Capítulo 39
En una hora estábamos de vuelta en su casa y me había quitado todo menos el collar que había llevado toda la noche. Parecía que definitivamente no habíamos acabado. Harry seguía al cargo; lo podía ver en sus ojos, sentir en sus besos y en la fuerte presión de sus dedos en mi piel cuando me llevó a la cama y me puso de rodillas, atando mis muñecas juntas a la espalda. Me miró directamente a los ojos mientras ataba la cuerda. Era una mirada que conocía bien: una que me decía que faltaba mucho más por venir, nada de besos dulces ni suaves caricias. No esta vez.
Se quitó su camisa, desabrochó su cinturón y bajó su cremallera y, definitivamente, no llevaba ropa interior. Su polla cayó libre del vaquero, justo ante mis labios, tan gruesa y dura y lista para que la chupara. "Quiero que me la chupes con esa boquita que tienes." Su voz salió con un ronco gruñido y humedecí mis labios. De rodillas, me incliné hacia delante todo lo que pude sin perder el equilibrio, abriendo mi boca para él. "Qué ansiosa," se burló. "Pregúntame si me la puedes chupar."
"Por favor, déjame chuparte la polla, Señor."
"¿Y por qué mereces chuparme la polla?" Gruñí, estabilizándome con mis rodillas mientras me movía en el edredón, estaría avergonzada de estar mojada, atada y suplicando chupársela si no estuviera tan duro. Y si su polla no se sacudiera cada vez que yo hablaba. Y si no supiera lo mucho que le gusta verme así- necesitada y deseosa.
"Porque he sido una buena chica." Le miré con ojos de corderito y desesperada, mis pezones duros y mi pecho rosado (aunque es normal tras esa sesión de azotes). "Y quiero complacerte." O simplemente, me encantaba hacerle sexo oral. Harry lo sabía tan bien como yo. Me encantaba todo de él, desde el sabor al olor a la sensación de su sedosa piel entre mis labios. Me encantaba ser capaz de sentirle en la parte de atrás de la garganta. Pero sobre todo, incluso con sus manos en mi mandíbula o en mi pelo, me encantaba tener un poco de control sobre él, saber lo mucho que le volvía loco cuando movía mis dientes sobre sus testículos y lamía la vena del lado izquierdo de su longitud.
Miré unos segundos cómo se acariciaba a sí mismo, largo y lento antes de rozar con su pulgar la punta y presionarlo contra mis labios. Chupé su pulgar ansiosamente y él lo sacó de mi boca, moviendo sus caderas hacia delante y manteniéndose en mis labios; su sabor inundando instantáneamente mi boca. Su carne estaba caliente y húmeda contra la mía y lamí la punta de su pene, disfrutando el tenso agarre de sus dedos en mi pelo mientras envolvía mis labios a su alrededor.
"Eso es," me alentó mientras presionaba hacia delante. "Quiero sentir la parte de atrás de tu garganta." Murmuró y gemí, atragantándome cuando sentí la cabeza de su polla chocar contra mi campanilla. Agarró mi pelo y subió mi cara para mirarle, los ojos abiertos y vidriosos, mejillas huecas mientras le chupaba completamente. "Mírate, que bonita y cómo te atragantas." Y me atraganté más, porque no hay mucho que puedas hacer cuando tienes una polla empujando en su garganta.
Soltó mi pelo y empezó a mover sus caderas lenta y profundamente mientras me acariciaba la espalda, mi cara se presionaba con la cálida piel de su estómago. Deslizó sus dedos entre mis piernas y yo me puse de rodillas y las separé para él, permitiéndole empujar su dedo dentro de mí hasta el nudillo. Gemí alrededor de su polla en completa liberación, toda la tensión de la noche apretándose alrededor de su dedo en un segundo. Metió un segundo dedo, moviéndolos en el mismo tiempo que empujaba en mi boca, rozando mi punto G. Conseguí concentrarme, a penas, pero fue cuando empezó a acariciar con su pulgar mi ano cuando perdí la concentración, mi mandíbula se tensó junto con los músculos de mi estómago. "Vigila esos dientes, Emilia o sacaré el látigo y te haré contar hasta cincuenta."
Mi estómago se contrajo a la amenaza de mis propias palabras. Sacó su polla de mi boca, el pintalabios rojo brillante estaba embadurnado desde la base hasta la punta. Él me miró, divertido y luego pasó su pulgar a través de mis hinchados labios y a través de la comisura de mi boca. No estaba segura de si me estaba limpiando o me estaba manchando más, no es que me importara. "Ahora ponte boca arriba para que pueda follar esa boca de ángel adecuadamente." Me puse boca arriba y él tiró de mí, así que mi cabeza estaba colgando en el borde de la cama, mis manos atrapadas entre mi espalda y la cama y las rodillas dobladas. Se quitó los vaqueros y le tomé una vez más. Él empezó a follar mi boca, rápidos envites que nunca dejaban la parte de atrás de mi garganta. No podía recordar otro momento donde lo hubiera sentido tan imposiblemente profundo, ni podía recordar un momento en el que se hubiera follado mi boca tan rigurosamente. La saliva salía de mis labios y se escurría en mi barbilla mientras yo me ahogaba y escupía y hacía algunos sonidos de lo más obscenos. Qué atractivo, pensé, pero algo en ello lo hacía más excitante; probablemente la manera en la que estaba usando mi boca para su propio placer. E incluso más excitante que eso eran los sonidos que venían de encima de mi, gruñidos rotos y afiladas respiraciones que sonaban como si se hubiera olvidado como respirar.
Se inclinó hacia delante y separó mis piernas, tan separadas que sentí la tirantez en el interior de mis muslos. "Mantenlas abiertas para mí. Bien abiertas." Deslizó su mano entre mis piernas y curvó sus dedos entro de mi, deslizándose simultáneamente en la parte de atrás de mi garganta, tan profundo que me dio una arcada. Me pareció casi imposible mantener las piernas abiertas, mis muslos temblaban y amenazaban con cerrarse mientras mis músculos temblaban. Mi clímax subía y bajaba una y otra vez. Harry nunca me dejaba llegar mientras me retorcía contra él, gimiendo con la boca llena. Pero cuando lo hizo, moviendo sus dedos adelante y atrás sobre mi clítoris tan rápido que cerré mis piernas alrededor de su mano, él volvió a abrirlas y se inclinó hacia delante, enterrando su cabeza entre mis piernas mientras seguía empujando en mi boca con tanta fuerza y precisión que estaba segura de que me correría una y otra vez si mi boca tuviera un punto G. "No vas a correrte hasta que me lo pidas, Emilia." Me avisó a través de pesadas respiraciones, lamiendo y chupando mi clítoris, lo que era divertido de una manera realmente poco divertida porque los dos sabíamos que iba a correrme y no había manera de que pudiera sacar las palabras de alrededor de su polla. Sabía que me iba a azotar o fustigar, o a pegar con la parte trasera del cepillo del pelo- era cuestión de tiempo. En mi cabeza le estaba suplicando que me dejara correrme; hasta le estaba llamando Señor, justo antes de que las palabras volvieran a mi interior con la fuerza de sus caderas, reduciéndolas a nada más que incoherentes balbuceos y ruidos. Él se retiró hasta la punta, así que su pene estaba descansando en mis labios y yo use la última onza de mi voluntad para sacar las palabras, para suplicarle, pero con su boca entre mis piernas y mi voz completamente ronca, estaba distraía y sin aliento y cualquier cosa que dijera saldría en nada mas que un ronco susurro. "No entendí eso," se incorporó, mirándome con los labios mojados y diabólicos antes de deslizarse otra vez por mi garganta y presionar su boca contra mi clítoris una vez más. Fue entonces cuando me corrí, justo en su boca mientras me silenciaba con su polla, extendiendo su mano a través de mi abdomen para mantener mi indefenso cuerpo sujeto hasta el último espasmo me atravesó.
Me tumbé ahí temblando mientras él lamía mi orgasmo. Se retiró de mi boca, trabajándose con rápidas caricias mientras mantenía mi mandíbula abierta y, antes de que tuviera la oportunidad de darme cuenta realmente, se estaba corriendo en rápidos chorros en mi cara y mi boca. Si no estaba echa un desastre ahora, definitivamente lo era ahora, todo pintalabios, saliva y corrida goteando por mi barbilla y mejillas. Estaba bastante segura de que también estaba en mi pelo. Él estaba sin aliento y agotado, pero no tan agotado como para no poder moverme sobre su rodilla y atrapar mis piernas entre las suyas. Yo jadeé, apenas incapaz de ordenar mis pensamientos mientras cerraba sus dedos alrededor de mis muñecas. "Y yo que pensé que habías aprendido la lección de no correrte antes de que yo lo diga..."
Empezó a dejar más marcas rosas a través de mi ya dolorido trasero y gruñí a través de los dientes, incapaz de moverme. No estaba muy segura de cómo conseguía recobrarse tan rápidamente. Yo estaba más cansada que él. Me pregunté si iba a ser así; si no iba follarme porque me había corrido demasiado pronto. Si iba azotarme en vez de eso y a dejarme dormir así, inquieta, dolorida e insatisfecha. Eso me dio una prueba de que sería ser castigada cada vez que desobedecía. Jodidamente doloroso, eso es. Y salado, aparentemente, con el remanente final de su orgasmo todavía en mi cara y cayendo en las comisuras de mi boca. Perdí la cuenta de cuántos azotes me había dado, distraída por la firme presión de mi clítoris contra su muslo, rozando sobre su cálida piel cada vez que me echaba hacia delante.
"Por favor, por favor, por favor." Gimoteé. Si no estuviera tan dolorida y excitada, me hubiera reído por el hecho de que sonaba como una canción de The Smiths.
"¿Por qué estás diciendo por favor? ¿Eh?" Me moví en su regazo y él dejó de azotarme un momento, presionando sus dedos entre mis piernas y dentro de mi, lento y húmedo. Él ya estaba empezando a endurecerse otra vez, creciendo contra mi cadera. "¿Es esto lo que quieres?" Murmuré y me arqueé contra él, moviendo mis caderas. "Dime lo que quieres, Emilia y quizá te lo de."
"A ti." Susurré sin aliento. "Fóllame, déjame sentirte. Te necesito." Él murmuró.
"Prometí que te iba a recompensar antes..." dijo, acariciando con su mano libre mi espalda mientras la otra seguía moviéndose lánguidamente entre mis piernas. "Y has tomado tus castigos muy bien..."
"Mm, por favor, Señor. Se siente muy bien."
"¿Quieres que te folle?"
"Si."
"Duro."
"Si." Hubo una corta pausa, ocupada por nada más que el sonido superficial de mi respiración y mi humedad.
"Tu cuerpo es mío para complacer... y usar."
"Tuyo." Respiré. Cristo. "Por favor poséeme. Úsame. Compláceme." Él me acarició el pelo, moviendo la mano en mi nuca antes de usar el borde de la colcha para limpiar mis mejillas y labios.
"Me encantas así Emilia. Eres muy guapa."
"Por favor." Susurré al borde de la respiración, desesperada, deseosa y eso pareció que fue suficiente. Me movió de su rodilla, así que estaba inclinada sobre su cama con mi pecho contra las sábanas y mis pies en el suelo. Mi mente no podía procesarlo cuando uso sus rodillas para abrirme más y presionó en mi entrada casi dentro pero sin estarlo. Me eché hacia atrás contra él y golpeó su mano en mi trasero.
"Compórtate." Me riñó mientras presionaba sus manos contra mis caderas para mantenerme quieta. "Sería una pena volver a ponerte la correa, encontrar algún sitio en el que atarte y terminar yo solo. Otra vez."
Los siguientes segundos de silencio fueron una completa tortura, estando a punto, esperando por algo que sabía que iba a llegar. Me hizo esperar, provocándome, rozando su polla lentamente entre mis piernas con una mano controlando mis caderas para asegurarse de que no podía moverme contra él, diciéndome lo mojada y desesperada que estaba, como si yo no lo supiera. Cuando lo hizo, fue con un rápido movimiento, llenándome hasta el centro. Me quedé sin respiración, arqueándome lejos de las sábanas mientras él se mantenía justo ahí, sin palabras mientras una rápida respiración pasaba por sus labios. Por la dura presión de sus dedos y el sonido seco que le siguió, sabía que lo había sentido tanto como yo. Jadeé cuando movió sus caderas hacia delante un poco pero más de lo que pensé que fuera posible hasta que descansaron contra la parte de atrás de las mías. "¿Sientes eso, Emilia? Lo profundo que estoy." Murmuré; no estaba ni aquí ni en otro sitio, estaba en un lugar donde todo se sentía bien y era perfecto.
Unos cuantos segundos más para que se asegurara de que realmente podía sentirle ahí y empezó a moverse en largos y lentos envites, las manos en mi espalda mientras la sacaba hasta la punta cada vez, quedándose quieto y luego deslizándose otra vez. Cada vez que empujaba hacia delante podía sentir el pelo de sus muslos en la parte de atrás de los míos y la firmeza de sus músculos, duros y cálidos. Curvé mis dedos en mis manos, desesperada por algo a lo que agarrar, agarrar sus mulos o sus manos. Él separó mis nalgas y presionó mi ano con su pulgar, mojado por lo que supongo que era su propia saliva, esta vez pasándolo a través del tenso músculo. Me sentía estirada en la cantidad exquisita, estrecha pero no incómoda, con mis terminaciones nerviosas ardiendo. Empezó a mover sus caderas hacia delante, una mano usando mis muñecas atadas para apoyarse, la otra trazando pequeños círculos dentro de mi.
Sus envites pronto empezaron a ser más fervientes e incontrolados. Deslizó su mano bajo mi parte delantera y me atrajo hacia él, espalda contra pecho; todo mi cuerpo descansando en el agarre de su brazo a través de mi cuerpo mientras me follaba tan profundamente que me hizo ponerme de puntillas. Su otra mano se extendió en mi cuello y mandíbula, sus dedos dándome algo a lo que morder mientras él chupaba más moratones en mi piel. Mordí sus dedos mientras arañaba su estómago con mis uñas, lo suficientemente fuerte para saber que dejaría marca.
Él cogió aire y de repente volví a apoyarme en las sábanas, el cuerpo de Harry siguiéndome mientras colocaba una mano en mi omóplato. "Así." Respiré. Apoyó más su peso en su mano, hundiendo más mi cuerpo en el colchón.
"¿Así?"
"Si, si." Gemí sin aire, luchando por respirar. "Si, sujétame por favor, más fuerte." Él movió sus caderas hacia delante tan fuerte que sentí que me quedaba sin aire, su mano en mi nuca, piel cubierta de sudor chocando contra la mía. Mordí las sábanas e hice todo lo que pude para ahogar mis quejidos, preguntándome si una mordaza hubiera sido más útil ahora. No pude evitar darme cuenta de nuestro reflejo en el espejo de la habitación. Mi cuerpo se movía indefenso bajo él, los músculos de su brazo grandes y tensos mientras se apoyaba y me mantenía sujeta, follándome contra el colchón. Su cuerpo brillaba en la luz, sus hombros anchos y los músculos de su estómago tensos y definidos.
Gemí cuando salió de mi y colocó mis rodillas en la cama, con la cara hacia abajo y el culo levantado y oí rasgarse un envoltorio y el sonido de lubricante; sabía lo que iba a pasar. Lo habíamos hecho un par de veces desde la primera vez, así que no fue una sorpresa cuando le sentí contra mi culo, aunque la rapidez con la que se deslizó dentro de mí sí que me tomó por sorpresa. Jadeé antes de volver a quedarme en silencio, sintiéndole profundo, dilatada y llena. Se movió con envites medidos que, aunque no eran duros, estaban lejos de ser lentos y cuidadosos; pero cuando no piensas y le dices a alguien que te tome y te folle cuando estáis tan cachondos, no hay manera de decir que no. Gimoteé en el edredón cuando empezó a golpear dentro de mi, agarrando mi trasero mientras separaba mis nalgas para permitirse ir un poco más profundo, para sentirme realmente. Pero lo quería. Quería sentirle ahí. En todos lados. Cuando pude desenterrar mi cabeza de las sábanas, me concentré en el espejo una vez más, viendo su cara girarse y separar sus labios; viéndole mirarse a si mismo desaparecer dentro de mí. Nuestros ojos se encontraron en el espejo, oscuros y salvajes. En cuestión de segundos, mis muñecas se liberaron y estaba boca arriba mirándole, él se deshizo del condón y puso mis piernas sobre sus hombros y sujetó mis brazos encima de mi cabeza.
Se deslizó de nuevo dentro de mí, donde había empezado. Con mi cabeza echada hacia atrás y mirando el techo, él cerró su mano alrededor de mi nuca y me atrajo para mirarle; sus dedos eran tan largos que unos centímetros más y se cerrarían alrededor de mi cuello completamente.
"Eso es," me alentó mientras le miraba y hundía mis uñas en su piel mientras intentaba desesperadamente agarrarle la mano. "No dejes de mirarme." Sabía que le encantaba ser capaz de mirarme a los ojos cuando me corría, lo había sabido desde la primera vez. 'Es íntimo. Y quiero verte la cara.' Hubiera sonreído por el recuerdo si no estuviera tan jodidamente puesta en él y en todo esto. Todo él. Su piel estaba sudada bajo la parte trasera de mis rodillas y cuando miré entre nosotros pude ver violentos arañazos color carmesí por todo su estómago. Él ponía todo su peso en cada empujón, su cara a centímetros de la mía mientras buscaba mis ojos para ese momento exacto en el que sería capaz de verme entregándome a él. Deslizó sus dedos entre los míos, consiguiendo mantener mis manos agarradas con solo una suya, apretando cuando sus caderas chocaban contra las mías con tanta fuerza que sabía que me harían moratones. Sabía que iba a ser un desastre de rosas y morados por la mañana, mordiscos y moratones por todas partes.
Me corrí dos veces antes de que lo hiciera Harry, la primera acabando conmigo empapando sus muslos y sábanas con él elogiándome una y otra vez; la segunda no tan intensa pero lo suficiente como para nublar mi visión con puntos blancos. Se aseguró de que nuestros ojos nunca perdieran el contacto, ni siquiera cuando se estaba corriendo dentro de mí y yo tragaba joderes sin aliento y gruñidos de la punta de su lengua. Puede que ni siquiera se diera cuenta del silencioso te quiero que dijo contra mis labios cuando se corrió. No fue hasta que se inclinó hacia delante y presionó sus labios en mi hombro que cerré los ojos. Bajo el sudor y la caliente piel, sentí su corazón martillear salvajemente contra mi pecho, sus manos estirando mis brazos encima de mi cabeza para aliviar los músculos tras estar atados a mi espalda tanto tiempo. Por unos instantes nos quedamos así, su cuerpo cubriendo el mío mientras cerraba mis brazos a su alrededor y le mantenía ahí. Él se giró a un lado y me atrajo contra su cuerpo, pecho con pecho; luego colocó una manta sobre nosotros y se envolvió a mi alrededor. Enterré mi cara en el sudoroso hueco de su cuello, sabiendo a sal y el remanente de su aftershave almizcleño mientras me deslizaba en un mundo de calor y vacío.
Él acarició mi cuello y besó mi frente, mimó mi mejilla, mi pelo, besó mis labios mientras nuestros corazones retumbaban y nuestras manos temblaban, justo como él siempre hacía cuando yo estaba temblando abrumada, incapaz de procesar mucho más. Era uno de esos momentos extraños donde existíamos, no como dos, sino como uno.
Podía sentir como me dormía lentamente, mis ojos pesados y mi cuerpo ligero. Harry tocó mi frente con su nariz, rozando su mano sobre mi cintura.
"Quédate conmigo," susurró. "No te duermas todavía." Y yo asentí, murmurando para hacerle saber que seguía despierta y seguía ahí, casi. Aunque tenía razón; me sentiría mucho mejor por la mañana si tomaba un baño y mojaba mi cuerpo antes de irme a la cama. "Sabes," empezó, "has estado llevando la llave de la casa alrededor de tu cuello toda la noche." Se echó hacia atrás y yo abrí mis ojos, buscando instintivamente la llave colgando en mi cuello y apretando el metal caliente en mi mano.
"¿Por qué?" Pregunté somnolienta y confusa.
"Porque es tuya."
"¿Mía?"
"Tuya," sonrió. "No espero que mudes todas tus cosas aquí, pero te quiero aquí tanto tiempo como sea posible. Y estoy bastante seguro de que la mitad de su armario está aquí ahora de todas maneras," se rió. Mi corazón dio un vuelco en mi pecho mientras él buscaba detrás de mi cuello y desabrochaba el collar, luego desenganchaba la llave del aro al que había estado atado desde el primer momento en el que lo saqué de la caja. La colocó en mi mano y cerró mis dedos alrededor del objeto que, hasta hacía unas horas, pensé que era completamente insignificante. "Lo que es mío es tuyo."
"¿Estás seguro?"
"Seguro, seguro. Más que nada de lo que he estado esta noche." Paró para respirar profundamente y esperé pacientemente mientras pensaba. "Esa fue una primera vez para mí también... esta noche, actuar de esa manera." Sintiéndome menos mareada, elevé mi mano para pasar mis dedos a través del lío de rizos.
"Estuviste bien. Quiero decir-" me cortó con una risa. Sabía que no estaba buscando confirmación pero por alguna razón, sentí que necesitaba validarle, que supiera que no había sido muy duro conmigo o que no me había dado lo suficiente. "Quiero decir que disfruté de esta noche." Sonreí y él me cayó con la suave presión de sus labios.
"Lo sé." El lado derecho de mi cuerpo estaba insensible y me giré en sus brazos de cara a la ventana, hundiéndome contra él.
"Me gustaría hacerlo otra vez..."
"¿Si?" Asentí, entrelazando mis dedos con los suyos y llevando su mano contra mis costillas, todavía húmedas con sudor frío. Él apretó su agarre contra mi, disculpándose por lo menos tres veces cuando me doblé de dolor cuando dobló sus muslos tras mi trasero. Él enterró su cara en el hueco de mi cuello. "Podemos hacerlo otra vez." Susurró.
Después de eso, Harry me bañó y lavó mi pelo, lavando mi piel mientras se sentaba detrás de mi con sus piernas a mi alrededor, envuelta en la cálida y sedosa agua que picaba en mi trasero pero calmaba mis músculos. Hasta me quitó el maquillaje por mi, limpiando con cuidado el negro de mis ojos y el rojo de mis labios mientras se aseguraba que no estaba muy dolorida y que me encontraba bien. Me secó con la toalla y esparció loción fría sobre mis piernas y mi trasero antes de meternos en la cama, sin darnos cuenta hasta entonces que las primeras horas de la mañana habían surgido ante nosotros. No faltaría mucho hasta que los pájaros se despertaran y cantaran sus canciones mañaneras.
Me tumbé en sus brazos, débil y exhausta, a salvo y cálida. Nunca hubiera imaginado que el amor consumiera tantísimo. Nunca hubiera imaginado que estar enamorado pudiera hacer a una persona sentirse indestructible- tan capaz de todo, como si pudiera ser posible vivir para siempre.
"Gracias." Susurró en mi omóplato, los dedos deslizándose entre ellos. Me giré para mirarle así que nuestras narices se estaban tocando, lo suficientemente cerca como para sentir el aleteo de sus pestañas contra las mías.
"¿Por qué?"
Él sonrió. "Por ti. Por esto."
La felicidad no garantiza un final feliz pero hace que vivir merezca la pena. Justo ahora, no podía imaginar amar a alguien más. Harry era el primero y, por ahora, el único, aunque había una posibilidad que pudiera no ser el último. Y puede que la incertidumbre de que un día él pueda amar y sujetar a alguien más duela un poco más, no estaba segura. Las dos hacían que me pesara el corazón. Pero justo ahora eso no importaba. No puedes vivir tu vida basándose en puedes y quizás, que es lo que esos pensamientos eran. No tiene sentido preocuparse sobre lo que deparará el futuro porque por lo que sabes, puede que salga justo como tu querías. Qué será, será, como dicen.
Puede que fuéramos para siempre. Puede que no.
Lo que Harry y yo habíamos compartido era nuestro y nadie podía quitárnoslo nunca. Eran nuestros recuerdos. Nuestros secretos. Algunos serían para nuestros nietos y algunos no tanto. Así que las cosas no habían empezado por el típico Érase una vez (Quiero decir, implicaba a Mahler, Come Dine With Me y un pequeño vibrador rosa, que sigue viviendo en el cajón de Harry y hace una aparición como invitado cada tanto), pero eso no significaba que mereciera menos la pena. Era divertido y era algo de lo que solíamos reírnos, agradeciendo a la lluvia un millón de veces por surgir de los cielos cuando lo hizo. Si no lo hubiera hecho, entonces probablemente no estaríamos dónde estamos ahora; no estaría agarrando la llave de la casa de Harry en mi mano y él no estaría agarrando mi corazón en la suya.
El romance entre nosotros vino con el tiempo y conociéndonos; deseando al otro desesperada e incondicionalmente. Nos habíamos reído, habíamos ido a lugares, visto cosas y hecho cosas que siempre recordaré, desde comer cupcakes en Primrose Hill mientras el sol se ponía hasta estar atada y con una máscara por primera vez... y las incontables veces después de eso. Recuerdo el primer tacto de sus labios, las primeras palabras que me dijo y la suave curva de sus labios cuando lo hizo- 'Lo siento, ¿te importa si me siento aquí?' En ese momento, no había manera de saber que me enamoraría de él, pero parece imposible pensar en un tiempo donde no lo estuviera. Recuerdo cuando se tropezó en las escaleras conmigo en brazos y lo mucho que nos reímos, a pesar del quemazón y los moratones. Recuerdo la primera vez que dijo mi nombre. Recuerdo la primera vez que gimió mi nombre. Recuerdo la primera comida que cocinó para mí y recuerdo pensar que qué grandes eran sus pies mientras caminaba por su cocina descalzo. Recuerdo el momento exacto en el que me enamoré de él y el latido de mi corazón la primera vez que susurró esas dos palabras en mi oído.
Hasta recuerdo el vino que bebimos esa noche antes de Navidad mientras nos sentamos en la alfombra de su salón en ropa interior mientras escuchábamos rock de los 70 y jugábamos a las cartas, sólo porque sí. Estábamos tan borrachos que terminamos en un lío de risas histéricas y besos y realmente nunca nos levantamos de la alfombra hasta la mañana siguiente. Pero estoy hablando de eso- la vida no está hecha solo de grandes cambios. También está hecha de pequeños, aparentemente momentos insignificantes que acababan siendo unos de tus favoritos. Son los momentos que moldean tu vida y te hacen sonreír y recordar.
No todo puede durar para siempre, no importa lo mucho que puedas desear que lo sea, pero los recuerdos lo hacen. Los nuestros van a continuar existiendo hasta después de que nos vayamos, encerrados en lugares que seguirán tanto como la Tierra lo permita. Siempre serán parte del universo, atados en algún lugar junto con las cambiantes corrientes de tiempo, imposibles de encontrar pero nunca perdidas. No realmente.
En seis cortos meses mi vida se había vuelto algo que nunca pensé que sería. Había sido atada más veces de las que podía recordar y azotada incluso más veces que eso. Había sido empujada y probada; había experimentado placeres y dolores que nunca imaginé que podía sentir. Había hecho cosas que, hasta Harry, no habían sido más que deseadas fantasías escondidas en la profundidad de mi mente y solo mi mente. Pero ahora eran parte de su mente. Eran parte de él, así como él era ahora parte de mi. Harry había liberado un deseo insaciable en mí que nunca dormía. Un deseo que solo él podía satisfacer. Y saber que todavía faltaba mucho más para explorar y aprender era inexplicablemente emocionante. Harry nunca me había prometido nada pero me lo dio todo.
El que dijo que la curiosidad mató al gato, mentía.
La curiosidad no mató al gato; lo revivió.
X.
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