepcionó por no recibirla, sonrió para sí misma y se despidió en silencio. 

Lan-Sui fue lo último que vio antes de salir de la habitación, encargándose de cerrar con seguro por dentro, colocando protecciones también por fuera.

Olvidar con facilidad no era algo habitual en ella, las palabras del rey seguían frescas en su cabeza, así como la mención de las rutas en el complejo espiral del palacio. Mo-Quing pasó siendo una sombra, evadiendo guardias y también barreras, en su mente se trazaba un plano construido con base en su corta investigación, fundamentada con información dada por el mismo soberano del lugar.

No era un plano correcto, pero sí bastante certero. Encontrar la biblioteca no fue problema alguno, entrar en ella tampoco, lo difícil era buscar entre tantas estanterías abarrotadas de pergaminos y libros. 

El clan raíz tenía la mayor biblioteca en la tierra, los demonios del cielo adularon el santuario de sabiduría en repetidas ocasiones, perderse en ese mar de conocimientos e ideas plasmadas en papel era sencillo, como buscar arena en medio de una playa.

Mo-Quing no reaccionó por un minuto, cumplido ese plazo exacto de tiempo saltó. Averiguar el sistema codificado en el que se encontraban separados los volúmenes fue como encargarse de que un bebé no llorara, tedioso al comienzo pero sencillo una vez encuentras el hilo que desmorona todo.

Teniendo la distribución, Mo-Quing demoró una hora más en dar con lo que estaba buscando. De ser en otro tiempo no habría abierto el rollo solo para chismear el contenido, pero como en su situación actual lo más seguro era que muriera antes de darse cuenta, podía leer a gusto y nadie sabría nada, el secreto sería arrastrado con ella a la tumba.

La caligrafía que se leía en tinta plateada era más bien un montón de rayones y trazos irregulares, transmitía toda la furia de la persona que lo hizo, posiblemente siendo obligada a hacerlo. Mo-Quing repasó un trazo con la punta de su dedo, mostró una expresión de asombro y luego estalló en carcajadas, agradeciendo que no hubiera nadie allí para escucharla.

No era una experta en textos, pero podía decir con seguridad que ese no era un volumen original, sino una copia hecha por una princesa caprichosa que odiaba ser castigada con planas para mejorar su caligrafía antes de que fuera irreparable.

Desde aquel día en el que Lan-Sui le dio su sangre por accidente, Mo-Quing la observó cuando pudo, y no solo la vio crecer feliz, también la vio crecer recibiendo castigos de escritura por parte de su padre. No esperaba que esos textos tan, únicos, terminaran fuera de su propietaria, siendo valiosas piezas en una biblioteca antigua y de cierto modo, sagrada. 

Encendió con un orbe de luz una de sus palmas para poder leer mejor, y entonces vio que esos trazos irregulares no eran todo lo que había en la página. El poema inicial que Lan-Sui copió no era lo importante, a juzgar por su personalidad, Mo-Quing debió de suponer que solo ella haría algo así, escribiendo con una tinta que se mostraba a la luz de la magia azul, presentando con una caligrafía más elegante el contenido de la imparcialidad a la hora de tener bebés.


" ... Una de las razones por las que los demonios dragón son superiores a sus hermanos, es porque sus organismos y cuerpos están diseñados de tal modo que permite la extinción de un género como tal, rompiendo la barrera entre hembras y machos, pudiendo ambos engendrar y dar a luz a un bebé. La distinción entre ambos géneros viene siendo el tamaño de sus astas, las hembras poseen astas más grandes en comparación con los machos, pero no es un factor relevante que muestre una gran brecha como en los otros inmortales.

Las otras dos razas de demonios tienen machos con la capacidad de dar a luz, pero las hembras no tienen posibilidades de engendrar. Esto también ocurre con los mortales. Pero, para ambas especies se ha logrado un método que es poco conocido por la mayoría, siendo posible que exista la creación de una nueva vida por intercambio de magia tras ingerir una pastilla especial. Mei, la doctora imperial del Clan Nieve fue la creadora de dicha pastilla, pero hasta la fecha sigue sin ser puesta a prueba en una gran mayoría. 

¡Castigo terminado! Resumen listo.

Lan-Sui. XX/XX/XX

Nota de Zaia: Corregir la primera mitad del texto. Lan-Sui, se escribe Dragnis, no Draga lo que sea."


Mo-Quing terminó de leer con una sonrisa, guardó el pergamino en sus ropas y regresó a la habitación, pero la puerta no se abrió cuando intentó jalarla para salir. Volvió a intentarlo y tampoco obtuvo resultados, estaba sellada, se giró para salir por las ventanas pero estas habían desaparecido, dejando una pared lisa ahí donde antes hubieron ventanales que filtraban la luz de luna.

— Sé que dije que iba a morir. — Mo-Quing retrocedió al notar una extraña niebla llegar desde la ranura inferior de la puerta, y por el ojo abierto de la cerradura. — Pero aún no quiero hacerlo. — Mo-Quing entró en pánico al sentir su piel quemarse al quedar en contacto con aquella niebla. — No quiero.

Las llagas en sus manos se hicieron más visibles, y ese añejo recuerdo volvió a ella. Mo-Quing tenía cicatrices de quemaduras en uno de sus dos brazos, eran un recordatorio de lo que vivió, y también de lo que la traumó.

Al comienzo no fue el fuego lo que la marcó, pero al forjar a Zagan esas llamas ardientes devoraron feroces su piel, sus músculos, sus gritos.

Si lo requerían, lucharía contra fantasmas, contra demonios, contra todo, menos contra el fuego.

El fuego no era algo con lo que pudiera combatir, no cuando fue derrotada en tantas ocasiones. Sus piernas cedieron ante los temblores, calló al suelo, acompañando su descenso con llanto y sangre de las heridas frescas que seguían expandiéndose. 

Ante sus ojos la niebla se convirtió en llamas crecientes que la rodearon, consumiendo la piel expuesta de su rostro, de sus brazos. Incontrolables lágrimas brotaban de sus ojos, evaporándose antes de trazar un camino por alguna de sus mejillas calcinadas, llorar le dolía, hablar le dolía, todo le dolía. 

Un sabor a cenizas y oxido se instaló en su garganta, al instante siguiente esta también ardió. Mo-Quing ya no pudo soportarlo, ni al fuego, ni a el dolor, ni a ella. 

Gritó.

Gritó tan fuerte como su garganta herida se lo permitió, gritó implorando, rogando, buscando ayuda. 

Gritó una vez, dos. 

Gritó hasta que su voz fue tragada por las brazas y ahogada en cenizas. 


***


Llamas azules consumieron el palacio entero, la ciudad entera apenas Lan-Sui se despertó. En sus ojos no quedaba lugar para la misericordia, ni tampoco para la clemencia. Al verla aparecer, el rey supo de ese incidente debía de callarlo, ocupándose él mismo de arreglar el desastre causado por sus acciones. 

No podía pedir ayuda. 

No iba a pedirla.

Tembló al verla pasar, feroz como un rayo, irradiando furia como un dragón al que le acaban de quitar su tesoro.

De saber que ella estaba ahí, de saber que ella llegaría ahí, solo por eso, solo por nada, jamás en su vida se hubiera atrevido.

Las puertas de la biblioteca fueron voladas en pedazos, Lan-Sui las hizo volar, las redujo a nada más que partículas desintegradas. 

El contraste entre esa brutalidad y la delicadeza con la que sostuvo el pequeño cuerpo arrinconado contra una estantería fue devastador. No solo su expresión, sus ojos también se suavizaron al tener a Mo-Quing entre sus brazos, suspiró aliviada al ver que seguía viva, pero, cuando sus ojos dieron con las quemaduras en sus manos esa aura asesina que quedó reprimida explotó.

—Tengo miedo. —Mo-Quing tenía los ojos cerrados, pero sus párpados no evitaban la filtración de sus lágrimas. Lan-Sui la abrazó más al verla sufrir. —¡Tengo miedo! Ayuda, por favor, alguien...

—Estoy aquí. —Lan-Sui habló despacio, reconfortando con su tono a Mo-Quing, consiguiendo que, al menos sus lágrimas se detuvieran poco a poco.

—Alteza.

—Cierra la boca. —Lan-Sui no gritó nada más para no asustar más a Mo-Quing, en su lugar se puso de pie llevándola en brazos. —No hables, en tu vida me dirijas la palabra. 

Taros se encogió, consciente de su posición inferior.

—¿Ves lo que has hecho? —Lan-Sui besó al cien de Mo-Quing, dejando todavía más perplejo y aterrado al rey. —Ella no te ha ofendido de ninguna manera, y tú, tú le hiciste esto. Meterte con Mo-Quing es meterte conmigo, una falta de respeto a ella es motivo suficiente para que te corte la lengua, un golpe y yo te rompo una extremidad. ¿Qué castigo crees que mereces por herirla así? —Con su curación, las manos de Mo-Quing ya estaban casi sanadas, pero aún permanecían rastros rojos e irritados. —Una de sus manos vale para mí más que todo tu territorio entero. Heriste al corazón de un demonio, vas a pagar por ello.

Un frasco pequeño cayó de la nada, justo delante del rey. Taros se atrevió a alzar la vista y de inmediato regresó a mirar el suelo, no podía ver los ojos de Lan-Sui, porque entonces vería el infierno.

—Ese veneno no te matará enseguida, será doloroso, mucho. Que sea tu propia mano la que te imparta el castigo, y si dentro de un año sigues con vida, no me culpes por venir por tu alma como obsequio para el ejército de ella. —Lan-Sui hablaba con un tono tranquilo, pero quizá era esa tranquilidad la que causaba el temor en el hombre, quien solo recogió el veneno y se quedó en su lugar, sin atreverse a hacer un movimiento en falso.

Lan-Sui se fue en silencio, llevando consigo lo único que le importaba. No se transportó de regreso a los pantanos, tampoco se quedó en donde estaban, buscó asilo temporal en las playas del clan Cielo y esperó.

El amanecer fue hermoso, pintándose de colores pastel a lo largo y ancho, dando la bienvenida al sol que dejaba el descanso para iluminar al mundo con su luz. Esos primeros rayos bañaron a la pareja sentada en la orilla, pero aunque el amanecer era un evento exquisito, Lan-Sui solo tenía ojos para Mo-Quing.

—Lan-Sui. —Mo-Quing abrió los ojos, y viendo que no era fuego lo que la esperaba, sino un cálido abrazo y una sonrisa de ese rostro tan familiar, las lágrimas llegaron nuevamente por sí solas. Abrazó el cuello ajeno y se pegó a su pecho, buscando sentir que era real y no otro juego de su imaginación. —Tenía miedo.

—Yo también sentí miedo. —Lan-Sui separó una de las manos de su cuello para acariciarla y jugar con los dedos. —¿Quieres hablarme de ello?

—Había llamas. De repente la niebla me quemó, mi mente imaginó que era fuego y yo no pude. No con fuego. No otra vez. Me estaba quemando, así que grité, pero antes de que llegaras me desmayé. —Mo-Quing se calló y se tomó su tiempo para volver a hablar, Lan-Sui tampoco la presionó, esperando tranquila a que continuara cuando se sintiera lista. —La vida es injusta, muchos sufrimos desde pequeños, y otros pasan sus primaveras sin saber que es el dolor. ¿Pero sabes que es más estúpido que una vida injusta?

—No lo sé, dime. ¿Qué es?

—Mis ganas de seguir viviéndola. 

Lan-Sui dejó de jugar un instante, reanudó sin mayor tardanza.

—¿Es estúpido verdad? —preguntó Mo-Quing al ver que no obtuvo una respuesta o reacción significativa.

—No. —Lan-Sui no mostró señales de que su respuesta fuera una broma. —No es estúpido. 

—¿Lo dices solo porqué soy yo?

—Sí. —Ni siquiera puso esfuerzo en negarlo. —Si tu deseo es vivir, entonces no es estúpido, porque todos tus deseos son válidos, y entonces mi deber es cumplirlos. 

Mo-Quing pensaba agregar más pero el vuelo de un ave, que luego de planear se posó en uno de los hombros de Lan-Sui, la distrajo. Era un ejemplar con plumaje en tonos amanecer, los cuales pasaron a ser blancos al entrar en contacto con la ropa pura del demonio.

—¿Un Quiling?

—¿No querías uno? —Lan-Sui sonrió de medio lado. —Es tuya si te casas conmigo.

—¿Otra cosa que quieras?

—¿Un beso?

—¡Lan-Sui!

La risa de Lan-Sui era muy dulce, similar a la de una niña que vivía despreocupada y siempre feliz. Ese era el sonido que a Mo-Quing más le gustaba.

—Te prometo jamás dejarte si me lo das. —agregó dispuesta a no rendirse.

—Mmn.

—Bien, tu ganas. Si dentro de seis años aún quieres casarte conmigo entonces esta maestra, por su puesto, aceptará tu propuesta, pero será hasta entonces. No puedo darte una respuesta ahora sin saber si esos sentimientos tuyos son como una roca o como una flor que se marchita.

El Qiling saltó a la arena cuando el cuerpo de Lan-Sui se movió apresando a Miko.

—Esperaré todo el tiempo que haga falta, si son seis años, mil, muchos más. Todos con tal de demostrarte que tan verdaderos y puros son los latidos de este corazón por ti, pero jamás olvides tu promesa. ¿De acuerdo?

—Mientras tú no olvides tu cariño yo prometo tampoco olvidar.

—Maestra. —Lan-Sui se separó un poco, apenas lo suficiente para ver a Mo-Quing a los ojos. —Eres lo único que vale la pena ser recordado en este mundo. ¿Cómo podría olvidarte y con ello el amor que te tengo? 

—Pequeño zorro. ¿Acaso tú eres la que quieres matarme? ¿Por qué sigues haciendo esto? Deja de hablar de amor como si supieras que es, me aprecias, lo sé. ¿Pero no crees que amarme es una expresión muy fuerte?

—Es lo que siento.

Con tal respuesta, Mo-Quing solo pudo permanecer en silencio mientras sus mejillas se enrojecían, dándole un panorama bellísimo a su discípula.

—Cuando sepas lo que es amar, entonces podrás decirlo, por ahora solo di que me quieres, tu cariño es más que suficiente para mí.

Lan-Sui se separó mostrándose un poco dolida, incluso sus orejas se agacharon.

—¿Qué tanto tiempo tengo que pasar a tu lado para que pueda decir que es amor? ¿Qué tengo que hacer para que me creas?

—Nada. —Mo-Quing sobó las mejillas de su discípula. —Te creo, pero el amor de los demonios es distinto al nuestro, es más peligroso y lo último que quiero es que resultes herida.

Esta vez Lan-Sui se acercó mucho más que las veces anteriores para hablar, quedando apenas separada de Mo-Quing por un par de milímetros, que incluso no fueron suficientes cuando susurró en su oído con sinceridad, sin juegos, sin trampas.

—¿Y si te digo que tú vales el riesgo?

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top