Prólogo:

[Canadá, 1976]

Era de noche, el frío que había en el ambiente podía casi congelar las pequeñas flores que se encontraban en el lugar. La ciudad estaba en total silencio, como si nadie viviera ahí. A lo lejos comenzó a sonar un fuerte estruendo en el cielo, varios magos en escoba pasaron volando muy rápidamente para llegar a su destino.

—¿¡Cuánto nos falta!? — preguntó uno.

—¡Estamos más cerca de lo que parece, puedo verlo!

Se acercaron rápidamente hasta la orilla del mar congelado, comenzaron a descender en formación para comenzar a investigar.

—Señor Adams, ¿Usted fue quien hizo el reporte? — preguntó el encargado a un hombre que esperaba sentado.

—Sí señor, fui yo. — contestó, mientras sobaba su cabeza debido a un reciente golpe.

—¿Puede contarme qué fue lo que pasó?

—Iba navegando tranquilamente bajo el agua, camino a una reunión de semi sirenios, pero creo que me perdí. Cuando dí la vuelta choqué fuertemente con un objeto enorme, parecía una cosa muggle, me parece.

El encargado ayudó a levantarse al hombre del suelo.

—¿Crees que puedes guiarnos a donde está esa cosa?

—Será un placer.

El hombre se lanzó al agua sin dudarlo, los demás magos junto al encargado se hicieron del equipo necesario para arribar al mar y seguir al sireno.

—Está un poco largo pero si nadamos rápido llegaremos pronto. Hay que tener cuidado a dónde nos dirigimos, el mar en ese lado se congeló hace algunos años y no ha vuelto a su normalidad.

—¿Era normal antes?

—Por supuesto, era como un estrecho en el que podíamos transportarnos. Ese paso se nos fue hace trece años.

Tras un largo rato nadando, los hombres comenzaron a sentir la temperatura del agua más baja, sabían que habían llegado a su destino.

—Señor, me parece que encontramos esa nave.

—Definitivamente es esa, vamos. — dijo Adams.

Tras nadar más rápido, los magos se las arreglaron para llegar hasta la cima de aquel gran transporte. Con sus varitas comenzaron a alumbrar el lugar, buscando en cada rincón algo que les pudiera ayudar a entender que era eso. El encargado del equipo táctico se adentró junto con uno de sus compañeros, bajaron unas escaleras y siguieron en la búsqueda.

—¿Qué crees que sea esto, señor Mcall?

—No tengo idea, pero sigamos buscando.

—Lumos Máxima. — susurró el hombre, quien comenzó a caminar luego de eso. Cuando dio un paso al frente, sintió como su pie pisó algo fuerte, rápidamente se quitó y apuntó con la varita al suelo para saber que era.

» ¡Teniente! — exclamó. —¿Qué es esto?

Mcall se giró inmediatamente y observó el objeto en el suelo.

—No es posible... — susurró el hombre. —teniente a base, comuníquenme con el coronel. — dijo el hombre, hablándole al comunicador de su oreja.

—Señor, son las tres de la mañana. — fue lo que recibió de respuesta.

—No me interesa que hora sea, ya esperó esto por mucho tiempo. — soltó Mcall.

En el suelo, yacía una figura redonda cubierta de hielo, donde sólo se alcanzaba a ver una estrella en el centro y los colores azul y rojo resaltando.

» Espero que estés cerca, Sawyer... — susurró por última vez Robert Mcall. 

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