Capítulo 33

Cuando volví recobrar la consciencia, me di cuenta de que estaba en los brazos de Harry temblando violentamente. Estaba abrumada, tumbada con el peso muerto, no siendo realmente consciente de nada más que el cuerpo de Harry contra mí. Harry apartó mi pelo de la cara y pude sentir sus labios en los míos. Estaba derrotada. Totalmente. Mi cuerpo se había rendido contra mi voluntad. Había traicionado mi propia orden de ir más allá.

"Sh.. respira, respira profundamente." La voz de Harry era suave mientras me reconfortaba. "Abre los ojos para mí, Emilia." Forcé mis ojos a abrirse y mirarle. "Voy a quitar las pinzas, ¿vale? Va a doler un momento." Asentí y las quitó. La sangre volvió a mis pezones, palpitando y doliendo mucho más que la sensación inicial de tenerlos puestos. Rozó sus dedos sobre los nudos sensibles y me sacudí, mordiendo mi labio mientras intentaba tragarme la necesidad de gritar. Luego, agarró un vaso de agua y lo mantuvo contra mis labios, permitiéndome tragar el frío líquido. Algo se deslizó por las comisuras de mi boca y mi barbilla, pero estaba demasiado sedienta y cansada como para importarme. Tragué el agua como si hubiera estado demandando líquido días. Una vez acabé, Harry colocó el vaso de nuevo a mi lado y elevó su cara con la mía. "¿Por qué no la usaste? ¿Por qué no usaste la palabra de seguridad?" Su voz era suave pero sabía que estaba agitado.

"No quería." Susurré dócilmente. "No la necesitaba."

"Te desmayaste Emilia. Yo diría que la necesitabas." Bajé la mirada. No podía mirarle a la cara. "La palabra de seguridad está ahí por una razón y está para ser usada. Deberías haberla usado antes de llegar a ese punto."

"Pensé que podía soportarlo." Mi voz se rompió porque mi garganta estaba tensa. "No quería dejarlo."

"Pero a veces tenemos que hacerlo." Harry colocó mi pelo detrás de mi oreja y me acarició la cara. "Usarla no te hace débil. Necesitas entender eso. Y de ninguna manera voy a enfadarme o a estar defraudado porque la uses."

"Pareces enfadado ahora." Murmuré y él exhaló profundamente antes de elevar mi mentón para mirarle.

"No estoy enfadado, lo prometo. Solo estoy frustrado porque no la usaste cuando la necesitabas. Es tu salud y seguridad de lo que estamos hablando. ¿Qué hubiera pasado si no me hubiera dado cuenta de que tenías cerrados los ojos y el cuerpo muerto?" Me encogí de hombros, arrepintiéndome de haber sido tan cabezota. Él me acercó y besó mi frente. "No puedes arriesgar tu seguridad por ser una cabezota."

"Lo siento," susurré.

"No lo sientas." La voz de Harry era mucho más cálida ahora. "Me alegro de que estés bien."

No sabía catalogar mi emoción. Era algo que nunca había sentido antes y una que hacía que las lágrimas rodaran por mis mejillas. Me acercó a su pecho y me mantuvo cerca, acariciando mi mejilla y recogiendo mis lágrimas con su pulgar.

"Vale," me calmó. "Shh. Estás bien." Negué con al cabeza y encogí mi cuerpo contra el suyo con la poca fuerza que me quedaba. "No me di cuenta de que te estaña empujando tanto."

No estaba llorando porque me había llevado demasiado lejos. Estaba llorando porque había acabado antes de que estuviera lista para ello. Mis lágrimas no podían parar, no importaba lo mucho que lo intentara. Estaba de bajón y fue probablemente lo más intenso que había experimentado.

Nos tumbamos así por lo que parecían horas; él abrazándome fuerte mientras yo enterraba mi cabeza en su cálido pecho con los ojos cerrados.

"¿Te hice daño?" La voz de Harry era callada, casi con preocupación. Negué con la cabeza antes de moverme para mirarle.

"Nada insoportable. Estoy dolorida."

"¿Tu piel?" Asentí. "¿Entre las piernas?" Preguntó suavemente, preocupado y yo asentí otra vez. "Espera un momento."

Miré a Harry dejar la habitación antes de tumbarme de espaldas con los ojos cerrados. Volvió pronto a la habitación y la cama se hundió cuando se subió a mi lado. Miré hacia abajo cuando algo caliente se movió sobre mis muslos. Harry estaba limpiando y calmándome con una toalla, moviéndola gentilmente sobre mis muslos y entre mis piernas. "¿Qué tal?" Preguntó.

"Bien." Susurré. Había algo muy íntimo y delicado en la manera en la que me estaba tocando. Me hundí de nuevo en la cama y le dejé seguir rozando la dolorida e hipersensible área con la toalla, besando mis labios y mandíbula mientras lo hacía. Luego, se enfocó en mis rodillas y muñecas, ambas doloridas, y calmó mi piel. Una vez acabó, se tumbó a mi lado en silencio. Podía sentir que estaba esperando a que abriera mis ojos otra vez, aunque el cuidadoso roce de su mano en mi cintura me dijo que no había prisa.

"Hola," susurró Harry cuando finalmente abrí mis ojos a él.

"Hola."

"¿Cómo te sientes?"

"Bien," asentí. "¿Tú?"

"Estoy bien," Respondió suavemente.

"¿Durante cuánto tiempo me desmayé antes?"

"Como diez segundos. Cuando corté las bridas ya estabas consciente otra vez."

Miré a la mesita de noche para ver las tijeras. Ni siquiera recordaba a Harry liberándome. Había una gran laguna entre él diciéndome que me entregara a él y yo en sus brazos.

"Creo que podrías haberme azotado con un látigo cincuenta veces y hubiera seguido hasta el final." Harry arqueó una ceja y me miró dudoso. "Vale, puede que cincuenta no." Admití con una pequeña risa.

"Cada uno es diferente. Te he tenido atada durante una hora y te he provocado bastante por lo menos media. Creo que lo hiciste mejor de lo que piensas." Me reí de su intento por animarme. "Realmente te corriste seis veces."

"¿Las contaste?"

"Era bastante difícil no darse cuenta." Su suave risa me calmó de alguna manera y me sonrojé, moviéndome impaciente sobre las sábanas mojadas. "Supongo que dormiremos en la habitación de invitados esta noche," sonrió Harry antes de inclinarse a susurrar en mi oído. "Hueles tan dulce como sabes."

"Están empapadas." Susurré tímidamente.

"Hmm. Empapadas de ti y lo excitada que estabas." Me sonrojé más. Aunque no era la primera vez que me corría así, me seguía pareciendo difícil acostumbrarme. Los labios de Harry encontraron los míos y me besó, antes de echarse hacia atrás y mirarme. "Y lo del látigo ¿era una invitación?"

"¿Te gustaría hacerlo?" Pregunté.

"Me gustaría mucho azotarte con un látigo." Se rió, aunque pude sentir la seriedad de su respuesta. También pude sentir el instante en el que mi pulso se aceleró, zumbando con emoción ante la promesa de probar algo nuevo.

Me incliné y acaricié el pecho de Harry. Seguía vestido, los botones de su camisa estaban desabrochados y el cinturón seguía abrochado. Estaba increíble con las mangas arremangadas y el cuello desordenado. Su pelo estaba echado hacia atrás con unos mechones cayendo. En la tenue luz de la habitación, sus ojos brillaban y sus mojados labios relucían. Lamí mis propios labios y desabroché el resto de botones de su camisa antes de quitársela por los hombros. Su piel estaba caliente y me tomé mi tiempo para sentirle, pasando mis dedos por su pecho y abdomen. Me encantaba lo sensible que era a mi toque, temblando cuando rocé su piel. Él observó como saqué su cinturón de las hebillas y lo liberé de sus vaqueros, con su erección atrapada bajo sus bóxers negros. Me había desmayado pero estaba lejos de estar derrotada. Harry se quitó los vaqueros de una patada y yo empecé a acariciarle sobre sus bóxers, sintiéndole crecer y engrosarse en mi mano.

"Sigues temblando," dijo Harry suavemente mientras mantenía su mano sobre la mía. No eran solo mis manos. Todo mi cuerpo seguía temblando.

"Estoy bien." Susurré, pero Harry seguía agarrando mi muñeca a mi lado. Me soltó y se puso boca arriba, moviendo su brazo sobre mis hombros y acercándome a su cuerpo; tumbándonos cómodamente contra las almohadas. Fue cuando me di cuenta de que iba hacerse cargo de sí mismo. Pasé mis dedos por su muslo, mirando como cerraba su puño alrededor de su polla y empezaba a trabajar sobre él.

Miré y escuché asombrada. Apretó mi brazo mientras movía su mano arriba y abajo lentamente; lo suficientemente lento como para que yo viera el intenso rosa de su hinchada cabeza y el brillo preseminal justo en la punta. Pasé mi mano sobre su cuerpo caliente, acariciando su estómago y excitando sus duros pezones. Encontraba su cuerpo totalmente fascinante, desde el esfuerzo de su trabajado antebrazo hasta la rojez de su pecho y hasta la manera en la que se acariciaba suavemente contra su propia mano. Una ligera capa de sudor cubría su cuerpo, brillando en la luz. Sus piernas estaban dobladas por la rodilla y vi sus músculos temblar y sus pies curvarse cuando empezó a llegar a su propia misericordia. Me giré en sus brazos y me incorporé un poco para poder mirarle a los ojos, para estar justo ahí con él.

"¿Piensas en mí? ¿Cuándo estás solo?" Sus ojos se abrieron antes de que el peso de sus párpados volviera; su mano seguía su ritmo uniforme.

"Si." Susurró.

"¿Te tocas?"

"Mm."

"Dime en qué piensas..." él mantuvo mi mirada. "¿Piensas en azotarme?"

"Emilia," gruñó.

"¿Lo haces?"

"Si."

"¿Qué más? ¿Qué más piensas en hacerme?" Rocé mis dedos sobre tus tensos testículos y él gruñó otra vez, frunciendo las cejas. Sabía que con cada firme movimiento de su mano, se abriría a mí un poco más, invadido por su propia excitación.

"Azotarte con un látigo."

"¿Qué hago cuando lo haces?" Nuestros ojos nunca rompen el contacto. Nuestra mirada no flaquea. Ni siquiera cuando deslizo un dedo entre sus testículos y empiezo a provocar el área escondida. Está sin respiración, moviéndose impaciente en las sábanas.

"Gritas mientras enrojezco tu piel. Arqueas la espalda. Suplicas más."

"Te suplicaría," susurro. "Quiero que me azotes hasta hacerme moratones."

"Emilia," respira mi nombre otra vez, está vez más desesperado. La verdad es que, haría cualquier cosa por él. "Me haces pensar cosas que nunca había pensado antes." Su voz es ronca mientras habla. Incrementa el giro de su muñeca y cierra los ojos antes de volver a abrirlos a mi, más oscuros, más pesados. "Voy a tenerte inclinada delante de mi y voy a azotarte muy fuerte."

Eso era. Eso era lo que quería. Quería saber lo que él quería de verdad.

"¿Cómo de fuerte?"

"Fuerte."

"¿Quieres azotarme ahora?"

"Si," admitió sin dudar.

"Hazlo."

"No tengo un látigo."

"Con la mano, entonces," le animé. "Inclíname y azótame."

"Estás dolorida," Susurró, aunque pude ver el deseo en sus ojos.

"Estoy dolorida y quiero que me azotes," dije otra vez, aunque mucho más firme. Podía ver el conflicto en sus ojos, entre su compasión natural y la necesidad de sucumbir a sus deseos naturales. Estaba perdiendo el control de su propio cuerpo y mente y yo le estaba provocando. Tentándole en territorios dónde podía dejarse ir. Dónde podía ser él mismo. No pretendía que acabáramos así cuando había empezado a preguntarle, pero había sido así y lo deseaba.

Me puse de rodillas y gateé sobre su regazo con mi culo en el aire. "Azótame," ordené.

"Jesús," dijo cuando me mostré para él. "¿De verdad quieres hacer esto ahora?"

"Si."

"¿Lo decías en serio cuando dijiste que querías que te azotara con un látigo?"

"Si." Repetí.

"¿Y lo decías en serio cuando dijiste que querías llevar las cosas a otro nivel?"

"Si." Él se movió rápidamente de debajo de mí y se estiró hasta el lado de su cama para hurgar en mi neceser. Me preguntaba que estaba haciendo hasta que sacó un grueso cepillo del pelo, tirándome de nuevo sobre su regazo tan rápidamente que me mareé. Se sentó en el borde de la cama con mis piernas atrapadas entre las suyas y su polla apoyada en mi muslo. A penas tuve tiempo suficiente para procesar lo que estaba pasando.

"Veintiuno," dijo roncamente. "Uno por cada día que llevamos del mes. Cuéntalos para mi." Slam.

"¡Ouch!" Grité cuando me golpeó con la parte trasera del cepillo de madera sin avisar. Hundí mis dedos en las sábanas, temblando cuando la fuerza del primer golpe me atravesó.

"Dilo."

"Uno."

"Más alto." Gruñó. "Y empezaremos otra vez y te pierdes."

"¡Dos!" La fuerza era mayor que con su mano y la hipersensibilidad de mi piel lo estaba haciendo mucho más difícil de soportar. Este era Harry en la manera más primitiva. Desnudándose y exponiendo y lado más profundo y oscuro a mi. Quería marcarme y hacerme moratones. Quería jugar conmigo en la manera que más le excitaba. Y yo quería que lo hiciera. Después de ser empujada a uno de mis límites, quería entregarme a él otra vez tanto como pudiera. Quería pasar otros límites. En mi actual estado mental, quería ver cuanto podía soportar.

"Quiero hacer cosas contigo que nunca soñaste hacer."

"Seis, siete," dije a través de los dientes apretados. Slam. Más fuerte. Lo soporté porque quería y porque podía. Mi interior se contrajo y se calentó con cada picadura del cepillo y de repente sentí miedo al pensar en Harry con un látigo en su mano, cediendo a su sádica piedad. Sabía que las palas eran generalmente mucho más tolerables que los látigos y los bastones y que si podía golpearme así con la parte de atrás de un cepillo estaba segura de que podría pasar más límites con un látigo.

"Me vuelves loco." Me golpeó otra vez y mi mente se puso en blanco. No recordada si eran diez u once lo que venía ahora.

"¿Diez?"

"Hm, la verdad es que no. Empieza otra vez."

"Joder, por favor."

"Tú quisiste esto, Emilia."

"Te quiero a ti. ¡Au! Uno, dos."

"Me tienes."

"Tres, cuatro, cinco."

"Tu piel es preciosa."

"¡Ocho!" Cristo. Iba a hacerlo en serio. Golpes firmes, respiraciones entrecortadas. Picaba. Mucho. Pero de alguna manera y por alguna razón desconocida para mí, no se estaba volviendo tolerable, pero gradualmente estaba siendo placentero.

"Pienso en hacerte el amor."

"Quince," mi voz se rompe.

"Pienso en ti muchos minutos al día."

"Diecinueve, veinte." Joder estaba sin aliento, muy dolorida. "Veintiuno."

Mi último número salió con un halo de dulce alivio. Las lágrimas habían llenado mis ojos una vez más, juntándose con el sudor que estaba en mis cejas.

"Perfecto," elogió mientras me elevaba de su rodilla para tumbarme boca abajo. "Ahora que te he azotado, me voy a correr encima de ti." Acarició sus manos sobre mi piel antes de deslizar su mano bajo mi cintura y elevar mis rodillas, así que mi dolorido trasero estaba elevado con los brazos estirados delante de mi.

"¿No me vas a follar?" Le pregunté mientras sentía su polla en la parte baja de mi espalda.

"Esta noche no. Estás muy delicada ahora y no confío en que sea lo suficientemente amable." Gruñí involuntariamente por los pensamientos de él follándome como un animal, pero aunque no quisiera admitirlo y aunque pedía a gritos la conexión, sabía que Harry tenía razón. La zona entre mis piernas seguía doliendo por la provocación que había tenido antes, sin mencionar el caliente picor de mi trasero después de la sesión con el peine. "Voy a follarte y a hacerte el amor todo el día de mañana y todo el domingo, pero ahora no." Giré mi cabeza para mirarle perderse encima de mi, hasta que estuvo jadeando y susurrando cosas sucias; cubriendo mi espalda con tu caliente orgasmo.

Colapsó encima de mi, su corazón latiendo ferozmente contra mi espalda, su cabeza enterrada entre mi cuello y mi hombro. Besó mi mejilla, dejando sus labios en mi piel y fue entonces cuando dijo esas dos pequeñas palabas y yo me derretí.

"Yo también te amo." Susurré.

No podía evitar sonreír y Harry lo hizo también, antes de cubrir mis labios con los suyos. Encontré esa palabra de tres letras mucho más fácil de decir. No hacía que las cosas terminaran y no me hacía sentir débil. Me hacía tener esperanzas. Me hacía preguntarme sobre el futuro y lo que nos depararía. Era la primera vez que los dos lo dijimos en alto. Aunque no necesitábamos decirlo para saberlo o sentirlo; decírnoslo, de alguna manera lo hizo sentir un poco más real.

Harry se tumbó a mi lado y me atrajo hasta su cuerpo. Tras unos minutos, agarró mis muñecas en sus manos y besó la piel maltratada, pasando su lengua sobre mi carne, como un gato.

"Nunca te haría más daño del que piense que puedes soportar intencionadamente," susurró. "Solo quiero entenderte a ti y a tu cuerpo lo mejor que pueda." Siguió besando mis heridas, aunque no eran realmente heridas, sino marcas de nuestro amor y diversión del uno por el otro. Sabía que sentía las palabras que decía, pero eso no significaba que no quisiera que me hiciera daño. Sabía que el lado sádico de él encajaba con mi lado masoquista. Lo podía ver en sus ojos cada vez que gritaba ante la piedad de su mano.

Tras un agradable baño caliente que normalmente tenía lugar en tardes como esta, Harry colocó el DVD en la habitación de invitados y tiró mantas y almohadas a la cama. Aunque estaba exhausta, sabía que no sería en unas horas hasta que me pudiera dormir. Me coloqué en el suave colchón y subí el grueso edredón de plumas sobre mi cuerpo. Estaba de lado, incapaz de poner mucha presión en mi trasero dolorido, lo que divirtió a Harry de alguna manera.

"Disfruté esta noche," dije, mirando como Harry terminaba de secarse con la toalla. Me miró y sonrió.

"Yo también."

Harry se durmió antes que yo, brazos y piernas entrelazados contra mi cuerpo. Sus ligeros ronquidos llenaban la habitación y sonreí para mi misma, viendo sus pestañas moverse un poco mientras la televisión seguía alumbrando en la oscuridad de la habitación. Aunque estaba dolorida y un poco afectada por esa tarde, me sentía a salvo. Cerré mis ojos y me relajé contra su cuerpo, todavía a mi lado. Después de eso, no pasó mucho hasta que caí en mi propio mundo.

-

Harry y yo pasamos la Navidad con nuestras familias. Habíamos hablado de que fuera a Manchester el día después de Navidad pero había decidido que sería mejor que fuera con él algún día en año nuevo cuando las cosas no fueran tan apuradas. Además, un viaje en coche de cuatro horas sola no era el más excitante de los pensamientos. El día de Navidad, comí y bebí y comí un poco más, como cada año. Me fui a la cama a las 9, satisfactoriamente llena mientras veía Love Actually en la comodidad de mi propia cama. Pasé Nochevieja atada y con los ojos tapados en la cama de Harry. Me folló hasta año nuevo y celebramos bajos las sábanas con calientes besos y champagne caro. Era la manera perfecta de acabar el año y empezar uno nuevo y había acabado mi año de la misma manera en la que quería que empezara este; con Harry.

Las semanas siguientes, el cepillo del pelo fue nuestro juguete nuevo favorito. A veces, me estaba preparando y Harry aparecía detrás de mi y golpeaba mi trasero con tanta fuerza que me echaba hacia delante y yo doblaba la cintura automáticamente, lista para que me tomara. Podíamos haber invertido en una pala, pero había algo excitante en usar un objeto casero no hecho para usarlo así. Hacía un tiempo, mi madre me cepillaba el pelo cada mañana con un cepillo parecido, utilizándolo suavemente y con cuidado para desenredar los nudos de mi pelo. Pero ahora estaba teñido de mi necesidad de dolor y sumisión y la necesidad de control de Harry. El potencial que tenía en las manos de Harry era bastante impactante y está claro que no lo he visto de la misma manera desde entonces.

La noche después de Navidad había sido intensa y una revelación para los dos. Fue cuando me di cuenta de que podía soportar más de lo que Harry me había dado hasta ahora y eso incluye infligir dolor. A la vez, un lado mucho más dominante de Harry que solo había mostrado levemente salió a la luz. Sus deseos encajaban con los míos en muchos niveles. Me retó tanto como me calmó. Era el yin de mi yang. La mano en mi carne. La llave del Nirvana de mi cuerpo. Y ahí, inclinada delante de él con nada más que un par de tacones negros y mis manos en la silla de delante, respirando pesadamente con miedo y eufórica anticipación, me preparé para el primer golpe del látigo.

¡Espero que os haya gustado! Escribirme vuestros comentarios sobre el capítulo :)
X.

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