002 . the doctor says


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002 . el doctor miente

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  —¿Lara?

Mi atención regresa al señor Strange, a quien le toma pocos segundos comprender que no escuché nada de lo que estaba diciendo.

  —Lo siento —murmuro en disculpa desviando mi mirada hacia el suelo, el hombre sentado en el sofá frente a mí empieza a escribir rápidamente en su libreta.

  —Dime, ¿Estás tomando tu medicación? —cuestiona elevando una ceja.

  —Sí —respondo con desgana, luego noto un incomodo silencio y al elevar la mirada, me encuentro con la suya, cargada de desconfianza—. Sí lo hago —insisto esta vez hablando más claro.

Strange mantiene su mirada fija en mí, analizándome, intentando encontrar cualquier mínimo indicio que pudiera indicarle que estoy mintiendo, pero no lo estoy haciendo, así que imagino que finalmente debe darse por vencido y elegir creerme.

  —Dime Lara —El hombre se aclara la garganta, finalmente dejando la libreta a un lado, inclinándose hacia adelante en su lugar para así acercarse a mí—¿Los episodios están ocurriendo con menos frecuencia?

Recuerdo a la profesora arrojándose por la ventana del segundo piso el día anterior, con una sonrisa de oreja a oreja y movimientos espasmódicos mientras algunas lagrimas se derramaban por sus mejillas. El sonido del impacto, la manera en que sus huesos se rompieron, la forma en que quise gritar pero mi garganta se cerró a causa del horror, lo aturdida que estaba por la manera en que los latidos de mi corazón retumbaban en mis oídos y el vuelco que dio mi estomago, dejándome a segundos de vomitar sobre mi mesa, y luego a la mujer entrando como si nada, disculpándose por haber tardado en el baño.

  —No.

El hombre frunce su ceño, se produce un breve silencio en el que su mirada se mantiene perdida, fija en algún punto de la habitación al que en realidad no está prestándole atención.

  —¿Quisieras contarme como han sido los últimos?

El tono monótono de su voz sumado al hecho de que no está parpadeando me genera un escalofrío. Strange parece vacío, como si fuera una marioneta cuyo titiritero se distrajo, olvidando darle expresiones faciales y emociones, simplemente moviendo su boca.

  —No —repito la misma respuesta que más temprano, incomoda por su mirada y francamente, algo asustada. 

 Cuando finalmente reacciona, se acomoda en su lugar como si su pequeño exabrupto no hubiera sucedido y toma la libreta nuevamente, agitando la mano en la que sostiene su bolígrafo como si estuviera intentando dispersar los últimos segundos ocurridos del aire de la habitación.

  —¿Y qué tal todo en casa Lara? —pregunta ladeando su cabeza ligeramente—¿Todo bien con tu padre?

Sé lo que sus palabras significan, y aún así soy incapaz de comprender lo que está preguntando.

  —¿Disculpe? —suelto yo, sinceramente confusa.

  —¿Las cosas han estado bien en tu casa? —insiste el doctor.

En mi casa. Strange está preguntando sobre la situación en mi hogar.

  —Sí, como siempre —respondo de forma vaga, en un murmuro, realmente me estoy sintiendo incomoda al hablar de esto.

  —¿A qué te refieres con como siempre? —Strange me insta a explayarme mejor en mi respuesta, invitándome a hacerlo con un gesto de mano.

Pero no tengo respuesta. La verdad no sé a que me refiero con lo que dije.

Mi estomago comienza a dar vueltas mientras recuerdo todas las veces que Billy, Tommy o algún integrante de la familia Maximoff me acompañó hasta la puerta de mi casa, algo realmente innecesario ya que vivo en la esquina de su calle, pero al menos en el caso con los gemelos, así ganamos más tiempo juntos. Nunca es hasta más allá de la puerta. Jamás han pasado dentro, sé que a papá no le gustan las visitas.

Con la cantidad de noches que paso en la casa de los Maximoff y la confianza que existe entre la familia y yo, realmente resulta extraño que papá jamás haya permitido que los gemelos se quedaran a dormir al menos una noche. Supongo que puede explicarse diciendo que tiene un cierto temperamento difícil de tratar, o que simplemente siempre ha sido muy sobreprotector y la idea de que su niñita comparta la noche con un chico no le agrada, pero la lógica de eso acaba en Billy y Amy.

En realidad no tengo idea de cuando es que mi padre me dejó en claro que tenía prohibido llevar invitados a la casa, sólo es algo que siempre ha sido así desde que era niña.

Hasta donde mis amigos pueden llegar es la puerta. Hasta donde los vecinos pueden llegar es la puerta. Pero yo siempre la cruzo ¿No? Digo, es lógico, es la puerta de mi hogar, mi casa, el edificio en el que crecí, claramente he cruzado la puerta cientos, no, miles de veces. Me despido de Billy y cierro la puerta. Me despido de Tommy y cierro la puerta. Le agradezco a Wanda por el postre que me haya regalado, me despido y cierro la puerta.

  —¿Lara? —El doctor suelta sonando preocupado, recuperando mi atención—¿Todo está en orden? Estás algo pálida.

Abro la boca dispuesta a responder, pero me encuentro con un nudo en mi garganta impidiendo que cualquier sonido la abandone. Tal vez simplemente no quiero poner en palabras la revelación que acabo de hacer.

  —¿Lara? —El hombre insiste, su voz es una especie de hilo atado a mí del que tira cada vez que comienzo a perderme entre mis pensamientos.

  —Yo... No recuerdo mi casa —confieso en un murmuro, como si pronunciar aquellas palabras en voz alta estuviera prohibido.

  —¿Cómo dices?

Ni el color de las paredes, ni donde están los muebles o cuantos tiene, el mismo caso con las habitaciones, con los cuadros, todo de lo que siempre estuve segura respecto a mi casa parece imaginario, como si alguna vez hubiera dicho "Claro, es una casa, debe tener muebles, y habitaciones, y paredes y cuadros" y repetido aquello las veces necesarias hasta creérmelo.

  —La puerta de entrada... —El pensamiento se me escapa en voz alta mientras divago en busca de respuestas, de imágenes del interior de mi hogar—Mi padre.

  —¿Qué sucede con tu padre?

  —No sé cual es la cara de mi padre —respondo temblando, sintiendo a mi estomago amenazar con expulsar todo lo que haya consumido en el día.

  —¿La que te mostrará hoy, dices? —El hombre me apunta con su bolígrafo—Sabemos que es un hombre multifacético, como cualquier persona en realidad, pero por más que sea un hombre de negocios, o un adulto al que te cueste comprender, siempre será tu padre —reflexiona, a lo que yo sólo puedo mirarlo con mi ceño fruncido.

  —No, Strange, yo no...

Mis palabras se apagan cuando un nuevo descubrimiento inunda mi mente. Observo el lugar a mi alrededor, analizando sus detalles como los libros en la antigua estantería de la pared, o los carteles con mensajes positivos repartidos por las paredes.

  —¿Hace cuánto que nos estamos viendo? —cuestiono, confundida.

  —Es lo mismo que me pregunto Lara —suelta el hombre con un suspiro cargado de resignación—. Tantos años y aún pareciera que seguimos en el mismo lugar contigo.

  —¿Años?

No, estoy muy segura de que nunca había venido al psicólogo antes.

  —Lara por favor toma tu medicación —suelta el hombre apuntando con su bolígrafo a mis manos, en las que descubro un frasco repleto de píldoras rojas—. Se nos ha terminado el tiempo por hoy, nos volveremos a ver la semana que viene, como siempre, ¿Te parece bien?

Observo el frasco entre mis manos muy consciente de que no se encontraba allí segundos atrás y luego le dedico una mirada incrédula al doctor durante unos cuantos segundos, esperando algún tipo de explicación lógica.

  —Acabo de decirle que no recuerdo como es el interior de mi casa ni el rostro de mi padre —suelto con mi mirada fija sobre la suya, expectante por una respuesta, pero él sólo suspira.

  —Se nos acabó el tiempo por hoy, Lara —Y la forma en la que lo dice me genera un escalofrío.

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