Capítulo 14: Pesadilla de despedida.

El grupo había vuelto al Ministerio luego de una rápida comida, Bella y Luis se dirigieron inmediatamente donde Elías para estar con él. Laia se fue junto a Mccall a hablar con Abril y el resto se sentó en la sala de operaciones.

—Vaya día... — susurró Alie, cayendo sobre la silla con todo su peso, un poco cansada.

—Deberían descansar chicos, fue un día duro. — dijo Mimi.

Laia llegó al lugar, agitada de caminar rápido y dio una noticia.

—Chicos, ya la encontraron... — dijo la pelinegra. — el equipo que la encontró viene de camino con el cuerpo.

—Gracias, Laia... — susurró Mimi.

—Iré a ver al ciego. — dijo Alie, levantándose de su asiento y yéndose con Laia.

James caminó hasta la salida, pero Mimi lo detuvo tomándolo del brazo.

—James, nada de esto es tú culpa. Lo que dijo Elías y Marckus, solo estaban cansados y... frustrados, quizá.

—Gracias Mimi.

—¿Volviste a decirme Mimi? ¡Wow! — continuó la rubia.

—Después de todo, comprendí que lo hiciste por nuestro bien, fue mi error juzgarte por eso.

Mimi sonrió y le dio un abrazo a su amigo.

—Gracias, James. — susurró la chica.

—Ejem... lamento interrumpir. — dijo Giah Wagner, quien miraba a James y Mimi.

—¿Pasa algo? — contestó Mimi.

—Adela llegó, Laia me envió a decirte si puedes ayudarla a prepararla para...

—Oh claro, será un placer.

—Nos vemos después Mimi. — dijo James, despidiéndose de ella.

Giah se quedó mirando a James, el pelirrojo se sintió incómodo con su mirada y la apartó.

—Mucho gusto señor Sawyer, mi nombre es Giah, Giah Wagner. — dijo la muchacha estirando su mano para estrechar la del pelirrojo. James recibió el saludo, pero su mirada se puso seria.

—¿Wagner? — preguntó el hombre.

—Sí, soy hija de Balton. Pero tranquilo, no soy como él.

—Se nota, ¿Cómo entraste a los Patengers?

—Cuando me enteré que ustedes se deshicieron de Balton, escapé de mi cárcel con ayuda de mi abuelo. Quería venir hasta ustedes y agradecerles en persona. Cuando llegué al MACUSA, me enteré que habías muerto o eso pensaron, entonces me trasladaron a Londres, me gustó lo que vi y Abril me dio la oportunidad.

—Tú historia es muy interesante, señorita Wagner. Fue un placer conocerte. — dijo James para después caminar hacia la salida de la sala.

—¡Señor Sawyer! — exclamó Giah, haciendo que James se frenara. — nunca te agradecí a ti en persona, ahora puedo hacerlo.

—No es necesario, de verdad.

La chica se acercó al pelirrojo y le dio un abrazo.

—Gracias a ustedes pude rehacer mi vida, siempre me estaré en deuda con el equipo. — dijo la pelinegra.

James correspondió a su abrazo, después de todo lo que había pasado, necesitaba unas palabras de aliento como las que Mimi y Giah acababan de ofrecerle.

—Sólo hicimos nuestro trabajo, me alegra que alguien lo aprecie. — dijo el pelirrojo.

Giah lo soltó, le sonrió y luego salió de la sala.

[1 día después]

Había llegado la hora, los Patengers se encontraban en aquel lugar, con su ropa negra y posicionados de forma recta. El cuerpo de Adela fue posicionado en un pequeño bote, decorado con algunas de las cosas que le gustaban a la pelinegra. Elías fue quien le dio el empujón al bote para que siguiera su camino por el lago.

—¿Varitas listas? — preguntó Abril. El resto de Patengers levantó su varita. — ¡Abran fuego! — exclamó la pelivino.

Varias llamaradas fueron lanzadas por cada uno de los Patengers, cayendo así sobre el bote que llevaba ya un largo recorrido. James lanzó la última llamarada, saliendo propiamente de sus manos.

Ahí estaban, todo el grupo despidiendo a una de las mejores personas que habían conocido en su vida, alguien que sacrificó su vida por el bien de los demás, una heroína en su máxima expresión

Elías se había quedado observando aquel lago donde el bote ya se había perdido de vista un par de horas atrás. Recordaba el momento en el que vio los ojos verdes de la muchacha por última vez mientras caía en el vacío. Diversos flashes de recuerdos se agolpaban en su mente mientras su mirada se mantenía firme en el horizonte. De pronto una sacudida lo devolvió al plano real.

—¡Ciego! Está empezando a lloviznar, será mejor que entres o te enfermaras— la voz calma, pero a la vez demandante de Alie estaba en lo cierto, se podía ver como las pequeñas gotas comenzaban a mojar su hombro. De todas formas, negó con la cabeza a la rubia. —Entra tú— le dijo —Necesito quedarme un rato más— La rubia asintió levemente y, dándole un beso en su mejilla le entregó el paraguas que llevaba. Elias intentó forjar una sonrisa amable pero solamente atinó a tomar el objeto mientras asentía con su cabeza. Luego de ese momento volvió a quedarse solo.

—¿Lo sabías verdad? Lo viste en esa estúpida esfera — Se quedó en silencio un momento como si esperara la respuesta de alguien — Pudiste tomar la esfera tú. Y saltar tú, pero no. Tuviste que salvarme. — Volvió a hacer una pausa, pero esta vez para no quebrarse mientras nuevamente los recuerdos aparecían como flashes en su mente. — Lo lamento, dicho tarde no sirve de nada de todas formas. — Se quedó observando el lago hasta que escuchó unos pasos detrás suyo. — Entraré cuando lo decida — exclamó sin mirar hacia atrás, pero una voz lo descolocó.

—Nadie pidió que entraras, Prewett. — El de lentes se dio la vuelta y una mezcla de desconcierto y odio se apoderó de él.

—Vengo a dar mi pésame a una vieja amiga, ¿No puedo? — Arthur Roberts, estoico, se posicionó frente al Gryffindor.

—¿Qué carajos haces aquí? ¿Cómo mierda te atreves a estar aquí? ¡Traidor! ¡Pedazo de mierda humana!

—¿Con esa boca dices mamá? Ah verdad...— La sonrisa reflejada en la cara de Arthur enfurecía a Elias mas que sus palabras. Su cabeza comenzaba a estallar de ira y los recuerdos y pensamientos en su mente se comenzaban a desorganizar más rápido.

—Si vienes por el puto reloj, no lo tengo

—Ya te dije que vengo a dar el pésame, traje flores, pero no sé dónde las dejé. Sabes, nos hicimos muy cercanos durante este tiempo. Fue alguien importante.

—Nadie es importante para ti más que ti mismo. No digas estupideces. — El de lentes estaba con suma intención de romperle la cara, pero por alguna razón no se movía. No era temor, su mente estaba extraña y su cuerpo no respondía. Simplemente estaba parado mientras hablaba a Roberts.

—Sí que lo fue, muy importante— Roberts resaltó las últimas palabras con una mirada sugestiva.

—Por favor Roberts, ¿en serio quieres descolocarme con eso? ¿Qué edad crees que tengo?

—No lo sé... ¿ochenta tal vez? A decir verdad, te conservas ¿haces pilates?

—No— la cabeza ya le estaba estallando, de pronto los pensamientos ya no estaban organizados y su mente era un tornado — no y no sé qué es eso, debería estarte partiendo toda tu cara ahora mismo. ¡Todo es tú culpa, ellos confiaron en ti y los traicionaste y por tu culpa ella está muerta!

—También confiaron en ti, y hasta el momento solo huiste y los dejaste. ¿De quién es la verdadera culpa, Prewett? Tu podrías haber actuado y salvado— hizo una pequeña pausa — antes que lo haga ella. —La cabeza del legeremante explotó en ese instante, todos los pensamientos y recuerdos estallaron en su cabeza y al mismo tiempo los estaba observando en plano real. El caos llegó a un punto altísimo hasta que todo se disipó y quedó nada. De pronto en su cabeza resonó una simple voz. — Ahora déjame tomar el control Prewett — Todo sucedió en un segundo. Elías se movió y tacleó a Arthur quien intentó protegerse, sin éxito. De pronto ambos se desvanecieron del lugar.

Alie y Bella salieron en búsqueda del castaño al escuchar sonidos, pero no encontraron nada.

—¿A dónde fue?

—Es el tío, desaparece cuando menos te lo esperas. Entremos, ya volverá. — Metió la mano en el bolsillo y tomó el reloj de plata abollado —Solo espero que no vuelva después de años otra vez — pensó.

El sótano estaba abandonado, la aparición había sido exitosa y el Prewett y Roberts intercambiaban golpes en aquel lugar.

—Golpeas como niña — dijo el azabache con su rostro ensangrentado

—Gracias— dijo cuando se disponía a arrematar contra él, pero su contrincante sacó su varita.

—Ya no tengo ganas de manchar mis manos, Prewett. Ahora solo permíteme matarte y todos contentos. —Elias intentó sacar su varita mientras retrocedía, pero se tropezó y quedó al descubierto.

—Salúdala de mi parte, ciego — dio una fuerte sacudida con su varita —¡Penetro! — Un fuerte impacto en forma de daga atravesó el corazón del castaño quien comenzó a despedir sangre por su pecho y boca. Luego Arthur conjuró un Patronus. — Está muerto jefa, pero no tenía el reloj. Seguramente lo tiene alguno de los otros. Espero instrucciones. — El Patronus salió despedido del lugar. Roberts miró por detrás de su hombro al cuerpo inerte de Elias Prewett y se dispuso a salir de aquel sótano, pero a medida que se acercaba a la puerta, esta se alejaba.

—¡¿Qué carajos?! — Intentó correr, pero la puerta se alejaba a medida que se iba acercando. De pronto una risa macabra comenzó a retumbar en la habitación. El tono era extraño y sombrío, pero sonaba como el mismo Prewett. Arthur se dio la vuelta, pero el cuerpo seguía ahí. Su cara comenzó a reflejar preocupación.

—¿Qué sucede Roberts? —la voz de Elias Prewett con ese tono sombrío preguntó — ¿Acaso viste un fantasma? — a la segunda pregunta la siguió una sonora y aturdidora carcajada.

—¡Yo te maté! ¡Acabo de hacerlo!

—¿Seguro? ¿Por qué no revisas bien? —Arthur se dio la vuelta y volvió hacia el cuerpo que yacía tirado en el suelo ensangrentado. Pero cuando se acercó no era Elias Prewett. El rostro que observó era de sí mismo. Rápidamente dio un paso atrás y comenzó a lanzar encantamientos hacia cualquier espacio.

—¡PREWETT! —

La risa siniestra del de lentes resonó una vez más y la habitación comenzó a dar vueltas hasta que de pronto Roberts se encontró sentado en una silla y maniatado con cadenas en sus muñecas y pecho. En frente tenía a Elias Prewett que lo observaba inexplicablemente risueño.

—¿No te gustó mi pesadilla? — dijo entre risas y con el mismo tono que sonaba hace un momento.

—Suéltame, ahora

—¿Ahora? Justo que nos estábamos divirtiendo. De acuerdo. — El de lentes se acercó y atinó a apuntar a las cadenas, pero sacudió su varita y le hizo un corte profundo en el rostro. Retrocedió mientras se reía — No puedo creer que hayas creído que iba a soltarte— Arthur notó como la sangre caliente descendía de su rostro mientras observaba incrédulo al de lentes.

—¿Acaso tú me vas a matar a mí? Por favor Prewett, ambos sabemos que no eres capaz.

El de lentes soltó una risa nerviosa

—Cierto cierto, no sería capaz— respondió mientras se acercaba al rostro de aquel hombre hasta ponerse frente a él — Pero yo no soy Elias Prewett— Arthur terminó por descolocarse y un sudor frío recorrió su cuerpo.

—Deja de decir estupideces

—El legeremante intentó mantener su control toda su vida. Y vaya que lo consiguió...hasta hoy. Digamos que soy una especie de creación suya, de tanto reprimir todos esos recuerdos traumáticos que tuvo. Hasta que por fin algo lo detonó. — Simplemente se rio — Y cuando toda esta energía necesita salir, de alguna forma debe descargarla, ¿cierto?

—Elias Prewett no mata, me llevaría a la justicia. Deja de decir estupideces. ¿Acaso estás ganando tiempo hasta que lleguen tus amigos? — Arthur intentaba pensar la forma de zafarse, pero todo lo que estaba sucediendo lo encontraba descolocado, debatiéndose en que era real y que era mentira.

—¡Ya te dije que no soy Elias Prewett! — esta vez la voz tenía un tono colérico — Yo soy tu pesadilla—

Y. acto seguido, comenzó a hacer cortadas en su rostro y cuerpo una y otra vez hasta que el hombre comenzó completamente a desangrarse integro. El que llevaba puesto los lentes lo observaba con sumo odio y enojo. Arthur lo observó por última vez desvanecerse mientras se desmayaba.

Elias Prewett apareció en la sala de la casona Prewett, desorientado.

—¿Cómo llegué aquí? ¿Dónde está Roberts? — de pronto vio sus manos y traje manchados en sangre. Todos los sentimientos que hasta entonces había reprimido se agolparon en un potente llanto, y, terminó por arrodillarse en medio del lugar. No recordaba cómo llegó ahí, ni qué pasó. Lo último que veía en su cabeza eran los ojos verdes cayendo...

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