───capítulo XI.
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Gabrielle.
La noticia de que mi hermana tomaba posesión de la gerencia en la ópera, me golpeó terrible. Y más, cuando llegaba a cruzarme con ella por los pasillos y no era capaz ni siquiera de mirarle.
Hoy tendríamos un ensayo general de uno de los actos que tenemos en la obra. Ella estará ahí, observando.
Dianne se preparaba con gran exigencia, pues había logrado el papel que tanto anhelaba y no quería cometer el mínimo error frente a Christine.
Con Alexandra y Hermione, estábamos calentando mientras charlabamos entre nosotras.
—No me cayó bien, la verdad.— habló Hermione, mientras apoyaba su pierna derecha sobre la barra— Es que me da una vibra rara.
—Y empezamos.
—¡Ojo de loca, no se equivoca!— exclamó mi amiga, yo solo reí— Nunca me he equivocado de algo, ustedes lo saben.
Reímos.
La intuición de Hermione es un tanto dudosa pero asertiva. Y en este caso no quiero confirmarle absolutamente nada, hasta que me sienta lista, les contaré que realmente soy Gabrielle Daaé.
Quizá tengan duda de la razón por la cual no utilizo ese apellido... pues bien, la razón es sencilla: Madame Valerius.
Recuerdo muy bien que esa señora era quien cuidaba de Christine, cuando era más pequeña. Podría decirse que era la madrina, puesto que ella no pudo tener hijos y su esposo, y mi hermana se hacía querer de cualquiera por su ternura. Además, Christine posee esa hermosa voz desde pequeña, todo por papá.
Cuando mamá lo conoció, todo fue porque él daba shows en una de las plazoletas de París. A mí madre siempre le había llamado la atención la música, y si mal no recuerdo, todo era porque de donde ella venía la música predominaba. Para ese entonces, ella tenía veinte años, y había venido a París para estudiar.
Mis padres se enamoraron. Y Madame Valerius no estaba de acuerdo.
Todo por mi hermana.
El punto es, que cuando padre murió, Madame Valerius, no dejó que mi madre adoptara a mi hermana. Y le prohibió en rotundo, que una bastarda como yo, tuviera el apellido.
Todo por tener ojos azules, como los de mi madre.
En fin.
Por eso, desde que tengo memoria, decidí tomar solo posesión del apellido de mi madre.
—Bueno, chicas... las necesita Christine.— habría entrado Meg, algo apurada— Dianne, ya sabes, nada de nervios.
—Confía en mí, Meg.
Miré a Meg con algo de inseguridad, estaba nerviosa. No quería meter la pata en este preciso instante.
Salimos con rapidez al teatro, todos estaban en sus posiciones. Mi hermana estaba en el centro, esperando de manera expectante que saliéramos.
—Sí que son bastantes, nada comparado como antes, ¿eh, Meg?
Meg solo asintió, con seriedad. Ni siquiera se tomó el tiempo de dedicarle una sonrisa.
Mi hermana notó aquel gesto, su sonrisa se desvaneció, y continuó con la charla.
—Nuevamente me presento, chicos: soy Christine de Chagny, quizá hayan oído de mi en algún momento. Al igual que ustedes, fui estudiante, luego tuve la oportunidad de participar como protagonista en Hannibal y luego en...
Se interrumpió de una manera muy abrupta, Meg rodó los ojos al sentir la mirada de mi hermana en ella.
—Don Juan Triunfante, como Aminta.— musitó Meg, entre dientes. Mi hermana hizo un ademán para darle la razón.
—Aquella obra que mencionó la señorita Meg, fue mi última participación aquí, después ya fue como solista.— añadió la rizada, se notaba una pizca de emoción emoción su voz— Hoy venia a ver su breve ensayo, puesto que adelantamos la fecha de estreno para este domingo.
Yo creo que en este momento se nos bajó la presión a todos, sabiendo que estamos a mitad de semana y no hemos ensayado lo suficiente para iniciar la obra. Dianne me tomó de la mano fuerte, todo el peso caía más en ella por ser Julieta.
—Ahora, después de esta temporada, me gustaría que realizáramos la obra: Fausto. Por ende más o menos en dos semanas iniciaremos las pruebas para el papel de Margarita,— concluyó.
Los murmullos se siguieron esparciendo por toda la sala, pero todo quedó en silencio sepulcral cuando escuchamos el llanto de un bebé. Me fue imposible empezar a analizar dicho sonido, el haber estudiado medicina, o bueno, enfermería, tenía sus ventajas.
Un hombre alto, de cabello claro y porte elegante, entró junto a una bebé en brazos. Este saludó de un abrazo a Meg, y posteriormente miró a Christine con preocupación. La castaña tomó la bebé en brazos y empezó a arrullarle, sin embargo los lamentos eran más fuertes.
Después de una pequeña disculpa, ella se retiró de la sala con la pequeña. La seguí con la mirada.
—Eh, no sé cómo hacer esto... definitivamente en esto sí fracaso bastante.
—Lo que quiere decir es que es Raoul, vizconde de Chagny.— molestó Meg, junto a una carcajada— Gerente consorte.
—Eso no dio risa.— murmuró él, los demás nos empezamos a reír— Bueno... ¿no tienen calor? El verano ya se siente muy encima.
Varios empezaron a responder a dicha pregunta.
Definitivamente me cayó bien, se nota que le gusta involucrarse bien con nosotros. A parte de preguntar cómo estábamos, preguntó que si verdaderamente nos sentíamos preparados para la apertura de temporada del domingo. Poco después, empezó a charlar con Meg, mientras algunos calentábamos antes del previo ensayo.
No pude evitar mis ganas de preguntar sobre la bebé, así que me acerqué con sutileza.
—Oh, ella es mi hermanita, Gabrielle.— escuché a Meg decir eso, antes de tomarme de la mano—Bueno, no es mi hermana como tal, pero literalmente crecimos juntas.
Hice una corta reverencia con mi cabeza, mientras sonreía.
—Mucho gusto.— dije.
—El gusto es mío, señorita Gabrielle.— habría saludado él— Veo que ya tienes bastante tiempo aquí.
Arrugué un poco mi nariz mientras negaba con la cabeza.
—No, monsieur— respondí—, Llegué aquí hace dos años, tenía veintidós en ese entonces.
—¿Eres una de las mayores de aquí?
—Exactamente, Raoul.— respondió Meg— Y como ves, nos llevamos muy poco en edad.
Asentí.
Mordí mi labio inferior, mientras pensaba muy bien cómo iba a referirme a él con el debido respeto. No quiero sonar entrometida, ni mucho menos metiche.
—¿Podría hacerle una pregunta?
Él se veía dispuesto a escucharme, así que le pidió permiso a Meg para llevarme hacia un lugar algo apartado del ruido.
—Ahora sí, ¿dime?
—La bebé que traía usted en brazos, ¿se encuentra enferma?
Raoul pasó una de sus manos por su rostro, reflejando una leve preocupación frente a la situación de su pequeña. Si yo fuera mamá en este momento, me encontraría igual o más preocupada.
—Si le soy sincero, mademoiselle... Una semana lleva así.— me respondió, preocupado— ¿A qué se debe la pregunta?
Respiré profundo.
—Lo que pasa es que soy enfermera, y puedo confirmarle que ese llanto no es de hambre o por cambio de pañal.— empecé a hablar, bajo mis conocimientos— Pueden ser los nuevos dientes, o quizá porque esté presentando un malestar debido a un cambio de clima; tengo entendido que recién llegan de Italia.
Raoul asintió, mientras me miraba asombrado.
—¿Te molestaría revisar a mi hija?
Hice un mohín con mis labios... la criatura es prioridad, pero Christine...
—¿Le parece bien si la reviso en este momento?— pregunté, sin pensarlo dos veces él asintió—No hay lío, ¿me podría indicar en dónde está?
Después de decirle a Meg que me iría por unos minutos, Raoul fue muy gentil en llevarme a donde se encontraba su esposa. Subimos hasta el despacho principal, y puedo decir que los llantos ya eran demasiado fuertes.
Entramos con rapidez.
El nivel de estrés que tenía mi hermana era indescriptible.
—Raoul, ya no sé qué hacer... ya le di de comer, tiene el pañal limpio.
La niña estaba presentando fiebre, y le regalo todas mis muñecas a Alexandra en donde no tenga razón.
Christine notó mi presencia, y no se lo tomó para nada bien. Me fulminó con la mirada de una manera que quería asesinarme.
—¿Qué hace ella aquí?
Arqueé una ceja, y antes de lanzarme a responderle, Raoul me ganó.
—Es enfermera, nos puede ayudar con la niña.
—Ella no va a tocar a mi hija.
Rodé los ojos.
—Christine, necesito revisarla, ese llanto no es bueno.
Ser impulsiva a veces resulta muy mal.
Pero esta vez no.
Tomé a la pequeña en brazos, afortunadamente estaba en su carriola. Y mis sospechas eran ciertas, la bebé tenía un poco de fiebre.
—Necesito pañitos de agua fría, tiene fiebre.— indiqué. Tomé una de las cobijas y la extendí sobre el escritorio, recosté a esa dulce bebé. Mientras examinaba si había algo más, ella se calmó y empezó a sonreírme.
Habían indicios de nuevos dientes, pero también de un leve resfriado. Era necesario un jarabe para la fiebre, y para el dolor en general. Ella poco a poco se calmó y empezó a sonreírme mientras le seguía chequeando; es muy hermosa.
Después de haberme traído los pañitos de agua fría, me estaba asegurando que la fiebre bajara por completo. Las tiernas carcajadas de la bebé me hacían sonreír a cada rato. Me preguntaba era cómo se llamaba.
—Eres una dulce bebé, sí, lo eres.— hablé, en un tono tierno, la bebé emitió otra carcajada. En ese momento le estaba haciendo unos ligeros masajes en la pancita— ¿Cuando le cambian el pañal es solo orina, o es otra cosa?
Raoul y Christine intercambiaron miradas.
—Últimamente ella ha orinado bastante.— me respondió Christine.
—Okay, eso quiere decir que tiene una inflamación en intestinos, eso hace que tenga estreñimieto.— dije, sin embargo, también consideraba que la llevasen a revisión medica—Mientras la llevan a chequeo, pueden darle un té de manzanilla con canela para los cólicos; y té de anís para lo otro.
Tomé la la pequeña en brazos de nuevo, le empecé a dar golpecitos en la espalda. Entendía que al ser padres primerizos se les dificultaba muchas cosas, pero pedir ayuda también es acto de amor.
—¿Cómo se llama esta princesa?
—Rosalie.— respondió Raoul— Es melliza, su hermanito está con la madrina.
Le di un beso en el cachete.
—Eres muy hermosa, Rosie.
El vizconde se retiró por un momento, dejándonos solas a ambas. El ambiente se sentía tenso, y era normal.
—¿A qué viniste?
Levanté mi mirada hacia ella, no sé le notaba que estaba contenta con mi presencia.
—No iba a negarme a revisar a tu hija.— le respondí—Como personal en la medicina, ese es mi deber. Y si te das cuenta, Rosalie tiene mucho dolor... no es malo que como mamá primeriza pidas ayuda cuando no sabes qué más hacer.
—Ahora me vas a decir cómo cuidar a mis hijos.
Negué con mi cabeza.
—No soy madre, como para venirte con ese sermón. Y no estoy en mi derecho. — aclaré— Soy enfermera, y estudié para ejercerlo... en una hora vuelve a revisar la temperatura de la bebé, cualquier cosa, quedo al tanto o vayan con un médico.
Recosté a la bebé en su carriola, obviamente procurando que no hubieran tantos cobertores que pudieran provicarle una subida de temperatura. Organicé los cobertores que retiré encima de uno de los asientos, me despedí por última vez de Rosalie.
—Oh, ¿ya te vas?
Ese fue Raoul, había regresado.
Asentí, sin dejar de mirar a mi sobrina.
—Ya que la apertura es el domingo, debo ensayar sí o sí. — respondí, amablemente.
—Sí, mejor deja que vaya.— insistió Christine.
—En ese caso, te acompaño a la puerta.
Miré por última vez a Rosie, ya estaba jugando con uno de sus sonajeros. Sonreí.
—Hasta luego, señora Daaé.— me despedí de mi hermana.
Y mi cuñado cumplió lo prometido, me acompañó hasta mi aula de ensayo. No dijimos nada, sino hasta llegar allí.
—¿Tú eres la hermana de Christine, verdad?
Agaché la mirada por un momento para luego suspirar de manera pesada.
—Sí... soy su hermana menor.— medité por un momento— ¿Cómo lo sabe?
El rubio empezó a reírse, mientras que yo sigo bastante confundida... ¿acaso ella le contó de mí?
—Déjame decirte, que me dejas asombrado.— habló, junto a una cálida sonrisa— Eres muy inteligente, además de ello, buena con los niños.
Con lo último, reí.
—Gracias, Gabbie.— añadió, aunque después negó con la cabeza— ¿Sí puedo llamarle así?
—No se preocupe, claro que puede.— respondí. Raoul me habría generado una buena confianza.
Me tomó de las manos, se despidió de nuevo.
—Gracias por lo que hiciste hoy. Ayudaste a mi pequeña, y es muy valioso para mí.
—En lo que pueda, con mucho gusto les ayudaré... bueno, enfermería Christine deja.
—De eso me encargo yo, no te preocupes.— dijo, con mucha tranquilidad— Espero aceptes esto.
Revisé mi mano, era un monto de dinero. La verdad no podía aceptarlo, era mucho, y apenas estaba conociendo a mi cuñado. No quiero que piense que soy interesada o algo así.
—Es mucho, no puedo aceptarlo...
Raoul me interrumpió.
—Si puedes aceptarlo. Te buscaré en caso que necesitemos que chequees a la nena de nuevo, ¿de acuerdo?
Y sin que pudiera decir algo para despedirme, me quedé paralizada ahí parada mientras veía como subía las escaleras con rapidez. Meg fue quién me sacó de aquel trance en el cual me había quedado.
Guardé el dinero dentro de mi sostén, y seguí ensayando junto a mi grupo. Las miradas que habían hacia mí eran seguro producto de nuevas especulaciones que habían hecho en el rato que me ausenté.
Otra cosa más para tener que aguantar aquí.
¿Qué sigue?
N/A: Team Raoul porque es mero cuñado <3.
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