chapter six
ꗃ ... !! THE PRETTY ARTIST ' 🎨◞
━━ capítulo seis ... ❜
❛ you just keep on buildin' up your fences, but i've never been so defenceless ❜
Minho se dejó guiar por sus impulsos, obedeciendo a su necesidad ilógica de intervenir en una conversación ajena.
Estaba ahí, parado como imbécil entrometido mientras Felix le miraba inquieto y Wooyoung le sonreía sin ápice de asombro, aparentemente muy alegre de su presencia inoportuna.
No le carcomió la culpa, sabía que estaba interrumpiendo algo relevante, y a juzgar por la cara de susto en el omega, era claro que llegó justo a tiempo para hacerse notar y enterarse de que demonios hablaba ese par.
—Min, ¿cómo va todo? —murmuró el beta, acercándose a palmearle la espalda—. ¿Ya terminaste de ver la galería?
Su gesto antipático se borró y se mostró amable, observando minuciosamente a su amigo.
Bosquejó una sonrisa inmutable, sin bajar la guardia.
—Todo está de maravilla, me ha encantado tu gran presentación —pronunció, honesto.
—Ha sido un éxito, ¡hubo gran cantidad de asistencia!
—Lo noté, me siento muy feliz por ti. ¿Ya vas a quitar las mamparas?
—Pronto, quedan unos minutos y hay personas que aún no ven toda la exposición —murmuró, bailando sus cejas de abajo hacia arriba.
Con la sugestión, ambos viraron hacia el menor, quién los observaba escéptico justo en el medio, sin encontrar todavía su lugar en la nueva charla que se iba desarrollando.
Por ende, el alfa le volvió a sonreír, esta vez un poco más cálido y clavó sus ojos en los suyos, desatando una rebelión de mariposas imparables en su barriga.
—Hola, Felix—canturreó, vivaracho—. Creí que no vendrías.
El nombrado se abochornó y la saliva se le atrancó en la garganta.
No ahora, por favor.
—No... bueno, es que Jisung... su impuntualidad —articuló sin un orden congruente en la oración—, él llegó tarde...
Como ya era usual, solo alcanzó a unir las sílabas correctas para expresar lo básico; estaba horrorosamente abrumado.
En cambio, Minho asintió comprensivo, sosteniéndole la mirada y examinó en silencio su cambio visible de actitud.
Su espionaje desde la lejanía, lo llevó a discurrir que a lo mejor charlaba con alguien totalmente diferente, ya no lo percibía fluir como hasta hace un rato.
—¿Y dónde está? —El mayor inquirió, apretando los labios.
—¿Quién? —Le respondió, desubicado.
—Pues Jisung...
Felix deseó hundirse en el subsuelo y desaparecer, lamentando su realidad.
Le atacó el agobio, harto de sentirse vulnerable cada que estaba frente a Minho; ya no quería parecer un idiota, siempre se desconectaba del mundo y quedaba como un total perdedor.
Ahora mismo, debía tener la pinta de un pobre e indefenso muchacho, tan torpe y cohibido.
Se fastidió consigo mismo, con la timidez que lo imposibilitaba, dejándolo rígido como un maniquí.
—Ah, no lo sé... —Miró las agujetas de sus tenis. Una estaba desamarrada—. Lo perdí hace unos minutos.
No mentía, no tenía ni idea del paradero de su mejor amigo. Lo reprendería cuando lo encontrara por abandonarlo.
—Debe de andar por ahí vagando —El oji-marron respiró calmado, divisando el perímetro—. Quizá se mezcló con los demás.
—Creo, puede que-...
—Un minuto —El habla del omega fue arrebatado por tercera vez—. ¿Ustedes se conocen?
Wooyoung, quién hasta ese instante había sido ignorado por los otros dos, formuló su pregunta, obteniendo de lleno la atención.
—¿Eh?
—Sí, que si ustedes se conocen —Tenía el signo de interrogación brillando en su frente—. ¿Desde cuándo se hablan?
Minho hinchó el pecho y llevó sus manos hacia atrás, entrelazando los dedos por la espalda.
—Somos vecinos desde hace unos cinco años, mis padres compraron una casa a lado de la suya —informó con una pizca de orgullo—. Y cuando él entró a estudiar aquí, yo estaba en mi último año...
Vio a Wooyoung asentir con lentitud.
Detectó su semblante contrariado luego de escuchar la corta historia y de inmediato supo que no pensó equivocadamente, no había fallado en la suposición.
Nunca podría hablar mal de su amigo, reconocía que era un compañero plenamente atento y le caía bien a la mayoría en la universidad debido a su personalidad única. Era ingenioso para realizar chistes, su sentido del humor era maravilloso, se transformaba en el alma de las fiestas y la diversión estaba asegurada cuando él se encargaba de organizarlas.
Un buen elemento.
Por otro lado, esos detalles positivos no lo hacían inmune a ciertas cosas que causaban un grado de molestia en Lee mayor.
Francamente, verlo conversar con el rubio, lo exasperó en un soplo.
—Ya, eso es genial —El beta admitió y miró hacía Felix. Lucía intranquilo—. No se me pasó por la mente, pero que bueno que te lleves bien con Minho, es grandioso.
—Sí... eso creo —titubeó, chupándose el labio inferior.
Atusó su melena, procurando desviar la carga increíblemente pesada que la mirada ajena oprimió sobre él.
No sabía que hacer y rogaba que Jisung llegara a salvarlo como continuamente lo hacía.
—Pues muchas gracias a los dos por venir, significa mucho para mí —Con una sonrisa plena, el joven de ojos pardos aligeró el ambiente—. Justo le estaba haciendo la invitación a Felix para venir con nosotros al bar...
—¿Lo hacías? —sondeó y chasqueó la boca.
—¡Sí! Me gustaría que nos acompañara.
Las fosas nasales de Minho se ensancharon al tomar aire.
Nunca se encasilló como una persona celosa, jamás sintió la necesidad de imponerse y no le gustaba competir o siquiera involucrarse en líos absurdos... ¡Pero, maldición! Él conocía al pie de la letra el modo en que Wooyoung operaba al lanzar el anzuelo.
Todo empezaba así, al natural; una plática eventual, una invitación voluntaria, citas recurrentes y luego buscaba obtener el permiso para el cortejo formal. A pesar de no ser un alfa, él chico estaba en la línea de lo tradicional, fue educado como a un caballero y poseía su buena fama de conquistador.
Era terriblemente fácil caer en sus redes. No era mala persona, se hacía responsable de sus sentimientos y les daba el lugar correspondiente a sus parejas oficiales.
Eso era lo que más asustaba al castaño, su estómago se revolvía con el simple hecho de imaginar cualquier cosa que implicara el nacimiento de un posible vínculo amoroso entre el beta y el omega.
No, no, no.
—¿Quieres ir? —Le cuestionó al ojiverde, expectante.
El aludido alivió una comezón inexistente en su nuca y con disimuló, suspiró.
—¿Tu irás? —Valientemente, le devolvió la pregunta.
Minho batió sus pestañas en repetición, asintiendo frenético con la cabeza.
—Sí, sí, yo... sí—titubeó sin remedio. Lo pilló desprevenido—. Ahí estaré.
Felix disminuyó la tensión en sus extremidades superiores y creó una especie de comunicación no verbal por medio del contacto visual.
Idealizó la intención, cansado de ser un fiasco.
Las palabras de su platinado amigo no dejaron de acribillarle a raíz de la última vez, y si era cierto que ese alfa tenía un interés fuera de lo académico en él, lo iba a averiguar.
Su omega le imploró que no huyera.
—Bien... —Recolectó todo su coraje, y se aventuró—: Entonces iré.
¿De dónde le nacieron esas agallas? Ni él mismo lo supo, pero lo dijo con llaneza y milagrosamente, no se retractó.
La sonrisa en el mayor arrolló con todo a su paso, su dentadura iluminó el sitio y Wooyoung prefirió callar al ser testigo de la indescriptible conexión.
Definitivamente, estaba fuera del campo en ese juego. No quería problemas con Minho.
—¡Fantástico! —chilló con felicidad el beta. No le quedaba más que hacer—. Ahí los espero. Min, encárgate de darle la dirección, yo iré por allá... —Apuntó hacia una agrupación de estudiantes que le hacían señas con la mano—. Me llaman.
—Claro, nos vemos después.
Luego de chocar los puños como despedida con su par de compañeros, los dejó solos frente a la mampara repleta de fotografías que en unos minutos comenzarían a retirar.
Solo así, el menor resopló y se agachó para atar el cordón rebelde de su tenis, ganando unos segundos valiosos de tiempo en los que pensó como retomar el diálogo.
Se incorporó, sacudiendo su camiseta y afianzó sus manos al borde final de esta. La jaló un poco hacia abajo, incapaz de subir la mirada.
—¿Y bien? —Minho rasgó el silencio—. ¿Estás seguro de que quieres ir?
Felix se mordió la lengua y afirmó con un movimiento, direccionado por su instinto.
—Primero tengo que decirle a Jisung—Se refregó la palma derecha en el muslo. Le estaba sudando—. Aunque no creo que tenga problema... él siempre quiere salir a beber.
—Entonces, se convierte en un rotundo sí.
—Al parecer...
No había retorno y sinceramente, no planeaba retirar su resolución previa. Era un adulto hecho y derecho, que tenía la capacidad de sustentar sus propias elecciones.
Iría.
—Bien, ¿conoces el bar que está a tres cuadras, saliendo del campus? —indagó, sin poder disfrazar su emoción—. Se llama Luna Azul.
—Sí, sé cual es... fachada blanca con cancelería negra, ¿no?
—Ese mismo —Estiró sus comisuras—. Tiene la reservación a las seis de la tarde, invitó a varios... Se pondrá bueno.
Tuvo que asentir de nuevo, controlando bastante decente el nerviosismo que lo intimidó.
—A las seis —aseveró el más joven y alzó el rostro.
Se topó con los iris marrones del otro, reluciendo como dos piedras preciosas. Algo espléndido y misterioso.
Mierda, Minho era guapísimo.
Estuvo a punto de babear.
—Nos encontramos allá —constató el peli-negro, alzando su mano hecha puño—. ¿Te parece?
Aquella acción lo hizo pestañear y entendió lo que tenía que hacer.
—Sí, de acuerdo —susurró, correspondiendo el gesto y sus nudillos se encontraron efímeramente—. Uhm, sabes sí... ¿Sabes si hay algún código de vestimenta?
—No, no hay. Puedes ponerte lo que gustes, es casual.
—Bien, gracias.
Minho sintió el martilleo en su caja torácica, la saliva se le acumuló en la boca y tragó duramente.
Tenía que decirlo, joder, tenía que sacarlo, le estaba quemando por dentro.
—Ponte lo que quieras —farfulló deprisa. No se detuvo—, cualquier cosa que uses, te hará ver muy lindo.
El cumplido más inocente del universo, pero también el más real.
Felix se quedó mudo, temiendo que los latidos tronando en su pecho fuesen audibles; quedaría expuesto de ser así, aunque el sonrojo en sus mejillas era el delator más pérfido y desleal.
No hubo tiempo de una respuesta, el alfa se fue como un alma descarriada sin descanso, dando dos zancadas hacia atrás antes de girar sobre su propio eje y emprender camino de regreso con Chan.
Pasmado, retuvo la respiración unos segundos, sacándola después en un suspiro sigiloso. Con el alboroto en su corazón precipitado, salió de la galería, jodidamente ruborizado e irracionalmente dichoso.
Ese halago lo remitió a la gloria.
Necesitaba resguardarse unos minutos en su alcoba, procesar lo acontecido y gritar eufóricamente con una almohada en la cara.
Le enviaría un mensaje a Jisung, comunicándole que se había ido de la exposición y que lo esperaba a las 5:00 p.m. en punto para cumplir con el compromiso que echó encima.
Emitió un gruñido y el vértigo lo hostigó.
꒷꒦꒷꒦
—¡Shot, shot, shot!
Felix recibió el trago directo de una botella al oír aquella palabra de cuatro letras.
La música de fondo retumbaba en las paredes, las luces cambiaban de tonalidades y sus piernas dolían, llevaba casi dos horas bailando con otros omegas de diferentes semestres que conoció en la reunión.
Un mesero designado atendía especialmente a los universitarios, tenían una mesa privada en el primer piso y las botellas de licor que les surtían parecían infinitas, todo estaba pagado por el beta.
La mitad de los jóvenes estaba en el mismo canal, igual de borrachos y atontados por el consumo excesivo de alcohol; Wooyoung usando sus dotes de galantería con otro de sus compañeros y Jisung danzando en la enorme pista de baile que se extendía en la planta baja.
El omega no estaba ebrio, conocía perfectamente su límite y en cuanto se sintiera mareado, se negaría a ingerir las bebidas preparadas. Era responsable de sí mismo, se divertía sin excesos.
Y tumbado en un sillón, Minho subsistía con un vaso de vodka entre sus dedos y la mirada perdida en un chico de radiante sonrisa.
Felix lo tenía encantado.
Nunca había presenciado esa libertad con la que se desenvolvía, era mágico, casi hechizante.
Era como si tuviera un puto imán en su físico, un polo que lo atraía, no podía parar de acotar sus acciones, de admirar su forma tan sutil de bailar. Las gotitas de sudor desprendiéndose de su piel, los párpados abajo cubriendo sus ojos al sonreír y cantar, disfrutando al máximo de la celebración.
Su camisa de botones con los tres primeros desabrochados, las mangas dobladas hasta los codos.
Inalcanzable, un tesoro invaluable, las musas estarían celosas de su existencia...
—¡Lee Know!
Rebobinó la cinta y puso los pies en la tierra, cuando rebotó en su lugar a causa de una caída sobre la plaza vacía del sofá en el que estaba.
Unas gotas de su bebida se derramaron sobre el dorso de su mano.
—¿Qué? —gruñó, de mala gana—. ¿No ves que estoy ocupado?
—¿Haciendo qué? —Chan se carcajeó y enseguida se empinó una cerveza—. ¡Llevas todo el rato aquí tirado, vamos a bailar!
—No quiero —vociferó, a regañadientes.
—¡Si quieres! —Se levantó de un salto y lo tomó de la muñeca—. ¡Vamos!
—¡Que no! —graznó, oponiendo resistencia—. ¡Ya suéltame!
—¡Hazlo!
—¡Con una mierda!
Su mejor amigo hizo caso omiso a la súplica y con pasos marcados, tiró de su brazo, situándose al centro del gentío de estudiantes que cantaba al ritmo de las canciones.
El alfa no compartía el gusto por el baile y tampoco lo hacía bien, sus movimientos eran repetitivos y a veces pisaba a los demás. No tenía la habilidad con la que muchos nacían, le costaba trabajo acoplarse, tenía dos pies izquierdos.
A pesar de los obstáculos, Bang lo sujetó de la mano y lo ayudó a integrarse, haciéndolo girar y reír cuando la bulla de quienes los rodeaban aumentó; no era muy común que Minho se sumara a la juerga, por lo general, su tarea principal era beber y beber...
Les dio el honor de permanecer en el núcleo, mientras duraba la canción en proceso; la tonada fue de su agrado y disfrutó, hasta cierto punto, convertirse en la fuente de motivación que aumentó el tumulto.
Cuando la melodía expiró, reconoció el grato momento y tras ingerir un caballito de ron que le regalaron, deliberó retornar a su asiento.
De improviso, una mano se enganchó otra vez en su antebrazo, cerrándose en un agarre que lo inmovilizó.
Entornó los ojos, ¿por qué Chan era tan desesperante cuando bebía?
—¡Ya me quiero sentar, déjame! —espetó, girando para zafarse del encarcelamiento.
Iba a protestar, pero el reclamo se atascó en sus cuerdas vocales.
—¿No quieres bailar conmigo?
Su expresión cambió por completo al encandilar un bonito rostro que resplandecía bajo las luminarias de colores.
Su sangre se heló.
—¿Felix?
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winchesterxdean,, 2024
NOTA; lo que viene va a estar re bueno, espero les guste y emocione. <33.
historia original @mtommot91
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