Capítulo 11: Multijugos.

Erin y James se habían encargado de suturar y curar las heridas de Andrew. El hombre pelinegro se encontraba sentado sobre el sofá de la sala de estar. 

—¿Dónde están Samantha y Amy? — preguntó el hombre. 

—Cuando estábamos en el muelle le dispararon a Amy en el hombro, Sam se quedó con ella en el hospital, si la herida no fue muy grande podría volver a casa esta tarde. 

—Espero que esté bien… tengo bastante tiempo de no ver a Amy. — dijo James, colocando dos tazas de té sobre la mesa y una de café para Andrew. 

—Mccoy está informado, el traerá a Amy y a Sam hasta acá. — dijo Erin. 

—Bien, Erin, cumplí mi parte del trato, es tu turno. — le dijo el pelirrojo a su hermana. 

—¿Qué trato? — preguntó Andrew para luego tomar un sorbo de café. 

—Prometí ayudarle a James a buscar a su familia luego de rescatarte y sabes que lo haré. 

—Bien, quiero ayudar. — dijo el pelinegro. 

—Estás bastante herido, creo que deberías descansar, Andrew. — dijo James. 

—No dije que iba a pelear. Los tipos que me secuestraron hablaban de un lugar al norte de Brooklyn, un hotel donde se hospeda un tal Liam Blake. 

—¿Quién es Liam Blake? — preguntó Erin, confusa y tomando asiento. 

—Liam Blake es un mafioso de Nueva York, controlaba o controla todas las mafias del estado, incluso tuvo policías corruptos dentro de su extenso personal. — contestó James, cruzando sus brazos. 

—Blake salió de prisión hace unos años, mi padre y el padre de Mccoy fueron los abogados que lo encerraron cuando la policía de Nueva York lo capturó en el sesenta y tres, los asesinaron unas semanas después de eso. — prosiguió Andrew. 

—¿Cómo lo capturaron si se supone que compró a la policía? — preguntó Erin luego de un silencio incómodo. 

—No a toda. — interrumpió James. — la gente de Blake capturó a un miembro del MACUSA que se infiltraba en la policía para robar información, cuando lo descubrieron lo asesinaron y enviaron partes de su cuerpo al MACUSA. 

—¿Cómo lo descubrieron y cómo sabían que existía el MACUSA? Se supone que son… muggles. 

—¿Muggles? — preguntó Andrew, confuso. 

—¿Él no sabe nada de ese tema? — le preguntó James a su hermana, quien se encogió de hombros.

—No lo sé, de todas formas puedes seguir hablando y luego podemos borrar su memoria. 

—¿Borrar mi memoria? Por favor, si hablan de esos poderes raros y uso de la magia, no tengo problema. Soy ciego, pero puedo ver de una forma distinta a la de ustedes, puedo percibir esa esencia. — contestó Andrew. 

James y Erin miraron al pelinegro después de sus palabras. 

—De acuerdo, aún hay algo que no entiendo, ¿Porque Blake te persigue a ti, James? — preguntó Erin. 

—En ese año Laia me pidió ayuda para localizar a las personas responsables del asesinato del infiltrado, acepté y viajé a Nueva York con Ruth, nosotros atrapamos a Blake. 

—Claro, por eso estabas en Nueva York cuando… 

—Sí. — interrumpió James secamente. 

—La mafia contrata a esos… magos o brujos, como sea que les llamen. James peleó contra ellos en el pasado. — soltó el pelinegro. 

—¿Y cómo sabes eso? — preguntó James, confuso. 

—Mi madre era periodista, nos contó a mi padre y a mi que unos tipos la obligaron a poner en el periódico la búsqueda de un hombre pelirrojo con ojos verdes. Las amenazas terminaron cuando asesinaron a su amenazante luego de darle información a un hombre enmascarado y vestido de negro. 

—Lo recuerdo… fue en un pasillo solitario en Hell's Kitchen en el año sesenta, cuando era fugitivo del Ministerio de Magia. 

—El mundo “muggle” conoció a Nómada ese día, en una pelea en aquel balcón de un edificio, la policía te vio, los ciudadanos te vieron. Desde entonces has sido una leyenda para unos y una inspiración para otros. 

James miró a Andrew, luego de sus palabras, se dio cuenta a qué se refería. Su alter ego había sido una inspiración para el muchacho pelinegro de luchar por el bien. 

—Entonces, Blake busca venganza con James por arrestarlo en el sesenta y tres, por eso atacó a Abril y a los chicos. — soltó Erin. 

—Necesitamos averiguar dónde están. 

—No escuché dónde los llevaron… pero quizá uno de los prisioneros sepa donde están. — dijo Andrew. 

—¿Qué sugieres? 

—La policía está comprada por Blake nuevamente, el tema de llevarse a sus hombres como prisioneros es solo una pantalla, los dejarán libres en dos o tres días mínimo, sugiero entrar a preguntarles. 

—Me reconocerán al instante y será un peligro para todos. — contestó James. — y tampoco expondré a Erin. 

—Yo entraría, pero las circunstancias no me permitirán. 

—No, además debes descansar, Andrew. — contestó Erin. 

James dirigió su mirada hasta la ventana y observó su propio reflejo mientras pensaba algún plan. 

—¿Tienes tu licencia de abogado, no? — preguntó James a Andrew, quien asintió con la cabeza. — yo entraré. 

—James, si te ven… 

—No tienen que verme, nisiquiera sabrán que soy yo. Necesitaré tus documentos de identidad, Erin, trae un par de cabellos. 

Erin comprendió el plan de James instantáneamente y rápidamente arrancó un par de cabellos de la cabeza de Andrew. 

—¡Ouch! 

—Los tengo, ¿Los demás ingredientes? 

—Abril traía algunas cosas en su maleta, Amy logró recuperarlas antes de que la policía las tomara de evidencia. 

—¡Claro! Ya preguntaba porque Amy tiene una maleta con dibujos de Colacuernos. 

—Prepara la poción, hay que ir cuanto antes. — dijo James. 

[Centro Correccional Metropolitano, Nueva York] 

La policía se encontraba reunida en una pequeña sala tomando café y charlaban sobre lo recién sucedido con los hombres de Blake. 

—Sinceramente hay que ser muy imbécil para dejar escapar a alguien. Dios, le metes un tiro en su rodilla y listo, se olvida de caminar. 

—Si, lo dice el idiota al que casi se le escapa uno. 

—¿Pero escuchaste lo que dije? Le metí un tiro en la rodilla y efectivamente, se le olvidó de inmediato el cómo caminar. 

—Eres un idiota. — contestó el jefe de todos y se puso a reír. — bien, terminemos el refrigerio y manipulemos los papeles para sacar a estos idiotas, Blake los necesita mañana en la noche. 

Los prisioneros se encontraban en su hora de almuerzo, todos fingían ser desconocidos para no llamar la atención. Uno de los guardias se acercó a indicar que el almuerzo había terminado y todos volvieron a sus celdas, esperando la hora de visitas. 

Un hombre de cabello negro y traje entró a la recepción de la prisión y se reportó con el oficial. 

—Buenas tardes, señor. — dijo el pelinegro, colocando sus documentos sobre el escritorio. 

—Señor… Wilson, ¿Que se le ofrece? 

—Vengo a ver a este hombre, soy su abogado defensor y me enviaron para una plática rápida. 

El pelinegro colocó una foto del hombre al que se refería. 

—Bien, pasa a la sala de espera, el prisionero será informado, si desea la visita vendrá en cualquier momento.

—Gracias. — contestó Andrew, quien se dirigió hasta la sala de espera. 

Sam ayudaba a Amy a recoger sus cosas pues le habían dado el alta en el hospital. La rubia tomó su bolso y junto a su amiga se dirigieron a la salida, donde Mccoy las esperaba. 

—Señoritas. — dijo el hombre rubio, abriendo la puerta de un taxi para que ambas entraran. 

—¿Dónde está Erin? — preguntó la rubia. 

Sam realizó un encantamiento sin que nadie se diera cuenta para que el taxista no escuchara nada de lo que hablaban. 

—Fue a rescatar al hombre de rojo, no he tenido noticias de que más pasó pero, espero que estén bien. 

—¿Trabajan con el hombre de rojo? ¿El loco vestido de diablo? — preguntó Mccoy. 

—Es buen tipo, nos ayuda con el caso de James. — contestó Amy. 

Tras un corto viaje, el trío había llegado hasta el edificio donde Amy vivía. Se bajaron del auto, subieron las escaleras con cuidado y sin más, entraron al departamento, encontrando a Andrew dormido en el sofá y a Erin leyendo un libro. 

—¡Hey! — exclamó la pelirroja, dejando el libro de lado y levantándose para saludar a su hermana, Amy y a Mccoy. 

—¿Lo lograste? — preguntó Sam.

—Si, tuve un poco de ayuda, pero acá está, sano y salvo. 

—¡Dios, Andrew! ¿Qué le sucedió? — preguntó Mccoy, preocupado. 

—Creo que será mejor que él te lo explique, cuando despierte. Amy ¿Estás bien? 

—No al cien pero, algo es algo, al menos sigo con vida… ¿Consiguieron algo sobre James? 

Erin sonrió y los miró a todos. 

—Conseguimos algo mejor. — contestó, emocionada. 

El hombre de cabello negro seguía esperando en la sala, la idea de que sería un mal plan e irse del lugar para evitar problemas pasaba cada vez más por su cabeza. Cuando se puso de pie para concretarla, el oficial a cargo de las visitas lo invitó a pasar a la sala siguiente. 

—Señor Wilson, pase por acá. — dijo el hombre corpulento. 

—Claro, gracias. — contestó el hombre, quien comenzó a caminar hasta el lugar. 

El prisionero al que buscaba se encontraba sentado en una de las mesas, totalmente confuso. 

—Buenas tardes, señor Stuart. — dijo el hombre invidente, sentándose sobre la otra silla. 

—Buenas tardes, a menos que mi abogado defensor real haya muerto y lo hayan cambiado, quiero pensar que usted está acá por algo más, así que comience a hablar antes de que la policía se entere. 

—Steve, escucha, soy yo, James Sawyer. Estoy usando poción multijugos, necesito que me ayudes a entrar a las instalaciones de la prisión. 

El hombre frente a él se quedó confuso y frunció el ceño. 

—¿James? Demonios, todos acá hablan de que estás muerto. ¿Qué sucedió? 

—¿Recuerdas a Blake? Fue liberado, recordó mi cara cuando lo atrapamos aquella noche, busca venganza y secuestró a mi familia. 

—Demonios… ¿Lo reportaste al MACUSA? 

—No hay tiempo, Blake tiene policías comprados y quizá hasta algunos magos. 

—Tienes razón… ¿Porque necesitas entrar acá? — preguntó el hombre de uniforme naranja. 

—Anoche arrestaron a unos tipos, son personal de Blake, uno de ellos si no todos saben dónde tienen a Abril y a los chicos, necesito hablar con él. 

—Mierda James… no sé si pueda ayudarte, es algo de otro nivel. 

—Vamos, Steve, tienes que ayudarme, me debes este favor. 

—Yo… — susurró el hombre, quien después comenzó a dar gritos desesperados. — ¡No, no puedo ayudarle, por favor alejese de mi! 

—La visita se acabó, por favor retirese señor Andrew. — dijo uno de los guardias. 

—No, Steve, ¡Me lo debes! — exclamó el hombre pelinegro, agresivo de igual forma. 

—¡Aléjate de una puta vez! — gritó el prisionero, lanzando un golpe al abogado con tal fuerza que lo tiró al suelo. Los guardias tomaron al prisionero y se lo llevaron nuevamente hasta su celda. 

Un guardia ayudó a Andrew a levantarse del suelo. 

—¿Está bien? Sería bueno que visite la enfermería. — dijo el hombre. 

—Estoy bien, no necesito la enfermería. 

—Insisto, señor Wilson, vamos, lo llevaré hasta allá. — el guardia ayudó al pelinegro a levantarse y luego, abrió la puerta para llevarlo hasta la enfermería. 

—Dios, huele muy mal aquí. — comentó el hombre “invidente”. 

—Sí… uno de los prisioneros que llegó anoche muy mal murió esta mañana, no han podido sacar el olor aún. Pero en fin, el enfermero llegará pronto, por favor tome asiento. 

El hombre se sentó sobre la camilla, mientras el guardia cerró la puerta y salió del lugar. 

—El águila está en la trampa. — escuchó el hombre susurrar al guardia en su radio de comunicación. 

—Carajo… — susurró para sí mismo. 

Se levantó de la camilla e inmediatamente después, el enfermero entró a la sala. 

—Disculpe la tardanza, señor Wilson, hubo un paciente y me necesitaban en la sala de enfermería del ala sur. En fin, ¿Qué le sucedió? — comentó el enfermero, quien comenzó a inspeccionar la cara del pelinegro. 

—Sólo es un golpe insignificante. 

—Bien, entonces ya terminamos acá, solo dejame llenar el papeleo que será un dolor de cabeza. Es recomendable que si siente algún dolor a futuro, visite el hospital más cercano. 

James le prestaba atención a los ruidos a su alrededor, pues ahora que estaba convertido en Andrew, había adoptado sus habilidades y sentidos desarrollados, al igual que la forma de ver, bastante diferente a la suya. De repente, escuchó cómo el enfermero se giró rápidamente con una aguja en su mano e intentó atacarlo, para su suerte, reaccionó rápidamente y frenó el ataque con sus manos. 

—¡Es hora de dormir, maldito idiota! — exclamó el enfermero, quien clavó a medias la aguja en la palma de la mano de su rival e inyectó un poco del líquido. Sin embargo, segundos después, recibió un cabezazo del hombre pelinegro, un fuerte golpe en su garganta lo desestabilizó, su vista se puso negra inmediatamente después del golpe que recibió en su cabeza. 

—Mierda… — susurró James. — debo salir de acá. — prosiguió, se dirigió hasta la puerta y la abrió lentamente, segundos después, sintió la presencia de al menos tres hombres en el lugar. 

—¡Ahí está! Hay que llevárselo a Blake. 

James agudizó sus sentidos, un hombre al frente y dos a su derecha, estaba preparado. El hombre frente a él comenzó a correr listo para lanzarle un golpe, pero el pelinegro se agachó justo a tiempo, le dio un golpe en su pecho y luego chocó su cara contra la pared, en un rápido movimiento, golpeó a los dos hombres a su derecha lanzandolos al suelo. Sin embargo, el hombre que fue golpeado primero, se levantó y atacó al hombre pelinegro, lanzandolo al suelo. Los otros dos prisioneros aprovecharon y comenzaron a patear al hombre en el suelo, el cual se defendió tomando a uno de ellos de su pierna y tirándolo al suelo nuevamente para después golpearlo en su cara. James se levantó, lanzó un golpe a uno de los prisioneros pero falló, recibió un golpe en su abdomen que lo dejó desestabilizado, otro de los prisioneros lo tomó de las piernas, lo levantó y luego lo lanzó hacia la pared más cercana, dejándolo de rodilla en el suelo. Recibió una patada en su cara y luego, entre los tres hombres comenzaron a golpearlo, tratando de dejarlo inconsciente, pero el hombre de traje se las arregló para esquivar algunos golpes y contraatacar, tomó a uno de sus agresores de sus piernas, pero el plan que tenía le falló, pues su enemigo lo tomó de tal forma que lo levantó y lo volvió enviar al suelo, cayendo de espalda. El prisionero tomó al hombre de sus hombros y lo comenzó a golpear contra la pared, dejándolo aturdido, pero James no se rendía, golpeó fuertemente a su rival en la pierna derecha y luego impactó un golpe en su pecho. Cuando parecía que ganaba, otro de los prisioneros lo empujó fuertemente, impactando con la camilla de la enfermería. Casi sin fuerzas, comenzó a arrastrarse por el lugar, recibió una patada en su abdomen causando que su boca sangrara. 

—Ya estás perdido, amigo, rindete. 

James ya estaba sin fuerzas, se sentía derrotado, pero no podía rendirse así tan fácil, nunca había sido su método. 

—Podría seguir todo el día. — contestó, para después tomar aquella jeringa con la que intentaron dormirlo, la clavó en la pierna del hombre y luego lo tomó de su camiseta para lanzarlo de cara contra el suelo. James se levantó al notar que otro de los prisioneros se ponía de pie, rápidamente reaccionó y empujó la camilla de la enfermería causando que su rival quedara atrapado entre la pared y la camilla, rápidamente se dirigió a él y golpeó su cara un par de veces, luego lo tomó de la camiseta y lo lanzó contra el suelo. De una patada, lanzó a otro de su rival contra el armario del enfermero, tomó el brazo del hombre, lo fracturó y luego golpeó su cabeza contra la camilla. James se quedó tendido en el suelo tomando aire cuando el último prisionero, aún decidido en derrotar al pelinegro, comenzó a ponerse de pie, apoyándose en la camilla, pero James se dio cuenta y aún en el suelo, golpeó de una patada la camilla haciendo que se moviera, el prisionero se golpeó la cabeza contra la camilla cuando se movió y cayó al suelo inconsciente. 

—¿Alguien más? — dijo James, entrecortadamente.

Comenzó a levantarse lentamente, tomó una servilleta del suelo y limpió su cara con sangre, se acomodó el traje y luego, comenzó a caminar hasta la salida. Pero la paz no terminaba para el hombre, pues cuando caminaba por los pasillos, un prisionero lo tomó de su traje y lo comenzó a llevar hasta una habitación cercana. James ponía resistencia, pero su cansancio era excesivo, no tuvo más opción que dejar que lo llevaran. 

—¡Quédate quieto, idiota! — exclamó el prisionero. Armó una llave para evitar que el hombre se escapara y luego empujó su cara contra la pared. 

—Me enteré que nos buscabas, Wilson. ¿Qué quiere? — preguntó un hombre a sus espaldas. 

—Usted… es personal de Blake, sabe donde están los Sawyer Wood. 

—No, no tengo idea alguna. Sin embargo, si lo supiera, ¿quién sería usted para decirle? 

—Escucheme, tiene la fe de que Blake los sacará de aquí pero no es así, los dejará acá para siempre y su vida no será la misma, con suerte los dejará vivos pero serán sus esclavos. Si usted me ayuda, yo puedo detener eso. 

—Suéltalo. — ordenó el hombre a su ayudante. 

James se giró inmediatamente después al sentirse libre, el efecto de aquella inyección comenzaba a surgir, pues se sentía con los ojos pesados y poco apto para mantenerse en pie. 

—Sí usted me dice donde están los Sawyer Wood, Blake volverá a prisión y ustedes podrán hacer lo que quieran con él, pero tiene que ayudarme a salir de aquí. 

—No puede ni mantenerse en pie, señor Wilson. ¿Que le hace creer que podrá con Blake y su gente? 

—Yo nunca fallo, téngalo por seguro. 

El hombre frente a James guardó silencio por algunos segundos, pero después le habló a su ayudante. 

—Trae a ese guardia de ahí. — le ordenó. — escucha, te sacaremos de acá, pero si Blake no vuelve a esta prisión, iremos por ti y créeme que será peor, señor Wilson. 

El ayudante del hombre frente a James había tomado el uniforme del guardia y se lo puso, luego tomó a James de su camisa y lo sacó de la habitación. 

—Hay una salida por acá cerca, confía en mí. — dijo el hombre de traje, quien empezó a recuperar su vista normal y su cabello se volvía pelirrojo nuevamente, cuando pasó, se dio cuenta que la poción terminaba su efecto. 

Ambos comenzaron a caminar por todos los pasillos de la prisión buscando la salida, hasta que llegaron al lugar indicado. 

—¡Tengo a un civil, saquenlo de aquí! — exclamó el prisionero vestido de guardia, empujando al ahora pelirrojo hacia los guardias reales, quienes lo tomaron y le ayudaron a caminar hasta la salida de la prisión, donde un taxi esperaba por el hombre. 

—Conduce… — alcanzó a decir el pelirrojo para quedar dormido en el auto segundos después.

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