Capítulo 21: Londres.
Un fuerte estruendo se hizo presente en el centro de Londres, donde un gran grupo de magos apareció en el lugar. Los Patengers miraron a su alrededor buscando señales de magos oscuros o personas heridas. James reunió a todos en un círculo, sacó unos pequeños dispositivos de su bolsillo y los repartió.
—Usaremos esto para comunicarnos, solo ponganlo en una de sus orejas y hablan, el resto escuchará todo.
—Te odio, pelirrojo... — dijo Laia para probar aquel dispositivo. — Oh ¿todos lo escucharon? ¡Sí funciona!
—Muy graciosa, Potter. — contestó el hombre de traje azul. — hay que movernos, hay mucho desastre. Si Tessa aparece no peleen solos, siempre juntos.
—Los aurores dicen que el mundo mágico está expuesto, pero no podemos pelear sin magia. Si los ven no importa, lo importante es salvarlos. — continuó Mimi.
—Paracelso y Mirabilis vienen de camino, así que hay que aguantar hasta que aparezcan. — dijo Elías.
—Ya saben el plan, reunir los siete entes y alejarlos de esa loca. — se unió Abril.
—A pelear. — terminó de decir James.
El equipo comenzó a separarse en pequeños grupos y dispersarse de los demás. Hope iba junto a Maie y el contacto de Bella, llamada Margot, rumbo a atender a los heridos.
—Déjenme el lado sur, escuché que hay magos atormentando a unas señoritas. — dijo Alexander.
—¿Y vas por los magos o por las señoritas? — preguntó Minerva, su hermano solo sonrió.
—Yo voy contigo. —dijo Mccall. — recuerda lo de no pelear solo... — justificó el castaño luego de ver la mirada de su esposa, cruzada de brazos.
—Laia, Mimi, Abril y Elías, vengan conmigo. El resto busque una posición y alejen a los magos oscuros de Londres. — dijo James, para después comenzar a caminar.
Tessa se encontraba sentada sobre una especie de trono, jugando con aquella varita en sus manos. El lugar era únicamente iluminado por la luz roja y verde que desprendía la varita.
—Señorita Whitney, han aparecido... Ya están en Londres. — dijo una criatura enorme, con una especie de armadura y una piel color morada.
—Muy bien, preparen todo, nos vamos a Londres. — contestó la pelinegra con una sonrisa maliciosa.
Tim, Eretria, Ambrose y Nicholas habían llegado a la casa de los Nuttley. Los muchachos entraron y lo primero que vieron fue a Agnes, estresada y desesperada buscando un objeto por toda la casa.
—Hola, hermanita... — susurró el pelirrojo.
—¡Chicos! — exclamó la mujer al notar la presencia de los jóvenes. — lo siento por el desorden, estoy buscando mi varita porque no sé dónde la puse.
—¿Porque buscas tú varita? Creí que ya no querías usar magia.
—Hay una situación en Londres, magos oscuros... quizá mamá y los tíos necesiten ayuda, así que iré.
—¿Ven? La prima Agnes si es divertida, no como ustedes. — dijo Eretria, caminando hacia la pelirroja. — ¡Yo iré contigo!
—¿Estás loca, rubia? Si tus papás se enteran, te matan. Además, te recuerdo que somos menores de edad, no podemos usar magia fuera de Hogwarts. — contestó Tim.
—No podemos ir sin saber qué nos espera, lo mejor sería quedarnos y ayudar acá. — se unió Ambrose a la conversación.
—Hablas igual que tú padre... — susurró Agnes. — en fin, yo iré. Eretria, si vienes no me hago responsable de lo que tus padres te digan.
—Sí señorita.
Nicholas caminó hacia su hermana y su prima, dando a entender que él también iría. Tim y Ambrose se miraron entre sí y luego, el muchacho pelinegro habló.
—Yo iría... pero no tengo quien cuide a mi hermanita, la niñera se irá pronto.
—Podemos llevarlo. — dijo Nicholas en tono de broma.
—Sé quién puede cuidarla, es experta en bebés. — dijo Ambrose.
Los magos oscuros atormentaban a los muggles con maleficios y productos de la tienda de bromas. De repente, uno de los líderes de los magos se acercó hasta las personas que estaban arrodilladas ante ellos.
—Señores, señoras... este es el mundo que la sociedad les ha ocultado. Ahora se rendirán ante nosotros.
—Ni lo sueñes, monstruo. — dijo un hombre anciano, quien se ponía de pie.
—Mal... claramente, señores, esto es lo que no deben hacer. Ahora servirás de ejemplo.
El mago apuntó con su varita al anciano y sin más, lanzó un encantamiento potente. El señor cerró sus ojos y acomodó su cuerpo para recibir tal impacto, pero cuando abrió los ojos, se encontró con una mujer de cabello negro frente a él, quien lo había protegido del conjuro y en el suelo se encontraba el mago oscuro.
—¿Porque no te metes con alguien de tu tamaño? — dijo la mujer.
Otro de los magos intentó atacar a la mujer, pero un fuerte golpe en su garganta lo dejó fuera de combate.
—Y no aprenden. — dijo un hombre de cabello castaño y largo hasta los hombros.
Isaac Thargot apareció, deshaciéndose del resto de magos que atormentaban a los muggles.
—Salgan de acá, busquen refugio. — dijo el muchacho a las personas que inmediatamente salieron corriendo.
—Buen trabajo muchachos.
—Busquemos a James, nos dirá dónde posicionarnos.
Al otro lado de la ciudad, Alexander, Mccall, Ruth y Giah se deshacían de otro grupo de magos. Alex aturdía a algunos con sus poderes, mientras la pelirroja le daba una paliza a otros.
—Hacemos buen equipo, Grindelwald. — dijo la mujer.
—Me recuerda los viejos tiempos.
El rubio sonrió un poco al igual que la chica, luego siguieron peleando. Giah y Mccall también se encargaban de varios magos que trataban de destruir edificios y estructuras.
De repente, un fuerte estruendo silenció la ciudad, todos los magos y muggles que estaban ahí miraron hacia el lugar del estruendo.
—¿Qué es eso? — preguntó Minerva mientras miraba al cielo.
Una lluvia de potentes encantamientos comenzó a caer, acercándose más a los presentes.
—¡Hechizos de protección, ahora! — exclamó Elías.
Todos los Patengers comenzaron a conjurar hechizos, pero la lluvia de encantamientos se acercaba lo suficientemente rápido, impactando en el suelo y causando estragos. El suelo comenzó a abrirse, haciendo que tanto muggles y magos cayeran debajo de él, al mismo tiempo que se derrumbaban estructuras de edificios.
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