Miedo
...No me abandones...
Narra autora
La brisa fresca del océano acariciaba el rostro de Marco mientras la imponente figura del MobyDick atracaba en una isla que resplandecía con tonos vibrantes de vegetación y flores exóticas.
Desde que Marco había comenzado su relación con Portgas D. Ace, había sentido que el mundo se iluminaba. Cada día juntos fue una danza entre risas y complicidad, un amor que crecía en un rincón secreto de su corazón, donde la sombra de su alma gemela perdida jamás podría alcanzarlo.
Tres meses de felicidad parecían eternos en el mejor de los sentidos, pero también arrastraban consigo un miedo que atormentaba a Marco cada vez que se asomaba a la luz del día. El recuerdo de su alma gemela, una presencia que nunca llegó a conocer, lo acechaba como un eco distante que resonaba en su interior. No podía evitar preguntarse si, en algún momento, su amor por Ace podría verse amenazado por la aparición del alma gemela de su preciosa luciérnaga
Esa tarde, después de amarrar el barco, la tripulación decidió explorar la isla. Marco y Ace caminaron juntos, sus manos entrelazadas como la promesa de un amor sincero. Frente a ellos, un mercado bullicioso pulsaba con la energía de la vida insular. Todo parecía perfecto, hasta que una curiosidad atolondrada llevó a Ace hacia un grupo de personas reunidas alrededor de una joven que deslumbraba con su belleza. Sus ojos eran de un verde intenso, su larga cabellera de un hermoso color negro y su risa tenía una melodía que hizo que Ace se sintiera ligeramente aturdido
Marco sintió cómo el aire se volvía denso. Se detuvo, su mano aún sostenida por la de su novio, Marco observo cómo la mirada de Ace se fijaba en aquella desconocida.
El mundo al alrededor de Marco se volvió borroso, como si un velo de incertidumbre se hubiera caído sobre él.
La joven se acercó a Ace, ignorando a Marco por completo.
- ¿Cómo te llamas? - preguntó con un brillo en sus ojos. La emoción de aquella chica flotaba en el aire, y Marco supo de inmediato que esa mujer era el alma gemela de su novio
Marco pensó, erróneamente, que debía hacerse a un lado, el no tenía derecho de interrumpir o arruinar la conexión que se estaba formando entre Ace y aquella chica.
El corazón de Marco se hundió. Temía perder a Ace, el amor que había abrazado con tanta devoción, pero dio un paso atrás, tratando de desaparecer entre la multitud.
¿Qué podía hacer?
No quería ser un estorbo; no quería que Ace se sintiera atrapado por qué eran pareja, el ya era viejo y Ace era un joven tan lleno de vida que acababa de encontrar a su verdadera pareja.
- ¡Marco, espera! - escuchó la voz de Ace a sus espaldas, dulcemente firme. Cuando se dio la vuelta, vio a Ace mirándolo con confusión. - ¿A dónde vas?
Marco hizo una ligera mueca, pero sonrió de forma despreocupada, y sintiendo cómo su pecho se comprimía, hablo
- Por fin has encontrado a tu alma gemela... Y yo solo... No quiero interponerme - confesó con la voz teñida de amargura
- ¿Mí alma gemela? - Ace frunció el ceño e hizo un adorable puchero - Ella no es mí alma gemela - afirmo señalando despectivamente a la chica, quien se congelo en su lugar luciendo herida - Estúpido cabeza de pajaro - Ace lo insulto en un murmullo suave - esa mujer no significa nada para mi. Porque tú eres a quien realmente amo.
Las palabras de Ace resonaron dentro de Marco como un canto de sirena. Era una verdad que se sentía profundamente, aunque la inseguridad todavía nublara su mente.
- Pero... ella es más hermosa y joven que yo... ¿Y si decides irte con ella? Si realmente es tu alma gemela no podría culparte por hacer eso - murmuró Marco, la desesperación brotando de sus labios.
Ace dio un paso al frente, tomando las manos de Marco con firmeza.
- Tú eres mi elección, Marco. Lo que siento por ti no tiene comparación. Esa chica puede ser mí estúpida alma gemela, pero tú eres mi presente y mi futuro.
Las palabras de Ace eran como un bálsamo para su alma atormentada y junto con la mirada intensa de Ace disipó sus dudas, y por un momento, sintió que el peso de su miedo se desvanecía. La chica, sin embargo, observaba la escena con una mezcla de sorpresa, confusión y dolor.
Aun así, la certeza en los ojos de Ace hizo que ella retrocediera, comprendiendo que su amor no podía ser correspondido ni forzado.
La chica se alejó derramando lágrimas silenciosas, mientras dejaba a los dos hombres solos. Marco sintió cómo su pecho se liberaba de toda la tensión acumulada. Con una sonrisa que reflejaba el entendimiento profundo, Ace.abrazo el cuello de Marco con un bonito sonrojo en sus mejillas pecosas
- ¿Ves? No importa el jodido destino, porque nosotros elegimos nuestro camino - dijo Ace - Te amó, Marco. Eres mi todo
Las palabras resonaron como un mantra en el interior de Marco. Se sentía amado y deseado.
- Yo también te amó, mí dulce luciérnaga - Marco beso los labios de Ace con amor y pasión y cuando el beso acabo juntos se giraron para continuar explorando la isla, rodeados del brillo del sol de ocaso, listos para enfrentar cualquier aventura que la vida les presentara.
Días como esos, llenos de encuentros inesperados y decisiones valientes, demostraban que el verdadero amor no se medía por destinos predestinados, sino por el compromiso de elegir, una y otra vez, el uno al otro. Así, mientras la brisa marina jugaba con sus cabellos, Marco comprendió que Ace no solo era su pareja, sino su hogar.
El destino podía irse a la mierda
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