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003 . hay algo extraño pasando
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—Lara.
Billy me despierta de una brusca sacudida, yo doy un salto en mi lugar por el susto. Estamos en la escuela, el cálido sol matutino se cuela por los ventanales del salón de clases, resultando reconfortante, por el ruido de fondo y los asientos vacíos comprendo que es el receso y por suerte la clase aún no empezó.
—Lara, ¿Estás bien? —cuestiona el castaño divertido—Te ves como si acabaras de tener una muy mala experiencia con las drogas —se burla, a lo que yo le dedico una mirada asesina.
—Wow Billy, tus dotes de comediante son lo primero que necesito al despertar —Desprendo ironía en cada palabra que abandona mi boca, luego llevo ambas manos a mi rostro y refriego mis ojos para ayudar a despabilarme—. Tuve un sueño extraño —confieso mientras me estiro, con los recuerdos del doctor Strange llegando a mí—, estaba con una especie de psicólogo y la charla que teníamos no era normal...
—Suena bastante verídico —comenta sorprendido, alzando ambas cejas—, contigo nunca se puede tener una conversación normal —bromea, yo muerdo mi labio inferior en un intento por detener mi sonrisa, porque si se pone en modo payaso va a estar así por el resto de la mañana—. Ah, por cierto, no te olvides de tu medicación.
Y sus palabras me cortan la respiración.
—¿Qué?
—Las pastillas que te recetaron —responde él, extrañado por mi reacción.
—Billy no bromees con esto —advierto con seriedad—. No tomo pastillas.
El castaño parece dispuesto a discutir, pero en cambio cierra su boca y se estira para tomar mi mochila, en la que rebusca por sus bolsillos hasta sacar un pequeño frasco repleto de píldoras rojas.
Las mismas píldoras rojas. El mismo frasco.
Mi respiración comienza a acelerarse mientras mi cabeza le da vueltas al sueño, porque debe ser un sueño. De no ser así, no hay forma en la que me haya despertado en la escuela por la mañana, ya que no recuerdo regresar a casa, ni tampoco irme a dormir y mucho menos levantarme, prepararme, y realizar todo el camino hasta la escuela.
No recuerdo venir a la escuela.
¿Cómo es que estoy en la escuela?
—Lara, tranquilízate —Billy posa una mano sobre mi hombro al notar el claro pánico que me está invadiendo.
—Billy, creo que hay algo extraño pasando —susurro con las lagrimas comenzando a nublar mis ojos—. Sé que va a sonar loco pero, ¿Tú recuerdas irte a dormir? —cuestiono asustada, preocupada de que alguien llegue a escucharme.
—Claro que sí —responde el castaño junto a una risita, yo frunzo mi ceño.
—Billy no estoy jugando —insisto, asustada, entonces noto una estela azul en la mano que tiene sobre mi hombro, y cuando estoy dispuesta a comentar al respecto, me encuentro con sus ojos brillando en un color azul.
—Tu también lo recuerdas —asegura, sonriente—. Ayer estabas muy cansada por la escuela, así que en la sesión con tu psicólogo casi que te dormiste, por eso te parece tan extraña —cuenta, y a mí me parece ridículo lo tonta que estaba siendo—. Cuando te acostaste el sueño desapareció y te quedaste mirando televisión hasta tarde, mala decisión porque hoy hay escuela, por eso me pediste que te dejara dormir en el receso y te despertara un poco antes de la clase para tomar tus pastillas.
En mi defensa, estaban pasando un muy entretenido programa de casos policiales y me pregunté a mi misma, ¿Qué me servirá más en un futuro? ¿Las matemáticas o saber reconocer a una mente criminal? La respuesta fue muy sencilla.
—Amy —capto la atención de la rubia sentada a mi derecha—¿Me acompañas al baño? —Le pido agitando el frasco con mi medicina, a lo que ella asiente por lo que yo sonrío—Ya volvemos —aseguro mientras me levanto—¿Cuál es la clase que sigue? —pregunto a mi mejor amigo elevando una ceja—Y ¡Por favor! No digas matemáticas —suplico, a lo que la sonrisa del castaño se ensancha.
—Historia con Gwendoline.
Realizo un gesto agradeciéndole a los dioses por el acto de piedad, ya que con mi suerte, la respuesta hubiera sido matemáticas, y si estar despierta hoy representa un reto de particular dificultad, en aquella materia simplemente sería imposible. En cambio, con Gwendoline, por más que se trate de historia, sé que permaneceré despierta. Es más, me atrevo a decir que con Gwendoline de profesora, hasta podría tratarse de matemáticas.
Gwen es una nueva profesora, empezó como un reemplazo hace un par de semanas, pero para mi suerte parece haber llegado para quedarse. Si no me equivoco, llegó a Westview hace poco, y estuvo viajando por todo el mundo, así que sus anécdotas siempre son entretenidas, y para alguien como yo, quien cuya mayor aspiración es abandonar el pueblo, escucharla es una manera de llenarme de esperanza. Además es realmente buena para contar sucesos históricos, tal vez simplemente tenga una cierta facilidad para contar historias, la otra opción es que sea una viajera del tiempo y haya estado presente en cada hecho que nos enseña.
—¿En serio vas a tomar otra? —cuestiona preocupada la rubia de corta y prolija cabellera, cruzada de brazos y elevando una ceja.
Yo la observo confundida para luego regresar mi mirada a la píldora roja entre mis manos.
—Es la primera que tomo —respondo frunciendo mi ceño.
—Mhm... —Amy camina a mi alrededor posando su dedo índice sobre su barbilla—No, estoy muy segura de que ya tomaste una en el receso más temprano —asegura, acompañando sus palabras por un movimiento con su cabeza—. Tal vez estabas tan dormida que no lo recuerdas.
—Oh —suelto, dudando aún por unos segundos—¿En serio? —pregunto aún desconfiada—Realmente no recuerdo...
—¿Por qué te mentiría? —cuestiona la rubia de forma incrédula—Lara soy tu mejor amiga —Me recuerda soltando una risita—, si quieres toma otra para asegurarte, sólo no quiero que te haga daño —agrega encogiéndose en sus hombros.
Miro la píldora roja nuevamente y entonces acabo soltando una risita, seguramente Amelia tiene la razón, y lo cierto es que estoy agradecida de contar con ella en días como este, donde por equivocación podría acabar completamente drogada.
—Creo que aprendí mi lección —digo mientras guardo la pastilla, la sonrisa de mi amiga se tiñe con una tonalidad algo más perversa, pero apenas cierro el frasco y la miro nuevamente, el gesto recobra su inocencia, entonces decido lavarme la cara—. No más noches desvelándome si al otro día hay escuela —prometo, a lo que Amy solo niega con la cabeza.
—Si claro, como si fueras a mantener tu palabra —Ambas acabamos soltando una risita—. Por suerte me tienes a mí —agrega rodeando mi brazo con el suyo, para luego empezar a caminar juntas rumbo al salón.
—Lo sé, es como algo en tu familia ¿Sabes? —suelto sonriente—Tu madre y tú siempre están cuando se las necesita —señalo, a lo que ella alza ambas cejas.
—¿En serio? —cuestiona, a lo que yo asiento en respuesta—Nunca lo había notado —asegura posando una mueca en su rostro.
Creo notar algo de ironía en su voz, pero probablemente sólo lo esté imaginando. Realmente necesito despertarme.
En serio.
Necesito despertarme.
Pero ella...
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