Capítulo 23
Jueves, 1 de Noviembre. Mi cumpleaños. El único día del año en el que la gente a la que no has visto o hablado desde el colegio parece que recuerda vuestra amistad vía felicitaciones de cumpleaños sin sentido en Facebook. Estaba medio tentada a darle a me gusta a todas para no parecer desagradable pero en vez de eso, decidí que publicar un estado genérico agradeciendo a todo el mundo sería suficiente. Además, era muy agradable despertarse con mensajes de texto y de voz de tus amigos y familia deseando que tuviera un buen día. No había oído nada de Harry esta mañana pero esperaba que fuese por la diferencia horaria entre nosotros. Debían ser las tres de la mañana donde estaba él y sabía que había estado extremadamente ocupado estas pasadas semanas.
Veintitrés años. Doscientos setenta y seis meses desde que entré en este mundo. Ocho mil trescientos noventa y cinco días duros. No sabía si eso sonaba mucho o poco. En muchos contextos, ocho mil era un número pequeño e insignificante. Sería equivalente al alquiler de seis meses o el precio de un coche nuevo. Pero ocho mil días viviendo y respirando... Había ido al colegio, hecho amigos, hecho enemigos, tenido mi primer beso, mis años de 'adolescente rebelde', tuve mi grado, un trabajo... Pero todavía había mucho que quería ver y hacer. Quería ver la aurora boreal, tumbarme sobre la nieve bajo las estrellas y mirar el cielo por la noche. Quería ir a esquiar. Quería montar en elefante e ir a una fiesta de luna llena. Quería bucear en el medio de un lago, sin nadie más a parte de mí y la naturaleza rodeándome. Quería aprender a tocar el chelo. Siempre había pensado que era un instrumento elegante y grácil- mucho mejor que otros de cuerda. Quería correr una maratón. Quería ir a Las Vegas y ser tan insensata como las personas de las películas de Hollywood. Quería quedarme encerrada en un enorme supermercado por la noche. Quería encontrar a alguien con el que compartir el resto de mi vida. Si la Madre Naturaleza era buena conmigo, llevaba solo un cuarto de mi vida vivida y pretendía hacer lo máximo que pudiera. Despues de todo, ¿qué sería la vida sin un poco de diversión y un poco de riesgo?
Me reí mientras colgaba a mi amiga, quien decidió cantarme el Cumpleaños Feliz entero muy mal al teléfono. Me recordó ser una niña y estar en la casa de alguien por su cumpleaños; cuando la tarta llegaba y la madre o el padre te daban una larga nota de 'Cuuuuum-' antes de que todo el mundo se uniera. No creo que haya conocido a nadie que pudiera cantar esa nota. Era una de esas personas que sonreían y lo vocalizaban, solo para ahorrarme la vergüenza.
El timbre de mi casa sonó y me sacó de mis pensamientos. Eran las 9.30 de la mañana, todavía era razonablemente pronto. Una cosa buena de los cumpleaños era que te dejaban el día libre en el trabajo. Me había ofrecido para ir, pero mi jefe había desechado mi oferta poniendo los ojos en blanco y moviendo su mano, insistiendo que me tomara tiempo libre y disfrutara de mi día.
Con mala gana, quité la sábana de mi cómodo cuerpo y arrastré mis pies al telefonillo. Era el cartero. Solo me llamaba cuando algo o necesitaba ser firmado o era muy grande para mi buzón, así que la excitación empezó a fluir por mis venas.
Me puse un jersey de lana ancho sobre la camiseta de mi pijama y corrí hasta las escaleras. Nunca cogía el ascensor cuando bajaba- solo cuando subía. (Necesito hacer ejercicio de algún modo...) Abrí la puerta y el cartero estaba de pie con un ramo de flores, dos cajas y algunas cartas, lo que me tomó por sorpresa. Me sonrió y me preguntó si era mi cumpleaños, a lo que asentí. Me dio los paquetes e intercambió unas cuentas palabras de amabilidad antes de seguir con su día.
Cuando subí al ascensor hacia mi piso, giré la carta que había en las flores y leí el mensaje en la parte de atrás.
'Querida Emilia,
¡Feliz Cumpleaños!
Ten un buen día.
Mucho amor,
Mamá y Papá. Xxxxx'
Sonreí mientras leía el mensaje, sintiéndome un poco emotiva. A pesar de que había vivido fuera de casa desde hace casi cinco años, todavía había momentos en los que extrañaba a mis padres y el confort que era vivir en casa. Mi cama, la comida casera, los chistes malos de mi padre....
Había una etiqueta en la caja más pequeña con la letra de mi madre, un simple Feliz Cumpleaños escrito a través pero no había ni una pista en la caja que era más grande. Coloqué las flores en el fregadero para recordar ponerlas en agua antes de volver a mi habitación y colocar las dos cajas en el edredón.
Abrí la primera caja de mis padres, que tenía unos lazos pequeños color blanco y rosa, junto con el sobre blanco. Abriendo el sobre, vi que me habían reservado un día de spa en Henlow Granhe para mí y otra amiga. Había estado ahí unas cuentas veces y sonreí mientras pensaba en un día de mimos y relajación. La última vez que había ido, mi amiga y yo nos habíamos enamorado de uno de los masajistas. Era alto, moreno y guapo. Era un cliché, pero un cliché italiano. Increíble. Y tenía las manos de un Dios; suaves pero firmes. Me reí para mi misma mientras recordaba cómo mi amiga me susurró que se preguntaba si él daba finales felices, a lo que le respondí divertida que no estábamos en un callejón tailandés. Él había tosido y las mejillas de mi amiga se volvieron granates. Nada más que decir, estaba riéndome como una histérica después de eso.
Coloqué el sobre en la cama y moví mi atención a la otra caja. La dirección estaba impresa así que no podía averiguar quien era por la letra. Siempre había hecho eso- intentar adivinar de quien eran los regalos mirando y estudiando su letra. Era uno de los hábitos triviales que tenía desde que puedo recordar. Hasta de niña, lo había visto como un juego y un reto. Fue cuando me di cuenta del sello y la marca en la esquina y mi corazón se aceleró. Venía de América y solo había una persona que conociera que estaba en América (a no ser que tuviera un benefactor secreto en la otra parte del mundo...)
Aunque lo había dicho en serio cuando le dije a Harry que no quería que me comprara nada, no pude repeler la excitación y el 'nudo en el estómago y el corazón en la boca' que tenía mientras leía la carta que estaba colocada cuidadosamente encima del papel negro, escondiendo lo que fuera que estuviese debajo.
'Querida Emilia,
Se que dije que no te iba a comprar nada por tu cumpleaños, pero mentí.
Dijiste que no te gustan mucho los cumpleaños, pero espero que este sea el comienzo que cambie tu opinión.
Te echo de menos... y estoy esperando verte en unas semanas.
Con amor de Harry x
P.D. Tu otro regalo es el viernes 23 de Noviembre.'
Esa no era la primera vez que Harry me había dicho que me echaba de menos desde que había estado en L.A. y estaba segura de que el calor y el confort que sentía por sus palabras no se disiparía pronto. Habían pasado tres semanas desde que se había ido cuando me dijo por primera vez que me echaba de menos. A parte de mi madre y los mensajes de texto casuales de mis amigos, estaba segura de que esa era la primera vez que alguien me dijera que me echaba de menos. Me sorprendía lo mucho que le extrañaba también. Creo que el hecho de que estaba a seis mil millas hacía el sentimiento más fuerte. No podia hablar o mandarle mensajes cuando quisiera, y la diferencia horaria hacía dificil el Skype u otro chat por webcam. El único vistazo de su cara que había tenido fue durante un montaje de él en las noticias, documentando su éxito mundial. Me seguía pareciendo totalmente surrealista verte en la tele y en revistas tras tener una cercanía con él. Muchas chicas darían su brazo izquierdo para poner pasar tiempo con él, aunque su fama y popularidad nunca se me pasaron por la cabeza. Para mí, era solo Harry; el encantador e ingenioso hombre que había conocido en una tranquila cafeteria en Primrose Hill.
Leí la postdata una y otra vez en mi cabeza. Claramente podia ser críptico cuando quería. Pero antes que atormentarme con infinitas posibilidades de lo que podia ser, abrí el papel para ver lo que había dentro.
Había dos paquetes; cada uno envuelto en su propio papel. Primero cogí la caja mediana de arriba y quite su envoltura; pude ver que Harry había comprado mi perfume favorito de Chloè, sonreí para mi misma. Mi madre me dijo una vez que el perfume era uno de los regalos más íntimos que un hombre podia comprarle a una mujer. Era para que disfrutaran los dos, algo que podia excitar a un hombre por el más suave olor de la piel. Él me había mencionado lo incredible que olía mezclado con sudor y sexo, justo después de estar juntos. 'Me encanta cómo hueles después del sexo. Delicada y salvaje' había ronroneado en mi oido. El mero pensamiento hizo que me hirviera la sangre.
El tercer y último paquete reposaba al fondo de la caja. No pesaba casi nada cuando lo agarré; firme y casi del tamaño de un folio, pero más ancho. Lo puse en mi cama y abrí el papel, antes de deslizar mis manos y cuidadosamente, sacarlo de la caja. Sujeté uno de los babydolls más bonitos que había visto en mi vida. La seda negra colgaba sin esfuerzo de mis manos; decorada con finas flores vintage y dos lazos de satén rosas en los tirantes; justo debajo de los hombros. El material era fino y transparente; obviamente con la intención de dejar poco a la imaginación. Aunque el estilo victoriano del babydoll le daba un toque romántico y elegante; algo en lo que admirar a una mujer antes que arrancarlo en el calor del momento, me preguntaba qué había pasado por la mente de Harry cuando lo había elegido. Me preguntaba cómo se lo había imaginado en mí; qué se imaginaba hacerme con el puesto. Era algo que llevabas para sentirte guapa; no sexy y no podia esperar para probármelo.
'Harry,
Aunque te dije que no me compraras nada, los regalos son perfectos. Muchas gracias, ¡de verdad que no tenías por qué hacerlo!
Tengo el día libre así que creo que me iré de compras. (Te dije que los cumpleaños son como otro día cualquiera.)
Te echo de menos también. Y estoy muy intrigada por tu enigmática postdata... estoy esperando el viernes 23.
Gracias otra vez xxx'
Pulsé el botón de enviar y cerré mi portátil, sonriendo a mí misma mientras caminaba hasta la ducha. Una vez me sequé e hidraté, me puse el babydoll. La tela era ligera como una pluma y sedosa contra Ia piel- casi no podia sentirla. Cuando mire al espejo, me impacté de lo increíblemente bonito que era- incluso más que en mis manos. El dobladillo llegaba justo encima de mis muslos, flotando libremente. A pesar de que cubría mi torso, podia ver el contorno de mi cuerpo y los rosados pezones a través del material, aunque era más sutil que obvio. Era atemporal. Algo que podia ser llevado y adorado durande décadas. Mirándome en el espejo con él era una provocación en sí misma, y me preguntaba cómo se sentiría harry cuando me viera con él. Me preguntaba si su corazón latiría y su zona inferior palpitaría, justo como estaba haciendo la mía ahora mientras me lo imaginaba quitando cuidadosamente la tela de mi cuerpo.
Mi blackberry empezó a vibrar a un lado de mi armario y lo cogí; sorprendida de ver el nombre de Harry en la pantalla. Su voz era profunda y cansada al otro lado de la línea. Solo eso era suficiente para encenderme. "No podia dormir así que pense en llamarte. Feliz Cumpleaños."
"Gracias." Sonreí para mi misma. "Y gracias por los regalos. Lo decía en serio cuando dije que no tenías que hacerlo."
"Lo se pero cuando pense en tí con eso, no hubo vuelta atrás." A pesar de su risa, su voz estaba levemente alterada mientras hablaba. No pude evitar preguntarme si estaba desnudo bajo las sábanas... me preguntaba si pensaba en mi justo antes de irse a dormir o si imaginaba que estaba ahí con él.
"Es precioso. Y el perfume."
"Me alegro de que te gusten." Sabía que estaba sonriendo, seguido de una leve pausa.
"¿Qué hora es ahí?" pregunté.
"Casi las cuatro de la mañana. He tenido problemas durmiendo estos últimos días."
"¿Y eso?"
"No estoy seguro. Creo que porque hemos estado haciendo muchas cosas y mi cuerpo está desajustado."
"Siempre puedes ir a la farmacia." Sugerí. "Para ayudarte con el horario."
"Lo único que podría ayudarme es tenerte aquí conmigo." Sonreí y el calor empezó a surgir en mis mejillas. Me daba vergüenza admitirlo, pero no podia pensar en nada más que sus labios contra mi cuello. Era un confort que apenas conocía y uno que me hacía desear que pudiera estar con él cada día.
"Puedes tenerme en unas semanas." Contesté suavemente.
"Voy a ir a verte nada más llegue al país." Me reí por la determinación de su voz.
"Está bien por mí. ¿Ya sabes la fecha?"
"Creo que el 19, lunes."
"No falta mucho entonces." Sonreí.
"Un poco más de lo que había pensado inicialmente. Pero no, no falta mucho." Me quedé en el teléfono con Harry hasta que pude oir el cansancio a través de él y le convencí para que intentara dormir un poco. Yo era una de esas personas que se quedaban despiertas hasta tarde cada noche pero nunca había tenido problemas con dormir. Mi falta de sueño era una elección y siempre había pensado que dormir era una pérdida de tiempo (aunque admito que es una pérdida de tiempo necesaria.) Me gustaba estar despierta y hacer cosas; ver las oportunidades que no podría si estaba dormida. Dormía porque mi cuerpo lo necesitaba, no porque quisiera. No necesitaba escapar a un mundo de ensueño. Mis escapadas eran cuando estaba despierta; perdiéndome en una fantasia que pudiera controlar. Recientemente había encontrado otra manera de escapar; una que era mucho más satisfactorio que en un mundo hecho por meras imaginaciones. Una que estimulaba tanto mi cuerpo como mi mente.
Las decoraciones de Navidad ya estaban llenando las calles Oxford y Regent y, aunque solo llevábamos un día de noviembre, no podia evitar sentirme un poco navideña. Prefería mucho más la navidad que los cumpleaños. La comida, los fuegos, los villancicos. Solo el pensamiento me hizo sentir cálida y cómoda en mi interior. Las tiendas ya estaban llenas de artículos de navidad y no pude evitar reirme al ver que la gente ya estaba empezando sus compras navideñas. Era una de esas personas que lo dejaban todo para el ultimo día y luego tenía un ataque maniático y de pánico. No me importaban los regalos de navidad porque era más un mutuo dar y recibir; no como los de cumpleaños que solo iban en un sentido. Mis amigos y yo normalmente pasabamos de comprar regalos e ibamos a comer en Nochebuena, seguido por salir de noche, a lo que llegaba una horrible resaca la mañana de Navidad. No podia recordar la última vez que había podido salir de la cama antes de mediodía en Navidad y estaba segura de que este año no sería excepción.
Seguía pensando en la conversación que tuve con Harry antes. Oir su voz me había echo extrañarle un poco más que antes. Me hacía esperar más por su beso. Su toque. Su calor. Podía hacerme sonreír solo con mirarme. Odiaba esperar que el tiempo pasara, pero esperaba que las siguientes semanas pasaran tan rápido como éstas que ya habían pasado.
-
Era el domingo antes de que Harry volviera a Inglaterra. Estaba impaciente, lo había estado desde que hablamos hacía unos días. Afortunadamente, el tiempo que había estado fuera había pasado rápido. Dos meses no era tanto tiempo, aunque se sentía así en los días duros y las noches solitarias. La vida había seguido como hubiera seguido con o sin él. Había ido al trabajo, visto a mis amigos, estado en casa visitando a mis padres... de todos modos, estaba esperando su vuelta.
Mi domingo por la tarde había sido tranquilo y relajante; sin resacas monumentales que curar. Había preparado algo para el trabajo y había visto un par de programas basura que me había perdido esta semana. Mientras llenaba mi tetera con agua y la colocaba en el fuego para que hirviera, un fuerte y seguro golpe vino de la puerta de mi piso. La única persona que sabía el código para pasar por la puerta principal y llegar a mi piso era mi madre y sabía que estaba fuera visitando a unas amigas este fin de semana. Puede que fuera solo un vecino... aunque solo me había encontrado con las otras personas que vivían en el edificio unas cuantas veces en el pasillo e incluso ahí, las conversaciones habían sido escuetas e incómodas.
Caminé hacia la puerta, deseando tener una de esas mirillas para ver una cara difuminada al otro lado. Mi corazón empezó a latir más rapido de lo normal mientras quitaba el pestillo, antes de abrir la puerta lentamente y mirar a través del espacio de un centímetro que había creado. Si fuera físicamente posible, mi corazón se me hubiera salido del pecho.
"Harry." Respiré con ambos shock y sorpresa. Abrí la puerta del todo y parpadeé unas cuantas veces.
"Pensé en dejarme caer." Se encogió de hombros casualmente pero pude deducir por la sonrisa de su cara que estaba tan emocionado como yo.
"Pero se supone que no estarías aquí hasta mañana...."
"Lo se pero me enteré el otro día que llegábamos a casa pronto y pensé en sorprenderte."
Estaba sonriendo como una absoluta imbécil pero no me importaba. Su piel estaba morena y sonrosada en las mejillas y su pelo era mucho más largo desde la última vez que lo había visto, haciendo unos pequeños rizos en las puntas. Hubiera jurado que era por lo menos dos centímetros más alto y, aunque llevaba un jersey negro, podia ver que sus hombros eran más anchos. Seguía teniendo este destello en sus ojos y sus labios seguían siendo rellenos. Todo en lo que podia pensar era en besarle.
"¿Puedo entrar?" Se rió y yo sonreí y asentí mientras me apartaba a un lado. Cuando cerré la puerta, los labios de Harry descendieron hasta los míos; calientes, pesados y apasionados. Mi espalda golpeó la pared y sus manos ahuecaron mi cara mientras se inclinaba más en nuestro beso.
"¿Cómo llegaste hasta quí?" susurré sin aliento.
"Una mujer estaba saliendo. De setenta y algo. Estoy seguro de que no tenía ni idea de quien soy." Sus labios volvieron a los míos, espolvorenado suaves besos en mi piel rosada. Apreté su culo y lo atraje más hacia mi, a lo que él sonrió y se rió. Nos besamos y tocamos por lo menos otro minuto antes de que uno de los dos hablara otra vez.
"¿Cómo estás, por cierto?" Murmuró contra mis labios.
"Bien." Sonreí. "Mejor ahora." Su mano derecha se deslizó un centímetro bajo el dobladillo de mi camiseta y acarició mi piel. Su toque envió destellos a través de mi; llegando hasta mi dedos, que se curvaron contra sus vaqueros en respuesta.
"¿Puedes quedarte?" Pregunté mientras mis manos se deslizaban bajo la parte de atrás de su jersey y viajaba a través de su cintura, moviendose lentamente hasta la parte delantera de su torso. Sin mirar, podia sentir que había estado entrenando mientras había estado fuera. Sus músculos eran más duros bajo su piel; tan suaves y calientes para que le tocara. Solo con ver la cara de Harry, mi pregunta fue respondida.
"Vamos a volar a Irlanda en un par de horas, solo hasta el jueves. En el ultimo minuto, otra vez." Suspiró profundamente mientras yo moví mis manos por su torso y pasaba mis manos por sus pezones, los que se endurecieron al instante. Los pellizqué juguetonamente y sonreí. "Emilia," Me advirtió con una sonrisa.
"¿Cuánto tiempo tienes?" Pregunté mientras trazaba círculos en sus pezones con mis dedos. Un gruñido profundo vibró en su garganta mientras se inclinaba hacia delante, así que sus labios estaban en mi oido.
"El suficiente para follarte." Susurró. "Pero no el suficiente como para saborearte como me gustaría." Mis palabras se atascaron en mi garganta mientras las suyas viajaban a través de mi, llegando a cada parte de mi cuerpo. Mi corazón latía rápido y mis pezones estaban duros contra mi sujetador. El poder del lenguaje era impresionante. Las palabras podían excitar, devastar, traer felicidad y desgracia. Hasta podían liderar y destruir naciones enteras. Y como Harry había demostrado, podían excitar a un ser humano en un momento. Quería desesperadamente tenerlo desnudo; tomandome contra la pared en la que estaba apoyada mi espalda. Caliente y rápido. Sin pensar. Como animales. Pero lo ultimo me apetecía mucho más. Sin prisas, con tiempo para disfrutar y adorar.
No me había dado cuenta de lo fuerte que mis dedos estaban presionando el pecho de Harry; lo suficiente como para volver la piel blanca. Mi respiración se había entrecortado e, instintivamente había separado las piernas un poco para dejar a Harry estar más cerca de lo que ya estaba; para sentirle justo donde lo quería. Su corazón golpeaba contra su pecho y sabía que sentía el mismo peso en sus entrañas; justo como yo.
"El viernes," sonrió contra mi mejilla. "Merecerá la pena la espera, lo prometo."
-
'Intenta no tocarte hasta el viernes.' Harry me había mandado un mensaje inmediatamente después de irse. 'Prometo aguantarme también.' Tras su visita sorpresa y nuestro encuentro en el pasillo, me había dejado caliente y agitada. Mientras estaba fuera, me había masturbado una vez. Antes de Harry, podría haberlo echo probablemente una o dos veces a la semana, pero ahora nada parecía satisfacerme tanto como él. Tenía unos dedos muy habilidosos y esbeltos que podían haber tocado la lira de Apolo fácilmente y sin esfuerzo. Podían llegar a lugares y a placeres que nunca había conocido.
Cuando le pregunté a Harry qué debía vestir esa tarde, había sido bastante difuso y me dijo que llevara algo bonito, pero también algo con lo que estuviera cómoda. Eso no ayudaba del todo, y él se rió cuando le dije que no era útil, antes de que me diera a entender que un vestido sería más oportuno que vaqueros y una camiseta.
Me quedé de pie delante del espejo en mi habitación en un vestido ajustado negro con manga larga y que llegaba justo por mis rodillas. La tela era ajustada; elevando mis pechos hacia arriba y apretando mi cintura para crear la silueta de un reloj de arena.
El corte del vestido era clásico y femenino, más que obvio y promiscuo. Había pagado lo suficiente por él cuando lo compré hace unos meses, así que esperaba que fuera apropiado con lo que fuera que hubiera planeado Harry. Mis piernas brillaban con la luz. Estaba impresionada con lo suaves y sedosas que parecían después de haberme duchado, depilado e hidratado. Mi pelo estaba suelto en ondas naturales; cayendo ligeramente desde la raya al medio. Mi maquillaje era suave y mínimo; nada de ojos oscuros o labios rojos, solo un poco de polvos, mascara y pincel de cejas para darles más definición. Mis mejillas eran naturalemnte rosadas así que no me molesté en ponerme colorete.
Podéis ver el babydoll en imágenes
X.
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