Capítulo 32

"Vamos a jugar a un juego en el que vas a mi habitación, te quitas el vestido y me esperas."

Tragué con fuerza mientras absorbía sus palabras. Sabía que era una orden más que una sugerencia y cuando miré sus ojos, éstos brillaron justo como cada vez que quiso jugar conmigo. Era desconcertante y emocionante.

"Vale," susurré casi inaudiblemente, luchando por formar una frase coherente de algún tipo. "¿Cuánto tiempo vas a tardar?" Harry ignoró mi pregunta y en vez de eso dio un paso hacia mí, cubriendo mi oído con sus labios.

"Quiero encontrarte mirando a mi cama, inclinada con las manos alrededor de tus tobillos. ¿Lo entiendes?"

En ese punto, había perdido mi voz completamente, dándole un leve asentimiento. Apenas podía pensar, aunque eso no me impidió caminar directa hacia las escaleras y hacia su habitación.

Mis manos temblaban mientras me desabrochaba el vestido y me lo quitaba. Lo coloqué en el respaldo de la silla de Harry y miré a su espejo. No quería arriesgarme a que me oyera caminar por el suelo de madera laminada. En la tenue luz de la habitación, mis pechos salían del sujetador mostrando los pezones. Inclinada de la forma que quería Harry, dejaba muy poco a la imaginación; si dejaba algo. Hice lo que me pidió, estirándome para elongar mi espalda antes de doblar la cintura y colocar mis manos en mis tobillos. Podía sentir mis piernas tensarse, aunque la posición no era imposible y estaba segura de que podía soportarlo. Mis pechos caían de las ligeras copas cuando me incliné, girando mi trasero y mi húmedo centro hacia la puerta. Sabía que podría levantarme con facilidad y volver a la posición en cuando lo oyera subir por las escaleras pero eso haría fracasar todo esto. El hecho de que él confiaba en que yo hiciera lo que me pedía y que quisiera hacer lo que me pedía. No había diversión o retos en sentarme cómodamente en la cama hasta que él subiera las escaleras. Vi el reloj digital moverse en el lado de la cama de Harry y fueron diecisiete minutos después hasta que le oí subir las escaleras. Para entonces, mis piernas temblaban y me dolía la espalda. El área entre mis piernas estaba incluso más hinchada que antes y podía sentir la humedad en mi carne. Estaba casi segura de que una pequeña gota pasaba entre mis pliegues, absorbida por la seda de mis braguitas.

Pasaron otros seis minutos hasta que sentí la presencia de Harry en la habitación, su sombra apareció detrás de mi. Podía sentir sus calientes dedos cerca de mi piel mientras oía el ritmo regular de su respiración. Trazó una línea con su dedo desde la zona superior de mi muslo hasta la curva de mi trasero y luego, de nuevo por el otro lado.

"Bueno," dijo Harry suavemente mientras deslizaba sus manos por mi cintura y me colocaba recta, con mi espalda rozando su pecho. "¿Qué tiene que hacer uno para pasar una noche con esta preciosa putita?" Susurró las palabras en mi oído suavemente. Eran palabras solo para mí. Luego, besó mi cuello y un escalofrío me atravesó, manteniendo mi cintura contra él tan firmemente que no me hubiera podido haber movido ni aunque lo intentara. El sonido que emitió cuando dijo putita me erizó el vello. Era una palabra utilizada para avergonzar a las mujeres por una promiscuidad que era alabada en los hombres. Era insultante y derogativa. Nunca me había gustado la palabra pero había algo increíblemente erótico en la manera en la que Harry la había dicho y justo ahora, sentada ahí con su cálido aliento en mi cuello y sus dedos bailando en mis muslos, estaba mojada y excitada. Muy necesitada. Muy desesperada. "¿Hmm?" El tono de pregunta me hizo darme cuenta de que no era una pregunta retórica. Quería que hablara con él; que le dijera qué quería que me hiciera.

"Atarla." Mi boca estaba seca y mi voz se rompió mientras hablaba. "Jugar con ella," susurré. "Tocarla." Sus labios rozaron mi cuello, luego acariciaron el hueco detrás de mi oreja.

"Creo que ella va a ser mi regalo favorito," Sonrió Harry contra mi piel. "¿Y cómo quiere que la aten?"

"Fuerte."

"¿Quiere que la aten a mi cama?"

"Si." Mi respiración era irregular y jadeé cuando apretó mi pezón entre su índice y pulgar.

"¿Las manos arriba y las piernas extendidas?"

"Si."

"Hm, suena peligrosamente tentador."

"Lo es," susurré. Harry deslizó su mano entre mis piernas y empezó a acariciar la parte superior de mi clítoris.

"¿Sabe lo fácil que sería para mi deslizarme dentro de ella y follarla?" Su erección presionó contra mi espalda y me apreté hacia atrás contra él, moviendo las caderas.

"Si."

"Ha estado mojada toda la tarde, ¿no? Desesperada porque la follase." Asentí. "¿No?" Preguntó Harry con más firmeza.

"Si," Respiré.

"Me pregunto qué haría por correrse ahora mismo..." Deslizó su dedo entre mis pliegues, esparciendo mi excitación.

"Cualquier cosa." Susurré.

"Eso son palabras mayores, Emilia... y espero que las mantengas." Besó mi cuello suavemente, rozando mi piel con su nariz. Todo en él olía divinamente. "Afortunadamente para ti, no tengo la paciencia para averiguar qué significa ahora. Especialmente contigo vestida como una puta." Paró un momento, como si esperara a ver mi reacción a que él usara esa palara. Pero no lo hice. Me quedé quieta, esperando, aunque no estaba segura de el qué. "¿Qué hubiera pensado todo el mundo si supiera lo que llevabas bajo ese vestido? Si supieran lo mojada que estabas sentada en esa mesa..." Tragué, mis manos temblaban sobre las suyas cuando éstas acariciaron mi cintura. "Porque lo estabas. Estabas tan mojada que me preguntaba si tendría que disculparme con el camarero por el desastre que hiciste en el cuero de la silla." Harry me giró, así que estábamos cara a cara, a medio metro o así de distancia, esperando a que me mirara antes de volver a hablar. "¿Hubieran pensado que eras una putita cachonda que no puede estar unas cuantas horas sin mojar sus braguitas?"

"Si." Dije roncamente, bajando mis ojos al suelo. Él colocó una mano en mi cara y elevó mi barbilla para mirarle. El erótico intercambio entre nosotros era casi palpable.

"Dilo apropiadamente. Dime lo que eres. Dime lo que necesitas."

De repente, me comió la lengua el gato. Podía oír las palabras en mi cabeza pero no podía formarlas en mi garganta. Este tipo de dominación y sumisión era algo que Harry yo habíamos tocado en alguna conversación pero representarlo era otra cosa completamente distinta. Desde que visitamos el club y fuimos a la fiesta de Mark (o como quieras llamarlo), había visto elementos de dominación y sumisión que no me hubiera imaginado ni en mis fantasías más salvajes. Estaba entusiasmada, cautivada, atrapada. Cada vez que recordaba las situaciones que había visto, sentía un inexplicable golpe de celos; unos celos que me hacían darme cuenta de que quería probar algunas de esas cosas. Ahora estoy hablando sobre cosas que nunca pensé que me excitarían. La chica arrodillada a los pies de su Amo, por ejemplo.

Había algo en la subordinación que me fascinaba. Había golpeado en un nervio erótico. Harry siendo Harry, no se acojonó y cuando me preguntó sobre las cosas que me parecían excitantes de las dos ocasiones. Aunque sentí timidez al principio, las había averiguado con poca dificultad y con una sonrisa de suficiencia, yo había hablado y el había escuchado. Me preguntó y vio como reaccionaba. Varazos, llamarme cosas, corsets, sexo anal, cruces, restricciones, juego de roles, tríos, humillación. Los habíamos cubierto todos. Estábamos en un punto de nuestra relación en el que podíamos hablar sobre estas cosas abiertamente. Algunas de ellas hacían que mi corazón latiera con excitación. Otras hacían que mi estómago se encogiera con miedo. No había muchas cosas a las que cualquiera de los dos fuéramos adversos, aunque habíamos puesto unos límites, incluyendo jugar con cuchillos y la asfixia.

Había cosas que ninguno de los dos queríamos explorar. Saber que Harry tenía curiosidad también hizo las cosas más fáciles para que me abriera. Era reconfortante. Era un paso adelante en nuestra relación y no estábamos muy seguros, pero era un paso que los dos queríamos dar. ¿Cómo de lejos llegaríamos? ¿Cuándo tiempo me llevaría? ¿Cuánto podría darme? Ya habíamos aprendido mucho sobre nosotros mismos pero todavía había mucho por aprender. Había preguntas que ninguno de los dos podría responder hasta que no las probáramos. Como dijo un sabio una vez 'Nunca sabrás lo que es suficiente hasta que sepas lo que es más que demasiado.'

Así que ahí, ahora, mirándonos directamente a los ojos, habíamos llegado a un nuevo camino. Parte de mí se sentía tentada a defenderme, a protestar que no era una puta y a responder que él era el que había elegido la ropa interior que llevaba. Quería decirle que era su culpa que pareciera una puta. Harry lo sabía tanto como yo. Pero otra parte de mi, una parte mucho mayor, quería someterse a él en ese aspecto. Era algo nuevo y excitante. Además, sería inútil negar que estuviera mojada y cachonda.

Respiré profundamente unas cuantas veces antes de decirle a Harry lo que quería oír. Me costó mucho decirle que era una putita cachonda que necesitaba ser follada. Mi voz era débil y inestable. Apenas la reconocí. Sonaba rota y me sentí degradada pero a pesar de ello, solo podía recordar un puñado de ocasiones en las que había estado tan excitada como estaba ahora.

Harry elevó su mano a mi pecho izquierdo y lo ahuecó. Fue lento y sensual, a pesar de las palabras que acabábamos de intercambiar. "Es único," dijo Harry lentamente mientras pasaba el dedo por la parte superior de mi sujetador. "Hecho solo para ti." Pasó su índice por uno de los lazos y mis ojos siguieron el camino de su dedo. No había visto las pequeñas iniciales E J bordadas cuidadosamente en la seda bajo el lazo, en el mismo rojo que el sujetador. Aunque había sido hecho con la intención de hacerme parecer y sentirme impura, no podía negar que era precioso. Porque lo era. Estaba hecho de una seda increíble y delicada. Me sentía una zorra y guapa, pero lo último tenía probablemente más que ver con la manera en la que Harry me había mirado toda la tarde. "Ahora túmbate en la cama para mí," asintió. "De espaldas, justo en el centro. Los brazos arriba y las piernas rectas," instantáneamente hice lo que me pidió y me tumbé con mis manos sobre mi cabeza y los pies extendidos. Vi como Harry caminó hacia su armario y sacó una pequeña caja que no había visto antes. El suspense hizo que mi corazón latiera y él la colocó al final de la cama antes de caminar a la cómoda y sacar cuatro tiras gruesas de cuerda blanca de nylon que no eran extrañas para mí. En minutos, ya no tenía bragas y mis muñecas estaban atadas a los barrotes metálicos sobre mi cabeza. Con las dos tiras de cuerda restantes, Harry ató una en cada una de mis rodillas. Dobló mi pierna izquierda hasta mi pecho y ató el final suelto a la esquina del cabecero de la cama. Hizo lo mismo con la otra así que mis rodillas estaban separadas, mantenidas contra mi pecho. Era probablemente la manera menos digna en la que había estado atada y Harry apretó tanto las cuerdas que no había manera de que yo juntara las piernas. No tenía elección más que tenerlas extendidas mostrando el trasero.

"¿Estás cómoda?"

"Tanto como puedo estarlo." Medio me reí.

"Bien, porque planeo mantenerte así un rato." Estiré mi cuello para ver la mano de Harry desaparecer en la caja. Sacó dos juguetes que no había visto nunca en la cama. Unas bolas chinas y un esbelto consolador de silicona negra. Ah. De repente sus crípticas preguntas del día anterior tenían sentido. Me miró para valorar mi reacción y sonrió, y fue entonces cuando sacó la sorpresa final de la caja. Mi estómago se tensó y mi boca se secó al instante mientras miraba las pinzas para los pezones. Parecían inofensivas en la mano de Harry, incrustadas con pequeños diamantes rojos en la cadera que los unía, pero sabía que tendrían una buena mordida. Mi respiración se volvió superficial cuando Harry se inclinó hacia delante y se colocó entre mis piernas. Nunca había sido contraria a las pinzas para los pezones pero sabía que dolerían. No me asustaba el dolor. Era más la anticipación lo que hacía que me sudaran las manos.

"¿Has tenido pinzas antes?"

Negué con la cabeza. "No." Harry bajó las copas de mi sujetador y pellizcó mi pezón con sus dedos, hasta que hizo fuerza. Dolían mientras él tiraba con fuerza, pellizcando y girándolos sin piedad mientras alternaba entre el derecho y el izquierdo. "Va a doler." Murmuré a través de respiraciones mientras la presión de sus dedos alrededor de mis pezones mandaba ráfagas de dolor a través de mi cuerpo.

"Si." Contestó con un toque de diversión en su voz. "Pero no es nada que no puedas soportar."

Harry abrió la primera pinza y la mantuvo sobre mi pezón derecho. Mi corazón latía como un loco mientras él mantenía mi mirada, liberando lenta y cuidadosamente su agarre en la pinza así que la tensión se incrementó. Jadeé cuando me dejó sentir toda la fuerza de la piza. Dolía mucho más de lo que esperaba y pude sentir mis ojos aguarse. Agarró el segundo tan cuidadosamente como con el primero, asegurándose de que la presión era lenta y gradual para darme tiempo a ajustarme a la nueva sensación. Inhalé profundamente con los dientes apretados, concentrándome en el pesado latido que cada uno de mis pezones estaba enviando.

De alguna manera, no pasó mucho tiempo hasta que el dolor se disipó en una especie de insensibilidad. Sabía que el agarre de esas pizas era para novatos y que Harry los había elegido cuidadosamente para que no me infligieran mucho dolor ni causaran daños. Además de la insensibilidad, lo sentí extrañamente placentero y cuando pasó su dedo por mis pezones, dejé escapar un leve gemido, a lo que él respondió con una sonrisa y se inclinó hacia delante.

"Feliz Navidad, de ti" Susurró mientras presionaba un beso en mi hombro derecho, "para mí." Acabó con sus labios en mi hombro izquierdo antes de arrodillarse sobre mí. Vi como me miraba acechante, atada indefensa, aunque en completa y total adoración. Me preguntaba si alguien le ha querido tanto como yo. "Mi parte favorita de desenvolver regalos es el suspense..." Sonrió Harry diabólicamente mientras se podía de pie y caminaba alrededor de la cama, estudiándome desde cada ángulo. Me miró y por un leve momento, me sentí insegura. La posición no era nada halagadora y sabía que habría pliegues en mi estómago, pero viendo la cara de Harry y su erección bajo sus vaqueros, recordé que a él no le importaba, o puede que ni siquiera se diera cuenta de esas cosas. "Puede que te deje así hasta la mañana de Navidad."

"Vas a estar en Manchester entonces..."

"Te mandaré en un envío especial y te tendré bajo el árbol." Su cara era diabólicamente enigmática. "Estás increíble, Emilia. Siempre lo estás, pero justo ahora, pareces intocable." Se quedó quieto a la parte derecha del cabecero de la cama. "Voy a jugar contigo como no lo han hecho nunca. Y voy a hacer que te corras hasta que decida que has tenido suficiente. ¿Te gustaría?" Murmuré y él tiró de la cadena entre las pizas, juntando mis pechos y jadeé. "¿Te gustaría?"

"Si." Dije, embelesada por sus palabras. Él sonrió y caminó hacia los juguetes que había posado.

"Hm.. me pregunto..." Pasó un dedo sobre los juguetes, contemplando cuál usar, cogiendo el huevo en su mano y sentándose en la cama para colocarse entre mis piernas. "Un poco de calentamiento." Gimoteé cuando lo metió dentro de mí. La silicona era suave y fría y encajó perfectamente dentro, aunque estaba lejos de estirarme como Harry lo hacía. Harry tenía algo en su mano; fue entonces cuando las vibraciones me atravesaron, sorprendiéndome lo suficiente como para hacerme jadear. Se movió de nuevo por la cama y colocó su silla a mi lado, sentado con sus piernas separadas y sus manos en su regazo, como si estuviera preparado para ver un show. "Me preguntó cuando tiempo te llevará correrte con eso dentro." Sonrió. "Yo digo que... diez minutos. ¿Tú que crees?" Murmuré algo incoherente que pareció más un gemido. "O puede que incluso cinco..." Se burló Harry. Mi respiración se había vuelto muy superficial en ese pequeño lapso de tiempo y todo en lo que podía concentrarme era en las vibraciones pulsando a través de mi y en la contracción de mis paredes alrededor el huevo, mientras intentaba crear algo de fricción contra él. "¿Ponemos algo de música?"

"Mm" Murmuré, mirando como cogía el iPod al lado de la cama y buscaba.

"¿Qué te parece el Réquiem de Mozart?"

Intenté reírme. "Intenso."

"Exacto." Sonrió.

Gimiendo y moviéndome todo lo que podía en la posición en la que estaba, giré mi cabeza para ver el mismo reloj que había mirado antes, para ver que habían pasado nueve minutos desde la última vez que lo miré cuando Harry se sentó. Me estaba mirando de cerca, completamente quieto, pero podía ver en sus ojos que se estaba divirtiendo y emocionando. Deslizó su mano bajo sus vaqueros para reajustarse. Sabía que debía estar incómodo. Contraje mis músculos alrededor del huevo una y otra vez, desesperada por llegar a mi liberación. Estaba lista para correrme pero necesitaba un poco más.

"Te necesito." Respiré.

"¿Qué necesitas?" La voz de Harry era regular y calmada en comparación con la mía.

"No puedo correrme sin que me toques." Él arqueó su ceja, sus manos seguían en su regazo.

"¿Dónde necesitas que te toque?"

"Sabes donde."

"No, no creo que lo sepa."

Suspiré con frustración antes de cerrar mis ojos, forzándome a decir las palabras que quería oír. "Necesito que me toques el clítoris."

"Ahora dilo otra vez con los ojos abiertos y mirándome." Abrí mis ojos y giré la cara para mirarle. Solo podía imaginar lo sonrojadas que estaban mis mejillas y lo desesperada que parecía pero justo ahora, mi mente estaba en una cosa y era llegar a mi orgasmo.

"Tócame el clítoris," murmuré. "Por favor. Necesito correrme."

"¿Necesitas?" Preguntó, yendo al armario y sacando el pequeño vibrador que había llegado a conocer demasiado bien. "¿O quieres?"

"Necesito." Gemí desesperadamente. Necesito. Quiero. Ahora no había diferencia entre esas dos. Lo quería y lo necesitaba. Harry encendió la pequeña bala y la presionó en mi clítoris y yo grité con completa liberación. En apenas tiempo, mi clímax había surgido. Mientras el placer explotaba desde lo profundo, mis músculos tuvieron violentos espasmos y mi orgasmo sacó el pequeño objeto de mí hacia las sábanas, seguido por una humedad que solo venía con mis orgasmos más intensos.

"Me encanta cuando te corres así. Has empapado mis sábanas. Y mi camisa." Todo mi cuerpo se movía incontrolablemente mientras él apagaba el vibrador y acariciaba el interior de mis muslos. No era nada más que un nudo de sensaciones, mareada por mi propio placer. Fue cuando le sentí acariciando mi centro con algo más que sus dedos. Miré para ver el otro juguete que había sacado antes, moviéndolo con pereza entre mis pliegues. "Me pregunto cuantas veces puedo hacer que te corras así..." Apoyé mi cabeza de nuevo en la almohada y miré al cielo, mordiendo mi labio mientras él provocaba mi húmeda entrada. Luego, chupó mi hinchado clítoris y sonrió contra mi carne, haciéndome temblar y maullar indefensa, antes de dar largos lametazos.

Metió el juguete dentro de mi lentamente, centímetro a centímetro, provocándome tortuosamente hasta que decidió darme algo sobre lo que gemir de verdad. Quería estirar mis piernas, tirar de su pelo y de las sábanas pero estaba atada totalmente quieta. Me penetró con el juguete hasta que me corrí otra vez, tan fuerte como la primera vez, si no más.

Estaba acalorada, mojada y temblando; y el tiempo entre mi segundo y tercer orgasmo fue prácticamente inexistente. Harry sabía como trabajarme y sabía como darme orgasmos múltiples, algo sobre lo que estaba completamente agradecida. Conocía mi punto G mejor que yo y sabía exactamente donde y cuando tocar mi clítoris y cuanta presión hacer. Mientras jadeaba encima de las sábanas arruinadas, se puso entre mis piernas para besarme. Era la primera vez que le había probado en toda la tarde y, aunque fue duro y fuerte, me derretí por el afecto. Mientras seguía con sus labios en los míos, besándome y provocándome con su dulce lengua, empezó a jugar con el juguete otra vez. A pesar de mi hipersensibilidad, me estaba pareciendo increíblemente difícil soportarlo y mordí mi labio tan fuerte que empezó a sangrar. El sabor metálico tiñó mi lengua aunque él no hizo ningún esfuerzo por apartarse. En vez de eso, metió el juguete más fuerte y rápido hasta que susurré su nombre entre gemidos sin respiración y me corrí otra vez, pese al cansancio.

Después de eso, perdí la noción del tiempo. Perdí el sentido. Tiré contra mis restricciones y le supliqué cosas que nunca te diré. Estaba presionando y presionando sin descanso, incluso cuando le dije que no podía correrme más. Me rozó duro y rápido y luego golpeó mi clítoris tres veces seguidas. Grité por la fuerza, tres grititos junto a cada golpe, pero entonces, su lengua estuvo en mí; trazando círculos, calmando, probando lo que me había hecho.

"Otra vez."

"No puedo," dije desesperada. La cuerda tiraba más que nunca, como si todo mi peso estuviera contra ella. Podía sentirla en mi piel a cada segundo que luchaba. Me dolían los músculos y sabía que dolerían más mañana, y al día siguiente. Estaba desesperada por moverme pero no podía hacer nada más que contraerme y relajar mis dedos mientras absorbía cada pequeña onza de placer y dolor. Las sábanas estaban mojadas debajo de mí, con sudor y los orgasmos que había tenido y de los que había perdido la cuenta hace tiempo. Era un desastre. Un húmedo y cansado desastre. Sacó el juguete de mí y Harry deslizó sus largos y calientes dedos dentro.

"Pensaba que no podías córrete otra vez," sonrió mientras usaba sus dedos para acariciar mi punto G, "pero estas apretando mis dedos como si fueras a hacerlo."

Fue como si tuviera una orden mágica para mi cuerpo porque, a pesar de mis protestas, lo hice. Empezó a usar el juguete otra vez, convencido de que todavía no había acabado y que podía correrme otra vez. De muchas maneras, esto era peor que cuando no me dejaba correrme. Con eso, me enfoqué en mi orgasmo. Era mi recompensa al fin y al cabo y algo que sabía que pasaría al final. Pero con esto, mi final llegó antes de haber empezado siquiera. Que te digan que te corras cuando sientes que no puedes físicamente es frustrante, pero saber que hay alguien que conoce tu cuerpo mejor que tú es uno de los mejores sentimientos del mundo.

Estaba en el purgatorio; un limbo entre placer y dolor. Podía sentir mi cuerpo preparándose para correrse otra vez pero a la vez, estaba tan caliente, sensible y dolorida; con mis muñecas y rodillas quemando por la fricción de la cuerda. Una y otra vez en mi cabeza, me dije a mi misma que no dijera la palabra. No podía abandonar. Quería complacerle y mostrarle que podía tomar todo lo que tenía que ofrecerme. Quería probarme a mi misma que podía. Esto no era solo un juego; éramos nosotros prosperando.

"Vamos Emilia. Entrégate a mí."

"No puedo, ¡no puedo!" protesté sin esperanza. Tiró de la cadena que colgaba entre mis pechos y grité cuando la dura mordida de las pinzas apareció en mi cuerpo.

"Puedes y lo harás."

Las palabras me abandonaron y no pude hacer nada más que gemir y gimotear. Miré a sus ojos salvajes, llenos de oscuro deseo primario. Mi pecho pesaba mientras luchaba por respirar y mi cabeza estaba mareada, como si hubiera inhalado mucho humo tóxico. Fue entonces cuando sentí que me iba a desmayar. El sentimiento era inconfundible y, cuando los puntos negros y blancos nublaron mi visión, la voz de Harry empezó a alejarse de mí. Dejé que mis ojos se cerraran y me concentré en mi respiración mientras intentaba volver, convencida de que podía. Estaba lo suficientemente consciente para oír la voz de Harry decirme que abriera los ojos y respirara. Estaba todavía ahí, casi, colgando entre la realidad y la oscuridad. Eso fue lo último que recuerdo antes de que mi mente se volviera negra. En unos pocos segundos y, a pesar de mi cabezonería, todo había acabado.

X.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top