Capítulo 12: Héroe

Marckus y Elías habían interceptado a Charles Ingstad un piso más abajo de donde se encontraba Adela. Ambos magos luchaban contra el rubio con todas sus capacidades. Un par de pisos más abajo, los Patengers se habían reunido nuevamente tras darse cuenta que los magos oscuros que estaban esparcidos por el edificio habían vuelto a la batalla. Los Patengers subieron, encontrándose de frente con la batalla entre Elías, Marck y Charles. Minerva intervino en la batalla aprovechando la distracción del rubio, estiró su mano para que una onda de magia saliera de la misma, impactó al rubio y lo envío a volar.

—Gracias Mimi. — dijo Marckus.

—Muchachos, vienen los demás magos tenebrosos, tenemos que salir de aquí. — dijo Luis.

—¿Dónde está Adela? — preguntó Bronce, un poco preocupado.

—Adela está un piso más arriba, la dejé ahí para que esperara a los aurores y... — Elías fue interrumpido por el sonido de una gran explosión. En el piso de arriba, Adela había destrozado la puerta, siendo libre.

El resto de Patengers subió el piso restante.

—Me vuelves a encerrar así, Prewett y te juro que te arranco los ojos con las gafas aún puestas.

—Hey, ¿escuchan? — preguntó Bella. — son escobas.

—Ya vienen los aurores, salgamos a la azotea.

Subieron hasta el último piso y notaron la presencia de los aurores, quienes habían aterrizado.

—Señores, hora de irnos. — dijo Robert Mccall.

—Bien, el plan es el siguiente: Adela tendrá una escolta llamada formación diamante, los aurores la conocen, esa será la escolta principal. El resto haremos una especie de capa alrededor de ellos, ¿todo claro? — dijo Abril.

Todos asintieron, montaron sus escobas y siguieron el plan. Ya en el aire, los magos oscuros les pisaban los talones, armando una guerra aérea.

—¡Desprendanse dos de la formación izquierda y derecha! — exclamó Abril.

Minerva y Elías rompieron la formación, colocándose atrás del resto para protegerlos y atacar a los magos oscuros. Abril viajaba al frente y a su lado se encontraba Paul Novak, haciéndole apoyo.

—¡Conozco un atajo lleno de edificios para perderlos! — dijo el hombre rubio.

—¡Te seguimos! — contestó la pelivino.

Tras un ligero desvío, el grupo pasó por un lugar repleto de edificios altos los cuales esquivaban con facilidad y agilidad. El plan de Paul funcionaba, pues algunos magos oscuros chocaban contra los edificios y caían al suelo.

—¡Bien hecho! — exclamó Abril, estirando su mano para chocarla con la de Paul. Pero antes de que pudieran hacerlo, un fuerte encantamiento les cayó encima, enviando a ambos al suelo sin sus escobas.

—¡Abril! — exclamó Laia, quien quería romper la formación para ir tras ella.

—¡Laia, mírame. Estarán bien, no están muy lejos del Ministerio y es la líder, la conoces mejor que nosotros! — exclamó Mccall.

—¡Tiene razón, saldrá de esta, además, no está sola! — continuó Maie.

Dos magos oscuros se dirigieron hasta la pelivino y el rubio, que seguían cayendo en el aire. Abril, en el aire, realizó algunos movimientos con sus manos, creando una capa de protección alrededor de ambos para que la caída no fuera tan pesada. Ambos cayeron sobre un edificio, pero la velocidad era tanta que al impactar, rompieron el frágil techo de vidrio que protegía el recinto. Abril se levantó lentamente después de caer, miró a Paul y le habló.

—¿Estás bien? — le preguntó.

—Yo... — susurró el hombre, mirando hacia su estómago donde se había clavado un gran pedazo de vidrio que lo atravesaba totalmente.

—No te preocupes, te sacaré de aquí, lo prometo.

—Abby, ahí vienen. — dijo el hombre.

Abril se giró, notando la presencia de tres magos oscuros frente a ellos.

—Qué lástima por tu amigo... — dijo uno de ellos.

La pelivino estaba asustada y con rabia al mismo tiempo. Se preparó para la única opción que tenía, pelear. Estiró sus manos para concentrar su magia en ellas y comenzar la pelea. De repente, la mujer escuchó un tren a sus espaldas, pues se encontraba en la estación de King Cross. El tren pasó a toda velocidad, detrás del mismo estaba la silueta de un hombre de media estatura. Un mago oscuro lo notó y le lanzó un encantamiento poderoso, pero el hombre lo esquivó con facilidad. Comenzó a caminar lentamente para dejar ver su rostro, cuando lo hizo, Abril Wood sonrió. Seguidamente, dos encantamientos impactaron a los magos oscuros dejándolos por el suelo.

—No creo que te guste lo que va a pasar ahora. — le dijo una mujer pelinegra a uno de los tipos, para después tomarlo de su pierna y lanzarlo con fuerza hacia el muro más cercano, donde el hombre se clavó una estaca de madera. Hope Wood dejó inconsciente a otro mago con facilidad, pero el último que quedaba logró ponerse en pie y estaba por atacar a la castaña. Isaac Thargot lanzó un encantamiento poderoso hacia el tipo que lo hizo revolcarse de dolor en el suelo. El castaño corrió hasta los magos que volvían a la pelea y con todas sus ganas comenzó a atacarlos, dejándolos inconscientes en instantes.

—Idiotas. — susurró.

—¡Chicos! — exclamó Abril. — gracias...

—Paul necesita un medimago, hay que llevarlo al Ministerio.— sugirió Hope.

—Iré contigo, Hope. Loly, Isaac, ¿Pueden ayudar a los demás? — preguntó la pelivino.

—Será un placer. — contestó Isaac.

Elías y Mimi encabezaban la protección, Laia había tomado la posición de Abril y Mccall cubría a Paul. Adela se mantenía en el centro.

—¡La formación no aguantará mucho! — exclamó Laia a su esposo.

—¡Lo sé, pero no te preocupes, tengo cubierto esto!

—¿¡A qué te refieres!? — preguntó.

—¡El MACUSA nos dará asistencia!

—¡Entonces enviaste al MACUSA a Rumania! ¿¡No!?

Mccall soltó una media risa.

—¡No querida, no envié al MACUSA a Rumania!

La conversación de la pareja fue interrumpida por un encantamiento que impactó la escoba de la mujer de tez oscura, haciendo que cayera de la misma y dirigiéndose hacia el suelo muy rápidamente. Mccall reaccionó y bajó con su escoba a toda velocidad para atrapar a su esposa en el aire. Minerva interceptó al mago que atacó a Laia y lo sacó de la pelea.

—¡Me encanta esa cosa que lanzas de tus manos! — le dijo Elías.

—¡Y eso no es nada comparado a lo que puedo hacer!

Ambos sonrieron y se miraron. El dúo tenía tanto tiempo sin verse, que incluso en la peor situación se mantenían conectados. Elías, con su vista periférica notó que dos magos oscuros se habían colado en la escolta y estaban por atacar a Adela, mientras el resto de magos oscuros querían atacarlos a ellos.

—¡Observa esto! — exclamó el de lentes a su amiga.

Elías apretó nuevamente el botón de aquel reloj antiguo, haciendo que el tiempo se ralentizara. Con rapidez en sus manos, atacó a los magos de su alrededor mientras ellos se movían lentamente. Antes de que el hombre pudiera deshacerse de todos los magos, el tiempo volvió a su normalidad. Un encantamiento arrojó a Adela de su escoba con gran fuerza. Luis, Bella y Elías bajaron a toda prisa con sus escobas, logrando tomar a la pelinegra juntos, para después impactar los cuatro contra el techo de un edificio.

—¡El orbe! — exclamó Luis.

—Aún lo tengo, tranquilo. — contestó Adela, mientras se ponía de pie lentamente luego del golpe.

—¿Están bien? — preguntó Bella.

Elías se mantenía en el piso, con su espalda un poco dañada, pero aún consciente.

—Vamos anciano, te ayudo. — dijo la pelinegra al hombre, quien ayudó a levantar.

—Gracias...

El momento fue interrumpido por una gran onda mágica, la ciudad de Londres se estremeció en un gran temblor, la luz del lugar se cortó y algunos edificios comenzaron a encender en llamas.

—¡Entreguen el orbe por las buenas...! — exclamó una mujer, flotando en el aire con un aura roja y verde a su alrededor.

—...o lo entregan por las malas. — interrumpió Arthur Roberts, al lado de Tessa Whitney.

—No me generaste confianza desde que te conocí, Roberts. — dijo Elías mientras preparaba su varita.

—Tú problema fue confiar en que Adelita me conocía.

—Te voy a romper la cara, Arthur, sabes que soy capaz de hacerlo. — dijo Adela con furia.

—¿Ah sí? — preguntó el pelinegro. — inténtalo.

Elías se aburrió de la charla y lanzó una maldición con su varita al hombre a quien le impactó con éxito.

—Siempre quise lanzarle una maldición... ¡Es hora de que corras Adela! — exclamó Elías.

La pelinegra sacó su varita y comenzó a correr, saltando de edificio en edificio gracias a su varita. Tessa intentó seguirla pero una soga roja ató su mano con fuerza.

—De aquí no te vas a mover en un rato, señora Whitney.

El Doctor Mirabilis había sacado aquella cuerda de sus manos, atando a la mujer pelinegra.

—Eso lo veremos, Mirabilis. — contestó.

Una batalla intensa entre ambos magos se desató en el lugar, al mismo tiempo que Elías, Bella y Luis seguían a Adela.

Isaac se había posicionado en un edificio para atacar con magia a los magos que se acercaban a los Patengers que seguían volando.

—Vamos Thargot, hazlo. — se dijo a sí mismo.

El chico corrió hasta la orilla del edificio y saltó. El chico caía en picada, hasta que alzó su varita y una cuerda blanca salió disparada de la misma, adhiriéndose a un edificio. Isaac tomó la varita con ambas manos y se balanceó de la cuerda de su varita como si de una liana se tratara.

» ¡Cuidado abajo, idiota! — exclamó el castaño, pateando a un mago oscuro que volaba debajo de él, botandolo de su escoba. El muchacho aterrizó en la misma y comenzó a maniobrarla.

—¡Estamos por llegar al Ministerio! — exclamó Maie.

—¡Los demás quedaron atrás, Laia perdió su escoba! — contestó Mimi.

—¡Jason, Giah, lleven a los demás al departamento, volveremos enseguida!

—¡Sí señorita Stockman!

Maie y Minerva dieron la vuelta y se dirigieron a ayudar a sus amigos, Isaac al notarlo también giró en dirección contraria y las siguió.

Hope había detenido el sangrado de Paul pero aún necesitaba extraerle el vidrio de su cuerpo. La castaña no se sentía capaz de realizarlo, pues no contaba con la experiencia para hacerlo todavía.

—Los aurores fueron derribados, no tenemos cómo llegar al Ministerio. — dijo Abril.

—¿Y si usamos la aparición?

—Sería peligroso para él, la aparición conlleva un gran consumo de flujo mágico, concentración, entre otras cosas.

—Abril, sólo déjalo... — susurró el hombre.

—No te voy a dejar acá, Novak, prometí sacarte.

—Ya cumplí mi ciclo aquí, Abril. Es momento de que vivas el tuyo.

El hombre acarició un poco la cara de la pelivino.

—Aún te falta vivir mucho.

—No puedo hacerlo sin ti a mi lado y sé que mi amor no te corresponde. Cuando estuve encerrado por Balton pensé que me quedaba casi nada de vida, pero llegaron ustedes y me dieron dieciséis años más de esperanza, para mi fue suficiente.

La pelivino miró al hombre con un poco de tristeza en sus ojos.

—Lo siento... — susurró ella.

—Gracias. — dijo Paul, en un leve susurro, con las últimas fuerzas que le quedaban.

Un silencio incómodo inundó el lugar, Abril cerró sus ojos, se sentía culpable.

—¡Señoritas, somos del MACUSA, deben venir con nosotros! — exclamaba Frank Voight mientras se acercaba a las chicas.

—Frank... llévate a Hope y al cuerpo de Paul. — dijo secamente la pelivino, para después desaparecer en un fuerte estruendo.

—Acompáñeme señorita Hope.

Tessa había ganado la reñida batalla entre ella y Mirabilis, pues ahora con la varita de los entes, ella era más poderosa. Tras derrotar al mago, siguió persiguiendo a Adela quien corría acompañada de Luis, Bella y Elías. Arthur había vuelto a la batalla, interceptó al grupo de frente haciendo que frenaran en seco.

—Entregalo, Adelita.

—Sobre mi cadáver. — contestó Luis.

—¡Así será entonces! — dijo Tessa desde la distancia, lanzando un poderoso hechizo. Para fortuna de los Patengers, un escudo los había rodeado, protegiendolos del encantamiento.

—Devuelve los entes a su lugar, Tessa. No te pertenecen. — dijo Paracelso, quien había entrado a la batalla.

—Ya derroté a tu amigo, no me da miedo atacar a alguien más viejo.

—Error, crees que lo derrotaste, ese siempre ha sido el error de Los Restauradores.

—¿Qué? — soltó la pelinegra.

Aquella soga había aparecido nuevamente, pero esta vez le había arrebatado la varita de las manos a Tessa. Paracelso aprovechó y atacó a la mujer.

—Suelta el orbe, Bagnold. — dijo Arthur, aún apuntando a los presentes.

—¿O qué?

—O juro que esta vez te mato. Y a tus amigos.

—Los tocas a ellos y te corto en sesenta pedazos.

Isaac Thargot apuntaba a Arthur, con mucha rabia.

—Isaac...

—¡Baja la varita! — exclamó el castaño.

—Debemos hacer algo... — susurró Bella, quien quería aprovechar la distracción de Arthur.

—Tranquila Bella, el muchacho sabe lo que hace. — dijo Adela.

Arthur intentó arrebatarle la varita a Isaac, pero el chico era más rápido y se apartó. El castaño no pensó su próximo movimiento, pues la rabia lo cegó tanto que tackleo a Arthur con una fuerza increíble, haciendo que ambos cayeran al siguiente edificio, rompiendo una ventana.

—¡El orbe! — exclamó Charles Ingstad, que había vuelto al juego.

—Genial, otro maniático. — dijo Adela.

Mirabilis y Paracelso estaban por derrotar a Tessa, pero la mujer tenía resistencia. Golpeó bruscamente a Mirabilis en su garganta, le arrebató su varita y causó una explosión en el lugar. Luego, apuntó al edificio donde Adela se encontraba batallando junto a sus amigos contra Charles. Elías, Bella, Luis y Adela cayeron al suelo debido a la explosión, haciendo que el orbe resbalara de las manos de la pelinegra, cayendo a los pies de Charles. El rubio se agachó para tomarlo, pero recibió un fuerte golpe de Elías en su cara haciéndolo retroceder. El tipo estaba furioso y le devolvió el golpe a Elías con el doble de fuerza, haciendo que el de lentes cayera sentado al suelo.

—Inútiles. — dijo el hombre.

El edificio comenzó a colapsar, algunas partes de la estructura comenzaron a caer al suelo poniendo en peligro la vida de las personas que observaban todo el plano desde abajo, tanto muggles como magos. Abril Wood se apareció por la calle, con la magia de sus manos evitó que algunas estructuras del edificio cayeran sobre las personas. Maie y Mimi ayudaron a despejar la zona.

—¡Adela, toma una escoba y vete de aquí! — exclamó Luis quien batallaba fuertemente con Charles.

Un transporte aéreo enviado por el MACUSA se colocó al borde del edificio, Mccall estaba subido en él y preparaba el helicóptero para que saltaran los muchachos antes de que el edificio colapsara. Entre Luis y Bella dejaron en el suelo a Charles, tomaron sus manos y corrieron hasta el helicóptero. Adela observó el orbe en su mano por algunos segundos, como si estuviera viendo algo dentro de él. Paracelso y Mirabilis protegían a Elías de Tessa, mientras el hombre de lentes trataba de ponerse de pie. Adela sonrió, apartó la vista del orbe y corrió hasta donde estaba Elías, lo ayudó a levantarse y caminar hasta el helicóptero.

—Tú tienes el orbe Adela, deberías ir tú. — dijo el hombre.

—Cállate, no te voy a dejar acá tirado.

Llegaron al borde del edificio donde Bella y Luis estiraron sus manos para recibirlos. Cuando estaban por saltar, cayeron al suelo, gracias a que otro edificio había caído sobre una parte de la azotea donde se encontraban los muchachos. Adela se levantó rápidamente, miró hacia atrás y ayudó nuevamente a Elías. Sacó su varita, puso el orbe en las manos de Elías, le apuntó a su espalda y conjuro.

—Expulso. — susurró la pelinegra, al mismo tiempo que empujaba a Elías para que aterrizara sobre el helicóptero. Bella y Luis tomaron al hombre de lentes para que no se llevara un golpe tan fuerte. El de lentes miró hacia atrás y gritó.

—¡Salta ahora Adela, ahora! — exclamó el hombre.

Adela miró a sus amigos y sonrió un poco. El edificio colapsó por completo, haciendo que la pelinegra cayera al vacío junto a las estructuras del mismo.

—¡Adela! — exclamó Bella.

—¡Noo! — gritó Elías, causando un eco tan seco que casi todo Londres lo escuchó.

Abril miró hacia arriba, apreciando todo. Colocó su mano sobre su boca, pues no podía creerlo.

—¡Tenemos que irnos, la onda expansiva nos alcanzará! — ordenó Mccall al piloto, quien obedeció y comenzó a acelerar.

Elías se arrodilló sobre el suelo del helicóptero, mientras en su mente repasaba la imagen de lo recién sucedido.

Tessa y los magos oscuros habían desaparecido del lugar, los Patengers comenzaron a retomar el camino hasta el Ministerio. 

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