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Capitulo desligado de la línea temporal de la serie original tanto como de sus acontecimientos.

El cielo que miraba era gris, un gris muy claro no del todo normal en pleno verano, pero ahí estaba salvando a las personas de el horrible calor que con cada día se hacía más elevado.

A pesar de estar en un salón con aire acondicionado, el moreno abanicó su rostro con la pasta de uno de sus cuadernos, mientras trataba de encontrar algo que hacer para acabar con su aburrimiento, pensando que quizás del cielo caería aquél entretenimiento que el joven necesitaba para no dormirse después de que les anunciaran que uno de sus profesores faltaría, lo que lo dejaba en su rincón escuchando el alboroto de los demás alumnos ahí.

Fue entonces cuando la puerta fue azotada, haciendo temblar las ventanas cercanas a la entrada, y en el marco de la puerta apenas pudo visualizar unos cabellos rubios antes de que estos se esfumaran; siguiéndole con la vista ante sus rápidos movimientos, Horacio quedó hipnotizado con unos orbes de color azul, unos que irrumpieron en su salón de clases para emprender huida de un maestro que apenas podía igualarle el paso, quedando atascado en la ventana por la que el chico salió prácticamente volando, mirándole escapar exitosamente.

El aire se quedo contenido en sus pulmones, procesando aquella imagen tan bella a sus ojos; haciendo algo tan arriesgado y pareciendo brillar con gracia divina.
Ahora tenia una hora libre, gracias a la ausencia de su tutor, en donde podía pensar cada minuto lo mucho que le había gustado lo genial que se veía aquel alumno evadiendo a el docente, y desapareciendo en la parte trasera de la escuela.

— ¿Y a ese qué le pasaba? — Escuchó cuchichear a uno de sus compañeros.

— Ni idea pero está loquísimo, mira que seguir corriendo cuando ya te tienen fichado —

— A mi me dijeron que es un grado más grande que nosotros. No sé como no lo han expulsado, siempre hace estas cosas —

— Es hijo de un tío en la policía que da mal rollo, según escuché tiene un puesto super tocho, quizás por eso —

Horacio les prestaba atención desde su lugar, haciéndose una imagen de el chico del que hablaban. Le emocionaba pensar que de verdad existía algo tan cliché en las historias como un vándalo hijo de personas rectas, que no para de meterse en problemas y vive una vida llena de acción.
Ocultó su sonrisa detrás de su cuaderno, retomando la atención a la ventana a su lado que dejaba ver nubes negras a la distancia.

Perdido en sus pensamientos aquel periodo pasó más rápido que de costumbre, teniendo ganas de volverse a encontrar con esos bonitos ojos distantes.

El timbre fue lo que marcó la carrera de sus compañeros a la salida, pero el teñido tenia mejores cosas por las que preocuparse más que ser el primero en salir de toda la escuela. Ahora el viento era demasiado tempestuoso, y lo que menos quería era que se le corriera el rimen en sus pestañas por la lluvia que amenazaba con caer. Pero tendría que recordar aquello como una advertencia, de que tendría que comprar uno nuevo a prueba de agua, y de paso un fijador.

Suspiró con desgana, cruzándose de brazos en la entrada de la institución, queriendo chasquear la lengua cuando sintió una gorda gota chocar en su nariz.

— No me jodas — Murmuró con fastidio, buscando con la mirada algún lugar en donde refugiarse.

Los muy perros de los guardias habían cerrado el gran portón, impidiendo que los alumnos volvieran a entrar aunque sea para no mojarse. Fue un instante en el que el lugar quedó prácticamente vacío, y a su alrededor solo unas pocas personas parecían no ponerle atención a el clima; ansioso fijó esos pares bicolores en un paraguas rojo, y se acercó como si su vida dependiera de ello.

— Eh compañero, ¿te molesta si me paro contigo un momento?, me he dejado el paraguas en casa — Contó, cosa que no era del todo verdad ya que ni sabia que iba a llover.

— Para nada tío, sin problema — No se lo repitió dos veces cuando Horacio se hizo un espacio junto a él, acomodando su mochila sobre su hombro derecho para no molestar a el chico.

— Que majo, te lo agradezco muchísim- — Aquella sonrisita se congeló en su rostro al igual que su cuerpo completo, pues al reconocer esos ojos no pudo creer la suerte que tenía.

Las cejas del contrario se arquearon con duda, curioso de el por qué aquel inusual chico parecía haber visto un fantasma de la nada.
Acomodó mejor el paraguas entre ambos, metiendo su mano libre en el bolsillo de su chaqueta para más comodidad.
El más alto empezó a jugar con sus dedos, sin saber cómo continuar una conversación normal con el tipo en el cual estuvo pensando durante cuarenta minutos enteros.

— Madre mía, espero que no pienses que te podrás ir cuando baje esto que pinta de calmarse no tiene — Tenia una voz fuerte y firme, pero parecía hablar de forma amigable.

Balbuceó un poco antes de contestar — Err, de hecho eso iba a hacer. No pueden venir por mí y eso, pero parece que tendré que irme así —

— Joder, ¿tan ocupados para dejarte aquí? — Preguntó casi indignado, cosa que le sorprendió.

— Eso parece — Rió levemente, y sintió un poco más de confianza como para seguir hablando — ¿Y por ti van a venir? –

— Ajá, va a venir mi viejo. Pero me dijo que quizás tardaba por el trabajo — Le miró fruncir el ceño, causándole algo de ternura; parecía un puchero — Si me llego a ir antes te voy a dejar el paraguas, ¿eh?. De seguro me recogen en coche —

Iba a responder, pero el teléfono de el mayor sonó en su bolsillo. Le tendió el paraguas a el teñido, y este lo tomó entre ambas manos, curioso por el cambio de actitud que tomó en cuanto leyó el nombre en la pantalla de su teléfono.

— ¿Pero donde te has metido?, si me enfermo voy a faltar dos semanas, te aviso — Tuvo que cubrirse la boca con la mano, reteniendo una risa al ver tanta agresividad de la nada — ¿A quién vas a degradar?, ¡es que coño ya estás viejo!, ¡descansa ya, tío! — Alcanzó a escuchar gritos incomprensibles, algo que le sorprendió pues la llamada no estaba en altavoz — ¡Tú me tienes hasta los cojones!, no te aguantas ni tú, háblame cuando no estés histérico — 

— ¿Ese ha sido tu padre? — Preguntó con gracia, devolviendole el paraguas a su dueño que lo tomó en reacción, rozando sus nudillos con el dorso de la mano contraria de forma inconsciente.

— Bah, por desgracia — Escupió todavía enojado — Si tanto tiempo le quito por venir a recogerme que mande a alguien más, o me voy yo solo. Es un paranoico y un insufrible —

— Parece que se llevan de puta madre —

— Si, me quiere mucho el cabron — Sonrió de lado, obviamente siguiéndole el juego al chico.

Pasaron un par de segundos en silencio, y entonces el más bajo cayó en cuenta de algo: no sabía ni quien era el tipo a su lado y le estaba hablando como si lo conociera de toda la vida.
Sus ojos viajaron hacia sus pies, luego a la cera frente a ellos, para después caer totalmente sobre el tenso moreno que parecía crisparse los nervios de la nada.

— Oye, es un coñazo decir esto ahora, pero, ¿cómo te llamas? —

El teñido se quedó estático, procesando sus palabras.
Tragó en seco antes de poder contestar.

— Horacio...¿y tú? —

— Gustabo, pero es con b, como de bombón, ¿a que mola? — Dijo pícaro, causando que el corazón de el más alto diera un vuelco.

— S-Si, está muy guapo...el nombre, digo —

Gustabo rió mientras trataba de seguir conversando, pues sentía algún tipo de necesidad por escuchar la voz normal de Horacio, no murmuros nerviosos. Quería escuchar la risita que se coló en los oídos cuando le gritaba a su padre.

La lluvia se hizo más constante, más fuerte que un aguacero, parecía que se venía una tormenta a la ciudad. El rubio se acercó más a su contrario con la intención de que éste no se mojara; sintió como sus hombros se rozaron, y a diferencia de con otras personas, no quiso alejarse. Empezaba a sentirse curioso de su propia actitud con aquel extraño, y lo empezaba a demostrar cuando Horacio se preguntó si tenía algo en la cara por la mirada tan fija encima suyo.

Desvió los ojos, nervioso por la ligeramente incomoda situación, pero la estrepitosa sirena de una patrulla le permitió ignorar aquello, y al dirigir su atención a donde había salido el repentino sonido el cielo se iluminó por un rayo atravesandolo.

— ¡Gustabo García! — Gritó la voz más grave que había escuchado, y arqueó una ceja por su tono irritado — ¡Al puto coche ya mismo! —

Inclinó la cabeza con confusión, entonces escuchando un fuerte suspiro a su lado.

— Madre mía... — Murmuró Gustabo, llevando su mano a sus ojos para frotar, como si de repente el cansancio le tuviera en la palma de la mano — Para vergüenzas no gano con éste señor — Rió ahora sin gracia, solo expulsando el aire, pero de todas formas hizo sonreír a Horacio.

— ¿Por qué parece que te quiere matar? —

— Así está siempre, nadie sabe por qué y menos yo —

Bajó la mirada, y Horacio casi pudo ver como su cabeza sacó una chispa al conectar las ideas. El paraguas le fue tendido y rápidamente el rubio corrió a asomarse por la ventana a medio abrir de la patrulla que llevaba su padre.

— ¡Papu!, ¿me dejas llevar a alguien  a su casa? —

— ¿Cómo que a alguien? — El pelinegro le miró por arriba de aquellas gafas de sol, y un ceño fruncido era lo que más resaltaba en su amargada cara, cosa que no le sorprendió — Más vale no sea un porrero como con los que te juntas —

— Que no, se ve buen chaval; por favor, no te cuesta nada — Juntó sus manos en forma de suplica, usando el método número tres para conseguir lo que quería, y el mayor por muy temible que fuera no podía resistirse a su único hijo; suspiró con pesadez y quitó el seguro de las puertas.

— Los quiero arriba, cagando hostias —

El chico sonrió, y sin importarle estar goteando regresó con Horacio que se mostraba curioso por las acciones del más bajo.
Su brazo fue tomado apenas estuvo lo suficientemente cerca, y sin tiempo para replicar ya tenía la puerta trasera de la patrulla abierta y el paraguas cuidando que no se mojara.

— ¿Gustabo...? —

— Anda, sube, y así no te quedas acá solo —

Horacio dudó, pero la sonrisa confianda y amable del rubio le calentó el corazón lo suficiente como para corresponder su gesto, cómplices, con la inocencia propia de los jóvenes.
Jack desde su asiento les miraba por el espejo retrovisor, atento a la escena, y alzando un ceja cuando vio a su hijo cruzando por detrás de el coche para sentarse en la parte trasera, al lado de aquel desconocido.

— ¿Qué soy?, ¿un puto chófer? — Escuchó risitas, y solo chistó la lengua, conduciendo fuera de el estacionamiento de la escuela.

Cuando Gustabo terminara de ser un total payaso con el extravagante chico que acababa de subir a su vehículo, le interrogaría todo lo que le quedaba de descanso sobre la llamada que recibió sobre su  maravillosa escapada número nueve en el semestre, y si tenía espacio también sobre ese extraño que hacía sonreír como tonto a su retoño.

Hi~

Espero que después de este capítulo no vuelva al hiatus TT

Eeeh, tenía ganas de escribir algo bonito y sin muerte y sufrimiento sooo, supongamos que las supernenas se conocen a sus 16-17 años y y y /llora en pensar que eran soulmates

Nada que agregar, esta vez fue algo corto pero me tomó mas de dos semanas acabarlo porque odio vivir wu

En fin, espero estén teniendo buena noche/madrugada (porque acá son las 11 ya mismo ah)
Ciao <|3

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