Capítulo 31 (Presente)
"Cuando el pastor no está, el lobo se come a las ovejas."
Katana
Estar en presencia de una Lan-Sui molesta era como enfrentarse a una estocada sin posibilidad de usar las manos para defenderse, Katana era diferente, su ataque parecía cálido, pero llevaba el veneno profundo de la ira.
Mientras el emperador se encargaba del cuerpo de su prima en el consultorio privado de Mei, ella ordenó traer a todo el personal encargado de las cocinas y la distribución de alimentos en el palacio, una hilera de demonio se alineó en el pasillo.
Cuerpos temblantes, rostros pálidos, cabezas bajas, labios que pronunciaban oraciones silenciosas rogando misericordia, ese era el panorama al que Katana se enfrentaba.
—Voy a decir esto una única vez. ¿Quién es el encargado de preparar los alimentos para nuestra emperatriz?
Un hombre dio un paso al frente, con miedo, pero a la vez con orgullo de no retroceder.
—La emperatriz Miko prepara la comida de su esposa, pero hay días en los que yo me encargo de preparar sus alimentos, los de ambas.
—¿Quién es el catador? —Katana no tenía un timbre de voz alto, pero con cada pregunta los presentes se encogían como si fueran pequeños niños recibiendo un reproche.
Esta vez una mujer avanzó.
—Yo alteza.
—¿Kina? —Katana lo comprendió de inmediato. —¿Por qué nadie me informó de la muerte de Shakra?
—Fue repentina alteza, hace dos días enfermó de gravedad y ayer en la mañana por fin su cuerpo murió. No hubo tiempo de comunicarle.
Katana no perdió tiempo en lamentos, prosiguió casi de inmediato con su siguiente blanco.
—Los recolectores de comida, adelante por favor.
Varios demonios avanzaron, dispuestos a aceptar el interrogatorio de su princesa, pero no fueron ellos los que captaron el interés de Katana, dos mortales igual dieron un paso, víctimas de la mirada llena de sombras de Katana.
—Ustedes. —Eran los dos caballeros que Lan-Sui trajo a la ciudad blanca junto a Miko, Katana no dudaba de las decisiones tomadas por su prima, pero en ese momento la desconfianza la recorrió, en especial al notar que faltaba uno de ellos. —¿Y su compañero?
El más joven bajó todavía más la cabeza, una disculpa anticipada por su respuesta que dejó insatisfecha a Katana.
—No lo sabemos alteza, no lo hemos visto desde la mañana.
—Alteza. —El más viejo se arrodilló. —Nosotros no buscamos hacer ningún mal a nuestra emperatriz, trabajamos recolectando para pagar su favor al dejarnos permanecer en su imperio, jamás actuaríamos en su contra.
—Te creo, he hallado ya al culpable. —Katana chasqueó los dedos y Rin-Lu se asomó desde el interior del consultorio.
—¿Llamaste?
—Tráeme a ese hombre. Katana la puso al corriente con un pensamiento y la imagen de su víctima. —Lo quiero vivo. ¿Escuchaste Rin-Lu?
Las colas llameantes se movieron, agitando los cascabeles y los listones que las adornaban. Rin-Lu sonrió y se alejó, cuidando de cerrar la puerta sin hacer siquiera un ruido.
Al verla partir sin ser ellos el objetivo de su cacería, la fila suspiró aliviada, todos menos el dúo de mortales que seguían parados frente a Katana, necios a asumir la verdad.
—Keph no es culpable alteza. —rogó el más joven, arrodillándose también.
—¿Entonces por qué huiría? —Katana cruzó las manos detrás de la espalda y se inclinó para quedar cara a cara con los hombres. —Solo los culpables huyen señores míos. Primero el catador, ahora la emperatriz. Si la comida fuera envenenada por los cocineros el catador no sería tan tonto como para comerla sabiendo que está envenenada, no hubiera muerto, si consumió igual algo dañino significa que no estaba al tanto del mal. Cada ingrediente que entra a nuestra ciudad es inspeccionado meticulosamente por mí, la comida sembrada aquí, en cambio, es recolectada por siervos nobles y , fruto de nuestra confianza entre hermanos, no se inspecciona más allá. Nuestra gente usaría otros métodos si lo que quisieran fuera envenenar a la emperatriz, el veneno es arma cobarde, aunque efectiva. Su compañero huyó hoy, y Lan-Sui se desmalló también hoy. Las coincidencias existen, pero yo no creo demasiado en ellas.
Sin atreverse a decir más, los dos hombres se levantaron para regresar a sus lugares. Katana los observaba a todos, esperó menos tiempo del que pensó cuando el sonido melodioso de los tintineos hizo eco al acercarse.
—Katana. —Rin-Lu volvió sin llevar a nadie más consigo. —Atravesó la frontera, los guardias aseguran que él presentó un pase imperial con órdenes directas de Lan-Sui para ir por un pedido al clan humano. La pequeña rata sabe lo que hizo, ha vuelto a su madriguera por miedo.
—Falsificó el pase. —Katana jugó con el anillo en su mano. —Busca en su habitación.
—Ya lo he hecho. —Rin-Lu abrió su mano dejando ver un gotero diminuto. Katana tomó el objeto, lo abrió y ni siquiera necesitó olerlo para saber lo que era.
—Veneno de Mortha.
—Eso justificaría su cansancio y sangrado de los últimos días, debilitó su cuerpo.
Katana maldijo sorprendiendo a los presentes, quienes tras inclinarse en una reverencia se fueron yendo bajo la orden de Rin-Lu.
—Lan-Sui idiota. Ella sabía que no estaba bien, pidió a la reina Agatha jugo de loto, sabía, la maldita sabía, ojalá nos lo hubiera dicho, así nos prepararíamos para esto.
—No es tiempo de maldecir. —Rin-Lu se preocupó aún más al ver aparecer a Zhan, suponiendo que no traía nada bueno continuó con palabras no muy alentadoras. —Tenemos un asunto más grande del que preocuparnos en estos momentos.
—¿Qué puede ser más importante que la salud de Lan-Sui? —Katana no sabía si estaba furiosa, estresada o demasiado paranoica, lo único que tenía seguro era que iba a estallar en cualquier momento.
—¡Katana!
Acudiendo al llamado de su hermano, Katana giró. Zhan jadeaba, pero no más por la preocupación que por el cansancio de correr casi por todo el palacio en su búsqueda.
—¡¿Y ahora qué?!
—Las barreras. —Zhan tomó aire. —Lan-Sui entró en un estado inconsciente total, su mente cedió y las barreras que cubren la ciudad igual. Lo peor es que el ejército humano entró hace horas al territorio, cuando ella quedó inconsciente, ahora se acercan cada vez más a la capital.
—Maldita sea. —Katana se conectó con el territorio e intentó reestablecer el campo de protección dañado, pero el poder de Lan-Sui la superaba por mucho, aunque intentara no quedaba nada que hacer. —Es imposible repararlas. Zhan, reúne al ejército, que nadie abandone su puesto en el frente, quédate a dirigir las tropas en lo que llego, si ven al enemigo, disparen. No quiero prisioneros.
—Entiendo.
—Rin-Lu, busca al príncipe Lan-Yun, encárgate de su seguridad, en ningún momento te apartes de su lado. ¿Me entendiste?
—Sí.
—Quédate dentro del palacio, si ves que la guerra se alarga lleva a los civiles a los santuarios subterráneos.
—¿Qué harás tú entonces? —Zhan esperó una respuesta agresiva de su hermana, pero el tono de esta se había suavizado y sus palabras fueron tranquilas de vuelta.
—Tengo que informar al emperador, me quedaré con Lan-Sui hasta que su estado se estabilice, una vez que esté bien vendrás tú a cuidarla y yo te suplantaré en el frente. No podemos dejarla sola, no ahora que su estado es vulnerable.
Dicho esto, los tres se despidieron sin decir más. Katana ingresó al consultorio y al ser testigo del estado tan lamentable de su prima tuvo que girarse para que la lágrima que acaba de derramar no fuera visible para los dos que atendían el cuerpo casi muerto reposado en una camilla.
—Emperador.
—Un momento alteza. —El emperador terminó de verter su poción en la boca de Lan-Sui, obligándola a ingerir todo el líquido sin peros. —¿Ha pasado algo?
—Nuestras barreras cayeron, todas ellas. El culpable del estado actual ha huido al clan de acero, y es bastante probable que el ejército mortal arribe en la ciudad al anochecer.
—La situación es grave. Pero tampoco nada que no pueda solucionarse.
—¿Majestad?
—¿Dónde se encuentra la emperatriz Miko? Desde mi llegada no la siento por ningún lado.
Katana recordó las palabras de Rilu en la mañana y su expresión se relajó considerablemente.
—En el santuario de la montaña. Si pasa algo estarán bien, solo nuestra gente puede ingresar, dejémoslas ahí por el momento, es más seguro que estar aquí.
—Alteza, su forma de manejar los asuntos muestra que usted es muy hábil y capaz, su emperatriz estará satisfecha cuando despierte, seguro va a recompensarla por sus servicios.
Los ojos de Katana buscaron de nuevo el cuerpo tendido entre telas blancas con manchas de sangre y ropas elegantes.
—No me importan las recompensas majestad, solo quiero que despierte.
El emperador sonrió complacido, se acercó a Katana y le dio unas palmaditas en el hombro.
—Ha pasado la prueba, cuando la emperatriz se desmalló usted fue una sospechosa, me disculpo por la desconfianza, pero ahora mis dudas se han despejado. Ella se pondrá bien, quédese a su lado y hágala beber la medicina cada hora, un tazón lleno. Por el ataque a su ciudad no se preocupe, de eso me haré cargo yo.
No había palabras suficientes para agradecerle a ese hombre, lo único que Katana pudo hacer para demostrar su agradecimiento fue lanzarse a los brazos del emperador. Por el nuevo peso en su pecho y la impresión repentina de ser rodeado por el calor de un nuevo cuerpo, Akiva retrocedió un par de pasos, encargándose de devolver la muestra de afecto.
—Se dice que las acciones muestran más que mil palabras. Acabo de comprobar que es verdad.
—Lo siento majestad. —Katana se retiró apenada por su comportamiento tan impropio. —Espero no haberlo ofendido.
—Al contrario, alteza, me honra. Pero temo que debo partir, dejemos por ahora el asunto del hijo de Ost, cuida a tu emperatriz Katana, yo me encargaré de cuidar tu imperio.
Una nube de humo blanco consumió la silueta, Katana reverenció a la nada luego de que aquel ilustre personaje se fuera, corrió al lado de su emperatriz y se permitió derramar las lágrimas contenidas al sentir como el calor volvía a su cuerpo.
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