Capítulo 17 (Presente)


"Si la mente te olvida, el corazón será el encargado de recordarte"

Miko

—¿Está bien que abandonemos la ciudad blanca tan de repente?

Lan-Sui envolvió a Miko en una túnica abrigadora, tiró de ella y salió, guiándola por el sendero de nieve cuesta abajo.

—¿Por qué no estaría bien?

—Katana.

—Se encuentra estable, su magia sufrió un pequeño quiebre, pero nada grave que no pueda solucionarse con algo de reposo y amor por parte de su esposa.

Miko cerró la boca de inmediato, si Lan-Sui podía estar tan tranquila tras ver a su prima entonces no había riesgo alto de por medio. Lan-Sui podía tener su mala fama de no interesarse por nada ni nadie, pero Miko descubrió que, muy en el fondo siempre se mantenía al pendiente de su familia y su gente.

El clan nieve la amaba, ella parecía apenas darse cuenta de que sus habitantes le tenían más aprecio de lo que imaginaba, y también respeto.

Caminaron entre paisajes nevados por días. Miko jamás llegaría a entender la necedad de Lan-Sui porque ir a pie, aunque tardaran más de lo que podían hacerse si volaran.

Al quinto día de viaje llegaron a la frontera con el clan Amatista. A primeras, Miko no supo descifrar del porqué de aquel repentino viaje, pero al ver a un grupo de personas esperándola en la barrera, su corazón se aceleró.

No reconocía a ninguna de las presentes, quería preguntar por sus identidades cuando dos de ellas abandonaron sus lugares para correr hasta ella y abrazarla hasta el punto de casi dejarla sin poder respirar correctamente.

—¡Hija!

—¡Hermana!

Miko se tensó, buscó con la mirada a Lan-Sui y ella le respondió con un asentimiento de cabeza.

Lágrimas acudieron a los ojos de Miko, pequeñas gotas redondas de agua salada, que trazaron su camino hasta chocar contra la nieve del suelo.

Agatha, la reina madre de Miko lloró al tenerla por fin, de vuelta, entre sus brazos. La otra joven, una copia idéntica de la reina, la imitó, pegada al cuerpo de su hermana, aferrada con fuerza a su cintura, lloraba sin parar, sin contenerse.

—Mamá. —Miko devolvió el abrazo a la reina. La mujer suspiró ante la acción de su hija, envolviéndola más posesivamente. —Izumi.

—Hermana.

Lan-Sui e contuvo para no rodar los ojos ante la hipocresía de la princesa, como buena esposa supo mantener la compostura y no intervenir en el reencuentro.

—Mamá. —Miko fue alejada un poco por la reina, solo lo suficiente para que pudiera verle el rostro y llenarlo de besos. —Te recuerdo. —Los ojos de Lan-Sui brillaron, prestó más atención todavía, al emotivo suceso. —¡Te recuerdo madre!

—Mi pequeño loto creciente, mi hija, mi Miko. —Agatha acarició los mechones grises de cabello. Cuando pudo decir algo sin que la voz se le rompiera en fragmentos, volteó a ver a Lan-Sui y le hizo señas para que se acercara más.

Acudiendo al llamado por parte de su suegra, Lan-Sui dio unos pasos antes de ser jalada por un brazo fuerte, y ser apresada también en un abrazo maternal. La reina susurró en su oído con palabras dulces:

—Gracias, gracias por cumplir con su promesa de regresarme a mi hija.

—Prometo hacer mi mejor esfuerzo para cuidarla, y que no suceda lo mismo otra vez.

—¿Sabe quién hizo esto?

Lan-Sui se alejó de los cálidos brazos, le sonrió a la reina y habló en un tono igual de suave.

—No tengo pruebas, pero sospecho de alguien.

—¿Quién?

—Será mejor que su majestad no lo sepa por ahora, evitemos que la información se filtre para no alertar al enemigo.

Agatha lo pensó, asintió después de un breve instante y regresó al lado de su hija.

El resto de brujas que acompañaba a su reina ser acercaron, otras cuatro mujeres, entre ellas Hina. Miko no pareció reconocerla, pero Lan-Sui le saludó con un discreto gesto, ella por su parte correspondió el saludo con una educada reverencia.

Lan-Sui esperó toda la tarde, viendo a Miko ser mimada por su madre y su clan.

—El sello en tu mente prevalece. —Agatha tocó la frente de Miko. —Pero comienza a debilitarse. Tus recuerdos volverán con los días, no te fuerces o podrías dañarte.

—¿Y tu hijo? —Izumi acomodó los pliegues de sus túnicas color verde pantano. —Escuché que...

—¡Izumi! —reprendió su madre. —Es suficiente. —Miró a Lan-Sui. —Lo siento mucho.

—No hay necesidad. En todo caso quizá debería de ser Miko quien recibiera esas disculpas.

Miko estaba incómoda, negó de inmediato para que la situación no empeorara. Comprendía que, como esposa, para Lan-Sui debería de ser difícil afrontar el hecho de que ella...

—Está bien. —Lan-Sui le acarició el cabello, Miko se recargó en la pierna del demonio para que tuviera mejor acceso. —Nada de lo que pasó es tu culpa. No me molesta hablar de ello, pero si te sientes incómoda lo mejor será cambiar de tema.

—Gracias.

—Mmn. Majestad.

—¿Sí?

— Su habilidad para la creación de pociones y brebajes es muy conocida entre clanes. Si no llega a ser molestia, me gustaría importunarla y rogar su ayuda para que me prepare un jugo de loto de luna.

La reina se mostró preocupada. El loto de luna era una planta difícil de conseguir, por lo mismo que era un antídoto muy efectivo para casi todos los venenos; lo único que no llegaba a curar era una poción de amor, un corazón roto y la estupidez genuina de la gente común, de ahí en fuera podía repeler cualquier otro mal.

Era bien conocido que Lan-Sui rara vez pedía favores, y si ahora necesitaba algo significaba que había ocurrido algo a puerta cerrada en la ciudad blanca. Eso o la reina lo estaba pensando demasiado.

—¿Jugo de loto de luna? ¿Su majestad tiene alguien enfermo en casa?

—¿Me creería si le digo que es mi propio cuerpo?

La reina estudió a Lan-Sui. Tan saludable como siempre, su magia fluía con normalidad, cuando le tomó el pulso este estaba en orden, sus sentidos tampoco parecían afectados.

Alzó una ceja.

—¿Me toma el pelo?

—No me atrevería.

—¿Estás enferma? —Miko tomó aquella mano que la acariciaba entre las suyas. La examinó y luego al rostro de Lan-Sui, todo sin llegar a notar tampoco nada fuera de lo común. —¿O es para Katana?

—¿Katana? ¿Le pasó algo a su alteza?

—Un pequeño envenenamiento. —Lan-Sui descartó la preocupación de la reina con una sonrisa. —No corre peligro. Estoy segura de que en estos momentos ya debe de estar como nueva, preparando la celebración de la luz.

—Si su majestad quiere un jugo de loto, entonces creo que es lo menos que puedo hacer por haber encontrado a Miko.

—No lo ponga así, me hace sentir mal majestad. Pero gracias, espero pueda tenerlo antes del fin de esta semana.

—Haré mi mejor esfuerzo.

Era de noche cuando la reina por fin se levantó y comenzó a despedirse de ambas mujeres.

Miko se aferró a ella, igual que al principio. Izumi las observó en silencio e imitó a su madre cuando esta se giró en dirección a Lan-Sui para agregar una última cosa antes de partir.

—Espero vernos pronto.

—Lo mismo deseo, y, majestad. —La reina interrumpió su andar. —Ni una palabra de este encuentro a nadie, no hasta que el asunto esté resuelto.

Agatha miró de reojo a su nuera y asintió.

—Izumi, Hina, Luisa, Lulú y Marian, vamos. Tenemos que regresar antes del alba.

Sus siluetas se perdieron entre las sombras oscuras formadas por las raíces torcidas y el paisaje del clan amatista, Miko las observó partir, guardaba silencio y asimilaba los sucesos que acababan de pasar.

Lan-Sui por su parte, no esperó mucho para hacerle señas y retornar sobre sus pasos de vuelta a la ciudad blanca.

—¿Por qué la prisa?

Miko deslizó una de sus manos para tomar la de Lan-Sui, se alegró de que la sujetara con firmeza.

—Porque... —Lan-Sui se giró para toser sangre. Nieve blanca fue teñida de rojo.

Miko la sujetó, sus manos temblaban, y su rostro perdió todo el color al ver que la sangre no solo salía de la boca del demonio, un pequeño río escurría desde una de sus fosas nasales.

—Lan...

—Estoy bien. —Lan-Sui se limpió con la manga opuesta de la mano que sostenía a Miko. Al instante, esa tela blanca igual pasó a pintarse con la sangre fresca. —Mi poder está bien, solo que a veces mi cuerpo reacciona así cuando lo uso constantemente, no te preocupes. Es pasajero, como lo de Katana.

—No me mientas.

—No miento. Es verdad que es una reacción de mi cuerpo por el uso excesivo y constante de poder.

—¿Y es pasajero?

Lan-Sui no respondió, se quedó viendo a Miko, pero sus labios no se abrieron con una respuesta.

—¿Lan-Sui? ¿Es pasajero?

El agarre que presaba su mano se volvió más firme, Lan-Sui tiró de ella, llevándola hacía adelante con suavidad.

—Regresemos a la ciudad blanca, si Katana ya despertó, debe de estar buscándome.

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