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• AU •
Capitulo desligado de la línea temporal de la serie original tanto como de sus acontecimientos.

(*⚠ Ligera connotación sexual, sin llegar a algo fuerte, pero aviso de todas formas :D)

— Una cucharada de esto, y agitas un par de veces... — Tapó el agujero de la mamila con un dedo, agitado el pequeño envase con más fuerza de la necesaria — "No sin antes calentar el agua para que se disuelva mejor", ¡joder, pero ponlo antes, anormal! — Le quitó la tapita para poder mirar, y efectivamente, la formula se había convertido en una masa asquerosa flotando en el liquido blanquecino que se supone debería ser leche.

Tiró todo por el resumidero, haciendo una mueca de fastidio cuando aquello se quedó atrapado en la rejilla del lavabo, ya se encargaría de eso después. Estaba comenzando a cansarse; su Julia nunca le había dado otra cosa que no fuera leche materna a su hijo, y las pocas veces que tuvo la necesidad de hacerlo el biberón lo preparaba ella; en su vida había tocado una cosa de esas.
Miró la pantalla de su teléfono con atención, leyendo ahora de manera corrida las instrucciones.
Metió un poco de agua en el microondas para que esta no estuviera helada como en su anterior intento fallido, y una vez pensó que era suficiente, repitió los pasos que había seguido ya dos veces, y casi salta de alegría cuando el agua se transformó en leche, una leche bebible y que no daba ganas de vomitar.

Tomó la mamila entre sus manos para mantenerla caliente, cruzando la cocina hasta la sala en donde había una pequeña fortaleza de almohadas, siendo recibido por un par de ojitos grandes y curiosos.
No pudo evitar retener el aire; ese niño parecía comerle el alma con tanta atención que le ponía.

— Anda, come — Le extendió el biberón, pero fueron tres minutos en puro silencio, y a Conway empezaba a dolerle la espalda por estar hincado tanto tiempo.

— ¡Ahba! — Exclamó el bebé, extendiendo sus manitas acompañado de un pequeño puchero.

Ah, ahora lo entendía. Ese pequeño saco de grasa, con manos tan diminutas claramente no podría sostener una mamila él sólito. Suspiró con cansancio; no sabía que ser abuelo era más agotador que ser padre.

Dejó el envase a un lado, abriendo sus manos a unos centímetros del pequeño, invitándolo a acercarse para poder darlo de comer él mismo — Venga, esfuérzate un poco — Animó, y éste no tardó mucho en echarse hacia adelante, siendo atrapado entre las grandes manos de el señor.

Soltó una risita risueña, haciendo sonreír al hombre con ternura. Le sostuvo con uno de sus brazos y con su mano libre alcanzó la mamila, listo para dárselo, cosa que era algo difícil pues el renacuajo que tenía por nieto no dejaba de moverse como si su objetivo fuera escapar.

— ¿No quieres comer? — Preguntó confundido, ¿los niños no se lanzaban a devorar apenas tener la oportunidad?, o quizás no quería una formula en polvo y quería leche de su madre, como suponía desde un principio en medio de su rabieta por no querer realizar tan tediosa tarea.

Estuvo a punto de volver a preguntar, como si el pequeño pudiera contestarle, pero su bolsillo vibró con insistencia de la nada.
Miró sus manos, era dejar al niño en su fortaleza de sabanas y almohada o dejar la mamila ya a temperatura ambiente a un lado para contestar.  
Decidió por hacer la maniobra menos inteligente que había hecho en su vida: dejar al bebé en donde estaba y ponerle a sostener la mamila, poniéndosela casi encima como si fuera una pequeña mesa, atendiendo por fin su teléfono.

— ¿Qué? — Dijo apenas aceptar la llamada, con la educación que lo caracterizaba.

— ¡Conway!, ¿cómo van las cosas por allá? — Escuchó la alegre voz de su nuero, y un montón de ruido de fondo.

— Más calmadas que con ustedes, te lo aseguro — Miró de reojo lo que hacía el pequeño en sus brazos, parecía que ahora se concentraba en cotillear por la atención que le ponía de repente, jugando con la mamila entre sus deditos — ¿Qué tal el servicio de hoy? —

— Algo agitado, muchos robos de tiendas y eso. Gus está en su mejor día — Rió, y el mayor solo bufó con gracia — Pero ahora mismo vamos a comisaría a tomar un pequeño descanso —

— Hm. Yo aprovecharía a comer en vez de llamarme, ¿necesitabas algo? —

— No, no, para nada. Sólo que...ya sabe — Sus palabras se cortaron levemente, avergonzado, causando que suspirara con desgana — Es raro estar lejos de mi cachorro tanto tiempo, ¿sabe?, después de estar toda mi recuperación con él, los meses de descanso y todo eso. Entonces, estaba pensando en- —

— ¿Qué?, ¿quieres que vaya con una cangurera con el crio para que lo veas? — Propuso en broma, sonriendo por la ridiculez de la imagen en su cabeza.

— Si no le molesta — Contestó más animado, casi con ilusión.

Si tuviera las gafas puestas de seguro se le hubieran caído. Estuvo a nada de gritarle, pero se detuvo en cuanto unas manitas se aferraron a su pecho, exaltándolo y dejándole paralizado ante los siguientes movimientos del bebé, que parecía estar buscando una manera de acceder por abajo de su camiseta.

— ¡Digo, si, venga!, no con cangurera, o si quiere sí, no le digo que no lo haga — Se excusó ante el silencio en la otra línea, siendo interrumpido otra vez.

— Vamos para allá, nos vemos en comisaría — Dijo rápidamente, colgando la llamada y cargando al sin vergüenza por debajo de sus bracitos, frente a frente para hablar — En tu vida me vuelvas a tocar, chaval. Que soy alfa, un respeto — Advirtió, recibiendo una miradita confundida.

Le dejó en el sofá y guardó un par de cosas en una llamativa pañalera, cortesía de Horacio.
Arregló su corbata para verse presentable, y lo mismo hizo con el mameluco de su nieto. Obviamente no llevaría una cangurera, como superintendente tenía una imagen y reputación, no podía dejarse llevar solo porque se tratase del hijo de su adorado primogénito, suficiente tenía con cuidarle.

— Nos vamos nena, ya comerás con mami en comisaría — Le hablaba mientras lo sentaba en su sillita en el coche, ajustando la correa y de paso el cinturón para estar seguro.

Después de registrar que no se le olvidara nada, pudo subirse y comenzar a conducir hacia donde ya deberían de estar la madre más dependiente a su cachorro que había conocido, y su despreocupado alfa.

— ¡Menudo mierdas era ese!, no entiendo cómo hay tanto gilipollas creyendo que una persecución es fácil — Se quejaba con desdén, dejando de lado el cigarrillo en el cenicero para tomar el café que le ofrecía su esposo — Gracias, guapetón — Le lanzó un besito, más calmado después de haberse cagado en la madre de los hombres a quienes habían detenido.

— De nada, corazón — Respondió con cariño, sentándose en frente de él y bebiendo de la bebida que se había comprado para sí mismo — Gus, ¿crees que el super venga con una cangurera? — Murmuró con una sonrisita después de tomar un sorbo, escuchando una risita burlona de el rubio.

— Hombre, ojalá. Pero no creo que lo haga, es capaz de agarrarlo como maletín antes de ponerse eso —

— Le tomaría mil fotos. Capaz si los demás ven su don para cuidar niños consigue a alguien —

— Qué va, papu dice que ya no está para eso. Además, no quiero que mi nene vea a el viejo comerse el morro con otra, u otro — Aplastó su cigarrillo contra el cenicero para apagarlo, queriendo no oler mal para cuando llegara su hijo.

— Cómo molaría verlo así, tío — Su sonrisa se ensanchó, emocionado. Era verdad que se quedarían sin niñero, pero a Horacio le hacía verdadera ilusión llegar a ver a la persona que consideraba casi un padre siendo feliz y haciéndose de alguien con quien compartir sus alegrías, tal como él lo había hecho con Gustabo.

El mayor suspiró, enternecido por los deseos tan puros y adorables de su omega. Tomó un gran sorbo de su café, tratando de deshacerse del sabor a tabaco en su boca; fijó su mirada en la puerta de aquella oficina, cruzando las piernas mientras el teñido revisaba su teléfono, seguramente revisando sus redes sociales.
Pasaron al menos unos cinco minutos cuando se sintió totalmente ignorado, impacientándose por el silencio que parecía no importarle al contrario.

Se levantó de su lugar, irritándose cuando su querida pareja ni lo volteó a mirar, y más cuando lo vio reírse de sabrá Dios lo que veía en su móvil. Sin importarle mucho una objeción, se lo arrebató y lo dejó en la mesita que había en medio de sus lugares.

— ¡Eh, eh!  — Alegó, pero apenas pudo decir eso cuando Gustabo se sentó en sus piernas, dejando descansar sus rodillas en el sofá abajo de ellos — Pero...¿qué pasa?  —

— ¿No puedo abrazar a mi esposo o qué?  — Cruzó los brazos alrededor de su cuello, hundiendo su nariz en la bonita curva que había entre este y su hombro. Se deleitó unos segundos con el casi imperceptible aroma que desprendía, respirando suavemente para disfrutar de la tranquilidad que le causaba.

— Claro que puedes, pero al menos avísame. Estaba hablando con Conway — Devolvió el abrazo, entrelazando sus dedos detrás de la cintura de su alfa, sintiendo cosquillas por sentirle frotarse en un lugar tan sensible.

— ¿Qué te dijo? —

— Que ya casi llega, y que el bebé no quiso comer en casa, así que empacó mi mantita para cubrirme — Miró al suelo; aún si su esposo no lo veía le daba vergüenza hablar de este tipo de cosas.

— Ah, vale — Posó una mano sobre su hombro, y bajó lentamente por su clavícula hasta llegar a la parte que sobresalía levemente de su pecho, el cual se había inflamado en cuanto quedó en cinta. Fácilmente podría pasar como músculo, pero al tacto era suave, como si estuviera tocando algodón — ¿Sigue saliendo leche de aquí? —

— ¡Gus...! — Murmuró exaltado, más como un llamado de atención el cual fue ignorado cuando con descaro le sintió palpar a su gusto, haciéndolo jadear levemente por la presión.

— ¿Recuerdas cuando te ayudaba a masajear aquí para que pudiera salir mejor?  — Habló en voz baja, rozando un travieso morbo con cada palabra — Ya puedes hacerlo solo, ¿no?, ¿o todavía necesitas que te toque? —

Notó cómo las manos que lo abrazaban temblaron levemente, un espasmo que se extendió por su cuerpo y le hizo dar un vuelco al corazón. Nada le podía más como ver a su amado ceder a sus provocaciones, y más cuando su cuerpo reaccionaba así.
Horacio le dejó hacer, disfrutando de besos húmedos en su cuello mientras su pecho era prácticamente aplastado entre las fuertes y calientes manos de Gustabo. Estaba sensible, y estar haciendo aquello en la oficina de el superintendente le daba cierta adrenalina que le mantenía la cabeza totalmente hirviendo, en vergüenza y en una lujuria culposa.

Se sobresaltó levemente por el ruido de su teléfono, vibrando en la mesa, pero con el gran cuerpo de el rubio encima, no podía ni estirar su brazo, y el contrario tampoco parecía tener la pronta intención de darle la oportunidad de tomarlo.

El ruido se hizo más persistente con el pasar del tiempo, poniendo a ambos nerviosos, y la gota que colmó el vaso fue el sonido de la puerta abrirse. De manera brusca Gustabo dejó de lado su tarea de plasmar más marcas en el cuello de su pareja, gruñendo por verse interrumpido, tanto su momento en intimidad como la privacidad que estaban teniendo.
Su expresión furiosa se relajó cuando miró los ojos llenos de pánico de Horacio, sonriendo de lado con total burla hacía atrás para mirar al intruso, mostrando con orgullo lo desarreglado que había dejado a su omega a quien sea que hubiera abierto la puerta.

— Papu — Saludó despreocupado, ignorando la desesperación de el teñido abajo suyo por querer levantarse, cosa que por fin le concedió.

— ¡Conway!, ahm... — Su rostro se encendió en un intenso rojo, peinando su desordenado cabello mientras se acercaba a el hombre, quien los veía en silencio y con un rostro serio. Si no fuera por la inocente expresión de su cachorrito en sus brazos junto a su pañalera rosa, la imagen le dejaría temblando de miedo

El bebé pataleó al ver a su madre, sonriendo risueño. Ante esto el mayor se lo entregó con cuidado, y Horacio lo acomodó en sus brazos, relajándose por ver la pequeña y regordeta carita de su cachorro, y no una mueca de desagrado de Conway.

— ¿No me extrañaste? — Le preguntó en un tono infantil, acariciando una de sus mejillas y olvidando por completo el bochorno de hace unos momentos.

Gustabo se dirigió hacia ambos hombres, enternecido por el como su esposo le daba cariñitos a su hijo. Miró de reojo a su padre, extrañado por no haber escuchado una sola palabra de él.

— ¿Super? — Se cruzó de brazos, posandose a su lado.

El de lentes se limitó a mantener contacto visual con él, para después darle la pañalera que llevaba encima.

— Si quieren un lugar para sus cosas, que no sea en mi puta oficina, ¿de acuerdo? — Horacio asintió nervioso, acariciando la cabecita de su cachorro; Gustabo contuvo la risa, restándole importancia — Y menos si saben que hay un niño presente, par de gilipollas —

— Disculpenos, super — Habló el omega, arrullando a el pequeño bultito qué descansaba contra su pecho, balbuceando cosas que ninguno podía entender, solo interpretar como impaciencia — Gus, ¿puedes sacar...? — Apuntó a la pañalera que ahora cargaba.

— Ajá — Con aquello atendió su petición, sacando de ésta una manta delgada, lo suficientemente grande para cubrirle los hombros a alguien.

Una vez la tuvo en sus manos se volvió a su lugar, cubriéndose más por intimidad que desconfianza.
Conway se sentó en su escritorio, ignorando el sonido de el bebé en su labor de satisfacer su apetito, y los murmullos que soltaba su nuero, quizás hablando con su crío cualquier palabrería que sueltan las madres a una masita que apenas sabe lo que pasa.
Gustabo se sentó en frente de él; sin querer molestar a su pareja solo tomó su café para hacerle compañía a su padre. Tomó un pequeño sorbo, para después soltar una risita.

— Perdón por lo que vió, prometo que no volverá a suceder —

— Más te vale. En mi comisaría no quiero estas escenitas, aquí se debe mantener un orden y sobre todo respeto, capullo — Se quejó, mostrando ahora lo enfadado que estaba.

¿Cómo no estarlo?, más que la incomodidad de interrumpir tal cosa entre su hijo y su esposo, ¿a quién en su sano juicio se le ocurre exhibirse así?, ¡y en su maldita oficina!. Más descarados no podían ser, pero prefería tratar de ignorar aquello si eso significaba poder olvidar tan bochornoso momento.

— Ya, no se enfade, el marcapasos no da para eso a su edad —

— ¿Cómo?, repite Gustabin — Alzó una ceja, ofendido.

— Que si Toni no le dió problemas, dije — Cambió de tema, ignorando el humor irritado de Conway y disfrazando su pequeño nerviosismo con aquella imperturbable mirada atenta hacia el mayor.

Conway suspiró — Parece que no se acostumbra a la formula esa, real food de mierda que le dan —

— ¿Qué dices?, si conmigo se la toma muy bien. ¿Si la preparó bien? —

— ¿Insinúas que no puedo hacer una mamila de mierda?. Yo te crié, que no se te olvide — Mentira, pero sin Julia ahí nadie podía reprochar.

— No, para nada. Sólo digo que quizás no le gustó algo que hizo —

— Bah, estoy seguro de que lo miman de más y por eso quería a su madre en vez de una jodida formula —

— Gustabo — Le llamó el omega, y  de inmediato se levantó para acudir a su esposo.

Conway les miró desde su asiento, admirando muy dentro de sí lo amoroso y atento de terminó siendo su hijo con su propia familia.
Horacio le hacía señas con su brazo desocupado, pareciendo alegar algo que estaba causándole un montón de gracia a el rubio y avergonzando aún más a el de cresta.

— ¿Qué pasa? — Preguntó cuando Gustabo soltó una carcajada, cargando a su hijo mientras el menor se cubría con la manta.

— A Horacio se le llenaron y se mojó la camisa — Contestó entre risas, tratando de cubrirse la boca con el bebé en su pecho, riéndose el pequeño de igual forma a pesar de no entender nada.

— ¡Cállate! —

— ¿Cómo que "se le llenaron"? — Se acercó un poco preocupado, pensando que podría tratarse de algo que ponía en riesgo al omega.

— Por lo que estábamos haciendo, ahm, la leche pues se- –

— ¡Gustabo, tío, para ya! — Le interrumpió, cubriéndose quizás de forma dramática a la humilde opinión de Conway — Agh, me voy a ir a cambiar, no puedo pasear por ahí así —

— ¿Te mojaste? — Preguntó con naturalidad, inclinándose a un lado de su hijo para poder picar las mejillas de su nieto, en algún tipo de gesto cariñoso, e ignorando como Horacio echaba humo por el pequeño accidente — Yo te acompaño a buscar ropa, venga. Te puedes cambiar ahí, no quiero que pasees por la comisaria sólo con...tanta puta feromona por estar con sus gilipolleces —

Gustabo, ya más calmado, acomodó a el bebé en sus brazos, relajándose en su lugar. Horacio accedió con timidez, cubriéndose y despidiéndose de su bebé como si el trayecto fuera de tres días. Conway sólo tocó una de sus pálidas y pequeñas manitas con su dedo índice, como quien pica un cadáver con un palo. Su hijo soltó una risita nasal por ello.

Ambos se retiraron de la oficina para iniciar un corto y curioso camino hacia los vestidores, pues, ¿quién no miraría con curiosidad a un encapuchado con una mantita de ositos?, y oliendo tan dulce que no se podía ignorar, con el plus de que era escoltado por el mismísimo superintendente.

Horacio se encogió en su lugar; no le daba vergüenza ir con su preciada manta, más bien estaba incómodo por la sensación de la ropa húmeda y por las miradas tan malintencionadas encima suyo. El de lentes oscuros no dijo nada al respecto, pero se acercó al menor, y de forma sutil dejó salir un poco de su aroma para cubrir el del omega. Pronto un casi amargo olor a tabaco se hizo presente, y cualquier chismoso de los alrededores desvió la mirada de el par.

Sin más inconvenientes llegaron a los vestidores. Jack se quedó en la puerta, vigilando que nadie entrara mientras esperaba a que saliera su nuero. Afortunadamente en cuanto el alfa denegaba cualquier acceso nadie se atrevía a insistir, camuflando totalmente al omega con su tosco olor, por lo que tampoco había preguntas por la restricción tan repentina y sin sentido alguno.
Una vez listo, Horacio salió con ropa nueva, igual de llamativa, otra capucha a juego, y un delgado chaleco. Conway suspiró, pero estuvo aliviado de verle menos cohibido.

— Gracias, super —

— No agradezcas; solo ten más cuidado a la próxima —

— Lo tendré — Sus ojos se cerraron un poco, y el mayor entendió aquello como si le sonriera — ¿El abuelo Conway tuvo algún problema con mi precioso Toni? —

— Le decía a el soplapollas de tu esposo que no quiso tomarse la leche en polvo esa —

Le resumió lo sucedido, sacándole unas cuantas carcajadas en el camino de regreso a el teñido por su día cuidando a el pequeño cachorro, omitiendo por completo los problemas para quedar como el puto mejor abuelo del mundo. Horacio estaba feliz por verle tan animado y de buen humor, si así iba a ser se ocuparía de hacerle pasar más tiempo con su bebé, y el temible superintendente Jack Conway se convertiría en una bolita de amor.
O eso pasaba en la linda ilusión del omega.

— ¿Listo? — Preguntó Gustabo apenas les vio pasar por la puerta, deteniendo su jugueteo con el cachorro en sus piernas.

— Sip — Se acercó a su esposo, y este enmarcó una ceja al notar un ligero aroma que no era el de su querida pareja. Trató de ignorarlo, de seguro una razón tenía para ello.

— Entonces al trabajo, capullos — En un par de largos pasos, y con firmeza y cuidado le arrebató a el niño, cargandole con ambas manos — Mucha gayola y a la ciudad que la jodan, ¿no? —

— Hostia, yo no toqué ni una pinga hoy, ¿eh? —

Pasó de su comentario, no queriendo quedar en más vergüenza frente a su suegro — Mamá se va a seguir siendo un héroe, Toni — Dijo con ternura, tomando las manitas de su hijo, el cual rió por el tacto y gran sonrisa del omega.

— A abatir como un desgraciado, mi vida — Rió, dando un beso en la mejilla del pequeño, y una rápida palmada en el hombro de su padre — Nos vemos más tarde, Conway —

— Marchaos ya, coño —

— ¡Te quiero! — Le gritó Horacio, seguido de Gustabo que se acomodó el pasamontañas, despidiéndose con la mano.

Cuando ambos se fueron, el silencio sólo era interrumpido por los balbuceos animados de el bebé, pataleando pues sus piecitos colgaban al aire. Soltó un suspiro, más suave y tranquilo que cualquiera que haya dado en su vida. Una pequeña sonrisa se dibujó en sus labios, acomodando mejor a su nieto; localizó la pañalera y la tomó, y ya cuando se cercioró de que no olvidaba nada, se dispuso a cerrar su propia oficina.

— Vas lleno hasta la huevera, cabron, ¿a que si? — Su voz salió burlona, casi alegre.

Ahora, notando algo de jaleo en toda la comisaría, su sonrisa se borró por imaginar tener que pasar entre tanto subnormal y aguantar preguntas de mierda.

(se le olvida que tocaba actualización)

HI

Lamento si es muy largo, y si hay mala redacción. Toda edición que hacía fue hecha como a las 2 am y con la conciencia perdida JSBSJ

Espero sea fácil de leer, y que les guste ah TT

Eso es todo por ahora, perdón por lo de siempre y bla bla bla, os quiero♡

Ciao.

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