• Prefacio | Cuando el reloj dió marcha atrás


Era una fría nevada en víspera de navidad, justo cuando la última campanada de la campana de la iglesia fue escuchada desde el centro del pueblo y el último "tic tac" de las manecillas del gran reloj en la casa se posicionó en el número doce, Jimin, despertó de su sueño al escuchar ruidos extraños en su habitación, pero al intentar levantarse, una mano desconocida fue colocada sobre sus labios, paralizándolo, y asustado, contempló al muchacho frente a él
—a quien juró jamás haber visto en su vida— pero su rostro le pareció extrañamente familiar.

Era él, poseedor de una gran belleza, de cabellos castaños oscuros y ojos grandes de color chocolate, barbilla marcada y buen porte, llevaba consigo un traje bastante particular: de saco rojo con botones y diseños dorados en las esquinas, junto a un pantalón blanco con líneas negras a los costados y un par de botas negras como el plomo.

Jimin intentó safarse de su agarre, pero aquél hombre, presionó su dedo contra los labios del contrario, siseando para que guardara silencio y con voz calmada, susurró:

"Te sacaré de aquí, mi príncipe, no digas nada y sin perder tiempo habremos de andar, porque el Rey Ratón aquí por nosotros está"

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