Quizás volver al establo después de que el combate finalizara no había sido una buena idea después de todo.
Sentía que me seguían, pero no podía encontrar a la supuesta persona que lo hacía y eso me ponía demasiado nerviosa.
Me desvíe del camino para que mi acosador no conociera el lugar donde se escondía Caelo.
Después de varios minutos más caminando, me detuve en medio de un pequeño claro rodeado de árboles y miré a mi alrededor con el ceño fruncido.
—Sal ya —pedí—. Sé que estás ahí.
No hubo una respuesta instantánea pero, en cuanto estaba a punto de rendirme y volver a casa, una rama se partió detrás de mí y me giré con rapidez para encontrarme al príncipe Malik recostado en un árbol con los brazos cruzados.
Inflé mis pulmones de aire y alcé mí cabeza juntando mis manos delante de mí cuerpo para preguntarle con la mirada el porqué de la persecución.
—Me ha llamado la atención que no hayas ido a palacio con tu prometido después de la desdicha que le ha ocurrido.
Su tono estaba repleto de ironía y falsedad y entorné los ojos molesta por su estúpido relato.
—Corbyn no es mi prometido —dije suspirando—. Y sé que el autor de su “desdicha” ha sido usted, así que no hace falta que finja pena en mi presencia, resérvese aquello para cuando hable con el rey de Lectus.
Alzó una ceja y rió levemente, pasando la lengua por sus labios y acercándose un poco más a mi posición.
—No me dijo su nombre, señorita.
—No es algo relevante debido a su rápida partida. No debe preocuparse.
Me di la vuelta cambiando mi camino para volver a la plaza del pueblo, pero el príncipe me agarró del brazo.
—Por favor —pidió—. Deseo conocer el nombre de la dama más bella que he visto en todo Lectus.
Oh por Dios bendito, ¿estaba de broma?
Así solo conseguía que mis ojos volviesen a rodar con cansancio.
Abrí la boca para soltar algún nombre inventado, con el fin de que me dejara marchar en paz, pero la voz de Corbyn me interrumpió.
—Malik —exclamó con el ceño fruncido y se acerco a nosotros molesto—. Aléjate de la señorita.
El susodicho se rió y soltó el agarre de mi brazo lentamente.
—Solo preguntaba su nombre Besson, relaja tu espada y respira. No haré daño a tu prometida.
El Rubio me observó candente y le sonreí forzosa desviando la mirada, aburrida de la situación.
—No estamos prometidos —dictó firme Corbyn y devolvió su mirada a Malik.
¿Qué hacía yo en medio de una disputa entre príncipes?
Era una buena pregunta, pero odiaba que la respuesta para la sociedad fuese: ‘Eres la chica guapa que no hace nada y solo espera a que uno de ellos se la lleve’.
Asqueroso.
Dí un paso hacia atrás y suspiré negando.
No me iba a quedar allí para que aquello pasara, no, ni hablar.
—Me voy a casa caballeros, espero que los dos me dejen a solas en lo que queda de ciclo lunar, hasta que todos finemos* por la guerra, que está cercana —les sonreí con burla y alcé mi mano en un suave gesto para despedirles—. Que pasen una linda primera vigilia.
Me di la vuelta y camine despacio, con mis manos entrelazadas frente a mi cuerpo, manteniendo la mirada fija en mi camino, sin intenciones de mirar atrás.
Pero lo hice. Miré hacia atrás y vi a Corbyn observándome fijamente con una sonrisa mientras movía un pañuelo con diversión. Mi pañuelo.
Zayn parecía haberse ido ya.
Me sonrojé avergonzada y bufé devolviendo mi vista al frente.
Oí sus pasos detrás de mí, pero no por eso aminoré la marcha.
—¿Qué quieres? —dije indiferente cuando se colocó a mi lado.
—Daros las gracias —respondió con un tono divertido y no tuve que mirarle para saber que estaba sonriendo.
—¿Por qué?
—Por lo que hizo por mí en la justa.
—¿El pañuelo? Mira Corbyn, está claro que no funcionó porque terminaste con una lanza en el pecho y...
Su risa me desconcertó y le mire fijamente con el ceño fruncido, llena de desconcierto.
—No es por eso, señorita Adela —se detuvo frente a mí y sonrió—. Gracias por ayudarme a sanar... Es cierto que vuestro pañuelo no me ofreció suerte, pero me alegra saber que perdiendo pude pasar más tiempo con usted.
Abrí la boca balbuceando palabras inexistentes y el príncipe arrugó su nariz con curiosidad.
¿Qué decir?
¿Que era un idiota por decir tanta cursilería frente a mis ojos? ¿Que no me conocía? ¿Que estaba loco?
Sonaría algo descortés soltar aquellas sentencias delante de un príncipe.
Él hablaba tan educado... Y yo era demasiado grosera con cada palabra que salía de mi boca.
—¿Adela?
Alcé mí cabeza ante su llamado y lo observe con cautela.
—¿Sí?
Y de pronto se sonrojó, y me pareció el gesto más tierno y dulce que había presenciado en mí vida.
—Yo... Quería saber si usted querría venir a un baile real en Palacio dentro de cuatro amaneceres.
Mi boca se quedó seca por unos segundos y asentí despacio sin saber qué debía responder a eso.
—Bueno, yo... No sé, supongo qué sí, pero...
—Excelente —exclamó con una gran sonrisa y suspiré antes de devolverle la sonrisa.
—Debería irme —murmuré después de algunos segundos—. Se está haciendo tarde y los señores Herron deben de andar buscándome.
—Es de entender, Adela —asintió tendiéndome mi pañuelo con una pequeña sonrisa—. Tome, es suyo después de todo.
—No —exclamé demasiado rápido y fuerte haciendo que el muchacho frunciera el ceño—. No, quédatelo —cerré los ojos y suspiré—, es una ofrenda de amistad... Por haberme ayudado a soltar a Caelo —puse mi mano sobre la suya y cerré su puño despacio para que agarrara el pañuelo con fuerza.
Él puso su otra mano sobre la mía y la colocó sobre su pecho sonriente, dejándome con la boca seca al sentir su calor expandirse por mi palma debido a su fina camisa de lino.
Tragué saliva y bajé la mirada con rubor empapando mis mejillas.
—Descanse, Adela —murmuró y soltó mi mano despacio acariciando mis nudillos calmadamente—. Os veré mañana, si usted me permite.
—Oh, emm... Por supuesto príncipe —susurré nerviosa y me alejé un poco de su cuerpo—. Descanse igual.
Intenté sonar lo más formal y digno posible, algo a lo que no estaba acostumbrada por mi posición social.
O quizás se me hacia imposible pensar antes de hablar con Corbyn presente, y por eso era complicado usar un lenguaje noble en su presencia.
Caminé con rapidez entre los árboles sabiendo que el rubio me seguía con la mirada.
Visitar a Caelo había quedado anulado debido a las altas horas de la noche. Sería mejor volver a casa y descansar para estar en forma por la mañana.
Así que aquello hice... Pero primero me enfrenté a las desesperadas preguntas de todos los Herron, sobretodo de Zachary.
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