Capítulo 13:

La luz de la luna entraba por las ventanas de la Residencia Sawyer. En la casa se respiraba cierto aire de intranquilidad. Dos muchachas se asomaban a la puerta de la habitación principal, donde un hombre permanecía dormido profundamente. Los demás esperaban las noticias en el salón.

—¿Cuando despertará? —se giró una de ellas para preguntar a la otra.

—Lleva un buen tiempo así... creo que ya pronto pasa el efecto —se dirigieron a la sala de estar, con el resto del grupo.

Mientras tanto, en la casa de las hermanas Griffith, cinco pares de ojos miraban expectantes a la joven que se encontraba tendida en la cama, aún desmayada. La joven de cabellos plateados se acercó alzando a la vez su varita.

—Ennervate... —exclamó Odhet, mientras apuntaba a la castaña. Esta comenzaba a abrir los ojos lentamente. A su lado se encontraba Maie, quien limpiaba las heridas que le habían causado la batalla que había tenido hace unas cuantas horas.

—No te muevas Wil —dijo Bella, mientras tomaba una jarra y servía un vaso de agua para la muchacha.

—El plan, ¿ha funcionado? —preguntó al tiempo que sostenía el vaso que le habían pasado y miraba a sus compañeros.

—Surgió algo —Odhet contestó, se veía en sus ojos que estaba preocupada.

La mirada de Wilsa se tornó confusa, y su tono de voz demostraba el mismo sentimiento.

—¿Qué?

—Al llegar el cementerio comenzamos a excavar en la tumba de Dean. Su cuerpo no estaba.

Su mirada se endureció. Arrugó el rostro.

—¿Creen que haya sido el grupo de James?

—Negativo —Elías se sentó a los pies de la cama—. Hablé con Mimi y jura, por su hijo, que no fueron ellos.

Wilsa negó con la cabeza.

—Imposible ¿Quién más lo haría si no ellos? Hay que detenerlos —intentó ponerse de pie, pero su cuerpo estaba demasiado adolorido.

—Wilsa, ¿no confías en la palabra de tu hermana? Juró por su hijo que no fue así —habló Laia, mientras ponía sus manos sobre los hombros de la aludida para impedir que se levantara de nuevo.

Elías aclaró su garganta.

—Mimi y su grupo aceptaron hablar con nosotros, quizá podamos solucionar algo.

—Pero... —intervino Bella— Hemos pensado que James y tú no irán.

Frustrada, se acomodó más en sus almohadas y les dio la espalda.

—Saben... creo que tienen razón, ni siquiera quiero ir.

A la mañana siguiente, Mimi había entrado a la habitación de un James ya despierto, para contarle la reunión que planeaban hacer. Pese a las advertencias de la joven de rizos rojos, el pelirrojo seguía haciendo malas caras por el ultimátum que le estaba dando.

—Así que técnicamente, te quedarás acá. ¿Entendido? —le dijo por última vez.

—Pero, ¿Por qué? También fui parte...

—Te quedas aquí a cuidar a tus hijos y punto —Erin entraba en ese momento a la habitación para hacerlo razonar, pues sus quejidos se escuchaban en toda la casa— ¿Entendiste o te lo explico con manzanas? —ambos se miraron de manera retadora, Abril se acercó a James y le susurró.

—James, quédate... si tú y Wilsa van solo conseguirán pelear de nuevo —el pelirrojo solo asintió con su cabeza.

—Bien, es hora de irnos.

—Chicos, alto... —dijo James antes de que partieran—. Disculpenme con los demás.

—Seguro, zanahoria —el grupo desapareció en un gran estruendo.

Se levantó para buscar algo de comer, los niños aún seguían dormidos. Estaba en la mesa tomando su café y de repente, se levantó para conseguir pergamino, pluma y tinta, comenzó a redactar una carta, al terminar, la entregó a Piddy quien la llevó hasta su destino.

El Caldero Chorreante por las mañanas no solía estar tan lleno como el resto del día, lo que aseguraba que nadie más escuchara la conversación que se llevaba a cabo en una mesa larga, aunque improvisada, con diez personas sentada a su alrededor.

—Wilsa cree que ustedes tienen el cuerpo de Dean.

—Espera... ¿como que el cuerpo? —Luis miró extrañado al otro grupo.

—¿No les ha contado, Minerva? —dijo Elías.

—No tuve tiempo, lo siento.

—Nuestra misión era llevarnos a Dean mientras Wilsa hablaba con ustedes pero... cuando comenzamos a excavar y llegamos al final, Dean no estaba, el cadáver simplemente... todo estaba vacío —dijo Maie, quien luego bebió un sorbo de su cerveza de mantequilla.

—Es extraño, se supone que tendría que estar ahí.

—¿Y si James lo sacó y no les dijo nada? —soltó Bella.

—Imposible, James estuvo con nosotros todo el tiempo —contestó Adela—. Esto se está volviendo demasiado raro.

Durante toda la mañana, Wilsa se la pasó renegando y caminando por todo el salón. Estaba tensa. El plan no iba como lo había pensado y ahora el cuerpo se encontraba desaparecido. Sentía que no tenía más soluciones en sus manos. Cuando caminó a la cocina, el ulular de un ave le hizo pegar un brinco.

Una lechuza parda se había posado en el alféizar de la ventana. La castaña caminó hacia ella y tomó la carta que traía, la cual era de su padre Aaron. Se sentó para leerla mientras tomaba su té.

Antes de terminar, traía un Postdata, el cual decía que leyera la parte trasera de la carta, Wilsa la giró y miró un escrito en runas:

"Resuélvelo cuanto antes y responde."

—Bien —se dijo a sí misma—, espero que esto ayude.

El chico pelirrojo se encontraba en el comedor leyendo un libro mientras sus hijos jugaban en el jardín con sus amigos, escuchó la puerta de su casa abrirse, pero no le tomó importancia, en segundos, Mimi, Abril y Erin entraron en la cocina.

—James... —el chico apartó su vista del libro al escuchar su nombre y prestó atención a las muchachas frente a él.

Minerva habló:

—Dean no está en su tumba y los otros chicos no lo hicieron.

—¿Qué? —rápidamente se puso de pie y frunció el ceño— ¿Cómo saben que no mienten?

—No lo hacemos, James —dijo Elías, mientras entraba en la cocina con el resto de sus amigos.

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