Capítulo 3: La fuga de Azkaban

El ambiente en aquella prisión estaba tenso, los dementores rodeaban el gran castillo mientras los prisioneros se gritaban entre ellos, en forma de pelea. Los guardias que custodiaban la prisión se encontraban en una reunión, en el piso más alto de la torre.

—¿Ya tienen pensado qué hacer para trasladar a los dos prisioneros hasta Nurmengard?

—Será una maniobra peligrosa, señor. Creo que con un par de aurores lograremos equilibrarnos.

—La última vez que pediste aurores hubo una fuga, deberías pensar en algo más.

—¿Y si le pedimos ayuda al Ministerio? Podrían enviarnos a sus mejores hombres, los Patengers.

—Esos inútiles no sirven para nada, si están donde están es porque su amiga fue la Ministra de Magia. —dijo un guardia.

—Déjame decirte que desde que los Patengers existen, la seguridad en el pueblo mágico a aumentado, ya no hay tanto peligro. Así que me parece una buena idea pedirles ayuda. ¿Te encargas tú, Page? — contestó el capitán.

—Yo envío la carta, señor.

Sin más, aquel hombre rubio se giró y caminó hasta la salida.

Abril Wood se encontraba ordenando algunos papeles en su oficina, al mismo tiempo que redactaba una carta. La muchacha tomó el pergamino y lo guardó en un sobre, para luego entregárselo a su lechuza.

—Ya sabes a quien llevarlo, pequeña.

Sin más, la lechuza levantó sus alas para comenzar a volar, saliendo por la ventana de la oficina.

—Toc Toc... ¿Puedo pasar? — preguntó Laia, tocando la puerta.

—¡Claro! Siéntate. ¿Pasó algo?

—Sólo pasaba a informar que el MACUSA envió un aviso. Ya no recibirán más cartas del caso Nómada, Abby.

La mujer pelivino sonrío, forzadamente.

—Está bien, peeero...

—Acabas de enviar una ¿Verdad? — preguntó Laia.

Abril comenzó a reír, en forma de respuesta.

—Me avisaste tarde, pero enviaré un aviso inmediato para que anulen la carta. Llamaré a la lechuza de James.

—¿Cómo siguió Agatha?.

—Justo ahora está descansando, traté de contactar con Samantha pero aún no tenemos respuesta. Solo queda esperar.

—¿Dónde se quedará?

—Quizá conmigo, ahora soy la familiar más cercana... Y sería bueno que los niños conozcan a su prima.

—Si necesitas ayuda, solo me dices. — Laia se levantó de su asiento y salió de la oficina.

Elías Prewett caminaba por las calles de Francia, con las manos entre sus bolsillos y con la mirada agachada. El hombre con lentes tenía su cabeza en muchas cosas al mismo tiempo, tanto que ignoró el fuerte estruendo de un edificio cayéndose a pedazos a unas cuantas cuadras.

—¡Señor, cuidado! — le gritó una señora desde lo largo. El castaño reaccionó, miró rápidamente a su derecha y logró esquivar un gran vidrio que se dirigía hacia él.

—¡Mierda! — soltó el hombre tirado en el suelo. Rápidamente se levantó, sacó su varita de su bolsillo y se preparó para pelear. Frente a él, una sombra negra se puso firme, mirándolo fijamente. —¿Quién eres? — preguntó el hombre castaño.

—Elías Prewett, tienes algo que me pertenece. — dijo la sombra que comenzó a esparcirse, dejando ver la cara de una mujer blanca, con cabello negro hasta la espalda.

—No he robado nada... aún. ¿Cómo me conoces?

—Eres famoso en el mundo mágico, muchacho. Conozco tu historia, la de tus padres, tus amigos héroes...

—Bien, se acabó la charla. ¿Me dices quien eres o tendré que averiguarlo?

La mujer solamente sonrió. Elías la miró fijo a los ojos y pensó.

» Legeremens.

Abril había convocado a una pequeña reunión a los Patengers, entró a la sala con una carta en la mano y se puso frente a todos.

—Muchachos, nos llegó una carta de Azkaban.

—¿Arrestaron a alguien? — preguntó Maie, con sarcasmo.

—No, piden a dos de nosotros para acompañarlos a Nurmengard y trasladar a unos presos. Adela e Isaac hacen buen equipo, ¿se encargan?

—Claro, mamá. — dijo Isaac, en tono de broma.

—Te avisaremos que pasa, vámonos niño. — dijo Adela mientras salía de la sala y el castaño la seguía.

—Bien muchachos, gracias a que Laia me avisó hace unos minutos, el MACUSA cerró el caso Nómada, cualquier carta, pista o similar que envíen a ellos, será totalmente ignorado. Les informo para que tengan conocimiento y no se asusten si no reciben respuesta.

—¿Eso quiere decir que James...?

Giah fue interrumpida por Ruth, quien se levantó de su asiento y salió de la sala.

—Yo me encargo, hermanita, tú sigue. — dijo Jason, para después seguir a Ruth.

—Sé que querías conocer a James, Giah. Pero hay cosas que a veces no pueden ser. — le dijo la pelivino a la más joven del grupo.

—Señorita Wood, alguien la busca en el piso de abajo. .

Abril giró su cabeza, observando extrañada a la mujer que recién le habló.

—¿Quién es? — preguntó.

—Una mujer de apellido Sawyer.

El grupo se volvió a ver entre sí.

—Dile que bajo enseguida. Chicos, estén atentos por si Adela e Isaac necesitan refuerzos. Y avísenme cuando Marck y Alexander regresen, nos veremos después. — dijo la muchacha, para después salir de la sala.

Los guardias de Azkaban se preparaban para sacar a los prisioneros.

—¿Qué nos falta? — preguntó uno de los guardias.

—Esperar a los inútiles que enviaron a pedir.

—¿Cuál es tu problema con ellos, te hicieron algo malo?

—Hay más personas que merecen estar ahí, más que ellos. Solo eso.

—Bueno, si están ahí es porque son buenos, ¿No crees?

El ambiente en el lugar comenzó a calentarse extrañamente de repente, algo que ambos guardias notaron.

—Ya comienzo a ahogarme con este traje. — dijo Page.

El otro hombre sonrió maliciosamente para luego soltar unas palabras.

—Es la señal...

—¿Cuál señal?

El hombre pelinegro abrió una de las celdas, dejando salir a dos prisioneros peligrosos.

—¿Te volviste loco?

—Esperé tanto para esto. — contestó.

El castillo de Azkaban comenzó a temblar, todas las celdas habían sido abiertas y los prisioneros atacaban a los guardias para sacarles sus varitas.

—Ve por Lewis, nos vemos en la base. — dijo un hombre enmascarado, con cabello rubio y largo.

La prisión era un caos, los guardias eran derrotados fácilmente, incluso algunos fueron asesinados a sangre fría. Los causantes del desastre eran unos hombres enmascarados, vestidos de negro y practicantes de la magia oscura. Uno de ellos se acercó a la celda de Vincent Lewis, con su varita hizo explotar la reja y sacó al hombre del lugar. Tras el éxito de la misión, los magos que escaparon desaparecieron junto a los magos oscuros que ayudaron a su fuga.

—¡Código rojo, los prisioneros han escapado, repito, han escapado! — exclamó un guardia, mientras creaba un vociferador.

Los fugitivos aparecieron en algún lugar de Alemania, comenzaron a celebrar la fuga con todas sus emociones. Aquel hombre rubio se sacó la máscara y se acercó hasta su compañero, quién tenía tomado de la camisa a Lewis.

—Un gusto verte de nuevo, Lewis. Espero esta vez no te derrote un patético niño.

—No pasará otra vez.

El rubio dirigió su mirada a su compañero, quién soltó a Lewis y se sacó la máscara.

—¿Te vas tan pronto?

—Sospecharan si no vuelvo, estaré en contacto.

Lewis le dio una mirada al hombre junto a él.

—Te tardaste años, Roberts. — dijo el hombre.

—Te dije que todo estaría bien, ¿No? Ahora tomate un té y duchate, lo necesitas.

Sin más, Arthur Roberts se sacó aquella ropa negra y desapareció del lugar. 

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