Capítulo 14:

Todos los ojos estaban puestos sobre James, los presentes en el salón estaban esperando su reacción ante la noticia. El cuerpo de Dean había sido sacado de su fosa y no era obra de Wilsa y su grupo.

Era probable que hubiera alguien más buscando el cadáver del muchacho.

—Vale —por fin habló—. Me explicaron lo suficiente y lo entiendo. No fueron ustedes —dijo refiriéndose a Elías— y ustedes saben bien que yo no sería capaz de hacer algo así.

La tensión en la sala se desvaneció solo un poco. Elías se puso de pie.

—Es hora de que me vaya, tengo un par de asuntos que resolver, nos vemos —salió de la casa.

Minerva soltó un suspiro. Parecía tener una lucha interna.

—Saldré a caminar un rato y creo que debería ir a ver a Wilsa —dijo poniéndose de pie— después de todo, es mi hermana.

—Es lo mejor —James la alentó.

La joven se despidió de él y Abril, tomó su abrigo y salió de la casa.

Abi y su esposo habían quedado en el salón, viendo a Bella hablar con Luis y a Maie regañando a Marck.

—Pobres chicos... parece que están en problemas —dijo a su esposo mientras reía por ver a los muchachos incómodos.

—Abi... —dijo James, la chica de ojos verdes giró para verlo— Lo siento, no fue mi intención hacerte daño —el pelirrojo le tomó las manos a su esposa, pero la chica retrocedió.

Se puso de pie un poco afectada y caminó hasta la puerta.

—Nada volverá a ser como antes, James... —bajó su mirada y se dirigió hacia el jardín para estar con sus hijos.

En la Residencia Griffith, la chica castaña se encontraba sentada en su escritorio resolviendo el texto rúnico que su padre le había enviado. Escuchó el timbre de su casa y se dirigió a abrir la puerta, se sorprendió al mirar quién estaba detrás de ella.

—Elías, ¿Qué haces aquí tan tarde? Pasa —el chico de gafas entró, ambos se sentaron y comenzaron a hablar por un largo rato. Le contó sobre la reunión y la reacción de James al llegar a su casa y contarle.

—Y bueno, James entendió.

—Es un milagro que lo haya hecho...

—¿Cómo sigues de tus heridas? Parece que no te has recuperado muy bien.

—Se supone que convencerías a Adela para que me ayudara —dijo Wilsa, un poco adolorida.

—Pues, no he podido hablar a solas con ella, lo siento. ¡Pero tenemos a Odhet! —el chico sonrió, su amiga hizo una mueca, luego sonrió— Así que iremos a buscarla.

—Oye ¿Puedes ayudarme con este pergamino? Mi padre envió un texto rúnico, he descifrado la mitad pero al parecer la letras no vienen en orden.

—Una vez habías dicho que tu papá odiaba las runas —dijo el joven Prewett mientras tomaba el pergamino, esas palabras habían causado confusión en la castaña.

Minerva estaba sentada en una de las bancas de Hogsmeade, mirando hacia el lago. La pelirroja tenía tantas cosas en su cabeza, que hasta le parecía conveniente proponerle la idea a Elías de hacer un pensadero.

Ya estaba pensando en cosas extrañas.

¿Dónde estaba Dean?

No lo sabía, y pensó en el bebé que venía en camino y en que no sabía cuántos meses tenía de embarazo. Se decidió a pedir una cita en San Mungo. Hablaría con Adela cuando estuviera libre.

—Bien, lo haré después... —la chica cerró sus ojos y sonrió un poco.

Cuando los abrió, se encontraba en un bosque conocido, Chipre. Miraba a sus amigos pelear codo a codo, a lo largo visualizó a Dean luchando contra el líder de los malos, pero parecía perder, ya que el tipo lo tomó del cuello y lo levantó, parecía apunto de morir y escuchó al hombre decir algo:

—Por fin te tengo... —rápidamente Minerva abrió los ojos y despertó sobresaltada, la luz del sol le estorbaba en su cabeza, se había quedado dormida en la banqueta

James iba camino a la cocina, cuando su hijo apareció corriendo.

—¡Papá! —se detuvo frente a él— ¡Te ha llegado esta carta de la tía Sam!

—¿Samy? —rápidamente James la tomó y la abrió, se encontró con un texto el cual leyó y a las espaldas de la carta, un texto rúnico. 

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