[Hogsmeade, 1982]

Los niños del pueblo corrían hacia sus casas, pues ya comenzaba a oscurecer. Una mujer rubia caminaba junto a su amiga de cabello color azul. 

—¿A dónde vamos, Eretria? 

—Te dije que hay una fiesta en el bar de Hogsmeade y debemos asistir porque estará increíble. 

—Espera, le dijiste a nuestros padres que íbamos a hacer ejercicio. 

—Sí… luego de la fiesta. — contestó la rubia. 

—Oye, sé que extrañas a Tim y a Ambrose, pero no tienes que comportarte así sólo porque ya no están, Eretria. 

La rubia solo bajó su mirada. 

» Podemos ir por un helado o un chocolate caliente, hace un poco de frío. 

—Eres una aguafiestas, Agnes… pero está bien, te acompañaré. 

Sin más, comenzaron a dirigirse hasta Las Tres Escobas. 

—¿Y cómo vas con el empleo? — preguntó la peliazul. 

—Aún no he logrado conseguir nada, los requisitos en el Ministerio son una mierda… 

—¡Oye! Si te escuchara mi padrino saldrías corriendo. 

—¿Qué dices? El tío James es un amor. 

Ambas comenzaron a reír mientras seguían su camino, pero de repente se frenaron al ver a dos hombres a las afueras de Las Tres Escobas. 

—¿Está hecho? — preguntó uno de ellos. 

—Los rastros fueron borrados, señor Ministro, es hora de comenzar el plan. 

El Ministro sentía que alguien los espiaba, pero al mirar hacia atrás no vio a nadie. Agnes y Eretria se encontraban escondidas tras una pared, escuchando todo. 

—¿Rastros borrados? — preguntó la rubia. 

—Creo que debemos irnos, señor Castle, acá no es seguro. — dijo el Ministro. 

Mientras tanto, un hombre pelirrojo observaba al Ministro y a aquel otro hombre desde el balcón de una tienda de Hogsmeade. 

—Ya escuchaste, Briggs, los rastros fueron borrados, hay que averiguar que están planeando. 

—Entendido, señor Sawyer, nos pondremos en marcha. — escuchó Ambrose en su oído.