Mauvaise nouvelle

Oh, Dios.

JooHyun vio la prueba mientras tragaba saliva y llevaba su mano a su boca, evitando la reciente arcada que tenía por la noticia.
La doctora la vio, acariciando su hombro, riendo.

—SeulGi estará saltando en cuanto se entere, Hyun, hay que agen—

—No quiero que se entere... Bueno, no todavía, quiero darle la noticia para nuestro aniversario, YeRim—una sonrisa fingida y la pequeña rubia asintió, sonriéndole de la misma forma a la próxima madre primeriza.

Madre primeriza que estaba en medio de algo pesado, algo sumamente denso que le hacía arrastrar hasta el tope y ahogarse pero al mismo tiempo, la dejaba sin aire para que no pudiera gritar ni siquiera moverse.
Tal vez estúpido, por algo que sería su culpa.

Tal vez fue porque el otro día se negó a tener intimidad con su esposa, y por eso el siguiente día no llegó a las 8:30, sino, a las 9:48.
JooHyun no era estúpida, ese 'el trabajo me consumió' por completo no se lo creía para nada.

Ese 'trabajo' erala boca y el coño de su secretaria, lo sabía perfectamente.

Lo que no sabía era el que dolía más, la infidelidad de su esposa, o que SeulGi básicamente esté usando a su secretaria como desahogo sexual. O a lo mejor ella era el desahogo.

Tal vez, ella era lo viejo, lo que sólo sirve para abrazar en la noche, la esposa que espera paciente a que su amada vuelva con una sonrisa y una tarta de cereza, junto besos.
Era la esposa que parecía desarreglada junto a lo nuevo, a lo que tiene nuevas uñas de color rojo pasión, el vestido que no realice al lado del vestido casi lencería que presumía y lucía. Lo, usado.

JooHyun ese día lloró en su cama, abrazando la camisa de SeulGi, la que olía ella y no a un perfume seguramente caro, nuevo, recién lanzado al mercado.
Lloró, que algunas veces apretaba la camisa, que no quería manchar con sus lágrimas para no echarla a perder. Lloró en la cama, dónde SeulGi le juraba amor, fidelidad, lloró donde se supone, era un nido de amor.

Hasta la ilusión de acostarse y recibir un 'te amo' de su esposa, lo único que la llenaba, desapareció cuando pareció algo rutinario.
Algo que SeulGi parecía decir para no dejar a su esposa sin amor, qué se veía agotado en algo nuevo.

En la otra mujer.

JooHyun sollozó, acostada en la sala, poniendo alguna película para justificar, para ocultar el llanto.
No esperó que unos brazos la tomarán y le enredaran, y que unos labios besaran su rostro, limpiando sus lágrimas.
El rostro preocupado de SeulGi, que la cargó para sentarme en su cama, tragando saliva, viéndola. JooHyun se ocultó, sollozando, de forma desgarradora, frente a la culpable que la percibía como estúpida.

La escuchó hablar.

—Hyun, mi amor...Mi conejita, ¿Qué pasó?— quiso encontrar la respuesta en la televisión donde pasaba una película triste, los créditos, y tragó saliva— ¿Que estabas viendo, cariño?

—Ha—Hachiko... Ya sabes, los perros me ponen sensible, no esperé que lloraría así, mi amor— un abrazo reconfortante, que la levantaba en brazos y que la hacía pasar casi amada, como si hubiera llegado sólo a amarla en ese nido de amor.
La vio sonreír, aliviada, sentándose junto a ella, todavía abrazándola.

—Esa película siempre te afecta así, amor, ese es un motivo por el que no podríamos adoptar a un perrito, llorarías y odio verte triste, Conejita— mentira. JooHyun fingió una sonrisa, pero después soltó una lágrima al distinguir un rastro de labial rojo en su camisa.

Su estómago se revolvió, su boca casi se cayó, y sintió como su mandíbula, se deshacía, cómo su brazo parecía arder, quemar, como si hubiera perdido una parte de ella ese mismo día.
JooHyun tal vez perdió su dignidad.

O fue como Cristóbal Colón, descubrió algo que siempre estuvo frente a ella. Su labio tembló, su nariz arrugó, y JooHyun, sólo pudo llorar, como si fuera lo único que pudiera hacer.
Como si fuera lo único que sabía hacer, y si era así, entendía por qué su esposa la cambió.

Porque su esposa se aburrió de un llanto que siempre estaba, que aburría, alguien que no la complacía ni la llenaba. Lo entendía completamente, entendía por qué buscó alguien más joven, vivo, que no lloraba nunca y en que en realidad parecía no expresarle más emociones más que un rostro excitado y un orgasmo.

Alguien que llenaba, que la complacía de verdad, no como la miseria de mujer que era ella comparada con la otra.
Más joven, bajita, sonrisa con hoyuelos, alguien que si hacía feliz a SeulGi, una mujer de verdad.

La otra mujer.

JooHyun sonrío, fingió la sonrisa para hacerle creer a su esposa que estaba bien y después se excusó, diciendo que tendría que ir con YeRim para que le recomiende algo para dormir o alguna vitamina. De todos modos era una mentira mejor que las de las escapadas de SeulGi, aunque vagó, asintió.

JooHyun no bebía alcohol, pero veía tantas veces que decían que alegraba, no sabía.
Hasta tuvo terror de ello, por lo que se pidió algo leve.
Algo más soda que alcohol.
De seguro la otra mujer tomaría vino sin hacer algún gesto, sonreía, y sabía menearlo, beberlo.

Le gusta ahogarse, no en alcohol.
Vio su anillo mientras lloraba, haciendo su labio temblar, haciéndola temblar a ella. Se apoyó en su otra mano, suspirando, después sintió un peso junto a ella.

Sólo divisó una sonrisa, una que parecía apoyarla.
JooHyun sólo la ignoró, pero la otra voz habló.

—Wow, ¿Estás bien? No es normal ver a una mujer tan hermosa en un bar...

—Ese un bar, es común ver a gente llorar, ahí hay un hombre llorando, ahí hay un chico llorando, si solo quieres aprovecharte de mí tristeza de una vez te digo que estoy 100% sobria, así que ya vete— la pelinegra no se movió, y sólo choco su vaso con el otro.

—Créeme que si tuviera en cualquier lugar, me hubiera acercado, no es porque creo que estás sobria o algo, por cierto, me llamo Park SooYoung, ¿Y tú? —La otra la vio, asintiendo, y suspiró, llevando su anillo a su dedo anular de vuelta.

Soltó, casi en un suspiro doloroso, estrechando si mano que tenía en el anillo con la otra.

— JooHyun, Kang JooHyun—Era doloroso presentarse así.

Sí porque puede que SeulGi no lo respetara, pero JooHyun sí, porque juro amarla y respetarla, cuidarla, y serle fiel, ante las buenas y las malas. De todos modos era doloroso presentarse bajo algo que para una, no significaba nada y para otra, significaba todo, una vida, amor.

Porque lo seguía haciendo. Amaba estúpidamente a SeulGi, aunque hubiera otra mujer y la creyera boba.
JooHyun llegó a las 11 de la noche, suspirando, pero unos brazos la cargaron y abrazaron, de una forma fuerte, mientras acurrucado en su hombro.

La escuchó hablar, preocupada.

—Volviste, Hyun, tardaste mucho, me empecé a preocupar y no contestabas mis llamadas, mensajes, Dios, iba a enloquecer si no llegabas en cinco minutos más —

Amaba estúpidamente a SeulGi, porque de todos modos, ella seguía siendo 'la mujer'. No la que estaba sólo para aguantar la media hora, no era la otra mujer, porque la otra mujer, no tendría su amor verdadero, no la vera más que la diversión.
O eso era lo que pensaba y la hacía ciega, lo que la hacía ignorante, lo que las de sentirse no tan mal. Un placebo que tragaba diario de forma religiosa.

Como el que estaba a punto de recibir. La pelinegra se acurrucó en el pecho de su esposa, viéndola, rogando.

—Dime que me amas, SeulGiie, dime qué me amas y que siempre lo harás...

Una sonrisa por parte de su esposa, que relame sus labios y besa su hombro, sube a su mejilla,y después para en los labios, antes de decir.

—Te amo Hyun, que moriría por ti, y moriría sin ti, te amo, te amo, y te amo —Dijo después de besarla en los labios entre cada 'te amo', besar su mejilla, clavícula descubierta y cuello.

Era lo que JooHyun quería recibir a diario. Ésta sonrío, besándola de nuevo, suspirando.

Esperaba, en una falsa esperanza, que hiciera efecto.

Pero al final de cuentas, era eso. Un placebo

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