Capítulo 08 (Presente)


"Tantos tipos y formas de amar en el mundo, y ella escogió la sincera, la que más duele"

Katana

Nadie se atrevió a darle trabajo a la emperatriz, Miko lo pidió, fue a todos lados implorando que alguien le permitiera ayudar con alguna tarea, pero todos le negaban con amabilidad. Fue así que terminó vagando por los pasillos y cuartos de aquel castillo nevado; todo era tan tranquilo que le daba miedo hacer algo de ruido al caminar o abrir alguna puerta.

En su andar llegó hasta un ala solitaria y silenciosa, en ella había un pasillo recto que tenía una única puerta al final. Guiada por la curiosidad, terminó entrando con sigilo.

Un olor a incienso de sándalo flotaba en el aire, por todos lados había escarcha y nieve, de las paredes colgaban grandes cuadros pintados, representando generaciones pasadas, que integraron la familia imperial.

Miko se adentró con asombro en aquella habitación llena de retratos y rostros desconocidos. Cada pintura estaba enmarcada en plata u oro, debajo, una placa grabada con los nombres, resaltaba, había también armas y altares, de donde provenía la fragancia del sándalo.

Katana se encontraba de rodillas, contemplando con ojos perdidos uno de esos tantos altares, sus orejas se movieron al sentir que alguien se acercaba, y al ver a Miko suspiró poniéndose de pie.

—Emperatriz. —dijo haciendo una leve inclinación de cabeza.

—Me disculpo si te interrumpí, yo... Yo me voy. —Miko también bajó la cabeza y estaba por darse la vuelta e irse cuando Katana la detuvo con sus palabras.

—La emperatriz no me ha interrumpido, puede quedarse y ver todo lo que desee, si gusta puedo mostrarle algunas pinturas que pueden llegar a ser de su agrado.

Con un asentimiento de cabeza Miko fue guiada por el demonio hasta un cuarto en particular, era una construcción circular, de las paredes aún colgaban cuadros, pero a diferencia de los demás, en estos solo había dos o tres personas atrapadas en las pinceladas de colores.

—La bóveda de los emperadores. —Katana se acercó a un cuadro con marco de espinas, lo miró y luego a Miko. —Los padres de Lan-Sui, el emperador Wan-Lian, su primera esposa, la primera dama, emperatriz Andrómeda, y su segunda esposa, la segunda dama, emperatriz Ágape.

Los pies de Miko la llevaron más cerca del cuadro, en el se veían retratados tres cuerpos; sentado en el trono de hielo, cuyo respaldo se difuminaba en raíces adheridas a la pared, se encontraba un demonio, al verlo Miko vio reflejada a una Lan-Sui en una versión tierna. Si bien, el cabello y las ropas eran las mismas, el hombre tenía unos ojos azules cielo, y en su rostro su sonrisa era amable, compasiva, nada que ver con la arrogancia y diversión que caracterizaba tanto a su hija.

Junto al emperador había dos mujeres, la que estaba en el lado izquierdo era la primera esposa, otra copia casi idéntica de Lan-Sui, la diferencia era que sus ojos tenían pupilas grises, y su cabello estaba atado en un moño alto, adornado por copos, logrando que la corona helada que posaba sobre su cabeza resaltara.

Si a Miko le dijeran que descubriera quien era la progenitora de Lan-Sui, de primera hubiese dicho que el bello demonio a la izquierda, pero luego de ver que la bruja en el lado opuesto tenía los ojos morados, cambió de inmediato su respuesta.

Ella también era bella, cabello negro atado en una trenza similar a la de Miko en esos momentos, un fleco recto con mechones largos a los lados, su rostro tenía el mismo mentón afilado que Lan-Sui heredó, las manos igual eran las mismas. Se veía feliz, radiante, con una sonrisa que permitía ver sus dientes blancos y rectos.

—Lan-Sui se parece mucho a ellos... —Miko quiso rozar el lienzo con la yema de los dedos, se detuvo antes de completar la acción, temiendo dañar la pintura, que, seguía viéndose viva y fresca, como si tuviera horas de haber sido terminada y no años.

—Pero sin duda se parece más a sus hermanos. —Katana avanzó al siguiente lienzo y Miko la siguió.

Este era diferente al anterior, nadie estaba sentado en el trono, pero en cada lado y en frente había tres demonios, los tres iguales, idénticos, de no ser por el color de los ojos, Miko jamás hubiera podido decir cuál era cual.

Lan-Sui ocupaba el lugar de su madre en el lienzo anterior, un demonio varón con heterocromía reemplazaba a la primera emperatriz, y, en medio de ambos, sentada a los pies del trono, estaba una tercera figura femenina, con ojos color perla, parecían cubiertos por una retina transparente, o un velo ligero.

Los tres sonreían, Lan-Sui y el varón con arrogancia, la segunda chica con dulzura. En la cabeza de los dos mayores se notaban sus respectivas coronas, por su parte, Lan-Sui sostenía la de ella en la mano derecha, una señal rebelde que le causaba risa.

—Los príncipes, Zaia, JiuJiu y... —Katana pasó al cuadro que continuaba mientras decía: — A Lan-Sui ya la conoces.

Miko la alcanzó sin prisa, pasaron diferentes cuadros, todos igual de bellos.

En uno las dos emperatrices eran las protagonistas, la madre de Lan-Sui seguía de pie, pero la otra mujer ahora ocupaba el trono, aunque en ese lienzo ninguna sonreía, la obra de arte poseía más un aura lúgubre y nostálgica, en vez de una alegre.

A esa pintura la seguía otra en el mismo lugar, el trono volvía a estar vacío, pero, de pie, tomados de las manos frente a él, había dos demonios. La princesa, ahora emperatriz, Zaia, y su esposo, un demonio con cuernos hermosos y blancos, que hacían juego con sus vestimentas claras.

Una unión entre un dragón y un zorro, ese lienzo era bello, tranquilo, si alguien lo veía se sentiría a salvo por el aura de protección que la pareja externaba.

—Se dan a conocer como iguales. —Katana habló sobresaltando un poco a Miko. —Por eso ninguno está en el trono, los cuadros anteriores muestran que los tres tienen poder, pero al final la responsabilidad de la corona y la decisión final recae solo en uno. Aquí se muestra que ambos son iguales, su voz es una, sus órdenes igual.

—Esto... Es muy increíble.

—La pareja era muy tranquila, el pueblo los amaba y respetaba por eso. —agregó Katana sin despegar la mirada de la pareja imperial.

—¿Amaba?

Katana volvió a avanzar, obligando a Miko a seguirla hasta el siguiente dúo imperial.

—Murieron, ambos, durante la guerra de la ciudad Blanca. Hace ya tres años de eso.

Miko no supo que responder a eso así que decidió callar y ver el nuevo cuadro delante de ella, pero a la hora de contemplar la escena congelada en pintura, ella también se quedó helada. Un nudo se situó en su garganta, oprimiendo cualquier palabra que pudiera ser dicha y agobiándola a la hora de respirar.

—La pintura de las emperatrices actuales. —Katana le sonrió con orgullo, pero Miko estaba tan concentrada en lo que tenía delante que no llegó a verla. —Lan-Sui y Miko.

Su cabeza comenzó a dolerle cuando se vio a sí misma retratada de manera tan gloriosa en aquella pintura de ensueño. Igual que su reflejo en la mañana, era ella y a la vez no.

La Miko de la pintura se encontraba sentada en el trono, ambas manos sobre los apoya brazos, en la derecha sostenía la corona de la emperatriz que le pertenecía a Lan-Sui, en la izquierda jugaba con un mechón de pelo blanco, el cual, también era de la pertenencia de Lan-Sui. Vestía las túnicas de su clan, solo que, en colores blancos, una copia exacta a la que llevaba puesta en ese mismo momento; su cabello estaba recogido en una coleta, y en su cabeza resaltaba la segunda corona de la emperatriz, una reliquia exquisita.

Sentada a sus pies, estaba Lan-Sui, apoyaba la cabeza en su regazo y parecía amenazar con la mirada a todos los que quisieran atentar contra la persona en el trono. Su vestimenta estaba incompleta debido a que su túnica exterior posaba sobre los hombros de Miko, sonreía, arrogante y amenazante, el abanico de nueve colas parecía agitarse, todo en el cuadro parecía tener vida.

Había también una tercera corona, la corona de princesa de Lan-Sui, tirada a un lado de ella; el hielo había sido roto y las gemas incrustadas se pulverizaron en un polvo fino que rodeaba los pedazos destrozados.

Miko estaba sin habla.

—La emperatriz es su prioridad. —Katana entrelazó las manos tras la espalda. —Lan-Sui te está dando el poder absoluto sobre ella; la posición nos indica que eres tú quien posee el poder, y para ella lo eres todo. —Miko la miró y Katana volvió a sonreírle. —En toda la historia del imperio blanco, nadie había puesto en el trono a alguien externo del clan, mucho menos a una mortal, Lan-Sui es la primera y la única.

El dolor de cabeza aumentó, Miko sostuvo su cien con las manos e intentó mantenerse como si nada pasara.

—Yo, yo... —Miko hizo una mueca de dolor y retrocedió un par de pasos. —Creo que necesito un respiro.

Y sin darle a Katana la oportunidad de objetar o decir algo, salió huyendo de la galera.

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