Capítulo 23


La miré, sorprendida. ¿Acaso se dio cuenta ella...?

¿Acaso se dio cuenta de que existe una voz, alguien más dentro de mi cabeza, de mi conciencia?

No podía permitir que alguien supiera, me creerían de loca. Quizás, hasta me enviarían a un manicomio.

Sí, claro. Una loca extraterrestre.

Por lo menos, pensé, me libraría de aquel embrollo.

—Luna, háblame de ella—. Insistió.

—No sé de qué estás hablando, Julia.

Me miró de soslayo—, lo sabes. Perfectamente. Déjame ayudarte, háblame de ella.

Mientras mas insistía, mas difícil se me hacia guardar el secreto. Pero, ella nunca me dijo nada de mantener esta conexión en la oscuridad.

— ¿De qué están hablando?—, intervino James— ¿Quién es ella?

Julia me miro, retándome a decirles. Decirles a todos que existe una voz dentro de mi cabeza, que por cierto hablaba conmigo cuando se le daba la gana.

Sin embargo, Julia permaneció callada, mirándome.

—No es nada, James. Es solo una chica... una antigua amiga de la escuela—, me había librado en ese momento con aquella excusa barata, pero estaba segura de algo, Jonathan no me creía en absoluto. Me di cuenta cuando me miró con sus grandes ojos, diciéndome que no soy capaz de mentirle incluso aunque tenga poderes telequineticos.

—Mejor vayámonos—, dije y James asintió acercándose a mi y tomando mi mano.

Julia miró a James y nos siguió detrás, sus ojos pegados a la pantalla de su tableta.

—James—. Lo llamó Jonathan. James se volteó y le dio tiempo a Jonathan para tomar mi mano y quitar la de James, este último alzó una ceja y apretó su mandíbula.

— ¿Qué, Black?

—No olvides que el que debe protegerla soy yo—, dijo y luego me miro con dureza— tú. Vamos.

—Luna, espera—, James toma mi otra mano y me mira, con preocupación—, nos vemos pronto.

Asentí y sonreí—. Así será, James.

Jonathan me jaló hacia él y sus pies dando grandes zancadas, conmigo a rastras. Salimos de aquel oscuro pasadizo hacia el gran centro del caparazón blanco, y cuando lo hicimos, no había nadie allí—, ¿Dónde están todos?— pregunte mirando por última vez aquel espacioso y extraño lugar.

Julia abrió la boca para hablar pero con tan solo una mirada de Jonathan la cerró abruptamente y bajó la mirada al suelo mientras caminaba.

—Eso no es importante ahora.

Me zafé de su agarre con un golpe tosco y se detuvo, al igual que yo; Julia nos miraba en silencio, expectante. Pensando quizás que aquel era el momento en el que por fin podría ver en primera fila a Jonathan y a La elegida discutir. Cada vez que eso ocurría, todo terminaba mal.

—Sabes, Black no sé si me escuchaste hace un rato, pero dije perfectamente que no quiero nada de secretos—, me crucé de brazos.

— ¿Acaso te estoy ocultando algo, White?— sus grandes ojos azules me escrutaban y me debilitaban, pero no le mostré aquello.

—Eso dímelo tú.

—Solo quieres fastidiar—, tomó mi codo con fuerza, queriendo obligarme a continuar el camino, pero me mantuve quieta; mirándolo con sumo enojo. Cuando vio que no me iba a mover, miró al cielo y cerro luego sus ojos—, si no quieres que me enoje, solo camina.

—El que no quiere verme enojado eres tú. Sabes lo que podría ocurrir— estaba un poco harta de todo en aquel momento, cada persona allí pedía demasiado de mi, y yo solo demandaba simple sinceridad, nada de secretos.

Y Julia ya sabía sobre la voz, algo más que tuve que agregar en el paquete de preocupaciones.

Jonathan acercó su rostro al mío y achinó sus ojos—. ¿Me estas amenazando, Luna White?

— ¿Quieres descubrirlo?—, me acerque más, y sus ojos denotaban furia. Pero no me importaba nada de eso. Solo quería hacerlo enojar, así como el me hizo enojar desde que lo conocí.

—Tu...

Pero no pude escuchar nada más, porque Julia intervino y se entrometió, mirándonos— dejen la pelea para después, por favor. Se supone que debemos estar allí antes del anochecer.

Jonathan la miro y suspiró, tratando de apaciguar su enojo y asintió. Aflojó su agarre en mi codo y me alejé de él. Luego, caminamos fuera, donde el gran campo verde se extendía ante nosotros, los arboles viéndose infinitos y el cielo parecía un cuadro manchado de colores anaranjados, rosados y azules; las blancas nubes se extendían ante aquella vista sin fin.

Una camioneta negra esperaba por nosotros al otro lado del campo, allí donde el bus se encontraba una vez y que, ya no estaba.

Cuando llegamos a él, Jonathan me indicó que subiera y así lo hice; Julia subió detrás de mí y se sentó a mi lado y lo último que quería era tenerla cerca. Eso le daba oportunidad para preguntarme sobre la voz, sobre ella.

Una vez todos dentro de aquella camioneta, con todo nuestro equipaje –el de Julia y el mío–, arrancó y salimos de allí.

Y pude ver como el gran caparazón se volvía una mancha blanca dentro de aquel verde y hermoso paraje, el cielo extendiéndose ante aquella eterna imagen captada en mi mente.

Poderosa mente.


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