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• AU •
Capitulo desligado de la línea temporal de la serie original tanto como de sus acontecimientos.
Llevó sus manos a la parte trasera de su cabeza, masajeando levemente aquella zona mientras soltaba un suspiro lleno de cansancio; bajó la mirada y se topó con las carpetas y papeles en su escritorio que por desgracia todavía le faltaba revisar antes de por fin salir de su oficina.
Sonrió sin ganas, era una putada que siempre le había sacado la vuelta al papeleo y ahora tenia que tragarselo de lleno. Claro que le gustaba que ahora era alguien importante en comisaría, pero ya tener la responsabilidad de leer, firmar y atender cosas que le daban totalmente igual, estaba a punto de llamar a su padre y devolverle su trabajo. Una lástima que estuviera de viaje.
Se estiró de nuevo, sacando un quejido de sus labios en el proceso.
Cuando volvió a su posición, unos suaves toques en la puerta llamaron su atención.
— Adelante — Mandó, y cuando vio aquel cabello desordenado y colorido no pudo evitar sonreír — ¡Hombre, Horacio! —
— Hola, buenas — Saludó en un tono más suave; sus ojos se achicaron, correspondiendo con complicidad el saludo que le resultaba tan amigable por parte del rubio y único entre ellos — ¿Mucho trabajo? —
— Que va, solo resolverle la puta vida a cada oficial aquí — Suspiró cuando una risita salió de el menor, y entonces volvió a sujetar una hoja que había estado revisando antes — Pero no te quedes ahí, pasa por favor — Pidió, sintiéndose mal por ver a su pareja parado en el umbral de la puerta, extrañado por verle más tranquilo de lo normal, agregando un aire inquieto al mirarlo acercarse con cautela.
— Vale, que también venía a traerte algo —
— ¿A mí?, si es otro documento saco el taser —
— No, no, quizás te gusta — Llevó una mano a su nuca, mostrando un brillo inusual en sus lindos ojos, cosa que no pudo pasar por alto ante los atentos orbes de su compañero.
— ¿Un cafelito?, si es con dos de sacarina mejor —
— Que no, ven un segundo — Estiró su brazo, y el mayor se levantó de su lugar, yendo a tomar su mano de forma instintiva — Cierra los ojos —
— Como me golpees te degrado —
— Cada dia hablas más como él —
— Es la placa y las pistoleras, están malditas —
— Joder, cierra los ojos ya — Desvió la mirada, estar tomados de la mano y viéndose directamente de un tiempo a otro le avergonzaba.
— Que si, ya está — Atendió su petición, relajando los parpados y queriendo bostezar cuando de manera involuntaria estaba descansando de el trabajo; le agradecería después por sus visitas furtivas, siempre podía darse un segundo de todo cuando Horacio estaba presente.
— No los abras hasta que te diga, ¿vale? —
— Vale —
En lo que se le daba una nueva orden, pudo sentir un leve espasmo en la mano del moreno, por lo que entrelazó sus dedos, apretando levemente. El tacto era cálido, gentil, algo que solo Horacio le daba desde el momento en que se conocieron, porque tocarle era lo más natural del mundo, como si estuvieran destinados a ser tan cercanos y unidos.
Sintió el roce de una textura áspera cerca de su nariz, casi tocando también el arco de cupido abajo de ella. Enarcó una ceja por ello, pero tan rápido fue que podía restarle cualquier importancia, más relevante era que el de mascarilla estaba tironeando de su mano levemente, como si estuviera buscando una manera de huir ya estando en marcha su plan, cuando un momento de lucidez destelló en su aborchonada cabeza.
— ¿No me ibas a dar algo? — Se quejó, dramatizando su voz, sin saber que eso puso aún más intranquilo al contrario.
— Dame un segundo —
Sintió una mano posarse en su hombro, sabiendo que era la de él. Podía saber que estaba muy cerca, pero era como si no le afectara en lo más mínimo, porque confiaba su vida en ese hombre.
El mismo hombre que escondía su nariz entre su hombro y cuello, hundiéndose y dándose el lujo de suspirar ahí, descolocandolo por la sorpresa.
Claro que confiaba, sabía que no haria nada malo, quizás solo le habían dado ganas de intimar un poco después de varios días saludandose brevemente en los pasillos de la comisaria. Lo conocía, Horacio necesitaba atención constante o se ponía nervioso.
Sus pensamientos fueron interrumpidos por un pequeño dolor en el vientre, pues el menor le tomó bruscamente de la cintura y lo arrastró a lo que parecía ser su propio escritorio.
Se sujetó de donde pudo, y cuando quiso mirar lo que pasaba ante sus acciones tan confusas, Horacio le quitó la corbata para vendarle los ojos, lo sujetó y sometió de espaldas.
Sería una broma, un coqueteo de los que soltaba de la nada su novio porque sí, porque no serian tan sin vergüenzas como para hacerlo en un lugar tan transitado en plena jornada, ¿verdad?.
— ¿Horacio...? — Dijo dudoso cuando sus manos se deslizaron por sus muslos, acariciando con delicadeza, pero exaltándolo de igual manera.
Solo recibió su caliente respiración en su nuca, sintiendo su piel erizarse. Confundido y agobiado por no poder ver, forcejeó levemente, notando la madera del escritorio bajo su abdomen, dejando una vista desde atrás de lo más morbosa para el de cresta.
Si, estaba muy necesitado, y no había nada que pudiera calmar sus lujurioso pensamientos más que la idea de sostener a su amado.
Apretó levemente, haciendo al contrario conmocionarse con cada roce indebido en su sensible entrepierna, y con una presencia tan imponente a sus espaldas, le era difícil no exitarse por la situación.
No tener contacto por tanto tiempo por el maldito trabajo también le había afectado, pero un ápice de sentido común le gritaba detenerle por todo lo que conllevaría el ser descubierto y el escándalo que tendrían que calmar en comisaría.
Repasó con su lengua la nuca al descubierto del superintendente, y él retuvo cualquier sonido obsceno que pudiera salir de su boca por la humedad sofocante en tan ardiente lugar.
Sus dedos palparon la madera de el escritorio, tanteando, pues sus manos ahora se sentía inquietas por querer tocar también. ¿Cómo lo haría temblar de desesperación y deseo esta vez?, cada segundo más expectante y desesperado por descubrirlo, y el comisario en el fondo se divertía por su impaciente pareja, pues le sentía retorcerse en su lugar en busca de acercarse más, perdiendo el sentido común que lo ataba a su parte ética.
— Horacio, ¿vas a...? — Murmuró en un hilo de voz, temeroso de romper el ambiente tan tentador que había creado el menor. Sus palabras vistas con cierta timidez le hicieron pasar saliva, entendiendo a lo que se refería cuando alinaba su pierna entre las contrarias, sosteniéndolo.
— Eso dejémoslo para cuando vayamos a casa — Le imitó, bajando la voz, pues el acto secreto era íntimo, un sentimiento que compartían.
Horacio con intención de molestar tocó con su rodilla la entrepierna del ojiazul, burlándose bajito por su creciente erección y como trató de no hacer ruido.
Con tanto silencio podía escuchar hasta la fricción de la ropa, la respiración agitada de los dos y su propia risa cínica, mofandose del adorable comportamiento de su pareja.
Con más descaro llevó una de sus manos a aquel lugar, acariciando por encima del pantalón en círculos, desesperado al mayor por tan tortuosos movimientos. El calor en su vientre fue en aumento por la deliciosa sensación, restregandose para conseguir más atención en aquel lugar.
Mientras subía ahora por su torso después de unos minutos jugueteando, con su mano libre empezó a despojarse de su cinturón, abriendo su pantalón y dejando ver un bulto sobresaliendo de una fina capa de ropa, la última de hecho.
Hizo lo mismo, jadeando cuando de los bellos labios de su amado empezaron a salir murmullos llenos de palabras y súplicas por seguir, haciéndole arder de deseo. Como la persona bondadosa que era no lo hizo esperar más.
Una vez tuvo su piel desnuda sujetó su cadera, alineó su propia erección entre sus muslos con la intención de iniciar un vaivén entre estos.
Cuando Gustabo sintió sus miembros rozarse directamente no pudo evitar soltar un pequeño grito por lo inesperado y urgido que se encontraba, aferrándose a su escritorio mientras trataba de respirar correctamente, lo cual fue imposible cuando Horacio empezó a rozar con sus labios en su cuello. El rubio llevó sus temblorosos dedos a sus labios, acariciando antes de cubrirlos con su palma, y entonces sus gemidos se vieron amortiguados por ella.
Aún si solo era un roce de pieles, el sonido de la pelvis y las nalgas encontrándose con cada estocada resonaba en la oficina, junto a los jadeos y otros sonidos provenientes de sus ropas aún puestas moviéndose rítmicamente.
Horacio ladeó la cabeza, sintiendo un bochorno pasar de sus mejillas hasta sus orejas y la paleta de su espalda, tan intenso como placentero. Escuchar a su novio, verle, sentirle, había extrañado tanto profanar su angelical imagen con sus morbosos deseos. Relamió sus labios, llevando una de sus manos a la erección contraria, empezando a masturbarla.
— ¿Te gusta aquí? — Preguntó con la voz ronca, sabiendo perfectamente donde tocar, pero queriendo volver loco a su pareja.
— ¡Mhm! —
Escuchó, y se sintió satisfecho por los gritos que se oían tan desesperados como ahogados, gracias a el intento de suprimirlos del mayor.
Bombeó con más rapidez, acariciando la punta con su pulgar mientras que el resto de sus dedos junto a su palma acariciaban el enrojecido falo, dejando pequeños besos y mordidas en su cuello, sosteniendo con fuerza su cadera, tratando de mantenerlo en una posición en donde su propio miembro pudiera tocar el de Gustabo.
Su respiración era errática, Horacio podía casi sentir el vapor que salía entre los dedos pálidos de su pareja por su ardiente aliento contenido, y su nuca sonrojada y su ceño fruncido lo estaban volviendo loco. Se inclinó para dejar un pequeño mordisco ahí, gustoso del chillido que escuchó al segundo de enterrar sus dientes en la tierna piel.
Y cuando de repente no hizo ruido y su espalda se arqueó hacia atrás, supo que estaba llegando. Aumentó el ritmo de su mano y de sus propios movimientos, el verle temblar y jadear, como sus manos se movieron desesperadas hacia atrás para tocarle, sin lograrlo. Un gruñido salió de sus labios, para después jadear sobre su espalda, inclinándose cuando su propio orgasmo le hizo tensarse.
Pegó su frente en los cabellos del mayor, apoyando sus manos en el escritorio, antes de deslizar una en su cuello y tirar un poco hacia arriba, buscando sus labios. El rubio entendió y le recibió gustoso, sintiendo aún su corazón golpear con fuerza su pecho.
El ruido húmedo del besuqueo se escuchó por un par de minutos más antes de que Horacio se retirara y rebuscara con la mirada el escritorio, encontrando algunas toallas de papel. Tomó algunas y se limpió la mano, y el escritorio, cosa que hizo suspirar a Gustabo con vergüenza y reír al menor.
— Me cago en tu... — Balbuceó, sintiendo el torso adolorido por estar en una posición incomoda. Y la cadera, seguramente se quejaría todo el día sobre eso.
— Ya, ya, ¿no te gustó o qué? — Sonrió, acomodándole la ropa después de limpiarlo.
— Cállate, hostia — Se cubrió los ojos, frotándose el puente de la nariz, aunque debía admitir que se sentía más relajado que antes, al menos ya no era el cuello lo que le dolía.
Horacio le sentó en el escritorio ya limpio, poniéndole la corbata y dejando un beso en su mejilla.
Gustabo se acomodó el cinturón y una vez listo, simplemente se quedó ahí, pues pensó que si intentaba levantarse se iba a caer, le temblaban horrores las piernas.
— ...Mueve la silla hacia acá, tengo trabajo que terminar —
— ¿Todavía tienes papeleo?, que marrón —
— Ya ves, y un gilipollas solo me vino a distraer — Sonrió con sorna — Anda, mueve eso o cargame pero has algo, enserio tengo cosas que hacer —
— Vale, vale — Le sostuvo por los muslos y le hizo abrazarle antes de levantarle, y Gustabo se mordió los labios, ¿desde cuando estaba más musculoso?.
Cuando estuvo en su silla bufó, y Horacio le abrazó por detrás, dejando un beso en su cien.
— Cuando salgamos de servicio compramos algo de cenar, lo que quieras —
— ¿Vas a patrullar? —
— Diez cuatro — Sonrió, y el mayor también, dejando un beso en su mejilla antes de volver a tomar una de las carpetas en el escritorio ahora más desordenado.
— Vale, pues nos vemos más tarde, corazón —
— Te voy a extrañar — Murmuró.
Bien parecía que ninguno se quería alejar, pero después de un par de palabras más y unos cuantos besos, Horacio salió de la oficina de una vez, y Gustabo se dio en gusto de soltar una risita cuando por fin estuvo solo.
Quizás ese tipo de desahogo era el que necesitaba después de todo.
Hi-
AJABSSJ PERDÓN AH
Me dio un bloqueo tan horrible además de que entré a la universidad, fue mi evento canónico como "escritora"
Me volvieron las ganas de escribir como a inicios de marzo pero no me sentía lista para venir acá
Petición después de un año, perdón TT
La idea fue de _sANdy_2000 (disculpa la etiqueta <3) y que sea coito AJSBSJ
Pero bno, espero esté bien esto y y que no se vea tanto el occ pq yo creo que voy a volver a ver spain para refrescarme las ideas
Y eso sería todo, un abrazo y vamos a ver si vuelvo la próxima semana jsbs
Ciao.
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