Capítulo 04 (Presente)
"Al llegar el invierno, el polluelo perdido regresa al nido, la madre se alegra y los hermanos danzan. Todo lo que se creía perdido, una vez más es restablecido"
Dalial
El territorio del clan Nieve era hermoso sin duda. Miko había visto muchas nevadas en las ciudades mortales, fue testigo de cómo los paisajes eran cubiertos por capas frías y blancas, como velos delicados de novias, pero nunca había presenciado un paisaje tan puro, tan pacífico y silencioso como aquel que ahora se abría ante sus ojos.
Ráfagas de viento pasaban a su alrededor, pero no sentía frío. Hacía días que su vestido color sangre fue reemplazado por blancas túnicas con bordados únicos de conejos y estelas. Sobre sus hombros ya hacía la túnica superior de Lan-Sui, y, en sus brazos, vendas de seda se envolvían, brindándole calor y ocultando cicatrices.
Ya no temía en absoluto a las personas que la acompañaban, ya no había miedo en su corazón hacía Lan-Sui, solo confusión y dudas que decidió callar, e ir resolviendo con el pasar de los días.
La montaña que estaba delante de ellos era enorme, se podía ver desde el territorio vecino, y Miko pensó que, si le daban a elegir entre escalarla o morir, prefería la segunda opción, ambas eran casi igual, pero si escogía la segunda quizá el proceso fuera más rápido.
Durante el camino hasta la montaña intentó no distraerse. Fracasó. Le gustaba adelantarse algunos pasos y hacer figuras con, o en la nieve, disfrutaba de atrapar pequeños copos y hacer collares con ellos. Luego de un rato llegó a sentirse un poco avergonzada cuando notó que sus juegos retrasaban al grupo, pero esa emoción se desvaneció cuando Lan-Sui, en vez de regañarla, la alentó a seguir explorando.
—Te ayudará a recordar. —Le dijo, y Miko solo asintió.
Habían pasado días de aquello y aún no la detenía cuando corría por el sendero helado que se abría paso delante de ellos. En un comienzo, Miko pensó que ese camino de escarcha aparecía por la magia de Lan-Sui, pero luego se dio cuenta que el camino estaba ahí para ella, allí donde pisara había escarcha, al momento de retirarse, desaparecía.
—Miko...
El llamado de Lan-Sui la hizo detenerse, no se dio cuenta de que sus pasos lograron llevarla muy por delante del grupo, ahora que escuchó su nombre en un tono preocupado por fin entendió que debía de permanecer en el campo de visión de Lan-Sui.
—Estoy bien. —murmuró de manera reconfortante.
—Lo sé. —Lan-Sui llegó a su lado y luego de examinarla de reojo le tomó de la mano, su agarre, a diferencia de la primera vez, era más suave, como si temiera estar cometiendo algún tipo de pecado imperdonable. —Déjame llevarte, estamos cerca.
Miko logró aprender a leer las expresiones de Lan-Sui de manera rápida, aquello la sorprendió, pero también llegó a satisfacerle, gracias a eso podía comprender mejor a la joven de forma sutil, ahora, por ejemplo, podía ver un poco de timidez, miedo y alegría en sus ojos, todo junto. Fue por eso que no tuvo corazón para negarse a la petición y se dejó guiar.
Las faldas de la montaña eran enormes, Miko pasó de sentirse humana a sentirse como una hormiga, diminuta e insignificante.
—Esto...
—Bienvenidos, a la entrada de la ciudad Blanca. —Lan-Sui hizo un ademán y las enormes puertas de hielo, talladas en un agujero de la roca, se abrieron de par en par. —Y bienvenida a su imperio, emperatriz.
—¡Miko!
Antes de que pudiera decir nada, el nombre de Miko ya había sido gritado desde el interior de aquella montaña. Un grupo de personas apareció y al ver a los recién llegados corrieron hacía ellos.
Presa del pánico, Miko se apretó de forma inconsciente contra el cuerpo de Lan-Sui, sus brazos la aferraron y su rostro buscó cobijo en el pecho de ella, Lan-Sui la envolvió con cariño, las mangas de su hanfu sirvieron de cortina entre Miko y el grupo, que para la joven eran completos extraños.
—¡Miko! —Una segunda voz femenina gritó su nombre con la misma intensidad que la primera persona.
—Cállense. ¿No ven que la asustan? —La tercera voz le causó un ligero escalofrío por lo demandante que era, aquella chica sin duda alguna debía de tener carácter.
—No calles a Rilu. —Otra voz igual de amenazante que la anterior se hizo escuchar, solo que, está a diferencia de la anterior sonaba más profunda, más pacífica.
—¡Miko!
Túnicas blancas las rodearon, voces ajenas se filtraban desde el exterior de los brazos de Lan-Sui que le servían como refugio, olores se mezclaban con el aire y confundían sus sentidos, pero entre toda esa mezcla, había algo que predominaba, la curiosidad.
Levantó la mirada para toparse con la de Lan-Sui, aquellos ojos morados tenían escritos una pregunta silenciosa, a la cual Miko dio respuesta con un leve movimiento de cabeza.
Esa cortina que la aislaba, por fin cayó, aunque los brazos de Lan-Sui siguieron rodeándola. Luego de un par de minutos en silencio, en los que se dedicó a observar los nuevos rostros, sus ojos se llenaron de lágrimas, insegura, extendió su brazo. Sabía que estaba mal señalar a las personas, pero por primera vez no le importó.
Apuntó primero a una joven, de su edad quizá, parecía ser ciega por el color tan peculiar de sus pupilas, pero estaba muy segura de que podía ver, aunque fuera un poco, vestía las mismas túnicas que ella, pantalones de algodón, botas blancas largas, y un pequeño faldón que le llegaba a las rodillas, sobre sus hombros tenía una túnica que era varias tallas más grande a las que debería de usar, por lo que Miko supo que no había sido confeccionada para ella en un principio. Su cabello café era corto, y se ataba en dos coletas bajas, las cuales eran sujetas por enredaderas con espinas.
—Rilu...
Rilu sonrió, también lloraba, ahora más por la alegría que por la tristeza. Corrió hasta Miko y le tomó la mano.
—Miko... Soy yo. Tú... ¿Me recuerdas no es así?
Miko sintió pena, pero decidió no mentirle.
—Solo el nombre, lo siento.
—No te disculpes... Me recordarás, yo sé que lo harás. Después de todo nadie me olvida tan fácil. ¿Verdad?
Un demonio se acercó a Rilu, colocándose a su lado sin llegar a hacerle daño, ella también tomó la otra mano libre de Miko y habló.
—¿Y a mí? ¿También me recuerdas a mí?
Ella era como el sol, su cabello, atado en una coleta alta y sostenido por un broche dorado, parecía hecho de lava, sus ojos eran del color de la miel, llevaba ropa similar a la de Lan-Sui, solo que, a diferencia de ella, las colas que sobresalían detrás de su espalda eran cinco, resaltando en colores cálidos.
—Rin... —Miko lo intentó una vez, tenía el nombre en la punta de la lengua, pero este se negaba a salir. —Rin... —Una segunda vez. —¿Rin-Lu?
Las cinco colas se agitaron con alegría.
—¡Si me recuerda!
—Quítate, mi turno. —Otro demonio se acercó, pero a diferencia de la mujer, él no tuvo decoro al tratarla, por el contrario, la empujó a un lado y ocupó el sitio de momentos antes le pertenecía. Rin-Lu le mostró los dientes, pero él la ignoró, toda su atención estaba ahora en Miko. —¿Mi emperatriz me recuerda?
Miko lo intentó, de verdad que lo hizo, pero no hubo nombre alguno que saliera de sus labios al verlo a él, al final bajó la cabeza con tristeza.
—¡Jaja! ¡No te recuerda! —Rin-Lu se burló sin esconder su satisfacción.
—Zhan, mi nombre es Zhan. —El chico se puso de pie. —Si la emperatriz no me recuerda haré que poco a poco lo haga, mientras tanto procure no volver a olvidarme. ¿Sí?
—Zhan... —dijo Miko y él joven le sonrió.
Era bello, otro demonio con pelaje blanco, ojos magenta y cabello corto, sus mechones lacios caían por su rostro como si hubieran sido planchados, pero lo que más atrajo la atención de Miko fue el abanico de colas que se desplegaba detrás de él. Nueve, si aún recordaba como contar, podía decir que ese joven tenía nueve colas.
—No me recuerda, creo que lloraré.
Zhan corrió a buscar refugio en los brazos de una joven que era su lado opuesto, mientras él vestía de blanco, ella usaba solo el negro. Sus túnicas ajustadas marcaban su silueta y simulaban más un traje de guerra, que un kimono, ella, a diferencia de las demás, llevaba el cabello negro y lacio, atado en un imponente peinado, lleno de alfileres y palillos. Anillos, collares y piedras preciosas adornaban su cuerpo, en su cintura, una daga de doble filo resplandecía como una amenaza.
—Deja de actuar como un tonto.
—¡Dalial! —Miko quiso saltar de felicidad al dar con el nombre que pareció descolocar a la imponente mujer.
—¡Incluso a ti te recuerda! ¡A una vieja fea! —Zhan se aferró con más fuerza a la cintura de su esposa y fingió lloriquear para recibir mimos de esta, pero lo único que recibió fue un buen coscorrón.
—¡Tu madre será vieja y fea! ¿Cómo te atreves a insultarme?
—Mi señora... No queremos molestar, pero, nos estamos congelando.
El trío de hombres, que hasta ahora se habían mantenido en completo silencio por miedo y respeto, ahora que ya no podían aguantar más por fin se atrevieron a hablar, convirtiéndose en el nuevo punto de atención.
—¡Sui Sui nos trajiste comida! —Rin-Lu habló a modo de broma, pero los hombres temblaron de miedo al escuchar sus palabras.
Lan-Sui la fulminó con la mirada y luego se aclaró la garganta.
—Ya que te ofreciste voluntaria, Rin-Lu, llévalos a la habitación de huéspedes, pueden alojarse ahí el tiempo que quieran.
Rin-Lu abrió la boca para protestar, pero se calló al instante, en varias ocasiones había lidiado con una Lan-Sui molesta, la mala fama de su superior no estaba solo de adorno, Lan-Sui podía ser un bollo tierno con Miko, pero para la desgracia de los demás, su paciencia tenía un límite, uno que por ahora no pensaba cruzar.
Así que sin rechistar se llevó a los hombres al interior de la montaña, los demás la vieron partir y también comenzaron a caminar tras ella, ahora que la emperatriz había regresado tenían mucho que hacer. Al final solo dos personas permanecieron al lado de la pareja.
Rilu, quien todo este tiempo se mantuvo sujeta a la mano de Miko y su esposa.
—¿Algo que decir? —Lan-Sui miró a su prima.
—Será más tarde, los buenos momentos no deben de enturbiarse jamás con aguas oscuras. —Katana tomó el cuerpo de Rilu y la ayudó a levantarse. Ella se dejó consentir y una vez de pie tomó de nuevo la mano de Miko, la separó del cuerpo de Lan-Sui y comenzó a guiarla al interior de la ciudad.
Los dos demonios las vieron alejarse, y antes de que se perdieran en el pasillo principal Lan-Sui dio el primer paso. Una mano la detuvo antes de que pudiera avanzar más.
—¿Quién?
Katana preguntaba por el culpable, Lan-Sui podría habérselo dicho, no necesitaba dar órdenes a su prima para saber que esta cumpliría sus deseos sin importar que, pero ella quería encargarse personalmente.
Ojo por ojo.
Diente por diente.
Su mano sostuvo la de Katana.
—Llama al emperador de la ciudad Estelar, esto es algo que merece una condena justa por el pecado cometido.
Por un instante, el ojo izquierdo de Katana dejó de ser azul como el mar y se volvió ámbar, igual que el derecho. Solo un segundo. Para cuando recuperó su color habitual Lan-Sui sabía que estaba hecho, la corte Estelar acababa de ser avisada, ahora solo tocaba esperar la audiencia con el emperador.
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