La muerte de Lucifer

Yo le miré y me empecé a reír.

—Es una broma cierto —sonreí pero él se quedó serio— ¡Beck! —exclamé.

—Puedo explicarte... pero no aquí —contestó agitado— ven conmigo.

—Estás loco —dije confundido— son casi las doce...

—Sam —me detuvo— te necesito.

Sus palabras me cegaron, solo bufé y me puse los tenis.

Acomode la cama por si mis padres llegaban, era poco probable pues nunca entraban a mi habitación.

—Venga muévete —exclamó.

—Beck hago lo que puedo —contesté.

Él se apresuró a la ventana, la miré pues odiaba salir por ahí ya que siempre me terminaba golpeando la cabeza.

—Yo te ayudo —se ofreció.

—Pues no te queda de otra —me quejé.

Me apoye en su hombro y de un empujón ya estaba afuera, me había golpeado en la cabeza pero no podía decir nada.

Él salió con gran agilidad y me jalo para correr, un par de cuadras más adelante estaba un auto.

—Dime por favor que no lo robaste —dije mirando el auto.

—Es de mi madre —contestó nervioso.

—Bueno, eso es un avance —me anime.

Subí al auto el cual apestaba alcohol, nada raro tratándose de la madre de Beck.

El transcurso duró un aproximado de diez minutos, básicamente en la zona más fea de la ciudad.

El infierno solíamos llamarle pues te aseguraban entrar pero no salir.

Nos estacionamos en su ya conocida casa, la que tenía prohibido ir por mis padres.

Él tomó su llave para entrar, estaba temblando tanto que ni siquiera podía abrir.

—Tranquilo —dije ayudándolo a introducir la llave en el picaporte.

Él me miró y ahí estaba esa mirada llena de desesperación otra vez.

—No digas nada aún —pidió.

Yo solo asentí.

Entramos para toparme con una casa ya conocida, una casa que no había cambiado en estos años.

Muebles viejos, ese particular aroma a licor y esa misma televisión que su madre había robado ya hace unos años.

Lo único que había cambiado era aquel chico recostado en el sillón, ya no era un niño pequeño ahora era casi un adolescente.

—Hey Cas —lo llamó su hermano mientras se acercaba a él— Cas.

Él chico abrió los ojos con dificultad, sus párpados eran de un tono entre rojo y morado, su piel pálida remarcaba los moretones visibles y sus labios tenían un color grisáceo.

—Beck —contestó débil.

—Te dije que no iba a tardar mucho —le sonrió mientras pasaba su mano por su frente— ¿Cómo estás?

—Tengo frío —confesó adolorido.

—Estás algo helado —dijo quitándose la ligera chamarra que traía para cubrir a su hermano quien ya tenía varias cobijas.

Casper me miró confundido, tenía la misma mirada que su hermano.

—Traje a un amigo, te acuerdas de Sam —exclamó mientras ajustaba algo del suero al que estaba conectado.

—Sammy —pronunció el chico alegre.

—Hola Caspi —salude con el apodo que solía usar.

—Me alegro de que hayas vuelto —sonrió— así mi hermano no estará solo.

Sonreí ante lo dicho, nunca creí que al irme podría lastimarlo.

—Bueno voy a mostrarle algo a Sam, ve algo de tele de acuerdo —le sonrió su hermano.

Beck prendió la tele para dejar a su hermano, subimos por esas empinadas escaleras donde me había roto un brazo una vez.

Él me llevo directo a la habitación de su madre, los nervios se apoderaron de mi cuerpo.

Al entrar pude ver los pies de su madre sobresalir del baño, al acercarme pude notar mejor la escena.

Jessica Jones estaba tirada en el baño, una mancha de sangre se encontraba en su cabeza, esta cubría parte de su ropa y el piso del baño.

—Está muerta —confesó— creí que solo se había dado un buen golpe pero después de quince minutos no se movió... yo no sé qué hacer.

—¿Qué pasó? —pregunté abrumado, tanta sangre estaba por hacer que me desmayara.

—Yo... subí para encontrarla tomándose el medicamento de mi hermano, ya lo había hecho con los analgésicos pero esta vez era uno más fuerte... lo que mantiene con vida a mi Cas... le pedí que me los diera pero se negó entonces empezamos a forcejear... ella se resbaló y se golpeó con el retrete —su voz sonaba entre cortada, estaba aterrado.

—Beck por qué no llamaste a emergencias —exclamé confundido.

—Porque de hacerlo llamarían a la policía y harían preguntas —confesó— fue un accidente pero lo único que ellos escucharían es que estábamos peleando, no me creerían que fue un accidente.

—Beck tenemos que llamarlos, te aseguro que te darán tu oportunidad de hablar —aseguró.

Él chico solo sonrió y soltó una carcajada burlona.

—Lo dices por que tu padre es policía pero no lo has visto desde este lado —dijo con algo de odio— Sam tengo historial criminal, no perderán su tiempo en una investigación... en el momento en el que les cuente lo ocurrido estaré condenado.

—Beck... —lo llamé pero me vi interrumpido por el grito de su hermano.

Él bajo corriendo, me quedé observando un momento mi móvil.

Tenía que llamar a mi padre.

Baje las escaleras para tener mejor señal, pero lo que vi simplemente me hizo congelarme.

—Me duele mucho —exclamó Casper con lágrimas en los ojos.

El chico estaba encorvado en el sillón por el dolor, se sostenía el estómago con fuerza.

—Tranquilo Cas —le dijo su hermano— te daré algo bien.

El castaño se levantó y se acercó a uno de los muebles, rebuscaba entre los cajones para encontrar el medicamento correcto.

—Si, esto servirá —susurró abrumado.

Beck regresó con su hermano con las pastillas en mano.

—Vamos Cas esto te ayudará —le calmó.

Lo ayudo a sentarse y le metió las pastillas en la boca, las lágrimas del menor no cesaban.

—Eso es, lo estás haciendo muy bien —le abrazó— estarás bien.

El chico se empezó a calmar y yo solo podía pensar en lo que lo había llevado a esto.

Al igual que su hermano Casper había nacido siendo dependiente a la heroina, todo debido a que su madre no la había dejado en el embarazo.

La salud de Casper siempre se vio afectada, si no era su corazón eran sus pulmones o algún otro de sus órganos.

Casper había tenido tantas cosas que los doctores no se explicaban como seguía vivo, sus pulmones no funcionaba bien, se había sometido a dos operaciones de corazón, por la medicación había perdido un riñón además de sufrir ataques epilépticos continuos.

Lo único que lo mantenía con vida era el amor que le tenía a su hermano.

—Sammy —me llamó sacándome de mis pensamientos.

—Si...

Le miré, su hermano se había quedado dormido, lo que era lo mejor para él.

—¿Qué haces? —preguntó mirándome.

Tenía el teléfono en mano, tenía dos opciones llamar a mi padre y hacer lo correcto o llamar alguien más y ocultarse el asesinato.

Tomé la decisión que me llevaría a mi muerte.

—Llamaré a Tris —conteste abrumado.

—No —exclamó.

Él acomodo a su hermano con delicadeza en el sofá y se acercó a mi.

—Es un niño —dijo abrumado.

—Si, también es más inteligente que tú yo juntos además de tener una obsesión con crímenes sin resolver —expliqué.

Él no se mostraba muy convencido, a pesar de que eran buenos amigos siempre tuvieron algo de fricción.

—Es el único de confianza que nos ayudará.

Él lo pensó pero terminó por aceptar.

Quien diría que de haber cerrado mi ventana esa noche yo aún seguiría con vida.

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