6-Señor Brow
En cuestión de segundos se hallaban rodeados, los bandidos pasaron de ser solo uno a ser quince. En sus rostros se reflejaba el deseo de venganza, habían permitido que cuatro personas se colaran en su base sin tan siquiera haberlo olido.
-Os vamos a dar dos opciones -gritó el jerka que había echado la puerta abajo-, pueden entregarse y su muerte será rápida, o pueden luchar y os aniquilamos con mayor satisfacción.
-¿Qué tal esto? -Kran puso su arma en el cuello de Faith-. Si nos dejan irnos vuestro líder vive, pero si atacan él será el primero en perder la cabeza.
-¿Te crees que nos importa ese cabrón? -respondió sin darle importancia, es más, él era el primero que deseaba que lo decapitaran.
Flinx analizó la situación con detenimiento, eran inferiores en número, pero no en armas; la mayoría de los jerkas tenían armas cuerpo a cuerpo y no contaban con potencia de fuego. Se acercó a Kran por la espalda y le susurró:
-Creo que ahora mismo esto está en un punto muerto. Voy a dar la orden de ataque, quiero acabar con el cabecilla de primero.
-Dile a Marcus que acabe con él, es quien tiene más posibilidades. -Flinx asintió y se dirigió hacia Marcus con cierta cautela y le murmuró la orden-. Dispárale al cabecilla cuando te ordene.
-¡¿De qué hablan idiotas?! -gritó el cabecilla enfado.
-Lo siento mucho amigo -dijo Flinx con una amplia sonrisa. Miró a todos los bandidos a su alrededor con una expresión seria y luego continuó-. Pero es hora de que recuperemos nuestro cuartel. ¡Ahora!
En un abrir y cerrar de ojos Marcus disparó una flecha directa a la cara del cabecilla, haciéndole caer de rodillas.
El patio quedó sumido en un silencio absoluto, los bandidos se miraron unos a otros hasta que un grito de Marcus rompió la calma.
-¡Ahora!
Flinx se mantuvo sereno por unos segundos, hasta que dio con un plan para salir de aquel problema.
-¡Kran, ataca ese grupo junto a Nubi y Valve!¡Marcus, dispara flechas a todo lo que veas moverse!
Ellos obedecieron y se dirigieron hacia un grupo de cinco hombres que tenían justodelante. Kran tomó de sorpresa a uno de los bandidos y le clavó la espada en el estómago, mientras Nubi y Valve desenfundaban un par de bastones eléctricos. Se detuvieron por un segundo, vieron cómo una flecha atravesaba la cabeza de uno de los jerkas, esa fue la señal para volver a la acción.
-¡No se detengan, todavía quedan muchos! -ordenó Flinx mientras disparaba a varios bandidos, la mayoría eran abatidos al momento, otros agonizaban en el suelo sobre un charco de sangre.
Nubi cargó contra dos de ellos y comenzó a dar golpes dirigidos a la cabeza, detrás lo siguió Valve, imitando sus movimientos. En cuestión de segundos acabaron con los tres hombres que quedaban. Sin embargo, una segunda oleada de hombres apareció, esta vez eran ocho.
-Valve, creo que necesitamos usarlas ya -dijo Nubi, haciendo que Kran volteara a verlos sin tener idea de qué hablaban.
Ambos soldados se miraron y sacaron de sus bolsillos un par de cajas pequeñas, blancas y con una abeja dibujada en el centro.
-¡Al suelo Kran!
Lanzaron las bombas frente a los jerkas, quienes las miraron sin saber qué eran. Luego de un segundo se oyó un leve click y un gas verde fue liberado por las grietas.
-Mis ojos -gritó uno de los bandidos mientras se tapaba la cara, cayó al suelo quejándose. Algunos de sus compañeros cayeron al igual que él, los que no se vieron afectados por el gas salieron corriendo despavoridos.
Marcus hizo el amago de intentar dispararles, pero una mano en su hombro lo detuvo.
-No gastes munición con esas ratas. -Le dijo Flinx con tono calmado.
Una vez el humo se disipó tanto Kran como Nubi y Valve abrieron los ojos, vieron cómo por el campo de batalla había varios cuerpos esparcidos, la mayoría tenían sus manos sobre el rostro; la agonía los había consumido.
-Bueno chicos, es momento de volver a Kor, el consejo quiere ver a Kran y nosotros tenemos que llevar al gordo a la prisión. -Sentenció el capitán mirando a Faith con asco, si fuera por él le hubiera cortado el cuello ahí mismo.
-¿El consejo? -preguntó Kran con desconcierto.
-Mi trabajo es cumplir las órdenes del gobernador, no saber el porqué de ellas. -Flinx caminó hacia sus hombres y les susurró algo que ni Kran ni Marcus pudieron oír, después ordenó-. Vámonos de aquí, Nubi, carga al gordo en tu caballo;Valve, tú ve junto a él.
Los hombres cumplieron con sus órdenes y en menos de un minuto ya estaban preparados sobre los caballos, esperando por su capitán.
-Kran y Marcus, ustedes vienen conmigo en el frente.
.......
Marcharon a paso lento a lo largo de todo el desierto, sumidos en un silencio absoluto. El sol se había esfumado, dando paso a una tímida luna que se refugiaba tras las espesas nubes.
Kran se hallaba abstraído, concentrado en un punto fijo frente a él. Pensó en lo que había ocurrido en El Foso, nunca había deseado tanto hablar con su padre, necesitaba saber más.
Una voz tras él lo hizo salir de sus pensamientos y volver al mundo real.
-¿Cómo estuviste allá? -Marcus se acercó por su espalda. Lo miró con preocupación.
-Mejor de lo que pensé, llegaron rápido y no le dieron tiempo de iniciar el juego duro. -Intentó dibujar una sonrisa, pero la herida de su estómago se lo impidió.
-¿Te duele mucho?
-Un poco, por suerte no es tan profunda. -Levantó su prenda superior, dejando ver una mancha de sangre, aunque en la oscuridad no se distinguía mucho.
Marcus la miró con un poco de asco, se rascó la nuca y dijo con satisfacción:
-El golpe fue más que merecido, tenía que haberle dado con un martillo.
Ambos dejaron salir una carcajada, atrayendo las miradas reprobatorias de Flinx y sus hombres.
-Kran -dijo Marcus mientras bajaba la voz y aseguraba que nadie los escuchara-. ¿Qué es esa daga? Cuando les mencioné que era la daga de Cira me hicieron caso de inmediato.
Kran calló por unos segundos, miró hacia el suelo dibujando esa sonrisa tan suya.
-Marcus, no tengo idea si lo que llevo es la daga de Cira, te lo dije para garantizarme el rescate.
-¿Entonces esta no es la daga? -preguntó intentando disimular el pánico, mentirle al gobernador de Kor se pagaría muy caro.
-No tengo idea, solo espero no haber metido la pata.
-¡Abran las puertas, el capitán llegó del Foso! -gritó una voz desde las murallas.
Ciudad Kor estaba rodeada por una inmensa muralla de más de cinco metros de altura, estaba hecha de piedra, por lo que la única forma de entrar y salir era la puerta principal. Un gran estruendo llenó el lugar, las puertas se abrieron poco a poco, dándole paso a los recién llegados.
El capitán fue el primero en entrar, seguido de Marcus y Kran; por último, sus hombres. A pesar de la oscuridad, las calles estaban concurridas, decenas de transeúntes iban de un lado a otro, sin tan siquiera percatarse de su llegada.
-La gente de esta ciudad es rara -comentó Marcus en voz baja.
-Viven en medio del desierto, rodeados de bandidos y de amenazas, no los culpo por ser tan reservados -respondió Kran mientras buscaba con la mirada algún establecimiento donde dormir. Luego continuó-. Además, están enojadas con las fuerzas de orden público, todos saben que obedecen a un tirano.
Flinx los llevaba escuchando todo ese tiempo, no pudo aguantar el último comentario, por lo que se acercó sin pensarlo.
-No hables de lo que no sabes, la guardia no tiene ninguna culpa, además...
-¿Me vas a decir que vuestro gobernador no es un tirano? -preguntó Kran con una sonrisa.
El capitán no respondió. Bajó la mirada y luego la desvió hacia sus hombres, estos se hallaban apartados oyendo la conversación, sin embargo, no se atrevieron a hablar.
-Os voy a llevar a la comisaría, allí tendrán un techo y una cama. Mañana verán al gobernador.
Flinx los condujo hacia un solitario edificio de madera que se hallaba en una zona cercana a la muralla. Entraron a una habitación donde había una serie de literas puestas de manera uniforme, tres a cada lado, junto a cada una de ellas había un pequeño armario de madera.
-Esta es la zona de descanso de la guardia. Intenten no romper nada.
-¡Capitán! -llamó Marcus.
Flinx volteó y alzó una ceja.
-Kran está herido, necesita vendas.
-No le hagas caso, estoy bien -dijo intentando cubrir la herida. No le había dolido hasta ese momento, parecía haberla olvidado.
-En cualquiera de las taquillas podrás hallar comida y medicinas. Ahora si me perdonan, tengo que hablar con Faith. -Salió de la habitación con una sonrisa dibujada en su rostro.
Ambos se quedaron callados por unos segundos, esperaron a asegurarse de que estaban solos. Marcus caminó hacia uno de los casilleros y tomó un par de raciones de comida, así como vendas para su amigo. Kran fue tras él y las tomó, luego se dirigió hacia una de las literas y se alzó la prenda superior.
Dejó ver su voluptuoso cuerpo. Su espalda, pecho y estómago estaban cubiertos de sudor y sangre. Con la mayor suavidad que sus toscas manos le permitieron pasó la venda por la herida, reprimió el quejido, y volvió a pasarla hasta que quedó inutilizable. Tomó otra y repitió el proceso hasta asegurarse de que no quedara nada.
-¿Quieres carne? -preguntó Marcus intentando crear un tema de conversación.
Kran sintió un agujero en el estómago, hasta ese momento no recordaba que llevaba dos días sin comer.
-Eso no se le pregunta a alguien que fue prisionero jerka por dos días- respondió con una sonrisa.
Luego de comer y acomodarse en una de las camas decidieron dormir. No podían arriesgarse a planear algo con el capitán dando vueltas.
Una vez el sol se asomó por el este Flinx los levantó y les contó que él mismo los llevaría ante el gobernador. No pudieron negarse, así que sin perder tiempo los tres salieron caminando hacia el centro de la ciudad.
De camino se cruzaron con varios hombres y mujeres que salían de sus casas con dirección al trabajo, ninguno les dirigía la mirada; muchos se echaban a un lado al verlos pasar.
Unos minutos después llegaron a una plaza, en el centro había un inmenso edificio dorado que contrastaba a la perfección con el sol. Se acercaron a las puertas, estas se alzaban imponentes, debían medir más de cuatro metros; al igual que el edificio su color era dorado, y tenían un sol gigante grabado en el centro, ese era el símbolo de la ciudad.
Se acercaron a la entrada, donde Marcus se detuvo a leer una frase que estaba grabada en la pared con letras plateadas.
-''Los ciclos nunca se rompen, solo se atrasan'' -Miró a Kran con desconcierto-. ¿Qué significa?
-No tengo idea, pero no es primera vez que oigo algo de ese estilo.
-Esa frase la dijo el gobernador el primer día de su mandato, nadie sabe qué significa -aclaró Flinx con tono lúgubre-. Igual debemos pasar ya.
Kran pasó sin problemas, pero Marcus fue detenido por el capitán.
-Lo siento, dijeron que solo Kran, nosotros debemos permanecer afuera.
-No te preocupes Marcus, nos vemos después.
-Vale. -Le dirigió una mirada recriminatoria a Flinx.
El interior de la sede era imponente: colosales columnas se alzaban a ambos lados de la sala, todas de un color dorado que hacía juego con el reluciente suelo ámbar brillante. Amplios ventanales dejaban entrar la luz del exterior, iluminando la totalidad de la sala. En el fondohabía unas escaleras que conducían hacia la segunda planta, a los lados había dos puertas que conducían a la cocina y el sótano.
-Ya veo donde está el lujo que le falta a la ciudad -comentó asqueado, observando la soledad que se respiraba en aquella sala. Caminó hacia la escalera esperando cruzarse con alguien, aunque solo fue recibido por un par de plantas similares a un cactus.
Al ver que nadie llegaba decidió subir. Se topó con un amplio salón, en el centro había una mesa de unos siete metros de largo, alrededor había diez sillas cuidadosamente colocadas, pero en el centro había otra; a diferencia de las demás esta no estaba desocupada. Un anciano de ojos azules y mirada penetrante lo observaba en silencio. Se levantó y se dirigió hacia él a paso lento, con una postura recta; parecía una vara.
-Buenos días señor Kran. -Su voz sonaba fría y distante, ni siquiera la risa que dibujó logró reducir la desconfianza que transmitía.
Kran lo observó por unos segundos. Sintió un escalofrío recorrer su espina dorsal, igual que cuando se topó con Faith.
-Buenos días señor Brow -respondió sin ganas.
-¿Sabes por qué te he llamado?
-Con respecto a eso...
-Soy consciente de la posibilidad de que esa supuesta daga no sea la de Cira, no soy un niño pequeño. Una de las razones por las que el rescate se atrasó fue por eso. -El gobernador apartó la mirada y luego soltó un pesado suspiro-. Pero me da igual, es un riesgo que debo tomar.
-Nunca le dije que se la iba a dar.
-Por lo que veo usted no sabe en qué situación se encuentra. Está en mi cuidad, rodeado de mis guardias, además, no hay un lugar en todo el continente donde no llegue mi sombra. -Brow caminó hacia la mesa y se sentó en la primera silla que vio. Luego le dirigió una mirada cargada de osadía y prepotencia.
Kran lo miró durante todo el trayecto, centró la mirada en la decoración de la habitación. Había muchísimos cuadros en cada trozo de pared, todos eran de hombres mayores vestidos de manera elegante, demasiado elegantes quizás. Encaminó su vista de nuevo hacia el gobernador, este no se había inmutado en todo ese tiempo.
-¿Por qué tiene tanto interés en la daga?
-¿En serio no sabes lo que llevas ahí? -preguntó Brow sin creérselo. Dibujó una sonrisa al ver que Kran no sabía nada. Sin esperar respuesta alguna se dirigió hacia una puerta que había en una de las esquinas de la sala, se paró justo frente a esta y dijo-. No se le ocurra huir, volveré en un minuto.
Kran se quedó solo. Caminó alrededor de la mesa un par de veces y se acercó a los cuadros que había visto antes. Le llamó la atención un hombre de ojos azules, mirada fulminante y postura recta, era una versión más joven del señor Brow. En la parte inferior había una oración escrita: ''KreatusBrow, honorable gobernador de Kor''
Una fría voz tras él lo interrumpió.
-Es mi padre.
Kran volteó y se cruzó con un Browacompañado por otro hombre, un anciano cubierto por una túnica negra. Su rostro era casi invisible, a excepción de sus ojos, que parecían pozos sin fondo.
-¿Quién es él?
-Mi nombre es lo de menos -contestó con debilidad-, lo importante es el artefacto,¿Dónde está?
Kran metió la mano en uno de sus bolsillos y sacó la daga.
-¿Me la concedes? -preguntó el anciano mientras estiraba la mano.
No quería dársela, pero tampoco había más opciones. Con cierto temblor en su mano se la entregó y esperó que la examinara.
El anciano estuvo varios minutos en silencio, la examinó a contra luz, luego conjuró un par de pequeñas descargas y las lanzó contra la hoja. La daga se mantuvo inmutable, su habitual color gris seguía intacto.
-¿De dónde la sacaste? -preguntó el hechicero.
-Es la herencia de mi padre.
-No es la auténtica, es obvio que se trata de un arma mágica, pero no es la daga de Cira. Lo siento gobernador.
-¿Estás seguro? -preguntó Brow con duda.
-Llevo muchos años tras la pista de ''Las Cinco Puntas''. Esta daga no soportó la prueba de choque, es obvio que es una falsificación.
El gobernador tomó la daga y la analizó con cuidado. Su expresión contrariada fue muy satisfactoria para Kran, quien hizo todo lo posible por reprimir su sonrisa.
-Es libre de irse, pero me quedaré con el arma. Si es mágica servirá para cubrir los costes del rescate. -Sin darle tiempo de reaccionar Brow se encaminó hacia las escaleras y dejó a ambos hombres sumidos en un silencio bastante incómodo.
Una vez los pasos dejaron de oírse el anciano habló:
-Ven conmigo.
-Tengo prisa, mejor me voy. -Hizo un amago de irse, sin embargo, una mano lo agarró.
-Primero que todo, deja de apretar el puño, te vas a desangrar. -Kran examinó la palma de su mano y vio que esta se hallaba roja por completo-. ¡Ven conmigo ahora mismo!
De mala gana lo siguió a través de la puerta por la que el gobernador había entrado minutos antes.
Hola buenas. Espero que os haya gustado el capítulo. Este es el último que pude corregir en este 2022. Para el próximo año corregiré el resto y subiré otro par.
Recuerden que si os gustó podéis votar y comentar. Igual si ven algún error o algo háganmelo saber, a veces se me escapan cosas.
Gracias por todo, nos vemos pronto.
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