Capítulo 09 (Presente)


"Las rosas pueden parecer hermosas, hasta que descubres la verdad que se oculta tras sus espinas"

Zaia

Los jardines del palacio de la montaña eran obras de arte, hermosos sin duda, y tranquilos también.

Era la quinta vez en el día que Miko los recorría, buscando paz entre las flores, y tranquilidad al ver el agua clara de los estanques.

Su mente se encontraba llena de nubarrones que pedían despejarse a gritos, los recuerdos sellados comenzaban a volver, y dolía. Punzadas constantes le agobiaban, dolores de cabeza que solo se iban cuando caminaba en soledad, a través de esos jardines tan magníficos, tan exquisitos.

Ya habían transcurrido las dos lunas que Lan-Sui estaría ausente. Por la mañana había mandado un mensaje a través de Lan-Yun para informar que esa tarde volvería a la ciudad Blanca.

Miko se sintió feliz ante la noticia, quiso preparar algo especial para ella, pero antes de que pudiera hacer nada, fue atormentada por aquellos dolores de cabeza, los cuales parecían no querer darle tregua.

Rilu y Dalial se ofrecieron a ayudar mientras ella calmaba sus dolores con un paseo, Miko aceptó luego de una amenaza y pocas insistencias de su parte.

Ahora que su dolor se había vuelto tolerable estaba dispuesta a regresar, pero algo llamó su atención, desviándola por completo de su ruta original.

Si bien, Miko llevaba pocos días en aquel castillo dentro de la montaña, ya sentía que conocía algunas rutas bastante bien, por lo cual quedó algo sorprendida al notar como, detrás de una cortina de agua que caía sobre un estanque redondo, había un pabellón circular, desde ahí partían varios senderos que llevaban a distintos jardines, todos llenos de unas extrañas flores blancas manchadas de rojo.

Guiada por un ende inexistente, los pasos de Miko recorrieron un sendero, como si este fuera el camino que tantas veces había caminado para llegar a casa. Al final, un hermoso jardín con columnas talladas y algo rotas, se alzó ante sus ojos.

Las macetas, colocadas en escalón, estaban repletas de las mimas rosas extrañas que los demás jardines poseían, lo único distinto era el bello cerezo que crecía en medio de aquel círculo.

Miko se agachó para observar las flores, al verlas de reojo había pensado que su tono bicolor era debido a que pertenecían a alguna especie extraña, pero al contemplarlas de cerca se dio cuenta de que el colorete rojo era sangre, sangre que se mantenía fresca y viva.

Extendió un dedo queriendo tocar aquella sustancia líquida, una voz a sus espaldas la detuvo causándole un escalofrío por el tono de sus palabras, un tono gélido, cortante, profundo.

—Yo que tú no haría eso, es tabú tocar las rosas corruptas de alguien más.

De inmediato retiró la mano, encogiéndola en un puño apretado, se puso de pie y dio la vuelta para encarar al extraño que se coló allí junto a ella.

Se quedó sin habla al verlo.

—No seas tan brusco. —Una segunda persona apareció, y el rostro de Miko se descompuso aún más. —Debes de tener más tacto con las personas, modera tu tono, o de lo contrario podría pensar que la estás regañando, y si Lan-Sui se entera que la regañaste va a partirte la cara.

—Lan-Sui esto, Lan-Sui aquello. ¡Mi hermana usa a mi otra hermana para amenazarme! ¡Es injusto!

Miko no sabía si ya había enloquecido, pero incapaz de ser irrespetuosa con los dos demonios frente a ella se inclinó, haciendo una reverencia.

—Emperatriz Zaia, príncipe JiuJiu...

JiuJiu miró a su hermana y luego a su cuñada, tras repetir la acción por un par de segundos, e incapaz de controlar su risa, estalló en carcajadas. Zaia le dio un codazo para que recuperara la compostura, pero fue en vano, su hermano seguía riendo sin parar.

—Em... Emperatriz... Jajajaja.... Ella... Tú... Emperatriz...

—Ignóralo, desde siempre ha estado loco. —Zaia levantó a Miko con una sonrisa, la ayudó a acomodarse la ropa y a acomodarse los mechones rebeldes que habían escapado de su coleta. —Pero no es necesario que te refieras a mí como emperatriz, ya no lo soy. Dime solo Zaia.

—O alteza si te es muy difícil adoptar un modo tan casual de dirigirte a la ex emperatriz. —JiuJiu se apartó un mechón blanco de cabello y sonrió divertido. Esa sonrisa tan idéntica a la de Lan-Sui.

Miko se quedó absorta, los ojos del demonio eran preciosos, el izquierdo gris pálido, el derecho azul eléctrico tan fuerte que parecía contener la energía de un rayo, por los destellos que cada tres segundos emitía.

—Altezas. —Miko iba a hacer una nueva reverencia cuando Zaia la detuvo.

—No hace falta, entre familia las reverencias y formalismos sobran.

—En especial si te diriges a Lan-Sui. —JiuJiu ronroneó mientras buscaba con la mirada un lugar libre en el cual sentarse. — Solo alguien muy tonto le tendría un gramo de respeto, aunque va, lo admito, sabe lucirse a veces. Volviendo al tema de las rosas, no las toques, lo del tabú no es mentira.

Ante la mención de las flores, una corriente de aire creado por el demonio salió en dirección a Miko, alejándola con suavidad y cuidado del campo lleno de rosas sangrientas.

Las flores se mecieron con el viento, algunas soltaron gotas de sangre manchando el césped, otras solo se balancearon para luego volver a estar quietas. JiuJiu llegó hasta el cerezo, luego de comprobar que no había flores cerca, se dejó caer; el árbol se sacudió y los pétalos rosados cayeron sobre su cabeza.

—¿Por qué es tabú? —La intención de Miko era preguntar acerca del porqué de la sangre, luego de pensarlo detenidamente descubrió que quizá esa era una respuesta que no deseaba escuchar, así que cambió de interrogante.

Zaia tenía su mirada fija en una de las flores cuando respondió con la misma voz calma y pacífica.

—Cada miembro de la familia imperial tiene un jardín, se les conoce como jardines corruptos, las flores que crecen son rosas corrompidas, según la tradición, cada que un miembro de nuestra familia falta a una promesa, una flor nace en el jardín, como castigo alguna parte del cuerpo de la persona se abre, la sangre que mana tiñe los pétalos puros. Es una marca negra tener un jardín lleno de rosas, significa que tus promesas son falsas, porque, por cada día que no las cumples, una nueva rosa nace, y una cicatriz se instala en tu piel.

—Es tabú tocar las flores, —JiuJiu prosiguió al ver como las sombras de la melancolía se instalaban en los ojos de su hermana. —porqué sería lo mismo que tocar un pecado, además de que la sangre que las cubre se vuelve sangre maldita, si los vivos la tocan jamás podrán lavarse, permanecerán con la marca roja para siempre.

Al escuchar aquello, Miko admiró todo el jardín; no era tan grande pero tampoco era pequeño, aún quedaban partes verdes, pero la mayoría ya había sido plantada por aquellas flores tan bellas y tan crueles.

—La persona de este jardín tiene muchas rosas...

JiuJiu soltó una risa.

—La dueña de este jardín es Lan-Sui.

—¡¿Qué?!

Las colas del demonio se agitaron, ese brillo soberbio abandonó sus ojos, sus dedos se enroscaron sin cuidado en el pasto, arrancándolo de vez en cuando. Tardó en hablar segundos, pero para Miko esos momentos de silencio se le hicieron una eternidad.

—Hay mil noventa y cinco rosas.

El corazón de Miko se apretujó dentro de su pecho, saber que tantas heridas marcaban la piel de Lan-Sui la llenaron de pena y dolor.

—Tres años en total. —JiuJiu cerró los ojos y recostó la cabeza contra el tronco frondoso y áspero. —Lan-Sui podrá tener una mala fama, pero, nunca antes una rosa había crecido en su jardín, todos en la ciudad blanca estaban orgullosos de ella, jamás faltó a su palabra, jamás hasta hace poco. ¿Curioso no? — JiuJiu abrió un ojo y miró a Miko. —Como por una mortal su jardín pasó de ser puro a estar corrupto, la enamoraste, la tienes a tu merced, y, aunque sé que no fue tu culpa separarte de ella, espero que no vuelvas a alejarte. A ella podrá no importarle ver su jardín así, pero a mí sí.

—No te preocupes. —Zaia se acercó a su hermano. —Lan-Sui no te culpa y nosotros tampoco, sabemos lo que es amar, y si ella dice que lo vales todo entonces es porque en verdad lo vales. No te agobies en pedir disculpas innecesarias, solo procura recordar, y Miko, gracias por cuidar de mi hijo.

—¡Miko!

Sin tener tiempo de responderle a Zaia, Miko giró para ver a Dalial seguida de Rilu, ambas mujeres casi corren al ver que por fin la habían encontrado. Miko no lo sabía, pero llevaban rato buscándola y comenzaban a preocuparse de no dar con ella, Rilu estaba entrando en pánico y Dalial casi asesina a dos guardias por su falta de entrenamiento para seguirle el paso a la emperatriz.

Luego de haberla perdido una vez durante tres años, no estaban dispuesta a ver que ese suceso volvía a repetirse.

Rilu fue la primera en tranquilizarse al ver a su amiga sana y salva, al llegar hasta ella la abrazó y la tomó de la mano para sacarla del lugar. Dalial por su parte, no demostró emoción alguna, pero en el fondo respiró aliviada.

—Miko debemos regresar.

—Oh sí, pero antes creo que deberían de... —Miko dio una mirada a sus espaldas, sus intenciones eran que las dos recién llegadas saludaran a los hermanos de Lan-Sui, pero al volver a ver el cerezo, este se encontraba vacío.

—Miko, vamos. —Dalial comenzó a caminar con prisa. —Zhan informó que Lan-Sui y Rin-Lu acaban de llegar a la ciudad blanca.

Al escuchar que Lan-Sui había regresado Miko dejó de objetar y decidió seguir a las dos brujas en silencio.

Cuando el trío se perdió de vista, aquellos dos demonios volvieron a aparecer en el mismo lugar en el que se encontraban cuando Miko fue llamada por Dalial.

Zaia contempló con nostalgia el pasillo largo por el cual aún podían escucharle los pasos lejanos de las tres, JiuJiu por su lado, solo apoyó la cabeza en una mano y atrapó un brote que se acaba de desprender del árbol.

—SuiSui ha vuelto. —dijo JiuJiu despojando sus palabras de su habitual tono juguetón. —¿Crees qué ya tenga un plan para proceder con el clan humano?

—Creo que, aunque sea difícil para ella, logrará encontrar la mejor solución.

—Lo hará, es nuestra hermana después de todo.

Otra brisa invernal recorrió el jardín, más pétalos rosas se desprendieron para caer sobre el césped, una pequeña lluvia de escarcha y copos descendió, y para cuando todos ocuparon un lugar en el suelo, los dos demonios habían vuelto a esfumarse en la nada.

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