Capítulo 1

Era un día soleado, el verano estaba a punto de acabar, para enviarnos con regalo envuelto en moño la escuela preparatoria. Menos mal que sólo me quedaba un año para salir de ese infierno.

Estaba con Sasha y Émile, mis dos mejores amigas. Nunca creí que quisiera tanto ir de compras con ellas, en realidad lo odiaba, pero me encontraba súper aburrida en casa con mi hermano Len molestandome a cada tanto así que decidí ir con ellas, por lo menos pude comprar prendas nuevas para el inicio de clases. Sólo dos días y volvería a ver a la maestra Fitzpatrick con sus enormes lentes y lamentándose por sus fracasados amoríos.

El lado bueno de ir a la escuela era que volvería ver a Luke, era el tipo más popular de la preparatoria, no estaba a su alcance, lo sabía, pero las chicas me convencieron de tratar de hablarle, decían que tenía bonitos ojos y un cuerpo que cualquier chica desearía tener y que eso le atraería la vista a Luke; Pero sabía que no tenía nada de atractivo, y no me importaba si era la más fea de la preparatoria. Pero no perdía nada con intentar hablarle ¿O sí?

―Sabes, te verás súper cachonda con esa mini falda que compraste.―Dijo Sasha con una sonrisa pervertida.

―Y que ustedes me obligaron a tomar,―las miré con súplica―enserio chicas, odio todo lo que se ve como una prostituta. No quiero esa tonta falda. Si quieren la pueden quemar o dársela a alguien, no lo sé.

―Pero Lu, combina con la blusa corta que compraste.― Terció Émile mirando por el espejo retrovisor hacia mí mientras conducía al volante.

―Y vuelvo a cerciorar, ustedes me obligaron a comprarla. Odio las cosas así,―Hice cara de asco mientras miraba por la ventana las casas pasar.

―Es que no te entiendo, Luna. Se suponía que querías impresionar a Luke.―Sasha me miró desde el asiento delantero.

―Si, chicas. Pero lo quiero hacer siendo yo misma.―Creí que no entendían mi punto, ¿Es que las chicas debían  verse como prostitutas urgidas para atraer a los chicos? Yo opino, damas y caballeros que no. Cuando noté que estábamos cerca de casa les dije que me dejaran una esquina antes, así podría comprar un mocaccino en el café de la esquina.

Me despedí de las chicas con la mano y vi como se alejaban desapareciendo de las calles de mi vecindario.

Minutos después llevaba mi mocaccino en mano, tomándolo de a sorbos lentos debido a la calentura de éste. Caminé por la acera de mi casa mirando mis zapatos. Luego, levanté la mirada y no pude creer lo que me encontraba allí: Había un gran orificio en la entrada de la casa, como si una bazuca hubiera colisionado allí, el césped se hallaba quemado en las puntas y el árbol de almendros estaba partido por la mitad, por lo que una parte se encontraba rodando en el césped.

Sentí como el pánico me invadía.

Mi familia, tenían que estar bien, tenían que estarlo. Caminé con paso cuidadoso por el camino que guiaba a la entrada de la casa. Subí los peldaños y vi que donde se suponía que la puerta debía estar, no lo estaba. Entré y vi con sorpresa como se encontraba la casa, el exterior no se compara a como se ve en el interior.

Todo estaba destrozado: los muebles quemados, el candelabro con forma de araña que estaba en la sala de estar se encontraba tirado en el suelo, sus bombillas rotas, esparcidas por todo el lugar. La mesa estaba partida a la mitad, pedazos de madera de la pared que está ahora destruida se encuentra regada en todo el suelo, polvo en todos lados. Caminé hasta la cocina, todo estaba igual que en la sala y comedor, platos rotos por todas partes, las puertas de la nevera abiertas de par en par; Miré al suelo y noté el dije de mi madre tirado allí, me agache a recogerlo y al levantarme vi a una persona, o eso creo.

Era tan alto que llegaba al techo, sus ojos rojos. Llevaba puesto un traje de cuero negro, todo negro. Su rostro no se veía debido a que llevaba una especie de casco, esos que usan los astronautas pero más pequeño, solo pude ver sus incesantes ojos rojos. Tan rojos como la sangre. Llevaba un arma, más grande que una escopeta, apuntándome.

Disparó, y por acto reflejo me agache asustada. Miré hacia la dirección donde había disparado. Un gran hoyo había dejado en su lugar. Abrí los ojos con sorpresa y me asusté.

Bien, Luna. Sólo debes correr lo más rápido hacia la escalera, lo más rápido.―Me dije a mi misma.

A las una...

A las dos...

¡Tres!

Y corrí hacia la sala de estar, subiendo los escalones que dirigían a las habitaciones. Salté los peldaños lo más que podía para alejarme de aquella cosa. El hombre, o lo que sea que es corrió detrás de mí disparando una y otra vez; Esa arma no disparaba balas sino energía o algo similar, parecía como una masa verde de energía que al colisionar se llevaba todo consigo. Oh no. Si eso me da explotaré, o eso creo. Mi cerebro no piensa con tanta presión.

Corrí hacia mi habitación y cerré con pestillo. Aunque sé que ese tipo en algún momento entrará y me matará. Nunca pensé que moriría de esta forma.

Miré hacia todo lados, frenética. Sin más que hacer corrí al closet y me escondí allí.

Segundos después la puerta fue derrumbada y el hombre dio aparición. Tenía su arma apuntando, para dar con su objetivo. Y ese objetivo soy yo.

¿Pero qué hice mal? ¿Es que he sido una perra? ¡Si apenas tengo amigas y salgo! ¡No he hecho algo tan malo como para merecer esto! ¡Solo he molestado a Len los fines de semana! ¡No les grito a mis padres, soy obediente! ¿¡Por qué merezco una muerte así!?

Lágrimas amenazaban con salir. Ahogué un sollozó cuando vi por las pequeñas líneas de la puerta del closet como el tipo-asesino-de-ojos-sangrientos caminaba hacia la puerta. Suspire.

Pero escuché un estruendo encima de mi cabeza. Vi como un gran orificio se dibujaba en las puertas que antes me escondían. El desconocido tenía el arma apuntandome. Me salí de mi escondite y me puse frente a él a unos cinco pasos.

Las lágrimas que retenía resbalaron por mis mejillas. No quiero morir. No aún. Quiero vivir con mis padres. Ir a la universidad, tener fiestas e ir a ellas. Molestar a Len por un largo tiempo. Pero todo aquello se fue a la borda.

Miré al desconocido y disparó una vez más. Este es mi fin.

Todo pasó tan rápido. Como acto reflejo giré en el aire esquivando el disparo. Caí al suelo sentada y sentí como el dolor se internaba en mi trasero. Vi como el desconocido asesino aún estaba shockeado. Aproveche ese momento para deslizarme por sus piernas, llegando al pasillo nuevamente.

Me puse de pie y corrí en dirección contraria al asesino en serie. Me paré en seco cuando vi a mi padre parado frente a mí a unos diez pasos. Tenía cargada una arma, la misma con la que el tipo ese me quiere asesinar. Lo vi apuntar hacia mí y abrí los ojos con expectación ante lo que él me iba a hacer. Vi como estaba por apretar el gatillo para dispararme y cerré los ojos.

Segundos después me di cuenta de que aún estaba completa, que no sentía ningún dolor. Me di la vuelta y ahí caí en la cuenta de que ese tiro no era pasta mí sino para el asesino, quién yacía muerto en el piso con un gran hoyo en su pecho, provocando que un charco de sangre brotara lentamente, acumulándose en su robusto cuerpo.

Miré a mi papá, le sonreí por que el me ha salvado. Pero vi como hacia una mueca y supe que algo andaba mal. Soltó el arma que no es para nada normal y cayó de rodillas al suelo. Vi su estómago, el cuál tenia un gran agujero, del cuál brotaba sangre. Corrí hacia él y lo acune en mi regazo.

Lágrimas amenazaban con salir.―Papá, papá, papá.―Dije una y otra vez.―Estarás bien, lo vas a estar.―Dije tratanto de tranquilizarlo, pero lo decía más para mí que para él.

Abrió la boca para hablar.―Hija, Luna. Estás en pe-peligro.

―No hables, te hace daño.

―No, debes escucharme,―Dijo con dolor.―ellos ya vienen. Están aquí. Hija mía, debes irte. Ellos vienen. Ellos vienen.

―Papá, no entiendo.―Con cada cosa que dice me enredo aún más.

―Fallé, tu madre y yo fallamos. No te ocultamos lo suficientemente bien,―tosió, provocando que sangre saliera de su boca.―Escucha. Debes i-irte. No hay tiempo. Vete, Luna. Vete lejos. No pueden encontrarte,―su voz se entrecortó.―No pueden enc-contrarte. Eres valiosa, hija. Ellos no...

―Papá, por favor, calmate. Te hace daño.―Lloré.

―No, hija, Luna...Huye, ellos mataron a dos de us-te-tedes. Tú-Tú eres la siguien...

Y...Y dejó de hablar, su corazón dejando de latir. Su pecho relajándose. Sus ojos bien abiertos mirándome. No, esto no puede estar pasando.―Papá, papá. Hablame. Papá, papito... Papá.―Solloze Apoyándome en él.

No...Mi papá... Mi papá...

Posé una mano en sus ojos abiertos y los cerré. Luego, lo besé en su sangrienta mejilla. Me puse de pie, caminando acongojada, esperanzada de encontrar a mi hermano y madre a salvo. Escondidos en cualquier lugar.

Me dirigí a la habitación de mis papás. La puerta se encontraba entreabierta; Tomé el pomo de ésta y la empuje con lentitud. Abrí los ojos con sorpresa y llevé mis manos a la boca ahogando un grito.

Mi mamá se encontraba en la cama tirada boca arriba, su cuello degollado, del cuál brotaba sangre, empapando su cuerpo y las sábanas. Lágrimas barrieron mis mejillas. Caminé hacia ella pero tropecé con algo y caí al suelo. Me acerqué al pequeño bulto con el que había chocado y mi corazón por un momento, por un milisegundo se detuvo.

No, Len. No, mi hermanito no. Por favor, no.

Me acerqué a él y vi un cuchillo clavado en la zona de su corazón. Lo tomé y acune en mis brazos, como si fuese un bebé. Pero, es que él era un bebé todavía, un niño inocente de apenas diez años.―Len, Len,―solloce―Len, despierta. Despierta te digo. Len, vamos abre los ojos, anda.―Lo sacudi.―Len, anda, dime que todo es una broma de mal gusto. Vamos, Len. Dime que soy un fastidio, que no te mime tanto, por favor, Len. Despierta. ¡Len!

Ahora que soy huérfana seguro me enviarán a un internado, donde hay demás personas, con la mirada perdida; Dándose cuenta de que la vida les arrebató lo que más amaban. Eso hizo conmigo, me arrebató lo que más amo.

Escuché madera crujir en el piso de abajo. Tomé el cuchillo que reposaba en el pecho de mi hermano menor. Lo saqué y vi como la sangre goteaba. Estaba a punto de soltarlo y fajarme a vomitar, pero me contuve.

Me puse de pie y me pegué a la pared contigua a la puerta. Los pasos se acercaban. Segundos después el intruso estaba en la puerta ya, y salí a su encuentro alzando el cuchillo para atacar. Pero me contuve.

Era un muchacho, vestido con un traje de batalla negro. Sus ojos azules me miraban suspicaz, su pelo cayendo sobre sus ojos, revuelto hecho una maraña de pelo negro azabache; sus labios estaban fruncidos y me apuntaba con un arma, similar a la que mi padre y el asesino tenían.

Solté el cuchillo y caí de rodillas.―Matame. No quiero vivir ahora que vi a mi familia muerta.

El chico se inmutó y aún permanecía mirándome. Bajó el arma y se la enganchó a la espalda.―Parate, debemos irnos. No hay tiempo.―Dijo ignorando lo que dije. Su voz era ronca, tosca y ruda.

―¿Acaso escuchaste lo que dije?.―Lo miré enojada desde mi altura.

―Sí, pero no. No me concierne a mí matarte. Por lo menos ese no es mi trabajo. Ahora, parate.

―No.

―Parate, no tenemos tiempo.

―Que no te dije.―Negué.

―Pa. Ra. Te.

―N.O.

El se encogió de hombros.―Pues tú lo pediste.―Dijo luego para tomarme y alzarme, colocandome en su hombro.

―Sueltame.―Grité dándole puñetazos en la espalda. Pero nada. No surtía efecto.

―Si no fueras tan terca lo hiciera por las buenas. Al parecer quieres que te maten.

¿Que me maten? ¿Quién?

―¿Quién...Quién quiere ma-matarme?.―Tartamudee nerviosa.

―La pregunta correcta no es quién sino quiénes.

¿Qué?

Permanecí en silencio mientras él bajaba los escalones. Parecía un saco de papas, golpeándome con la espalda de este chico.―Hey, no soy una mula la cuál llevarás a un matadero como para que me tengas de esta forma.

Éste paró en seco. Me tomó de la cintura y me bajó de su hombro. Me miró escéptico.―Las mulas no van al matadero. Nadie come mulas.

Me mantuve en silencio. Caminamos hacia la sala de estar para salir, pero el chico de ojos de cielo paró en seco, como si hubiera olvidado algo. Saco de un brazalete negro que llevaba en la mano izquierda una pequeña perla y la lanzó al aire. Ésta se volvió polvo un segundo y al otro era una réplica idéntica de mí. Abrí la boca con sorpresa.

―¿Qué hiciste?

Este ignoró mi pregunta y sacó una pistola de su bota negra y disparó a la réplica de mí.―¿Qué haces?― interrogué.

―Es un clon de ti, solo que no tiene vida. Los policías y ellos creerán que tú y tú familia está muerta. Tenemos tiempo como para que ellos no se den cuenta de nuestra jugarreta. Además de que debemos salir de aquí antes de que el 911 dé su aparición. Los vecinos escucharon los disparos y todo. Llamaron.

―Espera, ¿Ellos? ¿Quienes ellos?

―Eso, querida Luna te lo explicaré cuando salgamos de esta posilga.―Miró con una mueca toda la sala, que estaba en pedazos.

―¡Que es mi casa! No tienes el derecho de hablar de esa forma de ella. Nosotros...Nosotros no tenemos la culpa de todo esto. Mi familia era inocente. ¿Por qué a mí? ¿Por qué justamente a mí familia?

El chico me miró de soslayo.―No comas ansias. Te diré todo lo que quieras saber. Pero cuando estés a salvo.―Me tomó de la mano y me jaló a la salida.

―Espera.―Grité.―No pienso dejar a mi familia aquí.

Él estaba parado en uno de los escalones del porche. Me Apoyé en el umbral de la puerta, o mejor dicho dónde estaba ésta una vez.―Luna, están muertos. Ésta es la realidad, no el mundo de burbujas que tus padres crearon para a ti. Están muertos y te aseguro que no volverán sólo por que lo quieras.―Dijo con dureza. Me encogi en mi lugar, sintiéndome como una pequeña hormiga.―Lo siento, pero es la verdad.

―Es que no quiero dejarlos. Ellos son mi vida, ¿Entiendes? No podría...―Solté un gemido, tratando de ahogar las lágrimas en mi garganta.―No puedo dejar mi vida, a mis amigos, la escuela...Todo. No puedo.

Se acercó a mí, quedando a unos pasos.―Ellos ya no están, debes dejarlos ir. Debes seguir viviendo, por ellos, por ti. Ya no tienes cabida en una vida normal Luna. Debes dejarlo todo y continuar. Vamos, no puedo mantenerte aquí todo el tiempo.

―Por lo menos dejame buscar algo de ropa.

―A donde vamos hay bastante para ti.

―No. Necesito lo mío.―Éste asintió y entré de nuevo a la casa, subí los escalones e ignoré el cuerpo de mi padre que se encontraba en el pasillo a la izquierda. Giré a la derecha y vi el cuerpo del asesino de mi familia allí, dasangrandose. Le pasé por encima y entré a mi habitación. Era color lila, aunque mi color favorito era el azul; Tenía dos estantes que llegaban hasta el techo, repleto de libros que ya leí, cada uno de ellos.

Me acerqué al closet y no tuve la necesidad de abrir, puesto que las puertas de éste ya estaban destruidos. Tomé la ropa que no se chamuscó cuando aquel tipejo me disparó mientras me escondía allí. Era bastante ropa. Me agache y tome un par de sandalias, mis converse de la suerte y unos zapatos de ballet negros que mi madre me regaló en mis diesiseis cumpleaños.

Tomé un bolso gigante y metí todo eso; Caminé a los estantes y tomé los libros que más me gustaban: Los Juegos Del Hambre. Es mi trilogía favorita y jamás la dejaría aquí. Abrí el primer libro y vi que el dije del sinsajo estaba allí, lo tomé y me lo puse quedando así colgando de mi cuello; Mi padre me lo regaló hace una semana...Una semana, que ironía ¿No? Hace una semana le abrazaba por haberme regalado lo que siempre quise y ahora...Ahora lloraba por él, por que ya no está conmigo. Adentré los tres libros en el bolso.

Gire 180° por la habitación para ver si me faltaba algo y ahora sé que es. Me acerqué a la mesilla de noche, donde mi bloc de dibujo reposaba, lo tomé y lo adentré al bolso; Lo cerré y lo tomé saliendo de allí de una vez por todas.

Casi corrí cuando llegué a los escalones, atravesé la sala y vi a mi clon allí tirado. Se ve tan...Tétrico.

Salí por el agujero gigante que había en la pared y caminé por el césped chamuscado. Vi al chico de ojos azules apoyado en un auto viejo color negro, que con sólo tocarlo se desplomaría.

―¿Nos vamos en esto?.―Dije señalando a lo que se hacía llamar auto.

―Sí, preciosa. Nos vamos en esto.―Dijo irónico. Este chico no me cae muy bien que digamos.

Caminé hacia él, quién mantenía la puerta del auto abierta para que yo entrara a este. Luego dio la vuelta y entró a éste. Tiré el bolso atrás y miré hacia delante. El chico prendió el motor, alejándonos de allí.

Escuché sirenas detrás de nosotros. Miré y vi cómo los policias junto con la ambulancia estacionaban en mi casa. En mi antigua casa.

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