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Se removió incómodo en su lugar, tenía calor en lugares que nunca había tenido tan calientes ni con la chaqueta de el CNI y el pasamontañas puestos. Su respiración se volvió pesada, y se percató de que le era difícil moverse, lo que lo hizo desesperarse de a poco hasta que reunió la fuerza suficiente para abrir los ojos.
— Hmm... — Salió con enojo de su boca aún cerrada, molesto por sentir que se encontraba solo en la cama sin nada que abrazar.
Después de un par de minutos en la misma posición, movió su brazo para poder levantarse, pudiendo visualizar la pared de la habitación; se dio cuenta que estaba en la casa de Gustabo.
Ah, ahora lo recordaba. Estaban pasándola juntos en su día libre, pero parece que él lo había desperdiciado en dormir en la cama de su novio.
— Vaya manera de perder una oportunidad — Pensó con los ánimos por abajo.
Ahora se miró a sí mismo, y vio que tenía una colcha enorme encima. Poniendo más fuerza de la necesaria la arrojó, haciendo que rodara hacía sus pies. Quizás era porque acababa de despertar, pero pudo tener la sensación de que de su cuerpo emanaba vapor, haciendole sentir asqueado; necesitaba un baño ya mismo.
Se levantó de la cama, buscando su toalla entre las cosas de Gustabo, encontrandola encima del todo entre las vestimentas del más bajo. Aprovechando el acceso a esta, tomó también algo de ropa del dueño de la casa; le gustaba la idea de terminar impregnado de el aroma que dejaba su pareja en las prendas, tan masculino y sutil.
La ducha fue rápida, solo quería deshacerse de la horrible sensación del sudor pegado a su cuerpo. Pensó en que hubiera sido mejor que tal fluido fuera provocado por otra cosa, pero estar acostado sin hacer nada más que dormir no le era emocionante para nada.
La ropa que había cogido no era de su talla, quizás era un poco más ancha por la musculatura que portaba el más bajo, pero que no fuera apretada le hacía sentir cómodo. Mientras empezaba a secar su cabello escuchó ruido en la entrada, y esbozó una sonrisa cuando pudo identificar el sonido de los zapatos de quien esperaba.
— ¿Horacio? — Le llamó, y salió en su encuentro descalzo y con el cabello humedo todavía — ¿Olvidaste traer tu secadora? —
— Con las prisas no lo recordaba, ¿me secas tú? — Le extendió la toalla, y el rubio la tomó sin muchas ganas. Se dirigió a el sofá y le indicó que se sentara en la alfombra, a lo que obedeció contento.
— ¿Cómo dormiste? — Empezó a frotar con delicadeza, y Horacio notó que su voz era más grave que de costumbre.
— Pues bien, hasta que sentí que me moría en un horno — Se quejó, cerrando los ojos por las manos moviéndose en su cabeza.
— Ah coño, se me olvidaba. Salí con las justas y te tiré lo primero que encontré, pensé que en la noche haría frío; a la otra tengo más cuidado — Explicó, riendo un poco por ver a su novio cruzar los brazos, aún molesto por su descuido.
— ¿Y a donde fuiste? —
— Papu me ocupaba para no sé qué mierda. Solo me tuvo de aquí para allá en su patrulla, dando vueltas por el sur. Parece que no tiene nada que hacer el abuelo — Se quejó, recibiendo una palmada en la rodilla como apoyo.
— Está solo todo el día, quizás y quería tener a alguien a quien hablarle —
— Pues que me diga, ¿cómo me voy a sentir si me grita "ven cagando hostias, capullo"?. Y no paraba de quejarse de los alumnos, y de paso nosotros, es un insufrible —
— Ya está graande, Gustabo — Canturreó, mientras sentía a el mencionado peinar con sus manos su cabello hacía atrás, y el cómo peleaba con la rebeldía del mismo.
Recibió un gruñido en respuesta, y la toalla ahora húmeda le fue lanzada encima como seña de que ya había terminado. La tomó para ir a tenderla, y en cuanto volvió le miró acostarse en el sofá, extendiendo los brazos para que se le pusiera encima.
No era el espacio más grande para dos personas, pero estar pegados no les suponía un problema, al contrario, era algo que deseaban.
Con cuidado de no caer sobre él se sentó a horcajadas en su abdomen, teniendo una linda vista de García que esperaba que el de cresta se recostara como siempre lo habían hecho en la habitación, uno encima del otro para darse mimos, no que se pusiera a presionar en aquella zona tan débil ante el cuerpo tan lascivo que tenía su novio.
— No creo que papá ande haciendo las cosas porque sí. De seguro luego nos dice qué es lo que pasa; tú tranquilo — Volvió al tema, ignorando el notorio nerviosismo del hombre abajo de él, agregando ahora el cómo apoyaba sus manos, presionando un poco y pudiendo sentir el corazón del rubio golpear con fuerza.
— Ya...,pero no estoy de mucho ánimos para que nos mande a investigar y que luego diga que somos unos inútiles. ¿Cuanto apuestas a que se va a caga en nuestros muertos por vernos las caras? —
— Cálmatee — Acarició hacía abajo, trazando un suave y tortuoso camino desde el pecho ajeno hasta su torso. Su vista siguió sus propios movimientos, y cuando quiso ver le cara del contrario, sonrió hacia sus adentros al notar como esas pálidas orejas se coloreaban con un suave rojo — Nosotros vamos a cumplir con lo que diga al fin y al cabo. Si nos lo pide es porque de seguro no cree que alguien más de la malla pueda hacerlo —
— O porque somos los únicos gilipollas que aguantan a un viejo decrépito como él. Y por el amor de Cristo, para ya que me vas a tocar todo el nabo — Por fin levantó su mano, deteniendo las que estaban a nada de llegar a su pelvis, pero de igual forma empezó a ser acariciado con un travieso pulgar libre.
— ¿No quieres? — Sus ojos se cerraron levemente, mirándole con unas claras intenciones que Gustabo podía leer fácilmente.
— Hombre... — Giró su cabeza hacia el respaldo del sofá, tratando de evitar verle; más de una vez había sido testigo de ese actuar en acción antes de volverse una pareja, y sabía que caería sin vacilación ante las provocaciones.
— Estuve muy sólo aquí, ¿sabes?, una recompensa no vendría mal — Sus piernas se estirarón a sus costados, quedando más cerca, y notando lo notorio que era el choque entre ellos aún con la ropa puesta.
— Horacio, ya es un poquito tarde, y tenemos trabajo mañana —
— No creo que al super le moleste que lleguemos un par de horas tarde —
Su cuerpo vibro cuando le sintió frotarse descaradamente sobre él. De la nada su novio se había calentado, y entonces recordó que no lo habían hecho en unos cuantos días por lo ajetreadas que eran las jornadas de trabajo y por los escasos descansos que podían tomar. También olvidaba el detalle de que a Horacio el lívido le subía hasta con imaginar algo, cosa que en esta ocasión fue estimulada con algo tan simple como ponérsele en un lugar tan conveniente para tener sexo.
Y no, Gustabo no le era indiferente a la hora de tener intimidad, pero por alguna razón habían veces que resistirse le causaba más emoción que dejarse hacer. Sentirle desesperado por una caricia y hasta suplicar por un beso, tener el control de la situación era más excitante que solo entregarse en dos segundos.
Le miraba sonriente, sintiéndose poderoso desde su lugar, pensando que si sigue presionandole de esa manera tan exquisita va a conseguir lo que quiere; quería reírse.
Después de un par de minutos nota que empieza a desesperarse, su miembro semi erecto grita por atención, una que Gustabo no le está dando a pesar de verse en las mismas.
Se inclina, pegando su pecho con el del rubio, y reparte pequeños besos en la abertura que hay en su cuello, apartando la tela de su camisa que se interpone en su búsqueda de algún lugar en donde clavar sus ansiosos dientes.
Su cuerpo sube y baja para seguir con ese roce en sus miembros aún ocultos bajo sus prendas, usando el cuerpo prácticamente inmóvil de su pareja para calmar su necesidad, pero no recibe ni una sola caricia de regreso y eso le hace gruñir por lo bajo; el hombre es terco, y toma las manos ajenas para guiarlas a su cintura, encajando perfectamente con la pequeña curva que hay entre ella y la parte posterior en ésta.
— Tócame — Murmura con una voz extasiada ante el agarre que se vuelve firme, apretando más de lo necesario, causando una sensación en su vientre al encontrarse más pegado a él.
No le responde, en cambio recorre sus manos hacia sus muslos, y los separa aún más causando un jadeo que choca contra su cuello, reprimiendo las ganas de moverse y darle lo que desea; estaba mal mimar de más a su cariñito. Por el momento empieza a palpar la zona a su alcance, acariciando, siendo lento y consiente de que es un martirio para el teñido, que aumenta el ritmo en su cadera, dejando marcas en la piel clara del mayor.
En algún momento Horacio consigue levantar su camisa, tocando ahora directamente su abdomen y comprobando lo caliente que se encontraba debajo de la ropa. Escucha un gruñido, una queja o el momento en donde las ganas le han ganado al rubio, y la vibración es sus labios apenas le da tiempo de reaccionar cuando siente la cálida humedad que se estrella sobre ellos. Tarda en corresponder, y al hacerlo abre su boca, gustoso de recibir en ella la lengua ajena, deleitándose con el sonido que causa el agresivo y desesperado encuentro de aquel beso.
El tacto pasa a la parte trasera de sus rodillas, y con un esfuerzo casi nulo ahora se encuentra abajo de Gustabo, que parece no tener intensión de alejarse de el delicioso sabor de sus rosados labios, cosa que le satisface enormemente. Cruza sus brazos por su cuello, acercándose, cediendole el control sobre él, olvidando las ganas de mandar que tenía porque en ese instante no importaba como fuera, quería quedar hecho un desastre en sus manos.
Abre un poco sus ojos, y sonríe por su furiosa expresión, pensando en que quizás el autocontrol por fin llegó a su límite.
Sus labios son liberados, y les siente entumecidos, mientras el ojiazul mira con gusto que el suave color rosa en ellos se ha convertido en un carmín que le incitaba a lamer y chupar más, pero por el momento era suficiente, dando solo un pequeño mordisco en el labio inferior, sacándole un quejido.
Toma sus tobillos y los junta sobre su hombro, y con un tirón se deshace de los holgados pantalones del chico que le mira inquieto, dejándolo con su ropa interior y esa camisa que sabia que era suya, algo que le agradó ver, por lo que solo procedió a quitar la primera.
Separa sus piernas, ahora con un buen y claro panorama de su cuerpo.
La cadera de Horacio se arquea al sentir la mano del rubio abrazar inesperadamente su miembro, cubriendo parcialmente su boca con el antebrazo cuando suelta un gemido de gusto por el vaivén que empieza a un ritmo cada vez más rápido. Gustabo se deleita por la escena, contento por saber que el causante es él.
— Mírame — Ordena con autoridad, sintiendo como su piel se eriza cuando es obedecido sin rechistar. Ah, podría venirse con solo ver a ese hermoso hombre retorcerse entre sus dedos.
Le sigue masturbando por un par de minutos, notando como su mano se moja y ciertas partes de el cuerpo ajeno se enrojecen, relamiendose por la idea de morder y marcar todo lo que pueda y esté a su alcance. No había ser humano que le pareciera tan ardiente como el que jadeaba irregularmente abajo de él.
Desliza su pulgar hacia la punta cuando le ve mover su cadera en busca de liberarse, y recibe una pequeña patada en su costado en objeción, sacándole una risita.
— ¿Q-Que coño haces? — Pregunta con la voz entre cortada, agitado por el orgasmo interrumpido, haciendo sonreír aún más a su pareja por la mueca de enojo en su rostro.
— Todavía no quiero, ¿algún problema? — Le cuestiona con burla.
Pasa sus dedos por su boca, mojandolos con su saliva ante la atenta mirada de el de abajo, y usa el propio líquido que salió de su novio antes de llegar al clímax, ahora dirigiendo ambos dígitos hacia su entrada.
Hubiera deseado tener algún lubricante a la mano, pero las ansias de entrar no le permitían levantarse e ir a la habitación a por algún pote de los que guardaba para ocasiones así.
Rodea por la superficie, casi palpando la impaciencia de Horacio, quien se restriega en su lugar para tener más contacto.
— ¿No puedes meterlo ya? — Murmura cuando empieza a sentirse necesitado y ansioso, estirando sus manos hacia el rubio para que se acerque y poder abrazarlo. Era lo que más le gustaba de hacerlo de frente.
— No quiero lastimarte, espera un poco más — Dijo, inconsciente de lo ronca que había salido su voz y de lo mucho que le había gustado a el moreno escucharla. Se acercó hacia él, siendo abrazado por los hombros, y un pequeño beso dio inicio a uno más intenso de nueva cuenta.
Con pequeños toques, tanteando el lugar, pudo introducir de a poco su dedo medio, sintiendo como las humedad paredes se apretaban a él y un largo sonido se ahogaba entre sus bocas, propio de el teñido soltando gemidos que no eran capaces de oírse bien con su lengua en ella; tuvo que aguantar las ganas de reírse cuando estos se volvieron más frecuentes al encontrarse el primer dedo dentro, jugueteando a su antojo.
El beso se volvió lento cuando el segundo dedo estuvo dentro a la vez que simulaba suaves estocadas, dándole tiempo para que su respiración fuera pausada y tranquila. Había pasado un tiempo, por lo que se encontraba un poco preocupado por las repercusiones que habría en el cuerpo del chico si era demasiado rudo, le convenía que estuviera relajado en todo momento, o lo más relajado que se puede estar alguien cuando folla.
Con su mano libre acarició su cabeza, un tacto gentil a comparación de los dedos dentro suyo, que aumentaban su velocidad con cada dura embestida. Sintió la necesidad de introducir un tercer dígito, pero su propio miembro se sentía ahogado por la sobrecarga de estimulación y nula atención que había tenido en todo ese tiempo.
— ¿Puedes bajarlos? — Pregunta todavía pegado a su boca, cosa que Horacio entiende de inmediato al notar sus manos ocupadas, una al costado de su mejilla y otra en su parte trasera. Estira sus propias manos, y con dedos temblorosos por la intromisión dentro suyo busca a tientas el cinturón, desabrochandolo y bajando la cremallera. Empieza a sentirse apenado por la mirada encima de él, pero logra liberar la erección del contrario con éxito — ¿Haces los honores? — Sonríe divertido al verle con ganas de tocarle, a escasos milímetros de rozar sus dedos en su miembro.
El menor asiente lentamente, tomándolo delicadamente en lo que Gustabo retira sus dedos, no sin antes moverlos para rozar aquel lugar que conocía bien, sacándole un grito de sorpresa al concentrado hombre abajo suyo. Le sintió temblar, mientras lo veía morder levemente su labio. Su glande rozó la entrada ya dilatada, y no tuvo que hacer mucho para que la cabeza de éste sintiera lo humedo y cálido que era estar dentro.
Tenso la mandíbula, escondiendo su rostro en el cuello ajeno para poder introducirse por completo, percibiendo el caliente aliento del de cresta chocar en su oído, haciéndole sudar.
Una vez sintió su pelvis chocar contra el cuerpo del moreno, pudo dejar salir un suspiro. Esperó un momento, disfrutando de la sensación, hasta que Horacio tomó la iniciativa para empezar un vaivén tan profundo y lento que Gustabo tuvo que apoyarse en el sofá abajo de ellos por el repentino y delicioso estremecimiento que le envolvió.
— ¿Dije que podías hacerlo? — Gruñó cuando su respiración se volvió difícil de calmar, siendo apresado por las piernas del chico, acercándose más, llegando un poco más profundo.
— Muévete, por favor, y-ya no puedo... — Sus ojos brillaron, y Gustabo tuvo ganas de embestir de la manera más salvaje y desenfrenada que pudiera, pero el sentido común le detuvo, dándose un par de segundos para calmarse.
Estaba apretado, apenas podía salir y entrar, así que decidió levantar la cadera del más alto para tener mayor alcance, cerrando los ojos al escuchar palabras incoherentes y uno que otro balbuceo salir de esos apetitosos labios, causados por su miembro sacudiendose dentro ante el cambio de posición. Ahora que lo pensaba, no habían hecho nada todavía y su novio se encontraba perdiendo la cabeza más rápido de lo normal, pensó que hoy estaba más sensible que de costumbre.
Una gota de sudor se deslizó por su quijada, cayendo cuando su cuerpo empezó a balancearse sobre sus rodillas, pasando saliva al detallar con sus ojos el cuello expuesto del teñido, que había echado su cabeza hacia atrás. Sintió sus hombros arder a causa de las uñas que se aferraba a él, aliviando el conjunto de sensaciones que le empezaban a ahogar al verse embestido de forma más rápida, sintiendo como el contrario dejaba atrás el trato tierno para hacer caso a las ganas que había acumulado.
La garganta le empezaba a doler, ya ni siquiera podía pensar claramente.
Solo podía escucharse pedir más, queriendo llegar, queriendo ser llenado de mil formas por Gustabo. Sus piernas temblaron, quería cerrarlas para calmar los espasmos que no era capaz de controlar, pero una profunda risa le estremeció, siendo incapaz de entender lo que había dicho, pero si pudo sentir sus muslos siendo mallugados por esas ardientes manos, separandolos y dejándole indefenso.
No tenía las fuerzas para resistirse, tampoco las ganas, al contrario, era lo que quería. Estar colgado de sus manos, dejándose hacer, pero el que su pareja usara la fuerza aún sabiendo esto lo excitaba aún más.
El ritmo de el mayor se volvió más lento, queriendo disfrutar de el contacto cuando se sintió cerca de venirse, tocando aquel punto para complacer a su pareja y para ver si así podía hacerle llegar antes que él para después burlarse.
Jadeó, y un fuerte sonido salió de su garganta al ver aquel fluido salpicar entre ellos, sintiéndose derretir dentro suyo al ser apresado por el orgasmo del chico. Quiso salir para no ensuciar su interior, pero fue incapaz de moverse a causa de unas firmes piernas que le mantuvieron en su lugar, sin darle tiempo a hacer otra cosa cuando respirar por la nariz le fue imposible, disfrutando de la presión en su vientre bajo al llegar al clímax.
Cerró los ojos, apoyando los codos a los costados de Horacio, quien le abrazó contra su pecho mientras trataba de recuperar el aliento.
Pudo notar la esencia de su amado en medio de ellos, resultandole algo incómodo, pero ahora se encontraba tan agotado que poco le importaba donde caer muerto.
— Gus — En vez de un llamado, pensaría que fue un suspiro que soltó sin más, pero varios besos en su cabello le dieron por contestar vagamente para mostrar que tenia su atención — ¿Otra vez? —
— "Otra vez" mis huevos, a dormir o mañana nos cae la de Dios — No supo de donde sacó fuerza, pero tomó la cintura de su lujurioso compañero y lo alzó, quien se abrazó a él como un koala, algo sorprendido, pero de inmediato trató de convencerle para faltar a el trabajo mediante besos y lloriqueos.
No quiso ni ver el reloj en la pared, solo quería ir a acostarse, rezar para despertarse temprano y que el super anduviera de buenas.
Pero antes, tenía que encargarse de el de cresta y todo rastro de su encuentro antes de irse a descansar, aunque con esas manos traviesas dudaba que fuera fácil.

¡Hola!
Esto es algo diferente a lo que suelo escribir, lo que me hace sentir nervioso TT
Quería hacer algo lindo y salió esto de la nada, so, espero el siguiente capítulo sea como comer un postre de vainilla y chocolate waahh
Ejem, no tengo nada que agregar, solo que me da mucha pena publicar esto, porque no suelo escribir este tipo de escenas, menos de una manera tan...explícita /cry
SON MÁS DE 3000 PALABRAS, NUEVO RECORD WUUU
Ahora sí, sin nada que agregar, nos vemos luego~♡
Pd: Pensaba en hacer one-shot's inspirados en canciones, pero bueno, es solo una idea;;;;
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