Capítulo 4

Caminamos por un pasillo largo y ancho. Las paredes desgastadas color grisáceo, el suelo cementado. Todo estaba medio iluminado. Jonathan caminaba delante de mí con paso lento, o eso creo.

―Ay.―Solté al chocar con él cuando paró en seco.―Lo siento.

―No es nada.―Luego, sacó de su brazalete un pequeño palillo que brilló al instante.

―Wow, ese brazalete tiene todo.―Dije.

―Te sorprendería todo lo que hay aquí dentro.

Me pasó el palillo brillante para que le iluminara. Luego vi de cerca que estábamos frente a otra puerta que tenía en el lado superior  derecho un botón negro y algo así como un intercomunicador.

Jonathan pulsó el botón y se acercó al intercomunicador. Una voz se hizo escuchar al otro lado.

―Si es un jodido Zepta, no hay nadie. Si eres Jonathan, idiota, tardaste demasiado. Hay demasiado trabajo que hacer para que estés vagando.

Jonathan rió.―Brock, eres un idiota.

―Así me dicen las mujeres cuando las engaño. ¿Serás tú, querido Jonathan una de esas mujeres?

―Sólo abre la puerta.―Dijo Jonathan en respuesta mientras reía. Segundos después la puerta hizo un ruido indicando que estaba abriéndose. Ésta se deslizó a un lado y dimos dos pasos pasando delante de ésta. Luego, se volvió a cerrar y vi como unas lengüetas metálicas empezaban a ceñirse  sobre dicha puerta.

―Vamos.―Indicó el chico de ojos azules. Asentí en silencio y caminé detrás de él.

Éste pasadizo era muy diferente al anterior. Éste estaba construido en piedra caliza, el suelo también era de éste mismo material de construcción.

―¿Que es aquí?― pregunté mirando el espacioso pasadizo.

―Es una base de protección para los helvecios,―dijo―está aquí desde la destrucción de Helves.―Me miró con tristeza, le dolía el rumbo que había tomado Helves. A la remota destrucción, sólo por culpa de los Zeptas.

―Así que...¿Has vivido toda tu vida aquí, en la Tierra?―dije para cambiar de tema.

―Sí.

Luego de su corta y terminal respuesta, caminamos en silencio. Yo, miraba el suelo, sin saber qué hacer y él sólo caminaba, con el entrecejo levemente fruncido.

―Aquí está. La base de protección de Helves.

―¿Que...?―dije confundida quitando la vista de mis zapatos y alzando la vista. Quedando totalmente maravillada. Era cómo una base secreta, así como en la película Hombres de Negro, sólo que sin alienígenas. El techo era tan alto como una casa de tres pisos, las puertas eran metálicas y habían gente por aquí y allí caminando y hablando al mismo tiempo, atareados; A la izquierda se encontraba un pasillo que indicaba la entrada a algún lugar, y a la derecha por igual.―Vamos.

Le seguí mirando a todas aquellas personas, que, cuando me miraron dejaron de hacer lo que hacían y sólo me miraban con asombro. Ni siquiera tengo idea de por qué.

―Jonathan,¿Por qué  me miran así?

―Por que eres La elegida.

Los miré a todos y vi como se hacían a un lado, dejándonos pasar.

―Es una de ellos. La última de Los Elegidos.―Escuché a alguien decir entre susurros. Todos susurraban entre ellos, mirándome aún.

Caminamos hacia el pasillo de la derecha y entramos a éste. Luego, páramos frente a una puerta madera caoba.

―Vamos, entra. Desde ahora será tú habitación.―Por primera vez en tanto rato me miró.―Descansa, seguro querrás darte una ducha.―Me miró de pies a cabeza con diversión.―Luego te busco y te muestro el lugar.

Asenti y vi como caminaba de vuelta a la salida del pasillo. Entré al cuarto y lancé mi bolso a la cama que estaba allí. La habitación se encontraba pulcra, sin un polvo. Me arrastré al baño y me miré al espejo. Me encontraba espantosa, el rostro polvoriento y sucio; los labios llenos de sangre seca, al igual que la ropa y mi pelo marrón era una maraña. Miré mis manos y estaban sangrientas.

Me Despojé de mis ropas y me adentré a la ducha. Abrí el grifo, dejando que el agua corriera por mi cuerpo sucio. Me arrastré en la pared de azulejos de la ducha y me eché a llorar, sabiendo que, eso no haría que mis padres y hermano volvieran. Pero, me sentía bien, soltándolo todo, llorando por ellos. Por sus muertes.

Dentro de mi se instalaba el sentimiento de impotencia, por no haber llegado a tiempo, pero,¿Que hubiera hecho yo?

Nada. Y eso es lo que más me enoja. No poder haber hecho nada. Me siento tan estúpida e inútil.

Me lavé el cuerpo y salí de ahí, para luego cepillar mis dientes. Cepille mi pelo mojado y dejé que cayeran en mi espalda.

Salí del baño y me cambié, optando por unos jeans azúl oscuro, unas zapatillas y una remera sin mangas color negra. Me tiré en la cama y reflexione sobre todo lo pasado en el día. Cómo de un momento a otro cambiaron las cosas, cómo de un momento a otro me quedé sin nada.

Lágrimas barrieron mis mejillas nuevamente y cerré los ojos. Tratando de olvidar, de dormir, soñar. Y así caí en los profundos y acogedores brazos de morfeo.

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