───capítulo XXV.


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Gabrielle.

Escuché anunciar un baile de año nuevo, y día libre en navidad. Al igual que nuevas temporadas que quizá ocurrirían en mi ausencia.

Estábamos finalizando noviembre, y habían pasado ya tantas cosas que me deja asombrada el hecho de cómo pueden ser de magníficos los planes de Dios. En ocasiones son sumamente extraños e inentendibles, pero siempre vienen con un propósito fijo para la vida de cada ser humano.

Los últimos montajes de ópera y ballet realizados, habían salido de maravilla. Como siempre teníamos la gran disposición al ejecutar nuestro trabajo en escena, dejando en alto nuestro talento y haciendo sentir orgullosos a nuestros administradores.

Por consiguiente, empezaron a llegar socios y patrocinadores, como si nada.

Aunque había un asuntito por ahí, que se debía solucionar para poder aceptar tantas solicitudes. Por ende me necesitaban como un tipo de carnada para convencerle.

Estaba totalmente en desacuerdo.

-Gabbie, tú podrías ayudarnos a convencerlo- había hablado mi hermana, mientras yo preguntaba con mi mirada a Raoul si todo esto era una maldita broma-. Quién más que tú para que él nos ayude.

Empecé a reírme de manera irónica.

-¡Ay, Christine!- exclamé, aún riendo- O sea, ¿me viste cara de presa, o qué?

La susodicha me miró con una ceja arqueada, dándome a entender que sí hablaba en serio. Mi cuñado asintió, dándole la razón a su esposa.

-La verdad no quiero ser parte de un estúpido plan, tan estúpido. Ustedes deberían hablar con él... sí, Raoul, yo sé que Erik casi te mata y toda la cosa, pero ya creo que están más maduros que la última vez.

Estaba hablando totalmente en serio.

Ese es tema que les compete a ellos tres, no a mí... o esperen.

-¿Por qué me lo piden a mi, si se supone que los administradores son ustedes?

-Porque sencilla y llanamente también te encargarás de la ópera para cuando regresemos de Italia.

Mis ojos se abrieron de par en par, aquella respuesta de parte de mi hermana no la esperé en lo absoluto. Me desconcerté por completo.

-¿Qué?

-Se suponía que te daríamos la noticia luego, con Christine creemos que tienes un potencial para también apoyarnos en la administración de la ópera- ahora habló mi cuñado, con seriedad-. Por ende no es un plan estúpido porque también te va a competir a ti leer las solicitudes que lleguen en un futuro.

Recosté mi mentón sobre el dorso de mi mano, mientras mantenía fruncidos mis labios. No sonaba mal la idea, sin embargo, en este momento ellos dos deben hablar con cierto personaje que exige un salario y un palco.

Mi hermana y mi cuñado me miraron de manera suplicante.

No sé si es que ellos creen que entre los dos ya hay algo más allá de una amistad o qué. Erik simplemente es mi amigo, y no creo que por serlo, vaya ser tan tonto en acceder.

-Sí.

-Espera, ¿qué?

Miré bastante confundida al enmascarado.

Después de la charla con Christine y Raoul en su oficina, emprendí mi camino a la mansión del lago y le pedí a Erik que subiera. Me pareció buena idea comentarle ese asunto en presencia de los dos administradores.

Admito que al inicio hubo bastante incomodidad hasta que yo empecé a hablar. Básicamente expliqué en resumen todo lo que había sido comentado hace un rato; Erik prestó atención en todo momento, me sorprende que no lo pensó ni una vez.

-Ustedes se van a Italia en un par de semanas, según entiendo- sus ojos azules buscaron respuesta en Christine, esta asintió-, por ende deben tener un reemplazo en su ausencia. Y no es por ser egocéntrico, pero madame Daaé sabe más que nadie que conozco la ópera como la palma de mi mano.

Apreté mis labios para reprimir una carcajada.

Estaba siendo lo más egocéntrico de este maldito universo. Pero lo entiendo a la perfección.

-¿Qué propones entonces, Erik?

-Mi querido Vizconde, me imagino que ya leyeron todas las solicitudes, ¿verdad?- Raoul asintió frente a la pregunta- Perfecto, deseo leerlas para poderles dar una pronta respuesta. Y espero que así como toman el asunto de negar el palco número cinco, se tomen en serio el tomar una buena decisión con esto. Mi ópera no es un juego, es algo demasiado importante para París.

Raoul le entregó una pila considerable de cartas, no sin antes los dos matarse con la mirada. Y no lo digo en sentido figurado.

-A más tardar necesito una respuesta...

-Mañana a primera hora la tendrán, y sépanlo de mi parte que no hay necesidad de que utilicen a madeimoselle Gabrielle como mensajera, porque siento que ustedes dos ya son lo suficientemente maduros para hablar las cosas y más cuando hablamos de la ópera.

Dios, Dios, Dios.

Nuestra señora de París se apiade ya mismo de mí, estoy a nada de reírme por tanta tensión que hay aquí. No me imaginé verlos hablar y menos de negocios. Me mordí el interior de mi mejilla para reprimir la risa.

-Hasta entones, sepan que iré a revisar esto con calma.- añadió, antes de hacer una corta reverencia con la cabeza en forma de despedida. Al pasar por mi lado me indicó con la cabeza la puerta.

Reprimí un chillido, y fui tras de él.

Al cerrar la puerta, no pude seguir aguantando las ganas de reír.

-Eso fue demasiado inesperado para mí- hablé-. Así que: no es por ser egocéntrico pero...- añadí, haciendo un intento de imitar su voz. Erik rodó los ojos mientras negaba con la cabeza- ¿Para qué me necesitas?

-Sonaste como una verdadera administradora allá, me sorprendes.

-Gracias, lo sé- dije-. Quizá por temas familiares tome el mando también, así que es bueno una que otra vez meterse en el papel. Por cierto, te aviso, están planeando un baile de año nuevo con...

-La mascarada- me interrumpió-. Era una costumbre que se mantenía hasta algún tiempo. No creí que Christine tomara la decisión de volver a hacerlo.

Me encogí de hombros.

-Ya la mayoría de mis compañeros de la ópera tienen su compañero o compañera para el baile, incluyendo a mis amigas. Menos yo.

Erik formó una línea con sus labios.

-No sé bailar, pero quizá haga el intento de estar un rato... si desea mi compañía, madeimoselle.

-¿Me estás diciendo que eres un compositor musical que no sabe bailar?

Erik asintió.

No sé si fingía o era cierto. Me parecía algo ilógico, pero la vida te da sorpresas, y esta es una grandísima.

-¿Recuerdas el camino a mi casa?- él asintió- Te veo mañana pasado el medio día, ni un minuto más, ni un minuto menos.

-¿Acaso desea cotejarme, madame?

Le pegué en el pecho mientras reía.

-No seas tonto, te veo mañana.

Cuando estaba a punto de entrar al despacho nuevamente, sentí como Erik me jaló del brazo y me atrajo hacia él. Dejó un corto beso en la comisura superior de mis labios, apenas sonreí.

Definitivamente esto se va a descontrolar.












💀🖤🎭




















Me levanté más temprano que de costumbre. Arreglé mi casa completamente, de igual forma me apresuré en empezar a sacar algunos arreglos de navidad que aún conservaba. Con mi madre teníamos la costumbre de empezar a decorar a finales de noviembre, el nacimiento lo colocábamos en las vísperas de la inmaculada concepción.

Mientras iba acomodando las dos cajas que había encontrado en uno de los cuartos de mi casa, escuché que tocaron la puerta.

De inmediato me recogí el cabello y fui corriendo a abrir la puerta.

-Bonjour, Gabrielle.

-Erik- sonreí al saludarle. Como siempre, venía con su porte característico, pero esta vez, con su capa nueva. La que yo le había hecho. Abrí por completo la puerta de mi casa-. Sigue, estás en tu casa.

Apenas lo tuve cerca, sentí que me dio un beso en las cienes.

Escuché la puerta cerrarse mientras yo seguía acomodando algunos objetos navideños fuera de la caja en donde estaban. Estornudé al sentir el polvo tocar mi nariz, olvidaba mis alergias.

-Salud.

-Gracias- volví a estornudar, de inmediato me froté los ojos-. Olvidé que soy alérgica al polvo.

-¿Esa es decoración navideña?

Asentí, en ese instante saqué la preciada corona navideña que mi madre había hecho en su última navidad.

-Solía decorar sobre estas fechas con mi mamá, ella amaba esta época del año- expliqué. Mis manos seguían desenredando las guirnaldas verdes-. ¿Cómo estás? ¿Qué tal los documentos que leíste?

-Algunas propuestas estaban bastante bien, sería un buen avance para la ópera- respondió, se retiró la capa con delicadeza-. Hubieron dos que para nada eran llamativas, por ende por mi parte fueron rechazadas. Eso lo especifiqué en la carta que les envié a los administradores; espero que acepten lo que les sugerí.

Me encogí de hombros, por tener los años que lleva en la ópera, quizá tenga entendido que es mejor y que no, para el edificio. Y no solamente en tema de arquitectura, sino en tema de nuevas ideas para resurgir.

Lo escuché con atención a todo lo que me explicó: algunos pedían extender las temporadas de ópera, otros proponían la compra de acciones y patrocinio, algunos pedían sangre nueva, y otros pedían que participara de nuevo en Fausto. Lo cual fue suma sorpresa para mí.

-Al parecer hay gente que desea verte de nuevo en el escenario, lo cual no estaría mal.

En mis labios se dibujó una pequeña sonrisa.

-Espero que así sea... Raoul dice que en Italia hay una que otra escuela de arte.

-Créele, porque es verdad- me interrumpió-. Estuve un tiempo en dicho país, y te lo puedo afirmar.

Dejé de hacer lo que estaba haciendo; esto era desconocido para mí. Y no es que quiera ser entrometida, pero me intrigaba saber esto. Por ende me senté en el sillón y lo miré con atención, demostrando interés frente a ese tema.

-No me pidas que te cuente eso, por favor- lo dijo con un tono serio.

-Está bien, si tú lo dices, no debo obligarte- respondí, junto a una sonrisa-. En fin, ¿me puedes explicar como todo un genio de la música no sabe manejar dos pies izquierdos?

Erik formó una línea fina con sus labios, se encontraba procesando cómo responder ante mi inquietud. Para mí era bastante extraño haberle escuchado decir eso, porque si es capa de coordinar un compás musical, ¿por qué no es capaz coordinar un compás corporal?

Y creo que hice una pésima elección de palabras, que hasta mi conciencia se anda burlando de mi.

-Simplemente... no sé.

-Jaja, qué gracioso.

-¡Lo digo en serio!- levantó ambas manos, entrecerré un poco mis ojos, quería ver si su lenguaje expresaba algún rastro de mentira... pero no- Me pregunto porqué decidieron hacer de nuevo las mascaradas.

Me encogí de hombros.

Lo que me animaba de este evento, era que podíamos usar cualquier tipo de antifaz. Y tenía uno perfecto para la ocasión, después de tanto tiempo guardado, podría usarlo de nuevo.

-¿Ya sabes cómo te irás vestida?

-Falta todavía, tengo tiempo de pensar. Apenas estoy mirando mi atuendo para la cena navideña que tendré en la casa de los Chagny - respondí, pensativa. Sería la primera navidad en compañía de mi hermana mayor, lo cual será sumamente raro. Mis últimas navidades habían sido en compañía de mi madrina y Meg, y otras fueron en la soledad-. ¿Qué harás tú?

-No suelo celebrar navidad- dijo-, soy agnóstico.

-Entiendo- en ese momento solté mi cabello, lo acomodé sobre mis hombros-. Bueno, ¿puedes subir la tapa de mi piano, por favor?

Erik me miró confundida.

Con mis labios le señalé aquel mueble que parecía una cómoda llena de retratos.

-Eso es un piano, solo que hace mucho no lo uso- dije, al respecto. Fue una adquisición de mi madre, según recuerdo, mi abuelo se lo había regalado apenas llegaron aquí a París-. Creo que hay que afinarlo, si me puedes ayudar con ello. Con eso podemos empezar a ensayar con unas piezas básicas de vals.

Erik me miraba como preguntándome si le hablaba en serio. Asentí varias veces, hasta que soplé uno de mis mechones y me levanté del sillón. Levanté con cuidado la tapa del piano, había un poco de polvo entre las teclas, lo cual hizo que los estornudos aparecieran de nuevo. Sentí a Erik detrás mío, casualmente su mentón estaba apoyado en mi hombro.

-Te vas a enfermar si sigues teniendo contacto con tanto polvo.

-¿Tú crees?- le miré de reojo, Erik ladeó la cabeza mientras fruncía sus labios. Estornudé de nuevo- Tienes razón.

-Siempre la tengo.

-Deja de ser egocéntrico.

-Y tú tan caprichosa.

-¡Hey, yo no soy así!- me quejé, en ese momento sentí un beso sobre mi frente- Ni creas que con eso me olvidaré de cómo me llamaste.

Esperé un rato mientras él afinaba el piano. En el transcurso de ello, seguí acomodando algunos arreglos en distintas partes de mi living. Una que otra vez se me escapaban miradas de reojo hacia él.

-Listo.

-Merci, caballero. ¿Reconoces alguna de Schubert?

Sus dedos se deslizaron ágilmente por el piano, pude distinguir que estaba tocando Serenade. Comencé a balancearme de lado a lado; era una canción preciosa, sin embargo, recordé unos acordes de una canción que le fascinaba a mi madre cantar. Era una canción en su idioma natal, pero la tocaba muy seguido en el piano.

-Espera, toca esta.

Ahora fue mi mano la que se deslizó por el piano, tocando las notas que recordaba.

-Es una canción de la tierra de mi madre, no me juzgues.

-No he dicho nada, Sophie.

Rodé los ojos.

Le tomé de la mano, haciendo que se levantara de aquel sillín.

-Posición para bailar con una dama en un baile como el que habrá...- coloqué una de sus manos sobre mi cintura, mientras la otra seguía sujetando la mía. Mi mano libre se posó en su hombro- nuestras miradas deben estar conectadas, ¿de acuerdo?

Erik asintió.

-Haremos un tipo de cuadrado: si yo avanzo con el pie derecho, tu pie izquierdo debe retroceder.

Apliqué lo mencionado, al parecer él entendió a la perfección.

-Lo mismo si tú avanzas con el derecho, mi pie izquierdo debe retroceder- añadí-. Ahora, si mi pie derecho se desliza a la derecha, tu pie izquierdo debe deslizarse también, algo así como-

-Como un efecto espejo, ya entendí.

Asentí, con una sonrisa.

Empecé a tararear la canción, mientras aplicábamos lo que le había explicado recién. Los pasos fluían con tranquilidad en nuestros pies. Cuando menos los esperé, estábamos aprovechando todo el espacio que teníamos.

Ya no teníamos nuestras manos unidas, ahora solo una de sus manos de apoyaba en mi cadera mientras seguíamos bailando; en ese instante fue la primer vuelta que me dio. Luego con ligera delicadeza me aló en el aire, haciendo que soltara una carcajada; otra voltereta más, y ahora nos balanceábamos como si nos abrazáramos de medio lado.

Nuestros compases eran perfectos, como si estuviéramos escuchando la verdadera canción en ese momento. Sus toques eran delicados, la forma en que me tomada de la cintura era cuidadosa, lo mismo al agarrar mi mano.

Cuando menos lo pensé dejamos de bailar, simplemente nos quedamos frente a frente. Con un espacio limitado entre nuestros rostros.

Relamí mis labios mientras miraba sus ojos, luego miré un poco detallada su máscara, y por último sus labios. No, no fui capaz esta vez de romper ese espacio entre ambos.

-Lo siento, yo...

Sentí mis ojos empaparse en lágrimas, lo dejé solo en el living, salí con rapidez al patio trasero.

Mierda, me había enamorado perdidamente de aquel al que nombraban: el fantasma de la ópera.























































n/A: Gabbie, mamitaaaaa, whats happeneeeed?

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