• Dos | El comienzo de una gran aventura

El piso superior del gran estante lo hizo sonreír, la gran casa de muñecas de porcelana se alzaba frente a sus ojos, mostrando un color rosa palo, habían todo tipo de juguetes de colores cálidos afuera de la misma, sus rostros animados y adorables le recordaron a su niñez. Se encaminó hacia la puerta principal de la casa, entrando y viendo con asombro la estancia, sala, comedor y cocina, todo se veía real, a diferencia de cómo su mente lo recordaba.

Se guió a sí mismo a la primera habitación de la casa, cuya decoración resaltaba en tonos verdes, y encima del marco de la puerta, también había un nombre: Seulgi, se podía leer entre la madera gastada y la pintura borrada; sonrió, iba por el camino correcto.

Al entrar, se encontró a una muñeca de cabellos pelirrojos, pecas y vestido verde manzana, acostada sobre una cama del mismo color, al igual que los peluches que la rodeaban; se acercó cauteloso a ella, recordaba haber jugado con ella muchas veces, pero de nuevo, ver a uno de sus juguetes de cerca y en una versión diferente a la de sus recuerdos, le hizo creer que nada de lo que estaba viviendo era real.

Se sentó con sutileza sobre las mantas, y movió ligeramente el hombro de Seulgi.

"Uh, despierte, señorita Seulgi..." La llamó, una parte de él teniendo un déja vú de su muñeca mirándolo con ojos furiosos cuando era un niño; ya que al parecer, detestaba que la llamaran así. "Señorita Seulgi, despierte, por favor" Volvió a mover su hombro.

Seulgi abrió los ojos, frunciendo el entrecejo, sólo había alguien que la llamaba así y ese era...

"¡Jiminnie!" Exclamó, sentándose de golpe en la cama, viendo a su joven dueño y sorprendiéndose al notar que era del mismo tamaño que ella y que de hecho, ahora era un adolescente. "¡Oh, estás muy grande...y guapo!~ Ya no podemos jugar..." Murmuró lo último con pesar. Jimin se sonrojó por el cumplido, dejando pasar deliberadamente que nunca había visto a su muñeca hablar.

Negó con la cabeza, disipando sus pensamientos y armándose de valor antes de decir:

"Necesito su ayuda, seño-" Seulgi frunció el entrecejo, dándole una mirada reprobatoria. "¿Seulgi?" Corrigió con duda, la muñeca asintió, invitándolo a proseguir. "El príncipe Jungkook está en peligro, nos encontramos al Rey Ratón y necesitamos ayuda allá abajo, me pidió que le dijera que despertara al coronel Jung, ¿Eso tiene sentido para usted?" Preguntó al final con confusión, más para sí mismo. Seulgi rió, asintiendo, se levantó, ofreciéndole su mano a Jimin, éste la tomó, dejándose guiar hasta la habitación de al lado, cuyo color era lila, con tonos morados que resaltaban toda la estancia, y al igual que en el caso de la pelirroja, una muñeca de vestido púrpura y cabellos castaños dormía plácidamente en la cama de la habitación.

Seulgi se acercó a ella para zarandearla sin una pizca de sutileza.

"¡Yeri! ¡Yeri! ¡Despierta, tonta! Jungkook nos necesita, nos vamos a Zúcket" Gritó, sin dejar de fastidiarla, Yerim se removió en su cama, tratando de escapar de las manos de su amiga y yéndose directo al suelo de la habitación por accidente.

Jimin abrió los ojos hasta casi salirse de su lugar, corriendo a socorrerla, logrando frenar el impacto sosteniéndola por los hombros antes de que cayera al suelo.

Yerim chilló, aferrándose a los brazos de Jimin para que no la soltara.

"¡Casi muero por tu culpa, zanahoria!" Le reprochó a Seulgi, sacándole la lengua; la contraria se encogió de hombros, tratando de restarle importancia aunque se sentía muy avergonzada.

"Bueno, pero no lo hiciste, decía que debemos bajar, Jungkook está peleando con el Rey Ratón en el pasillo" Dijo, ayudando a Jimin a estabilizar a Yeri; la castaña asintió, y una vez que se recuperó de su breve mareo, emprendieron su camino hacia la primera planta de la estantería.

A lo lejos, podía oírse el sonido de espadas chocando y gruñidos, al igual que a Jungkook y Min Yoongi intercambiando palabras de odio.

Seulgi no se hizo esperar, y con ayuda de un atomizador, se acercó al coronel Jung para rociarlo en su cara.

"¡Agh!" Gruñó el joven, despertando de inmediato y viendo cómo Seulgi se acercaba a cada uno de sus soldados para hacer lo mismo. "¡Seulgi, por todas las nueces! ¿¡No puedes encontrar otra forma de despertarme!? ¡Sabes que odio el agua!" Se quejó, acomodando su saco y peinando sus cabellos hacia atrás para volver a colocarse la boina; al pié de las escaleras, Jimin y Yeri lo observaban con curiosidad.

Seulgi rió, disfrutaba mucho hacer enojar a su amigo.

"Lo siento, Hoseok-ah, no te gustó el polvillo mágico, así que ahora te adaptas al agua" Respondió, esbozando una sonrisa cínica, para después volverse seria. "Yoongi debe estar tratando de matar a Jungkook en éstos momentos, por favor ve en su ayuda" Hoseok la miró descolocado, queriendo reprocharle el porqué no lo había despertado antes si sabía que el hijo del rey de Zúcket estaba en peligro, pero en lugar de eso vociferó:

"¡Muchachos! ¡Carguen todo lo necesario! ¡Hoy acabaremos a esos ratones infelices y llevaremos sus cabezas como premio a casa! ¡Rápido! ¡A mi ritmo!" Los soldados asintieron, completamente dispuestos.

"¡Sí, señor!" Afirmaron, tras hacer su saludo militar; se volvieron hacia las pilas de cajas y cargaron las armas hasta los autos blindados.

Entonces, luego de verificar que todos siguieran sus órdenes, Hoseok reparó en el joven pelinegro que seguía erguido a un lado de las escaleras; caminó hacia él, incrédulo, notando que se veía unos años más joven de lo que lo recordaba, pero eso no evitó que lo saludara como era debido.

"Príncipe Park, es un placer estar a su servicio una vez más" Hizo una reverencia de noventa grados, siendo correspondido por un asentimiento torpe del sonrojado muchacho.

Un poco distraído y algo aturdido por el nombre, Jimin respondió:

"Confío en que su trabajo será igual de eficiente que siempre, coronel Jung" Le sonrió, sorprendiéndose un poco a sí mismo por sus palabras, sin embargo, eso hizo reír a Hoseok, quien estaba acostumbrado a que el príncipe nunca cediera a tratarlo sin tanto formalismo de por medio.

"Ya sabe que puede llamarme Hoseok si así lo desea, príncipe" Jimin se encogió en su lugar, asintiendo.

"Gracias por todo, Hoseok hyung" Ésta vez fue el turno del coronel de sonrojarse, quien negó rápidamente, declinando su agradecimiento.

"No no, ese es mi trabajo. Ahora, si me permite, mis guardias lo guiarán hasta el portal de nuestro reino junto a Yeri-ssi y Seulgi-ssi, el príncipe Jungkook los verá allá" Hizo un ademán con su mano, señalando el último auto blindado. Jimin se dirigió en esa dirección, viendo con asombro el vehículo de cerca, no se parecía ni un poco a aquella camioneta que armó con ayuda del aluminio para cubrir comidas de su mamá, ni las ruedas lucían como tapas de botellas; ésta era una versión mejorada del búnker que inventó siendo un niño.

Se adentró en el, tomando asiento a un lado de las dos chicas entre los asientos del medio, notando cómo siete soldados subieron al vehículo después de él y ocuparon los puestos sobrantes, empezando a cargar armas con botellas llenas de líquidos extraños que Jimin nunca había visto antes, en lugar de las balas comunes.

Afuera del auto se hizo escuchar un fuerte pitido, proveniente del silbato que colgaba del cuello del coronel Jung Hoseok, jefe de las tropas de los cascanueces del reino Zúcket.

Jung iba asomado a través de la compuerta techada del camión principal, desde donde verificaba que todos estuviesen en sus puestos, cuando confirmó que todo estaba en orden, volvió a gritar.

"¡Andando!" Se adentró en el vehículo, tomando su radio de la cabina de control para establecer contacto con el príncipe. "Aquí el coronel Jung, príncipe Jimin ¿Todo bien?" Presionó el botón por unos segundos más y soltó cuando la luz del radio parpadeó indicando que su mensaje fue recibido.

Jimin se espantó, llevándose una mano al pecho del susto, la voz del coronel se había escuchado dentro de todo el vehículo. Pronto se dió cuenta de que uno de los soldados extendía hacia él lo que ellos llamaban un intercomunicador pero a Jimin le parecía un simple walkie-talkie.

"Aquí el príncipe Park de Jeon, todo en orden, coronel. Proceda con su misión" Jimin se sorprendió así mismo ante la seriedad y firmeza en su voz. ¿Y ese apellido al final? Debía corresponder a Jungkook, seguramente.

Aún aturdido, escuchó la contestación del coronel:

"Recibido, príncipe".

A continuación, el motor del convoy rugió y se oyeron una secuencia de explosiones generadas por el vehículo, el suelo se estremecía a la par que avanzaban, se escuchaban gritos y gruñidos producto del jaleo que se llevaba a cabo afuera.

En el extremo derecho del vehículo, en la segunda hilera de asientos estaba el lugar que Jimin ocupaba, y desde su ventanilla pudo ver cómo el convoy liderado por el coronel Jung se estacionaba a un costado de la zona dónde el Rey Ratón y el príncipe de Zúcket blandían sus espadas uno contra el otro.

"¡Ríndete! ¡Inútil pedazo de madera! ¡Sabes perfectamente que podría hacer permanente tu hechizo!. No me obligues a ir por ti" Bramó Min Yoongi, sus ojos rojos y el bigote casi calvo le concedían ese toque de rata de alcantarilla enloquecida.

"Incluso si fuera un cascanueces de por vida sería más fuerte que tú y tu ridículo séquito" Respondió el príncipe Jungkook con sorna, esquivando los golpes del rey y propinando otros.

Mientras tanto, un Jimin angustiado miraba por su ventana, le aterraba separarse de su cascanueces, dejarlo allí sin su compañía lo hacía ver como una deshonra... Y aún así, no tenía opción, aunque el portal se sellara, tenía un presentimiento que le indicaba que todo lo dicho por Jungkook era cierto. Era su responsabilidad irse a su reino, aunque dejara a su esposo combatiendo en un duelo a muerte.

Con aquello en mente, Jimin observó a los soldados bajarse del convoy para abrir la puerta de su habitación, permitiendo así que el vehículo avanzara. Había llegado el momento. «El comienzo de otra vida» — se dijo a sí mismo. Cuando se detuvieron frente a la imponente puerta dorada situada al lado de su antiguo armario, el pelinegro sintió cómo su respiración se detenía, cerrándole el paso a la garganta.

Seulgi, a su lado, le dió un suave apretón, que buscaba brindar consuelo. Jimin la miró cargado de ansiedad. Sus ojos cafés
gritaban: «Estoy adentrándome en algo desconocido y no sé cómo sentirme». La muñeca lo abrazó de costado, queriendo decir «Estarás bien, todo saldrá mejor de lo que crees».

Continuaron así y Jimin se aferró a ella con ligeros temblores, y cuando el convoy atravesó la cegadora luz blanquecina se sintió flotar. De pronto, su alrededor se convirtió en un astro dorado que tornó su vista borrosa...

Entonces, todo se oscureció.

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