6

— ¡Bajen las putas armas o le disparo, les juro que disparo! —

— Está rodeado, no sea tonto. Mejor hablemos tranquilamente, no hay necesidad de hacer esto — Trató de calmarle el teñido con una suave voz, escondiendo el manojo de nervios que era por ver a su mejor amigo y compañero siendo apuntado por el gilipollas de turno en la joyería.

— ¿Hablar?, ¡¿y cómo sé que no me revientan en cuanto suelte a éste?! — Apretó su agarre, y Gustabo entre sus brazos rodó los ojos con fastidio, incómodo por ser tocado así y por el escándalo que hacía aquel criminal por verse acorralado.

Aunque era su culpa haberse confiado, pensar que tenía el control de la situación. En cuanto se acercó a recoger la parte del botín que les correspondía luego de la negociación, no esperaba que le tomara como rehén; y ahora la situación era: el atracador en un acto desesperado raptó a un agente y le amenazaba con un arma.
Habían al menos otros tres policías allá afuera sin contar a Horacio, y se empezaba a enojar porque el cuerpo en su espalda le daba un asco enorme, y los gritos directamente en su oreja vaya que le estaban sacando de su postura tan serena.

— Le juro que no, confíe en mí — Dejó de apuntar, levantando sus manos, cosa que puso en alerta a los demás agentes en el lugar, preocupados por su acción — Hablemos, estás solo, yo mismo me encargo de que no se coma una gorda —

El hombre guardó silencio, tembloroso; parecía que estaba tomando las palabras del subinspector en serio, y eso le dio oportunidad a Gustabo de aprovechar el despiste para darle un cabezazo en la quijada, y con aquello arrebatarle el arma fácilmente.

— ¡Al suelo! — Gritó, apuntándole y viendo con desdén como el inútil se encogía en el suelo, cubriéndose con sus manos — Si te quitan la pipa te pones a llorar, ¿de verdad pensaste que podías asaltar algo así?, hay que tener huevos, jo'puta — Escupía con enojo, esposando al hombre utilizando toda la delicadeza que tenía, que obviamente era inexistente.

Horacio suspiró en su lugar, tenía ganas de reírse por los gritos que soltaba el más bajo.

— Subinspector, ¿despejamos la zona? — Escuchó a sus espaldas.

Aclaró su garganta antes de contestar — Afirmativo, gran trabajo a todos, vuelvan a sus asignaciones que ya nos encargamos nosotros de procesar al sujeto —

— Diez cuatro, buen trabajo —

En un par de minutos aquella calle quedó vacía, exceptuando la patrulla de la pareja.
Regresó su atención a el rubio que seguía dentro del lugar; Gustabo gritaba todos los insultos que conocía mientras cacheaba al sujeto todavía de rodillas, y Horacio sonrió, guardando su arma para abrir la puerta, escuchando más claramente lo que decía.

— ¡...y sólo por eso te quito el móvil, menudo pedazo de gilipollas tío!, ¿qué quieres, perpetúa?, te la doy, que no tengo ningún problema, pero no me vengas a tocar los huevos —

— ¡Ya te dije que perdón!, ¡me puse nervioso, ¿cómo le hablo a mi madre sin el teléfono?! —

— ¡Pues que se jodan tú y tu madre!, anda, tira — El más alto le detuvo la puerta para dejar pasar al encapuchado y al esposado que escoltaba — ¡Dan!, conduce tú, estoy hasta lo mierda como para hacerlo yo —

— Vale, tú relájate que ahora nos damos un descanso — Vio al detenido distraído una vez le metieron al auto, y aprovechó para darle unas palmadas en la cabeza a Gustabo, quien solo se dejó hacer con los brazos cruzados — Pero leele los derechos, anda —

— Joder con los putos derechos — Un quejido irritado salió de su garganta, y ya cada uno en su asiento empezó a nombrar lo que le pidió el contrario sin muchos ánimos, haciéndolo rápido a propósito para que apenas y pudiera entender.

Horacio condujo hacía la comisaría, de vez en cuando parando la patrulla si es que el hombre a su lado se descontrolaba y se ponía más amenazante que de costumbre, pero la mayor parte del tiempo tenía que cubrirse la boca para aguantar las risas que le provocaban palabras tan molestas y ofensivas hacia el pobre tonto que tenían en los asientos de atrás.
Se estacionó en la parte trasera de comisaría, y el mayor apenas apagó el auto su compañero ya escoltaba al detenido; le siguió casi corriendo para evitar que se repitiera cualquier incidente pasado.

Le tomaron datos, redactaron las multas correspondientes agregando el cargo de agresión a un funcionario público el cual Gustabo le pidió a Horacio que pusiera dos veces, "por gracioso", había dicho.

— Al calabozo —

— Pero Fred, solo le podemos meter multas — Le murmuró al oído, colocándose a su lado y mirándole algo preocupado.

— Me importa una mierda, no le quiero ver la cara allá afuera en lo que nos queda de la tarde — Le apartó con un pequeño golpe en el pecho, lo suficientemente fuerte como para sorprenderle y hacerle retroceder — Y luego nos vamos a cenar tú y yo, me empiezo a sentir enfermo acá –

El menor solo asintió, mirándolo fijamente hasta que se alejó tanto que tuvo que seguirle a un paso más rápido, solo escuchando de lejos como encerraban al hombre entre reclamos e insultos ahora menos elevados de tono, tomando conciencia de que ahora cualquiera les podía oír, y lidiar con una reprimenda de algún comisario por maltratar a un detenido no era del agrado de los subinspectores, por lo que colocó una mano en su hombro como advertencia, con unos ojos brillantes como los de quienes piden piedad.

Gustabo suspiró, y palmeó aquella mano para después hablar — Ya lo sé, no te preocupes. Mejor vámonos y salimos de servicio, ¿te parece? —

Recibió varias afirmaciones con la cabeza, y la mano que tenía sobre él se deslizó a su muñeca, ahora arrastrandole para dejar armamento y salir lo más rápido posible a cambiarse.
Pocas veces podían salir como personas normales, cuando no estaban infiltrados, cuando no estaban trabajando y cuando no estaban recaudando información. Y había algo que el más alto extrañaba desde que se unieron a la policía, y era pasar tiempo con su persona favorita en el mundo.
Con cautela salieron de el lugar, recibiendo unos cuantos saludos de agentes de rango menor antes de alejarse lo suficiente y asegurarse de no ser observados para cambiarse a su ropa de civiles.

Horacio no esperaba una cena romántica, pero después de comprar comida rápida para ambos e irse en el auto a algún lugar tranquilo bajo un cielo que comenzaba a apreciarse más oscuro aquello parecía un escenario de aquellas películas que de vez en cuando veía, y se dio cuenta que mirar a el rubio sano y salvo le hacía sentir seguro, como también que el día pasaba muy rápido cuando estaban juntos.
Se echó para atrás en su asiento, y el aire que retenía se deslizó por sus labios, mismos que se curvaron en una pequeña sonrisa.
Gustabo le miró de reojo cuando estaba a punto de terminar de devorar su comida, pero se detuvo al apreciarle un segundo más; se miraba tan sereno, como su toda la mierda que habían vivido no le hubiera hecho más que fortalecerle. Su corazón palpitó a un ritmo relajado, quizás porque al estar a escasos centímetros de Horacio podía olvidar lo nervioso que había estado hace unas horas, y podía respirar con toda la paz del mundo justamente porque estaba a su lado.

Limpió sus manos con una servilleta, y se acomodó en su lugar, viendo todas las facciones de aquel hombre, manteniendo una expresión imperturbable ante el trabajo de apreciar a su compañero. El silencio parecía ayudar a hacer aquel ambiente más familiar entre ellos, como si ese momento fuera para y por su unión, porque Gustabo ni siquiera se dio cuenta de cuando fue el momento en el que prácticamente estaba a escasos centímetros de Horacio, quien le miraba con ojos apacibles, como si la distancia que se acortaba no fuera cosa de otro mundo, como si esperara lo que iba a suceder y fuera completamente normal para los dos.

Era incómodo tener que inclinarse hacia él, así que Horacio le facilitó el trabajo, reuniendo así sus labios en un roce delicado, bordeando casi lo inocente, porque no había prisas ni deseos más que el más puro sentimiento de cariño y aprecio. Cerraron sus ojos, sintiendo, entrelazando sus manos por lo bajo, dejando de darle importancia a su alrededor; Gustabo acarició sus nudillos con su pulgar, un toque suave y cálido como su respiración que salía pausada y con tranquilidad, porque se sentía seguro tomando su mano.

Horacio se dejó hacer, sacando desde el fondo de su corazón aquel deseo que tenía y que pensó que nunca sacaría a la luz; pero ahí estaba, derritiendose de amor con su persona especial. No sabía bien qué estaba sucediendo, pero su pecho se inflaba por esa pequeña felicidad.
Colocó su mano libre en la mejilla de su amado Gustabo, disfrutando de el contacto más delicado que había experimentado.

Cuando tomaron un par de centímetros de distancia, se vieron brillar por segundos, como quien aprecia un fuego intenso o la luz de la luna llena en plena noche.
Sonrieron, entendiéndose sin decir nada, solo compartiendo pensamientos con un vistazo. El de cresta en un arranque de emoción dejó varios besitos en el rostro del mayor, quien soltó unas risitas por el gesto, y lo devolvió en un casto beso en la frente.

Pasaron un par de horas ahí, sin nada más que hacer que disfrutar de su tiempo juntos, porque no sabían cuándo sería la última vez que pudieran estar tranquilos.
Entre risas y muestras de afecto, la noche pasó rápidamente.

No me podía aguantar a los tres días JAJA, además como dije en mi tablero, hay junta en la escuela mañana y #miedo

Fuera de eso, me gustó escribir esto, bonito y corto igual que mis one-shot's normales de otros fics que he hecho

Lo único que quisiera agregar es que hsbs, se siente muy raro que no haya ni un comentario
Siento como si estuviera escribiendo la mayor mierda y que absolutamente nadie me está dando bola ah:((

Pero bueno, si andan por acá de paso, gracias por tomarte el tiempo de leer esto♡, lo aprecio mucho, de verdad

Nos vemos la próxima semana~
Espero-

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top