Capítulo 4: Paracelso.
[Madrid, España]
Varias personas se encontraban sentados alrededor de las mesas que se encontraban en una pequeña cafetería. Una mujer rubia leía un pequeño libro mientras disfrutaba de los aires españoles.
—Señorita, ¿Desea algo más? — preguntó el mesero.
—Una porción de pastel de limón no vendría mal. — contestó la mujer.
—Ahora se la traigo.
—Gracias. — dijo la mujer, con un pequeño tono español.
A su lado, yacía un pergamino abierto, era una carta que había recibido hace poco y la cual ya había leído. A un costado de la carta se alcanzaba a leer algo.
"Con cariño: Matthew Griffith"
—Disculpe señorita, acá está su pastel. — dijo el mesero, colocando el plato sobre la mesa. —por cierto, el hombre de allá le envía un café extra.
—Oh, dile que no se preocupe,gracias. — contestó Minerva.
—También le mandó un recado, dice que el Ministerio de Magia Español tiene las puertas abiertas a magos extranjeros.
—Por un demonio... — susurró.
El mesero se retiró y el hombre que había enviado el café se levantó de su silla y se acercó a la mesa de Mimi.
—Señorita, ¿Cómo está?
—Incómoda y sin ganas de conocer su Ministerio. — contestó la rubia, sin bajar la mirada de su libro.
El hombre comenzó a reír.
—¿Ya no me recuerda, verdad? — preguntó el hombre.
Mimi se quedó observando un momento al tipo frente a ella y de repente reaccionó.
—¡Oh por Dios, Luis! — exclamó, para luego levantarse de la mesa y darle un abrazo a su viejo amigo.
—Estás perdida eh, ¿Cómo te va en la vida? — preguntó el pelinegro.
—Siéntate y te contaré todo.
Luis aceptó la invitación de Minerva, se sentó y comenzaron a platicar.
[Azkaban]
Los pocos dementores que habían quedado en Azkaban rodeaban el castillo por completo, tratando de buscar algunas víctimas que no hayan podido escapar. Un patronus con forma de Acromantula se hizo presente en el lugar, espantando a las criaturas oscuras.
—¿Qué mierda pasó aquí? — preguntó Adela.
Isaac Thargot bajaba su varita mientras apreciaba el lugar.
—Llegamos tarde, al parecer hubo una fuga. No quedó casi nadie...
Ambos se acercaron a los guardias aturdidos que aún quedaban vivos.
—Thargot, envía una señal al Ministerio, necesitamos sanadores y al equipo de investigación. También avisa a Abril.
—Sí señorita.
El castaño siguió la orden y salió para enviar señales con su varita.
[París, Francia]
Elías había intentado leer la mente de aquella mujer, la cual estaba llena de pensamientos y recuerdos falsos. El hombre de lentes empuñó su varita con fuerza y apuntó al frente.
—¿Quién eres? — preguntó.
—Soy la persona que restaurará el orden en el mundo, querido Prewett. Puedes llamarme "Su Majestad".
—Tengo a un par de amigos a los que no les gusta los agrandados como tú, ojalá pudiera contactarlos. Pero bueno, acabemos con esto.
Confiado, el hombre comenzó a atacar a la mujer con todos sus encantamientos, los cuales repelió de forma sencilla y contraatacó. Elías usó todos sus trucos, pero todos fallaron.
—Es inútil, señor Prewett. — soltó Tessa, para luego atacar con un fuerte encantamiento al hombre de lentes. Se le escuchó susurrar un encantamiento a la mujer mientras el castaño yacía en el suelo. —Sectumsempra.
El cuerpo del hombre comenzó a llenarse de cortes y sangrado prolongado. Tessa se acercó y colocó un pie en el pecho del hombre. .
—¿Dónde tienes el reloj? — preguntó.
Elías comenzaba a entrar en shock debido a la cantidad enorme de sangre que comenzaba a perder. Un fuerte estruendo se escuchó en el lugar, un hombre viejo y con canas apareció a unos metros de la mujer pelinegra.
—Aléjate de él, señora.
—¿O que? — preguntó, con tono sarcástico.
Con un par de movimientos en sus manos, el hombre lanzó una ráfaga que hizo volar por los aires a la mujer. El anciano se acercó a Elías, lo tomó de su brazo y desapareció sin más del lugar.
[Nueva York]
Las pruebas de sangre de James indicaban que todo en su organismo funcionaba correctamente, excepto su memoria. El hombre pelirrojo tenía pequeños lapsos de lagunas mentales, donde no recordaba muchas cosas, como el porqué apareció en el mar congelado.
—¡Jameson Sawyer! — exclamó Robert Mccall al entrar a la habitación del pelirrojo.
—Mccall... ¿Qué tal?
Sin pensarlo, Robert se acercó lo suficiente para darle un abrazo a su viejo amigo.
—No sabes lo feliz que me pone verte bien, James. Todos los demás te dan por muerto en el departamento.
—¿Departamento? — preguntó James.
—Sí, Abril, Laia, Isaac... ¿No recuerdas?
—Los recuerdo a ellos, pero, ¿Porque me darían por muerto?
—Sawyer, estuviste congelado por trece años, ¿Nadie te lo mencionó?
El pelirrojo se quedó mirando fijo hacia el suelo al escuchar esas palabras.
—Señor Mccall, todo parece bien en el señor Sawyer. Podemos darle el alta de una vez por todas.
—Perfecto, se la daremos. Ya escuchaste James, ve a cambiarte y salgamos de aquí.
Tras compartir un par de anécdotas, Luis y Mimi comenzaron a hablar de la familia.
—¿Porque no estás con Bella?
—Oh bueno, realmente yo estoy aquí haciéndole un favor a Elías. Me pidió un par de ingredientes para un proyecto alquímico. Bella está descansando en Hogsmeade muy probablemente.
—Elías... no hemos hablado en mucho tiempo. ¿Cómo van las cosas por allá?
—Él está en Francia, no ha vuelto a Londres desde la navidad del 63.
—Wow, pues estamos cerca de él. ¿Y el departamento, los amigos? He escuchado buenas cosas de ustedes.
—Bella y yo nos retiramos hace un tiempo, ahora Abril es la jefa absoluta y hace un gran trabajo. También hay nuevos miembros, les va bien. Todos han apoyado bastante a Abril desde la muerte de James.
Mimi casi se ahoga con el agua que bebía en el momento.
—Espera espera, ¿muerte de James? ¿Qué diablos, donde estuve que no me enteré de eso?
—Bueno, hace unos trece años Laia le pidió un favor a James, le asignó una misión y... fue la última vez que lo vimos.
—Mierda, trece años, por Merlín.
Luis vió su reloj, se le hacía tarde.
—Creo que ya tengo que irme, fue un gusto verte después de tanto tiempo.
—¿Sabes? Realmente no tengo nada que hacer ahora, ¿te molesta si te acompaño en tu aventura alquímica?
—Será un placer.
James y Mccall habían salido de aquel hospital. La luz le estorbaba un poco a la vista del pelirrojo.
—Bueno, ahora debemos volver a Londres, no le he dicho a nadie que estás vivito y coleando así que será una gran sorpresa. ¿Qué opinas?
—Opino que no, me quedaré aquí y averiguaré que pasó.
—Esos trece años en el hielo te hicieron perder la cabeza, Sawyer. ¿Acaso no quieres ver a tus amigos, tus hijos, tu esposa...?
—No puedo volver sin una respuesta, Robert.
Los sentidos del pelirrojo comenzaban a despertar, su oído perfectamente desarrollado escuchó a un par de personas que hablaban a unos cuantos metros de él.
—Señor, los encontramos, debemos enviar a los mejores hombres.
—Entendido, háganlo de inmediato.
—¿Qué encontraron? — preguntó James en voz alta.
—¿Eh?
—Fue un gusto verte Robert, gracias por todo. Nos veremos allá en unos días. — dijo James mientras seguía a aquel hombre que recibió las órdenes.
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