Capitulo VII:
[6 de enero, 1956]
—Enciérralo con los demás.
—Señor, pero las celdas están repletas... Tendremos que ponerlo con...
—Por un demonio... Bien, ponlo ahí.
Dos voces se escuchaban mientras una imagen borrosa de dos personas se iba aclarando, luego en un abrir y cerrar de ojos, el chico pelirrojo se encontraba en una celda con otras dos personas, despertando lentamente para luego mirar a su alrededor, preguntándose dónde se encontraba, rápidamente se puso de pie y comenzó a buscar un método de salida, se sentía como nunca antes había estado, desesperado.
—No hay salida... Por donde quiera que busques no puedes salir de aquí. – dijo alguien, James se dio la vuelta y vio la silueta de un hombre.
—Siempre hay una manera... Debe de. – respondió el pelirrojo.
—Créele joven, no hay salida, hemos llevado años acá...– dijo la voz de una mujer, la cual James no pudo observar bien puesto que aún tenía su mirada borrosa.
—Debo salir de aquí... Yo... Mi esposa está allá afuera, está en peligro. – soltó el pelirrojo con un tono más de desesperación, dos de los guardias llegaron a la celda para sacar al joven de ojos verdes, llevándolo a una sala donde al parecer un hombre quería respuestas.
—¿Cómo es que has llegado hasta esta cabaña? – preguntó el hombre, pero James guardó silencio, no iba a revelar el porqué estaba ahí y mucho menos donde estaba su esposa.
—He conocido hombres como tú, sus músculos no son representativos de su poder mágico...– dijo el hombre en la sala, pero James contestó
—¿Quieres averiguarlo? He conocido hombres como tú que sus palabras no reflejan sus hechos.– el hombre se puso de pie con cara retadora
—Llévenselo, es hora que comience a trabajar con el resto.– dijo el hombre, tomaron a James y lo llevaron de vuelta, mientras caminaba con su mirada agachada. Mientras sacaban a las otras personas encerradas, los hicieron caminar hasta un pequeño bosque junto a otro grupo de gente, uno de los hombres entregó un hacha a James y le ordenó cortar los árboles, pero el pelirrojo se negó.
—No soy tu esclavo, nadie de aquí lo es y no deberíamos de hacer nada por ti ni tú comando de personas incapaces de ensuciarse las manos.– dos hombres se acercaban al pelirrojo con furia, pero un señor gritó desde lejos mientras se acercaba.
—No le hagan nada, yo me encargaré... Por favor, déjenlo. – James reconoció esa voz, era su compañero de celda, se dio la vuelta para mirarlo y quedó en shock, confundido... Giró su cabeza hacia la derecha y ahí estaba la señora que estaba en su celda, el señor tomó a James y lo guió hasta la señora.
—Joven, no sé si es suficientemente valiente o estúpido...– exclamó el señor, su esposa lo miró de forma retante, pero James seguía confundido.
—Joven ¿se encuentra bien? – preguntó la señora, a lo que James contestó.
—Los Wood... Son ustedes...– la pareja se miró de manera confundida y luego miraron al chico, los tres se encontraban confundidos.
—¿Cómo es que nos conoce joven?
—Querido... No sé si recuerdas que fuimos muy conocidos hace algún tiempo...
—Claro... si... por eso los conozco, los han buscado por mucho tiempo...– el joven pelirrojo se encontraba un poco angustiado, pues se encontraba frente a sus suegros quienes estuvieron perdidos por años, no confesaría que son parientes, no por ahora...
Habían pasado unos cuantos días desde que el pelirrojo se encontraba en ese lugar, un día más y cumpliría casi una semana. Sus manos estaban un poco mal cuidadas, pues el lugar en el que se encontraban los trataban como esclavos, trabajaban de mala gana para las personas encargadas del lugar, se llevaba muy bien con sus compañeros de celda sin saber que conectaban lazos y que él estaba ahí para ayudar a su esposa a encontrarlos, durante los recesos cortos y minutos de almuerzo comenzaban a contar historias uno al otro, los señores mencionaban a su hija, Abril Wood.
—Mi hija... Una gran fanática a las criaturas mágicas, solo espero que esté bien y que haya cumplido su sueño de graduarse. – dijo la señora Wood, su esposo la interrumpió.
—Y espero que se haya casado con alguien porque esa niña me prometió un yerno...– todos rieron, incluso James más, a lo que dijo unas palabras.
—Su hija suena a que es una chica fantástica... Si está casada apuesto a que su esposo es muy feliz con ella. – la pareja se miró y sonrió. Ya en su celda, de noche, estaban por dormir cuando de repente se escucharon varios golpes en paredes y suelo, pero ya era costumbre escuchar ruidos así durante las madrugadas. En un sueño profundo, James comenzó a soñar, veía a su esposa preocupada, pero rodeada por alguien, cuando escuchó la puerta abrirse y abrió sus ojos rápidamente, dos guardias más pequeños que él lo tomaron y se lo llevaron, James estaba confundido, los guardias lo llevaron a un lugar donde al parecer no había nadie, se quitaron sus capuchas y soltaron su cabello.
—Maldito suicida, ¿Qué estás haciendo aquí? – exclamó uno, o más bien, una de las guardias.
—Cálmate Adela, James, hay que sacarte de aquí, pero hay muchos guardias. – James confundido miró a las chicas, Adela le extendió su mano y en ella estaba la varita de James, él la tomó y las chicas comenzaron a caminar hacia una aparente salida con el objetivo de que James las siguiera y salieran de ahí, pero se quedó quieto.
—No podemos dejar a estas personas acá, son esclavizados y torturados la mayoría del tiempo, no es justo. – pero Adela interrumpió.
—Tú y tu complejo de moralidad, camina ya. Prometo que volveremos luego por ellos. – No muy convencido, el pelirrojo siguió a sus amigas hacia la salida.
[13 de enero, 1956]
—Uff... Ha estado largo, pero ahí es... ta...
—James... Debes ver esto...
—Por un demonio.–
En la colina con vista hacia la cabaña, se veía la misma rodeada por gente y a lo largo, Maie, Bella y Abril en aparente peligro.
—¡Hay que ir rápido, ahora ellas nos necesitan a nosotros! – exclamó Odhet.
—Qué suicidas... ¡Vamos! – añadió Adela.
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