Capítulo 38

Dos paquetes llegaron a mi piso el sábado por la mañana y abrí el primero ansiosa al ver una tarjeta encima del papel negro; sabía inmediatamente lo que encontraría tras las finas capas.

'Para mi gata favorita con una insaciable curiosidad,
espero que te guste esto tanto como a mí.
Hasta esta noche. X'

Quité el papel como si estuviera cubriendo porcelana china, lenta y cuidadosamente, con las manos temblando con anticipación. La primera cosa que encontraron mis ojos era un tipo de máscara. La agarré con mis manos y la giré, estudiándola mientras mi corazón golpeaba rápidamente bajo mis costillas. Era toda negra con un flequillo a través de los ojos y orejas de gato encima, dos tiras para sujetarla. Me la puse y me miré al espejo, capaz de ver tras el flequillo si inclinaba mi cabeza en un ángulo concreto, aunque sabía que esto significaba que Harry haría de mi visión la mayor parte de la noche. La siguiente cosa que agarré fue lo que solo puedo describir como un arnés- un cuello con finas tiras de terciopelo que bajan por el cuerpo hasta ser atadas alrededor de los muslos. Había esposas para las muñecas y tobillos, juntas por cadenas de oro, desmontables si se necesitaba. Sin nada debajo, me expondría completamente, incluso mi pecho, así que me alivié al ver un body blanco en la caja, que asumí que iría debajo. Vi dos borlas a juego con la máscara, una colgando del ombligo y la otra a la espalda, que parecía que caería sobre mi trasero. Era ciertamente sexy y provocativo, pero había algo en ello que le daba la elegancia que sabía que a Harry le encantaba; un diseño para admirar el cuerpo femenino en toda su gloria. Luego vi algo que realmente hizo que me subiera la adrenalina, dejándome sin aliento cuando lo agarré en mis manos y me lo imaginé: un collar de cuero negro con una hebilla en la parte de atrás y un pequeño colgante con una llave en la parte superior. Cuando miré el collar de cerca, vi un pequeño 'H.S.' Grabado en el colgante. Suya. Era todo lo que me había imaginado y más.

Moví mi atención a la segunda caja, un poco más grande que el resto, y la abrí para encontrar un par de stilettos negros con la inconfundible y renombrada suela roja. Incluso estando sola y sin nadie que viera mi cara, mis ojos se abrieron y mis labios formaron una 'O' sin atreverme siquiera a pensar cuánto debieron de haber costado. Eran increíblemente bonitos y sabía que tendría que reunir todo mi esfuerzo para caminar con ellos. Puede que esta fuera la manera de Harry de mantener mi espalda recta y las nalgas tensas toda la noche...

Esa tarde, me quedé de pie delante del espejo con el body y el arnés, las esposas en mis tobillos y muñecas. Con los labios rojos y el pelo suelo en ondas como había instruido Harry, me veía y me sentía atractiva. El body se ceñía a mis curvas, entalladas por las tiras de terciopelo negro en varias partes de mi cuerpo. Las cadenas sonaban cada vez que me movía, lo suficientemente largas como para poder subir los brazos. Eran un suave recordatorio de que estaba atada a mi propio cuerpo así como al de Harry. El timbre de mi casa sonó y agarré la manta de mi cama y me envolví en ella. Segundos después, Harry estaba de pie delante de mi, vestido todo de negro como había hecho antes- un grueso abrigo desabrochado para revelar vaqueros, una camisa de manga larga que dejaba ver sus clavículas y se estrechaba en su torso. Estaba tan sexy como yo me sentía. Con una rápida demostración de sus dientes blancos y una mano a través de su pelo, entró y me siguió mientras yo caminaba de vuelta a mi habitación a ponerme los zapatos y agarrar mi bolso.

"¿Vas a quitarte eso para mí?" La profunda voz de Harry me paró y me giré para verle, con los ojos brillantes y los labios casi curvados en una sonrisa. Nos quedamos de pie uno delante del otro con los ojos inquietos y lentamente, solté la manta de mi cuerpo, cautivada por su mirada. La dejé caer al suelo, viendo sus pupilas dilatarse delante de mi, ambos completamente quietos y en un silencio en el que estaba segura de que podría oír el latido de mi corazón. Sus ojos se movieron a mi mesa donde había dejado el collar, listo para ponérmelo antes de que él llegara y caminó hacia él, cogiéndolo en sus manos y caminando detrás de mi. Con sus labios en mi hombro, cerró el collar alrededor de mi cuello y lo ató- tenso pero no demasiado- jugando con la hebilla como si se negara a soltarla. La llave y el colgante descansaban en mi pecho, justo donde mis clavículas se encontraban; no era muy pesado pero tenía el suficiente peso para sentir que estaba ahí. "Eres exquisita." Dijo lentamente, deslizando sus manos por la cara exterior de mis muslos y luego por mi cintura mientras trazaba los contornos. Moví mi cabeza ligeramente y él presionó un beso en mi cuello, tan delicado que me pregunté si me despertaría en ese momento. "Vas a hacer lo que diga, sin preguntas." Dijo suavemente en mi oído. "No vas a hablar a no ser que te de permiso para hacerlo, o a menos que me pidas permiso. Y cuando lo hagas vas a dirigirte a todos los hombres como Señor, incluido yo. ¿Lo entiendes?"

"Si." Respiré temblando.

"Si..." Los puntos suspensivos se quedaron en el aire unos segundos mientras yo tragué a través de la sequedad de mi boca.

"Si, Señor."

"Vas a mantener la mirada baja cuando hables a no ser que te diga otra cosa... No es que vayas a ver mucho de todas formas." Añadió después con diversión.

"Si, Señor."

"Te vas a quedar conmigo en todo momento a no ser que sea para ir al baño o si te pido algo." Asentí, dejando que sus palabras se hundieran y se incrustaran en cada parte de mi ser. Hubo un escalofrío por todo mi cuerpo. Mis piernas parecían de gelatina, débiles e inestables, y estiré el brazo hacia atrás para agarrar su mano mientras me estabilizaba. Él entrelazó sus dedos con los míos, su otra mano asegurando mi cintura. "Y finalmente," susurró en mi oído. Sabía lo que iba a decir incluso antes de que empezara. "Vas a pedirme permiso para correrte y no lo harás hasta que te de permiso para hacerlo. Pero estás acostumbrada a eso así que espero que esta no sea muy difícil de obedecer." Sonrió contra mi piel. "¿Lo entiendes? ¿Hay algo que no te haya quedado claro?" Me giró en sus brazos para que le mirara, todavía sujetando mi mano. Negué con la cabeza.

"No, Señor." Y se inclinó hacia delante, su mejilla en la mía.

"Me encanta cómo se mueven tus labios cuando me llamas Señor." No estaba segura de si era consciente del agarre de su mano en la mía, pero estaba segura de que era consciente del duro hinchazón bajo sus vaqueros, presionando contra mí mientras hablaba. "No tienes ni idea de lo tentado que estoy de tenerte aquí toda la noche para hacer lo que quiera contigo... que nadie vea lo increíble que estás o te oiga gritar cuando te castigue por ser desobediente." Me guió a la cama y se arrodilló a mis pies, mirándome con ojos brillantes que me prometían una noche para recordar. Cuando besó el interior de mi rodilla, deslizando mi zapato derecho, por un momento intente imaginarle como mi sumiso, preguntándome cómo sería si cambiáramos las tornas, si fuera a a la que le gustara el control y a él el que disfrutara de la sumisión. El calor de sus labios en mi piel enviaron un escalofrío a través de mi y luego mordió mi carne, atrayendo de nuevo mi atención a la realidad. Me ayudó a ponerme de pie y le miré, sus manos alrededor de mi cintura mientras me evaluaba. "Aunque espero que hagas lo que diga, y se que por naturaleza harás todo lo posible, eres mi sumisa no mi esclava. Quiero que recuerdes eso." Yo asentí con el corazón a mil. "El buen comportamiento será recompensado y, por supuesto," sonrió, "el mal comportamiento será corregido adecuadamente."

El viaje hasta el club fue más largo de lo que recordaba. O eso o el suspense estaba haciendo que el tiempo se ralentizara. Una vez dentro, Harry me llevó a un lado tras una cortina de terciopelo, completamente cubiertos. "Antes de que me olvide," rompió el silencio mientras deslizaba su mano en el bolsillo de su abrigo, curvando los labios. Sacó una correa de cuero y la ató a mi cuello. "Solo para que recuerdes a quien perteneces," susurró en mi oído y ató la máscara a mi cabeza.

"Nunca lo olvidaré." Susurré.

Con mi visión restringida, estaba incluso más desesperada por mirar alrededor y ver qué estaba pasando, pero cada vez que movía mi cabeza de cierta manera para poder ver a través del flequillo, Harry tiraba de la cuerda y golpeaba mi muslo, recordándome las reglas. Me preguntaba si la gente nos estaba mirando, me preguntaba si se estaban preguntando sobre nosotros, preguntándose quienes éramos y lo que hacíamos en la privacidad de nuestras propias casas, justo como yo me preguntaba sobre ellos. Me sentía emocionada e inquieta, las voces se mezclaban con la música mientras intentaba descifrarlas unas de otras. Con la correa en la mano, me llevó a algún lugar- que no estaba segura, pero podía sentir que estábamos en presencia de otros. Podía sentir los ojos en mi e hizo que se me quedara la respiración en la garganta. Un tenue tono rojo se filtró por los flecos de mi máscara y cuando bajé mi mirada, me di cuenta de la lujosa alfombra del suelo; terciopelo negro y ligeramente plateado cuando reflejaba la luz. Podía ver la mano de Harry estrechándose con otras con fuerza mientras intercambiaba amistosos saludos entre voces que no reconocí.

"El jodido Harry Styles." Uno de los hombres se rió y esa voz la reconocí. "¡Ha pasado un tiempo! ¿Emilia?"

"Mack," sonreí instintivamente, a lo que Harry me tiró del pelo, tirando de mi cuello hasta que miré al techo.

"Parece que alguien se ha olvidado de los modales," dijo Harry en mi oído. Mi respiración se paró antes de que lentamente soltara su agarre.

"¿Puedo hablar, Señor?" Susurré.

"Si."

"Hola," paré un momento y me preparé. "Señor." Un corto silencio le siguió y me pregunté si Mack estaría tan sorprendido como sugería el silencio. Me pregunté si Harry estaba sonriendo, porque en mi cabeza lo hacía.

"Bueno, las cosas han cambiado un poco desde la última vez que os vi a los dos," se rió y la mano de Harry encontró la base de mi espalda, guiándome de rodillas mientras él se sentaba en uno de los taburetes.

Su mano nunca dejó mi correa, acariciando ocasionalmente mi nuca y mi espalda, como si me tranquilizara y me hiciera saber que él seguía ahí.

Tras un tiempo, arrodillada a su lado en completo silencio, me perdí en mis propios pensamientos, alejándome de las conversaciones que se estaban manteniendo a través de la mesa. Por eso me sorprendí cuando Harry se inclinó para susurrar en mi oído, tan bajo que nadie pudo oírlo.

"Baila para mí."

"¿Qué?" Él apretó sus dedos alrededor de mi piel y me corregí al instante. "¿Perdón, Señor?"

"Quiero que vayas al escenario de ahí y bailes para mí. No te desnudes. Solo baila."

"No puedo," dije con pánico, pero él ya estaba desatando mi correa y pasando sus dedos entre mi piel y el collar.

"Ambos sabemos que es mentira y sé lo mucho que disfrutas que te miren. Baila para mí, gatita."

Gatita. Mm. Me hizo querer ponerme a cuatro patas, rozar mi cabeza contra su rodilla y que él me acariciara el pelo. Interesante. Su voz no era más alta que un suave murmullo. Me estaba seduciendo con su tono, caliente aliento en mi mejilla, dominación cargada a través de los dedos alrededor de mi nuca. "Har-" Más tenso. "Señor."

"No voy a pedírtelo otra vez, Emilia." Soltó su agarre y me puso de pie. Los músculos de mis piernas estaban tensos e inflexibles por haber estado arrodillada tanto tiempo. Me quedé de pie delante de él, respirando rápido y con fuerza. Pero además del pánico de tener que bailar en frente de otros ojos además de los de Harry había algo más, un profundo quemazón en la boca de mi estómago, un escalofrío que me hizo temblar y que mis pies se curvaran contra el interior de mis zapatos. Era como me solía sentir cuando iba a estar apunto de salir de mi zona de confort; esa inexplicable emoción combinada con nervios y anticipación y deseo. Con mi cara cubierta, no tendría que mantener contacto visual con nadie, no tenía que dejar a nadie entrar en mi mente. No estaba anclada a ninguna expectativa, sin presión para actuar o impresionar. Podía ser quien quiera que quisiera ser y hacer lo que quisiera hacer.

Las manos de Harry estaban en las mías antes de que lo pudiera pensar más, susurrando confía en mí en mi oído mientras me llevaba hacia el pequeño escenario a un lado de la habitación y yo conseguía echar un vistazo cuando me puso de pie. "Estás bailando para mí, para nadie más." Solo ese pequeño apretón de su mano al ponerme de pie delante de él hizo algo en mí; lo suficiente para incendiar algo en mi cerebro que me hizo girarme. Sujeté el flequillo de mis ojos mientras caminaba hacia el escenario, que era más un podio a treinta centímetros o así del suelo. Me sentí completamente fuera de lugar, mirándome a mi misma mientras estaba tapada ante no estoy segura cuántos ojos. Mi mano se agarró a la barra de metal mientras una nueva canción empezó a sonar. Cerré mis ojos y dejé que la música me llevara, agarrándome a la barra e inclinándome lejos de ella mientras caminaba en círculos, pie derecho y luego izquierdo, lenta y minuciosamente. Era eso o quedarme ahí parada como una idiota. Recordé cuando me había desnudado para Harry en su habitación y moví mis caderas de la misma manera que le había hechizando entonces. Era consciente de cada parte de mi cuerpo, de la punta de mi dedo a la línea de mi mandíbula. Provoqué a la barra, la seduje con mis manos y cuerpo. No tenía que ser vulgar para ser seductora; sabía que a Harry no le gustaba el tipo de baile que requería rozarse e inclinarse.

You are my angel. Come from way above to bring me love.

Conocer la canción hizo mucho más fácil bailarla; ser capaz de sentir y conectar con cada palabra. Sin mencionar lo erótica que era. Y Harry tenía razón. Me ponía y disfrutaba de estar ahí, escondida y expuesta, bailando para él a pesar de que otra gente estuviera ahí. Hubo un momento en el que conseguí ver a través del flequillo de mi máscara, viendo instantáneamente a Harry que estaba sentado con sus manos juntas en su regazo, mirándome sin pestañear y con los labios brillantes como si acabara de humedecerlos con su lengua. Me pregunté si estaba tan duro como húmeda estaba yo y recé a Dios para que el body y las luces no me traicionaran. Mientras Harry se follaba mi cuerpo y mi alma con los ojos, éramos solo nosotros. Me ayudó a bajar y en un instante estuve presionada contra la pared con el cuerpo de Harry cubriendo el mío completamente.

"¿Disfrutaste eso Ángel?" Murmuré en afirmación, distraída por el desliz de sus dedos sobre mis caderas. "Sabía que lo harías." Rozó sus labios contra mi sien, con sus dedos moviéndose hacia arriba. "Toda esa gente mirándote, queriendo tocarte..." Moviendo su mano entre mis piernas, rozó sus dedos sobre mi centro, tan atormentadoramente lento que me dolió. "Pero soy yo el que te lleva a casa siempre. El que puede tenerte." Entonces, los deslizó bajo el material y jadeé, antes de suspirar con un escalofrío. No podía ver nada más que el suelo pero sabía que la gente seguía sentada alrededor de la mesa, los suaves murmullos rompían cada tanto por el choque del vidrio contra la mesa o una risa. "Me encanta encontrarte tan mojada." Dijo mientras acariciaba el borde exterior de mi entrada con la punta de su dedo, provocándome lentamente pero nunca dándome suficiente. "¿Voy a tener que desabrocharme los vaqueros ahora y follarte contra esta pared?" Ni siquiera pensé antes de decir que sí, todo raciocinio abandonando mi mente, como siempre hacía cuando estaba con él así. Deslicé mi mano entre nosotros y empecé a rozar mi mano duramente sobre su centro. "Desesperada por mí, ¿no?"

"Mm."

"Quieres chupármela, ¿no?"

"Si, Señor." Susurré. La verdad es que siempre deseaba a Harry. Deseaba a Harry de cada forma en la que pudiera tenerle, siendo acurrucarme con él en el sofá o estar atada en su cama con él provocándome sin piedad. Si se trataba de quererle, nunca había un momento el que no le deseara.

Cogió mi muñeca y me llevó a un sitio más tranquilo, la música y las voces se disiparon. Un sitio en el que podía sentir que estábamos solos. Escuché el sonido de su cinturón y cómo se deslizaba el cuero antes de que tirara de mi correa para que mi cuerpo cayera al suelo, dejándome desorientada cuando mis rodillas chocaron contra la suave alfombra. No me manipulaba así a menudo, lo que lo hizo más excitante. Estaba siendo duro y a mí me estaba poniendo. Mucho. Todo lo que tenía que hacer era hacer lo que me decía y no pensar mientras lo hacía. Su centro estaba en mi cara y sus manos en mi pelo, manteniéndome contra él sin espacio para apartarme y coger aire. Olía a una mezcla entre detergente y calor y a hombre, tan apetecible que no pude evitar inhalarle. Podía olerle a través de sus vaqueros y me pregunté si sus bóxers estaban húmedos. Me pregunté si llevaba ropa interior, puede que si se bajara la cremallera estaría caliente y duro en mi boca. Movió su muñeca y tiró de mi pelo, mis dedos agarraron el aire mientras los apretaba en mis puños.

"Mírate," Dijo- puede que asombrado, puede que con burla- tirando de mi cabeza hacia atrás para mirar al techo, mi flequillo se separó a cada lado de mis ojos así que pude verle mirándome. Sus ojos eran tan negros como la alfombra en la que estaba arrodillada, pintados de rojo por la luz de la habitación. "Qué buena chica. Tan obediente de rodillas." Sus labios se curvaron y me puso de pie, dejándome sorprendida y confundida de que no hubiera follado mi boca contra la pared o donde estuviéramos. "Pero no quiero destrozar tu preciosa boca," susurró en mi oído. "Todavía."

Me giró. Mi pecho chocó contra la pared con su rodilla entre mis piernas y sus manos a cada uno de mis lados. Me tomó un momento respirar, labios calientes rozando contra mi cuello y oreja. Sabía que estaba caliente, probablemente tanto como yo. Aunque pudiera controlarlo, no podía esconderlo. No podía esconder la tormenta en sus ojos o la electricidad de su cuerpo.

Hincó sus dientes en la curva de mi hombro, chupando la piel entre ellos. Eligió tres lugares distintos- hombro, cuello y justo encima de mi clavícula- todos ellos siendo visibles para cualquiera que tuviera ojos. En el tiempo en el que habíamos estado juntos había sido marcada con más chupetones de los que podía contar y eso eran: mordiscos de amor. Pequeños moratones de afecto, azules y morados que se pegarían a mi piel recordándome que Harry había estado ahí, y que volvería a estar. La lengua pasó sobre el moratón fresco, subió la rodilla un poco más, una caliente fricción quemando entre mis piernas. Me apoyé en su muslo, tan increíblemente excitada que no me importó quién pudiera verme siendo tan desvergonzada. Me preguntaba si sería capaz de llegar al clímax solo con la sensación del duro vaquero sobre su firme músculo. "Pequeña gatita cachonda," dijo. "¿Qué voy a hacer contigo?" Liberó una de mis manos y deslizó la suya entre la parte delantera de mi cuerpo y la pared, extendiéndola a través de mi abdomen para crear esa intensa presión que quemaba justo en mi ingle y en mis muslos.

"Harry-" Él golpeó su mano contra mi nalga derecha.

"¿Qué?"

"No sé." Respiré, agitada.

"Voy a llevarte a la habitación de detrás y voy a azotarte. Fuerte." Mi cuerpo se tensó y gimoteé. "¿Sabes por qué voy a azotarte?" Negué con la cabeza fervientemente.

"No, Señor."

"Recuérdame las reglas que te di antes..."

"Hablar cuando se me diera permiso, dirigirme a todos los hombres como Señor, mirada baja," pausé para pensar. "Quedarme contigo, hacer lo que me digas-"

"Sin preguntas." Interrumpió con su mano acariciando mi caliente piel. "¿Y cuántas veces tuve que pedirte que bailaras para mí?" Intenté procesar la información a través de mi nublada mente pero no podía pensar con la pesada presión de mi cuerpo y el calor de su aliento en mi mejilla.

"No lo se, Señor."

"Tres." Pasó la palabra por su lengua, tan suavemente que era casi calmante. "¿Y cuántas veces te has olvidado de tus modales esta noche?" Negué con la cabeza. "Muchas más veces que tres."

"Lo siento." Susurré. "No quería olvidarme."

"Lo se." Rozó sus labios sobre mi mejilla. "Pero te olvidaste y se te dieron normas y las consecuencias al principio de la noche. No hagas promesas para luego romperlas." Envolvió un segundo brazo alrededor de mi cintura, manteniéndome firmemente contra él. "Prometí recompensarte cuando te lo merecieras- y créeme, te voy a recompensar por ese baile más tarde- pero ahora, voy a castigarte."

Me cogió por la correa y me guió más lejos del ruido. Sabía exactamente dónde estábamos. El olor a tierra y cuero era demasiado familiar para no reconocerlo, llevándome a esa noche en la que Harry me tuvo a cuatro patas en la cama mientras me azotaba con una fusta por primera vez. Mi corazón empezó a latir tan rápido como había hecho hace meses, tan fuerte que sentía que se me saldría por la boca. Estiré mis manos hacia delante y mis dedos rozaron el duro vaquero de Harry que estaba de pie delante de mi. "¿Quieres que te quite la máscara?"

"Si, Señor." Él desabrochó la máscara en la parte de atrás y la quitó lentamente de mis ojos, permitiéndome ver la habitación en la que estábamos. Todo estaba como lo recordaba; la cama seguía en la misma posición, los mismos látigos y fustas y cadenas en la pared del fondo. La gran cruz de San Andrés seguía en la esquina, algo que todavía teníamos que probar pero algo que esperaba que hiciéramos algún día.

Giré mi cara a él, nuestros ojos conectándose instantáneamente, oscuros y deseosos. Estaba abrumada con recuerdos de la última vez que había estado en esta habitación y con lo que estaban por crearse. "Bésame," susurré. "Por favor." Estaba medio esperando que me regañara por hablar sin su permiso y por no llamarle Señor pero no lo hizo. En vez de eso, se inclinó hacia delante y presionó sus labios con los míos, suaves y calientes, tan delicados y desesperados. Él necesitaba ese beso tanto como yo, era todo lo que necesitábamos en ese momento.

Se separó sin aliento antes de inclinarme sobre la cama de cuero y volver a ponerme la máscara. Me ayudó a ponerme a cuatro patas; el frío y duro cuero debajo de mi mientras me movía para estar más cómoda, apoyándome en mis codos. "Uh, uh, la espada recta." Instruyó Harry. "Las rodillas juntas." Volví a apoyarme en mis manos y me aseguré de que mi espalda estuviera tan recta como fuera posible con mis rodillas tocándose. Luego sonó música, una dulce voz- Rachmaninoff, quizá- y respiré profundamente mientras lo escuché, tan serena que por un momento casi olvido donde estaba- casi. Si, definitivamente lo suficiente bonito y melancólico como para ser Rachmaninoff. Algo cortó el aire y aterrizó con un golpe en lo que sonó como vaquero antes de que el mismo sonido y golpe me golpeara en el trasero. "Creo que treinta valdrán. Cuéntalos y agradéceme después de cada uno." Joder. Los golpes de la fusta eran duros y rápidos, pequeños golpes, una y otra vez, seguidos por mi número y mi agradecimiento. Aunque sabía que era un castigo- y definitivamente se sentía como un castigo- no tuve miedo de Harry en ningún momento. Confiaba en que no me llevara más lejos de lo que podría ir; confiaba en que controlara el poder de su mano. Había confiado en él desde las primeras semanas de conocerle; la única diferencia ahora es que mi confianza en él era incondicional. "¿Entiendes por qué te estoy castigando, Emilia?"

"Si Señor. Seis. Gracias."

"¿Por qué te estoy azotando?"

"Porque dije que no, Señor."

"Y..."

"Porque te hice pedirlo tres veces..." Me golpeó particularmente fuerte en respuesta y yo chasqué la lengua. "Señor." Salió de mi aliento. "Y por mi mal comportamiento, Señor." Oí voces de detrás, dándome cuenta de repente de que nunca le oí cerrar la puerta. Este castigo era para que lo viera todo el mundo. Hasta este punto, no me había dado cuenta de lo fuerte que estaban mis dedos agarrándose al cuero ni lo sudorosas que estaban mis manos y mi frente, las gotas caían a los lados de mi cara. Y Cristo, la música era tan preciosa que me dolía. Me abrumaba mucho.

Tan pronto como acabó, colapsé en mis antebrazos sin estar segura de si la gente seguía mirando, demasiado exhausta para preocuparme. Y, a pesar de mis mejores intentos por no soltar mi labio inferior de entre mis dientes y llorar, lo hice. Harry se sentó en el borde de la cama y colocó mi cabeza en su rodilla, acariciando mi pelo lejos de mi húmeda frente y calmándome. "Shh, gatita. Estás bien." Acarició con su mano mi espalda, presionando contra mi coxis y luego hacia arriba otra vez, haciéndome apretarme contra él mientras tocaba mi collar. Puede que le gustara hablarme así también, o tantear el terreno por lo menos. No habíamos hablado realmente de petplay pero por cómo se tensaron los músculos de mi estómago cuando me llamó gatita y me acarició, creo que podría ser algo que podríamos probar... algo nuevo y excitante y un poco tabú. Rocé mi mejilla contra su rodilla, levemente pero lo suficiente como para que lo notara, y él enredó sus dedos en mi pelo, masajeándome con una presión que me hizo prácticamente ronronear. "¿Te gusta esto?" Asentí. "Puede que te compre una cola." Dijo Harry y podía saber que estaba sonriendo cuando deslizó sus dedos por mi culo, presionando entre mis nalgas.

Me ayudó a bajar de la cama e inhalé profundamente cuando mi espalda dejó el cuero y mis pies llegaron inestablemente al suelo. No estaba segura de si ya se había acabado y habíamos terminado con lo de Señor y los castigos. Me quedé callada, dejando a Harry que me guiara. Mientras me llevaba a través de la habitación llena de música y voces, era increíblemente consciente del quemazón a través de mi trasero y muslos, consciente de que la gente podría ver el rosa brillante en mi carne, sabrían que había sido desobediente, castigada.

Tenéis en multimedia la canción que bailó Emilia y el tocado de su cabeza.
X.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top