Reunión con el diablo

Esa mañana, como cada mañana desde que las gemelas nacieron me despertaron con sus gritos.

Las chiquillas nunca se ponían de acuerdo en nada, ni por la más mínima cosa.

Incluso durante el coma tenían ideas contrarias de cómo despertarme.

Esa mañana su pelea era por quien usaría el rizador de cabello primero.

—Si siguen gritando ninguna lo usará —exclamó mi padre mientras entraba a mi habitación— tienes que estar listo en cinco campeón.

—Si buenos días papá —dije algo molesto.

Él solo me miró y sonrió.

—En cinco campeón —repitió amigablemente.

Bufé algo cansado.

A diferencia de mis hermanas yo podía estar listo en cinco sin ningún problema.

Baje a desayunar, Silvana ya estaba desayunando al igual que mis padres salvo que ellos estaban algo ocupados.

Me serví una buena porción de tocino y comencé a desayunar.

—¿Qué te pasó en el labio? —preguntó mi madre sin mirarme, su vista estaba en un expediente.

—Me estrelle contra una puerta —mentí.

—Ten más cuidado la próxima vez —pidió mi padre mirándome con seriedad.

Yo solo asentí, ni siquiera les preocupaba.

El desayuno iba en calma cuando las dos pequeñas rubias llegaron con esa cara de querer algo.

—Necesitamos hablar seriamente —ordenó Sharon.

—Oh claro que si —me burlé.

Las gemelas me miraron con esa mirada fulminante, tenían nueve años y podían controlar a cualquiera en esta casa.

—Prosigan —sonreí.

—Bueno nosotras somos individuos independientes por lo que merecemos ser tratadas como tal —comenzó Serene.

—¿Qué quieren? —llegó al punto mi padre.

—Habitaciones separadas —pidió Sharon.

—Imposible —dijo mi madre— coloquen una división como en la otra casa y listo.

—Lo estuvimos hablando y esta vez eso no funcionará —aclaró Serene.

—Una de las dos podemos tener el sótano —solucionó Sharon.

—Muy bien decidan quién y será toda suya —ofreció mi padre astuto.

Mi padre sabía bien lo que hacía, las niñas empezaron a discutir como siempre y estaba seguro de que nunca lo decidirían.

—Yo me quedo en el sótano —exclamé.

—¿Seguro? —preguntó mi madre confundida.

—Me sacrificare —sonreí.

—Pues listo —aceptó mi padre— Sharon tu te mudas al cuarto de Sam.

Las gemelas sonrieron.

—Perfecto, tus cosas deben estar fuera antes de que llegue de mi clase de baile —advirtió amenazadora.

—Así será —contesté calmado.

Mudarme era el mejor de mis planes, no solo por que ahora tendría casi dos habitaciones juntas si no que sería más accesible la entrada para Beck.

Después del desayuno salimos rumbo a la escuela, debido a la apretada agenda de mis padres Silvana era la encargada de llevarme a las escuela.

Esto no estaría tan mal si no fuera por que mis hermanas eran insoportables.

Estar rodeado de chicas era algo bastante desesperante, amaba a mis hermanas pero estar entre brillos y chismes era cansado.

Dejamos a las gemelas rápido pues a mi hermana solían desesperarlas al punto de golpearlas, y si ya había pasado más de una vez.

A unas cuantas calles de la escuela decidí bajarme.

—Puedes dejarme aquí —pedí nervioso.

—Estamos algo lejos no crees —comentó algo confundida.

—Si... caminare —comenté nervioso.

—Odias hacerlo —exclamó— Samuel eres todo un flojo.

—Eso no es verdad —me quejé.

—Sam sé que te cepillas los dientes en la ducha por no tener que hacer "doble trabajo" —exclamó riendo.

—Bueno si soy flojo —acepté— es que solo no quiero llegar a la escuela en el auto de mi hermana con música de Shawn Mendes a todo volumen —solté aunque no era la única razón.

Ella detuvo el auto en seco, abrió la puerta y lanzó mi mochila.

Me baje del auto antes de que me golpeara.

—Nunca vuelvas asumir que la música de Shawn Mendes es algo malo —gruño.

—Nunca lo hice —grité pero ella ya se había ido—en qué me metí.

Una risa me sacó de mis pensamientos.

—Así que tu hermana sigue siendo la ruda en la familia —exclamó Beck riendo.

—Y eso que no conoces a las otras dos —suspiré abrumado mientras levantaba mi mochila del suelo— a veces solo quisiera ser hijo único.

Él sonrió algo triste.

—Da gracias que al menos están bien —susurró.

No dije nada pues no sabía cómo responder, caminamos a la escuela en silencio.

Los años habían pasado pero él seguía con la misma mirada, una mirada de desesperación.

—¿Cómo está Casper? —me atreví a preguntar, esperando que no fueran malas noticias.

Él suspiró cansado.

—Tiene días buenos y malos —contestó dolido—más malos que bueno.

—Lo siento —me disculpe.

—No es tu culpa —contestó abrumado.

—No es culpa de nadie —dije pues aunque no lo fuera él simplemente se culpaba.

Él solo suspiró y me sonrió.

—¿Tu hermana sigue igual de sexy? —preguntó bromeando pues siempre le gustó.

—Si, también sigue teniendo un buen gancho derecho —aseguré.

Él sonrió y tocó su mandíbula instintivamente, mi hermana no se andaba con juegos.

Caminamos a la escuela bromeando sobre cualquier tontería como en los viejos tiempos.

A nada de llegar él se paró.

—¿Qué? —pregunté confundido.

—Lo siento —dijo con una sonrisa torpe.

Dicho eso me empujó con fuerza haciendo que me golpeara con las escaleras.

—Idiota —exclamó escupiéndome.

Él se fue sin decir más, frente a mí todos me veían confundidos, al igual que ellos yo tenía la misma expresión.

—Tu no entiendes verdad —exclamó Tris riendo.

—Ya ves —contesté adolorido.

Él me ayudo a levantarme y acomodo mi sudadera.

—Si sigues así terminaras muerto para antes de terminar el año —bromeó.

—Probablemente —reí.

Que irónica es la vida, en esos momentos era una simple broma quien diría que se haría realidad.

Entramos a la escuela, me dolía el costado por lo que estaba seguro de que me había dejado marca.

En los casilleros metíamos las cosas cuando un chico pasó a nuestro lado, golpeando con fuerza el hombro de Tris.

—Muy bien deséame suerte —dijo nervioso.

—Suerte —contesté nervioso— espera... suerte para qué.

Ya era demasiado tarde él ya iba tras ese chico.

—Eliot —lo llamó.

—No —exclamó el castaño.

—Oh por favor sólo dame una oportunidad —pidió abrumado.

El chico que era como un metros más alto que él se giró molesto.

—Te daré una oportunidad cuando seas legal, mientras tanto apártate niño —contestó el chico de aspecto rudo.

—Pero no denunció —exclamó.

—Cuando puedas cruzar la calle sin tomar la mano de tu mami me llamas —se burló el tal Eliot.

Tristan volvió a mí con una sonrisa tonta, el chico apenas cumpliría dieciséis pero era tan listo que se había subido unos cuantos años escolares.

Lo cual se empezaba a notar pues mientras todos ya tenían licencia para conducir y pelo en pecho o barba él aún parecía un bebé.

—Algún día saldré con él —aseguró.

—Claro, como en tres o cuatro años —me burlé.

El me miró molesto.

—Vamos a clases —dijo molesto— igual y lo convenzo en ciencia.

Pero no fue así, en su lugar Eliot le dijo que si no lo dejaba tranquilo lo acusaría con su madre, una burla tal vez tonta pero para Tristan era una amenaza bastante fuerte.

Mi amigo estaba tan enamorado que no notaba que había otro chico mirándole con amor, tratando de acercarse a él en repetidas ocaciones sin lograrlo.

El día continuo igual, Beck trato de golpearme una vez más pero el profesor lo detuvo antes de que me dejara con un ojo morado.

Volví a casa para cambiarme de habitación, para mí suerte aún tenía muchas de mis cosas en caja pues como decía mi hermana era muy flojo.

Pase toda la tarde bajando mis cosas pero para la noche por fin estaba medio lista.

Me puse la pijama sin antes examinar el golpe que me había dado Beck, tenía parte del costado morado.

—Otra vez te atacó una puerta —exclamó mi hermana mirando.

—Silv... que no sabes tocar —gruñi bajándome la playera.

—¿Quién te lo hizo? —preguntó molesta.

—Me caí de las escaleras —mentí nervioso.

—Samuel Dallas si no me dices...

—Me caí —grité— tu bien sabes lo torpe que soy.

Ella lo pensó por un momento pero era una buena coartada, era tan torpe y mi cuerpo tan frágil que incluso me había roto un brazo por lanzar mi teléfono a la cama.

—Bien —suspiró— pero si me entero que...

—Hermana oso —interrumpí.

—No soy... bueno tal vez si —dijo Silvana sentándose en uno de los sillones de mi habitación.

Ante la falta de presencia de mis padre mi hermana se había vuelto muy sobre protectora por lo que hermana oso era la palabra clave para que le bajara un poco.

Me senté a su lado.

—Lamentó haberte bajado del auto —se disculpó— entiendo que quieras tu espacio, estar entre tanta mujer debe ser cansado.

—Lo es —sonreí torpe— y sobre lo de Shawn Mendes... tu y yo sabemos que me encanta.

—Oh claro que si —sonrió burlona— pero creo que podemos dejarlo entre nosotros.

Yo solo sonreí.

—Gracias —dije abrazándola.

Ella me devolvió el abrazo, subimos a cenar claro sin mis padres.

Baje más tarde con algo de comida escondida para que Beck se pudiera llevar.

Me acosté un rato según yo, para cuando el ruido de un golpe se escuchó ya eran casi las doce.

El sótano tenía una pequeña ventana por la que podía entrar una persona perfectamente.

Al despertar lo vi cayendo, haciendo algo de ruido.

—Beck cállate —exclamé levantándome, él se quedó un momento en el suelo —ya te habías tardado.

Él se levantó medio torpe, me miró pero no era su mirada usual, era una mirada de terror.

—Necesito tu ayuda —pidió con los ojos llorosos.

—¿Estás bien?, ¿Qué necesitas? —pregunté confundido.

—Que me ayudes a desaparecer un cuerpo...

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