THE MISCONCEPTIONS OF ME
Desde muy temprana edad creció en mí un enorme interés por el deporte del balompié. Con siete años todo el mundo a mi alrededor veía completamente normal que mi atención estuviera puesta en un balón plástico que tenía que corretear para patear fuertemente.
Pero con el constante desarrollo motriz que mi infantil cuerpo estaba teniendo, esa peculiar curiosidad por el futbol se fue convirtiendo poco a poco en hobby y con nueve años cumplidos comencé a entrenar con equipos profesionales de tercera división.
A pesar de que entonces comencé a ser visto como una persona con un brillante futuro en el deporte, mi verdadera pasión no estaba al lado de la pasión de miles, la mía comenzó a dirigirse en torno al estudio; quería ser pues ingeniero industrial. Ver el campo de aplicación de esa carrera me pareció impresionante, el aparente pequeño aporte que ponían para que todo delante de ellos brillara impecablemente. Fue como un llamado personal que inmediatamente sentí necesidad de colmar.
Así fue como el estudio y el deporte fue divido en rangos desiguales de tiempo en mi agenda, era para mí más importante el poder alcanzar el esplendor académico y poder obtener los puntos suficientes para aplicar en la Universidad que estuviera mejor dirigida a lo que quería hacer. Fui delegado de mi equipo de futbol y volví a entrenar en las escuelas locales que fuera del equipamiento, no tenían nada que envidiar a las grandes compañías del deporte.
Siempre pude haberme alejado simplemente de esa vida de atleta, pero sé lo mucho que me hubiera arrepentido, el futbol se había convertido en mi pasatiempo favorito, un pasatiempo que me era redituable en más de una manera.
Finalmente, fui aceptado en la Universidad a la que aspiraba, pero encontré un obstáculo que fue rápidamente vencido gracias a lo mucho que me proveía el soccer. La escuela de mi elección era una institución privada y el monto mensual era exorbitante, nunca podría ser capaz de pagar la totalidad de la colegiatura, pero con la mentalidad de la escuela y la manera en la que había sido fundada en primera instancia; una beca parcial fue puesta a mi disposición.
Una beca deportiva. Un reto complicado, pero nada que no se pudiera conseguir con el trabajo arduo que había puesto desde que me había planteado la meta en primer lugar. Mantener calificaciones por arriba del promedio y atender los entrenamientos después de las clases fue complicado en un principio, pero lentamente fui ambientándome a la exigencia escolar y deportiva.
Para mediados de mi primer mes como estudiante de ingeniería industrial y como miembro del equipo de futbol soccer de la escuela, un nuevo coeficiente fue agregado a mi ecuación de vida.
Fue un día de marzo en que lo conocí, a la que con merito, es llamada la persona más entrañable en mi vida.
Al terminar mis clases regulares, caminé al lado de mis amigos de clase charlando sobre el día escolar y los pendientes que teníamos hasta entonces, no iba prestando atención en otra cosa que no fuera la conversación interna con los chicos. Así que con normalidad me despedí de ellos antes de llegar a la salida principal para desviar mi camino hasta las canchas deportivas donde todos los equipos de la escuela se reunían a entrenar.
Con un trote animado cruce el campus, teniendo en mente lo antes platicado con los chicos, no podía olvidar los deberes de ese día otra vez. Y tan ensimismado me encontraba en mis pensamientos que no preví la intercepción siguiente.
—¡Ah! — un gritito animado a mi lado, sentí como tocaban mis hombros con amabilidad —Ja— una risa nerviosa —Hola.
Me quedé quieto durante escasos segundos en los que me detuve a analizar la situación, un extraño acaba de detener mi caminata y estaba parado a un costado con una brillante y enorme sonrisa, mis instintos me hicieron fruncir el entrecejo duramente, dirigí mi mirada con lentitud desde la punta de sus zapatillas deportivas hasta su rostro y lo observé de esa pesada manera durante bastantes segundos.
—Eh...— el chico más alto dio un paso atrás, podía leer por su expresión corporal que estaba muerto de los nervios.
—¿Si? — pregunté sin una pizca de cortesía. No es que fuera grosero, pero siempre me mostraba a la defensiva con las personas desconocidas que interrumpían mi caminar rumbo a actividades importantes.
—Ah...— el contrario colocó sus manos frente a su persona y movió estas a manera de negación —Yo... solo me preguntaba... es qué te vi caminar por ahí y...— su mirada hasta entonces vagante se posó finalmente sobre mi persona y casi inmediatamente guardó silencio.
—Tengo que irme— anuncié, señalando con el índice la dirección en que tenía que ir.
—¡Sólo hazlo! — una voz... No; un grito se escuchó a espaldas del chico, dirigí la mirada hasta el pequeño grupo de jóvenes que estaba sentados en una de las mesas equipadas del campus, todos nos veían expectantes.
—¿Puedo acompañarte mientras caminas? — cuestionó el más alto. Levanté una ceja en cuanto mi atención se volvió a posar sobre el otro —Si está bien para ti.
—Llevo prisa— dije con seriedad, afiance el agarre de mi mochila colgando en mi espalda y me dispuse a seguir mi caminata.
—¡Eres un perdedor! — los chicos de la mesa volvieron a gritar mientras me alejaba de aquel extraño.
Pensé entonces que sería dejado tranquilo pero una vez más, fui interrumpido por una mano sobre uno de mis hombros. Me detuve nuevamente, esta vez con una amarga expresión.
—¿Qué se te ofrece? — si no hubiera empleado todo mi tiempo libre en entrenar o estudiar, hubiera sabido que aquel chico estaba tratando de establecer una conversación amistosa y con suerte emplear un poco de coqueteo, pero a mis ojos solo estaba fastidiando y comenzaba a hartarme.
—Es que te vi caminar— volvió a relatar, lo observé, ya hartado —Y entonces... me pareciste...— comenzó a vacilar al momento de hablar.
—En verdad tengo prisa— recalque, observando el reloj en mi muñeca.
—Y me pareciste muy lindo— dijo en voz baja pero lo suficientemente fuerte como para que pudiera distinguir aquellas vergonzosas palabras. Mi reacción inmediata fue la de exclamar sorpresa en un aliento para enseguida fruncir el entrecejo con fuerza, eso no me parecía divertido.
—Genial, me voy— con molestia giré sobre mis talones y comencé a andar, escuchar las risas de los chicos provenir desde la mesa únicamente me confirmaba mis sospechas, ese grupo de chicos solo intentaba jugarme una broma de mal gusto y no planeaba caer en juegos tontos.
—¡No, espera! — el joven caminó detrás de mí y con la longitud de sus piernas le tomó solo un momento pararse a mi lado —Me preguntaba si podías darme tu número y quedar algún día.
—No— ni siquiera me tomé la molestia de voltear a verlo mientras apuraba el paso.
—Oh... — la actuación perfecta de la decepción casi me hace detenerme —De acuerdo ¿Puedo saber tu nombre, al menos?
—No— repetí, bajando la barbilla para hacer de mi mirada una amenaza, aunque siguiera viendo al frente y no a mi acompañante.
—Bien...— el otro realmente sonaba desilusionado —Como sea, yo soy Park ChanYeol.
Por un momento giré la cabeza en su dirección solo para dedicarle aquella expresión de molestia en la que había estado trabajando desde que retome mi caminata, el más alto pareció caer ante sus efectos y tras un respingo se quedó parado en su lugar.
—Nos vemos— sacudió la mano en el aire y yo no pude hacer otra cosa más que rodar los ojos ante la respuesta tan segura de que nos volveríamos a ver. Era ridículo.
No pensaba caer en las engañosas palabras de aquel tipo tan extraño. Uno no va por la vida deteniendo a las personas que le parecen lindas para pedirles su teléfono, a eso solo puede atribuírsele una mala gastada.
Y a pesar de la convicción que tenía de aquello, me encontré a mí mismo cruzando el campus todas las tardes por el mismo lugar en que ese tipo ChanYeol me había interrumpido. Durante dos largas semanas no hubo avistamiento de su larga persona. Pero al cuarto día de la tercera semana, volvió a alcanzarme en medio de mi caminata, esta vez con mucha más seguridad que la vez pasada.
—¡Hola! — no se detuvo a llamarme tocando uno de mis hombros, simplemente se limitó a caminar a mi lado —Soy yo de nuevo— el tono de voz repleto de alegría invitaba a sonreír de manera automática, pero no podía permitirme mostrar tal faceta delante de un cruel bromista.
—¿Cómo va todo, eh? — cuestionó metiendo las manos en los bolsillos de su chaqueta.
—...— no respondí, no iba de ninguna manera a ceder.
Pero no contaba con la perseverante actitud de ChanYeol y si algo había aprendido de la vida hasta ese punto era que no había fórmula para el éxito pero en la más cercana a lograrlo la perseverancia tenía un peso mucho más grande incluso que el talento.
Fue luego de dos semanas enteras en las que ChanYeol caminaba a mi lado sin dejar de hablar ni un solo momento, que di una respuesta.
—¡Está bien, pero ya cállate! — dije de pronto con las manos hechas puño, estábamos por llegar a las canchas de futbol.
—¿Qué? — preguntó confundido, previamente ChanYeol se encontraba hablando de lo mucho que le gustaban los días soleados pero aquellos que incluían grandes nubes en el cielo y añadido a ello una fresca brisa.
—Te daré mi teléfono, pero ya cállate, estoy enfadado de escucharte hablar todos los días— y a pesar de mis palabras nunca había optado por tomar otro camino rumbo a las canchas.
—Woooooooow— expresó el mayor con asombro —¡Hecho! — casi automáticamente me entregó su teléfono para guardar mi número.
Tecleé con rapidez y le devolví el móvil cuando terminé y comencé a andar con prisa a las canchas, no quería volver a llegar tarde. ChanYeol no continuó caminando a mi lado, en su lugar se quedó varado en su puesto con la mirada bien puesta sobre la pantalla de su celular.
En aquel entonces no medí el peso de mis palabras y me vi envuelto en un interminable acoso de mensajes por parte del otro. Desde mensajes sin sentido con palabras al azar bajo la barata excusa de "Estaba viendo tu foto de perfil y el teléfono se me calló de las manos y al intentar atraparlo comencé a teclear cosas sin sentido." me parecía increíble pero más tarde me enteraría que ChanYeol y cosas en el suelo eran un binomio casi inseparable, en la mayoría de las veces convirtiéndose él en el objeto sobre el suelo.
Con mucho insistir, vino la primera cita, y con menos esfuerzo pero muchas más emociones, llegó la segunda. La tercera simplemente surgió de manera espontánea y para la cuarta; cuando el primer beso sucedió se abrió la puerta para el interminable camino de salidas románticas. Nunca hubo una pregunta formal a la que alguno de los dos debía responder, sabíamos con sencillez y sin complicaciones lo que había surgido de la nada entre nosotros. ChanYeol había sido capaz de cautivarme por completo, su personalidad, sus aspiraciones personales, su sentido del humor y la infinita cantidad de datos inútiles que me daba, eran una mezcla de muchas cualidades que encantarían a cualquiera lo que hizo que me rindiera ante él. Y es que no hay duda alguna, tiene el corazón más noble y entregado del universo.
Y por más obvia que parezca la naturaleza sincera de ChanYeol, yo dudé de la veracidad de sus sentimientos.
Cuando todo en mi vida parecía estar en el momento más simbólico y gratificante, la vida me arrebató una a una las alegrías, con tanta lentitud y tan desgarradoramente que pensé en más de una ocasión poner un fin absoluto a todo.
Aquella noche después de llegar del entrenamiento de futbol me sentía inusualmente más cansado que de costumbre, no enactividad pero si físicamente, tenía en mente todavía muchas actividades que realizar antes de poder acostarme a descansar y tenía la voluntad de hacerlas pero mi cuerpo había entrado en un estado de cansancio tan extremo que creí que pescaría un resfriado.
—¿Ya llegaste a tu casa? — ChanYeol solía hablarme todos los días luego de cierta hora, cuando sabía que estaría más o menos libre para charlar un poco.
—Recién acabo de llegar a mi habitación— anuncié aventando la mochila contra la cama, me senté al borde de esta y con urgencia me quité los zapatos.
—Genial— aún en la distancia y sin ninguna imagen de por medio sabía que la boba sonrisa del más alto estaba ahora adornando su rostro —¿Cómo te fue en el entrenamiento? ¿Metiste muchos goles? ¿Ya puedes hacer trucos tipo Olliver Atom?
Sonreí ante tales ocurrencias y negué con la cabeza, un hábito de actuar como si él pudiera verme, supongo que es porque sé que él también intuye mis acciones, es la clase de conexión que hay entre nosotros —No hay ningún Benji Price entre nosotros así que metí un montón de goles.
—Espera, espera— la voz de ChanYeol sonó apurada —Detente ahí, Benji Price... ¿Era el chico calvo?
Solté una risotada, mi novio tenía un nulo conocimiento de las animaciones japonesas que me gustaban. Yo era más del estilo deportivo y él era más del tipo aventura.
—El portero— la sonrisa permaneció en mi rostro, me deje caer sobre el colchón y mientras pegaba el teléfono contra mi mejilla para sostenerlo con el hombro, use mis manos para dar ligeros masajes sobre las plantas de mis pies, sentía una tensión increíble —Aunque terminé muerto, nunca me había cansado tanto como hasta ahora.
—¿No estarás exigiéndote demasiado, cierto? — preguntó con preocupación.
—Me esfuerzo lo de siempre— conteste, pasando los movimientos circulares hasta las pantorrillas, lugar donde súbitamente comencé a sentir un terrible dolor que me obligó a soltar el teléfono y exclamar con molestia —¡AHH!
—¿KyungSoo? — aun con el teléfono sobre la cama podía escuchar la voz de ChanYeol.
—¡AH! — seguí gritando, tomando con fuerza la zona adolorida, presioné mis manos con fuerza contra el músculo que podía sentir como se contraía con fuerza, era el calambre más doloroso que había sentido jamás —¡Ah! ¡Ah! ¡Auuuuch!
—¿Qué está pasando? — de haber podido, ChanYeol ya hubiera cruzado atreves del teléfono.
No podía ni emitir palabra del dolor que estaba sintiendo, era tan profundo, que comenzaba a marearme. Tuvieron que pasar varios tortuosos segundos antes de que mi pierna regresara a su estado de relajación normal. Tomé el teléfono una vez más y lo pegué a mi oído —Casi muero.
—Lo escuché— ChanYeol no dejó que pudiera responder a eso pues de inmediato se apoderó del silencio —¿Qué fue eso?
—El calambre más intenso de la vida— conté masajeando la pierna que había sido afectada anteriormente —En verdad, podía sentir perfectamente como los músculos se contraían. Fue horrible.
—¿Ya estás mejor? ¿Seguro que no estás sobre exigiéndote? — la preocupación de ChanYeol me parecía adorable, pero muy innecesaria.
—Estoy perfectamente, seguro fue porque me vine con el uniforme puesto y está haciendo un poco de frío.
—Uhm— la duda en su voz, él es tan fácil de leer —Procura abrigarte para la próxima ¿De acuerdo?
—Lo intentaré— bromeé.
—KyungSoo— el llamado de atención. Sonreí.
—De acuerdo, lo haré— aún acostado sobre la cama hurgué en la mochila que yacía contra las almohadas de mi cama y saque el celular para revisar las cosas pendientes que tenía —Hablamos más tarde ¿Esta bien? — leí la gran cantidad de temas que debía revisar para el día siguiente.
—Me hablas ¿Si? — pidió con voz un tanto melosa —Estaré haciendo tarea y me alejaré de todo así que márcame al celular ¿Bien?
—Bien— respondí, listo para colgar la llamada —Te hablo más tarde entonces, nos vemos.
—Hasta luego— a pesar de la relación en la que estábamos ahora, sentía todavía bastante incomodo hacer comentarios cursis o empalagosos, no era mi estilo, muy al contrario de ChanYeol que sabía perfectamente que moría por llamarme con un apodo cursi —¡Ah! Casi lo olvido, KyungSoo.
—¿Qué cosa? — me incorporé de inmediato y quede sentado sobre la cama.
—Te quiero.
Mordí mis labios para evitar que una sonrisa enorme apareciera en mi rostro. Me llenaba de una inexplicable alegría escucharlo decirme esas cosas pero mi personalidad todavía me impedía ser sincero al respecto —Gracias.
—MH— aquel murmuro, era más risa ahogada, él sabía de sobra que yo en la comodidad de mi habitación me encontraba sumamente avergonzado y rebosante de felicidad —Nos vemos.
Y después de la última despedida, la llamada finalizó.
Me quedé estático durante varios segundos más antes de poder continuar con mis asuntos. La noche se me fue entre libros y artículos de extensa longitud que no me di cuenta cuando caí dormido a mitad de la madrugada. Hasta que la alarma de mi celular me anunció que era hora de regresar a la escuela. Desorientado miré en todas direcciones, observé mi cuerpo tumbado al lado de un montón de hojas impresas y cuadernos llenos de garabatos descifrables solo por mí.
—Demonios— me incorporé con rapidez para apresurar mi rutina y estar listo en cuanto antes.
Tomé las cosas necesarias para tomar una rápida ducha y corrí hacia el baño que se encontraba al final del pasillo, a mitad del camino y cuando estiré la mano para tomar el picaporte de la puerta, mis pies fueron demasiado torpes y me hicieron caer al suelo.
—Ah...— un raspón quemante se produjo luego de que mi rodilla desnuda se deslizara contra la madera lustrosa del piso. Me incorporé de inmediato y proseguí con el baño. En una carrera me duché y con velocidad me cambié y bajé a tomar un ligero desayuno.
No estaba tan atrasado, iba bien en mis tiempos pero ese día en especial quería llegar a la escuela más temprano para terminar los deberes que no había concluido la noche anterior. Me despedí de mis padres que recién se levantaban, benditos ellos y el gratificante mundo de la jubilación.
Cuando empecé a cruzar el campus empecé a notar que el dolor sobre mis miembros inferiores volvía a aparecer, sentía que cada paso era un incentivo a un dolor más intenso, era acumulable y si la cosa se repetía, vendería un terrible calambre casi incapacitante. Caminé entonces con más lentitud hasta el aula.
La molestia no me abandonó, por lo que tuve que mover los pies durante todo el rato en que las clases se llevaron a cabo, movimientos circulares sobre los tobillos, movimientos laterales, me detenía a apretar con gentileza las pantorrillas. Era como si hubiera corrido un maratón y ahora mis piernas se sentían cansadas y palpitantes de tanto esfuerzo realizado, con la única diferencia de que yo no había hecho mucho trabajo además de correr contra el tiempo.
ChanYeol fue a buscarme en su hora de almuerzo que afortunadamente coincidía con una hora libre que la ausencia del profesor nos proveyó.
—Esperé tu llamada anoche— dijo luego de haberme saludado, se sentó al lado de mí en una de las bancas de la jardinera más cercana.
—Me quede dormido— respondí sin dejar de prestar atención a la tensión sobre mis pies —Y hoy en la mañana casi llegó tarde, me caí en el baño.
—¿En serio? — la mirada llena de curiosidad del más alto me pareció divertida —¿Contra el suelo?
—Generalmente...— me alce de hombros —cuando la gente se cae, lo hace contra el suelo.
Dio un suave golpe con uno de sus codos contra mi brazo más cercano, reímos juntos y continuamos hablando sobre nada en especial, cualquier tema era bueno cuando de charlar con él se trataba. ChanYeol es un excelente conversador y siempre tiene algo que aportar sea cual sea el tema. Por eso no nos percatamos cuando la hora de regresar a clases se dio, nos despedimos con una corta frase de cariño por parte de ChanYeol y un inevitable sonrojo de parte mía.
A la hora de termino de clases, me dirigí a las canchas de entrenamiento para ir al entrenador y plantearle mi situación, todavía me dolían las piernas y al tocarlas podía sentir la dureza en la que se encontraban, el entrenador dijo que debía ser porque no estaba haciendo los ejercicios de calentamiento de la manera adecuada que solo por ese día iba a dejar que faltara, con la única condición de que debía ir a la enfermería por un par de analgésicos.
Llamé a ChanYeol para saber si esa tarde estaba libre, me gustaba la idea de pasar el día libre de entrenamiento con él.
—Tengo que pasar a recoger unas cosas y quizás vaya a casa después— respondió cuando estaba esperando por la enfermera.
—¿Quieres hacer algo además de eso? — sugerí con una sonrisa.
—Quisiera dormir un poco— no entendió mi propuesta.
—Puedes dormir después, hagamos algo divertido ¿Esta bien?
—...— se escuchó un silencio, me pareció que fue el momento en el que ChanYeol estaba meditando sobre aquello —¡Si! ¡Tengamos una cita!
En ese preciso instante me fueron entregadas las dos pastillas para el dolor y dejé la enfermería —¿Una cita? — no iba a privarme por más tiempo y me permití sonreír con sinceridad.
Tomamos la decisión de encontrarnos en una cafetería luego de unas horas, con el tiempo suficiente para que los dos pudiéramos regresar a casa a dejar nuestras cosas y coger un poco de dinero extra. Tomé la primera pastilla que me dieron en el consultorio y tras el pasar de los minutos lejos de ver una mejoría, comencé a notar que el síntoma solo empeoró. Realmente me sentía muy cansado aunque fuera mi voluntad hacer un montón de cosas.
Me eché sobre el sillón y cuando mis piernas dejaban de estar en movimiento, podía percibir con más claridad el palpitar de la musculatura, era como una sensación de hormigueo, una extraña corriente eléctrica que acompañaba el dolor. Si intentaba moverme el dolor no se iba pero si esa rara sensación. Pensé entonces que era porque necesitaba cambiar de calzado, que tenía que hacer más ejercicio, que los analgésicos no eran lo suficientemente potentes. Pensé en un millón de posibilidades creíbles.
Ignorando mi sentir, fui hasta donde ChanYeol me esperaba y tuvimos una muy amena y divertida cita en la que pude ser cautivado por sus acciones y palabras que no mucha importancia tenían a simple vista pero que eran mucho más significativas de lo que él pensaba. Hasta este punto puede entenderse mi gran admiración y cariño por ChanYeol, la idea que tenía de él, la imagen que me había formado estaba tan idealizada que iba a ser muy difícil desprenderme de ella.
Nuestra salida culminó con una muy merecida sesión de besos silenciosos. Un día sumamente gratificante, exceptuando la noche que fue la hora del día en la que el dolor era casi insoportable.
Los días siguientes las cosas no mejoraron pero tampoco empeoraron, simplemente se mantuvieron, creyendo que era solo cuestión de que mi cuerpo se acostumbrara a la nueva carga de ejercicio, ignoré lo que trataba de decirme y volví a los entrenamientos para dar todo de mi sobre la cancha, aunque al regresar a casa mis piernas estuvieran tan adoloridas que me era casi imposible moverlas para desplazarme de un lugar a otro. La cantidad de analgésicos que consumía a diario sobrepasaba las cantidades permitidas por los empaques de las medicinas pero muy poco me importaba si al menos la molestia disminuía un poco.
Los días se hicieron semanas y estas transcurrieron en meses. Podía sentir mis pantorrillas hacerse más duras y no sabía si era por el ejercicio extenuante que hacía o si era una especie de inflamación que desencadenaba el dolor.
—¿Por qué caminas así? — ChanYeol preguntó con diversión una tarde de fin de semana que me había acompañado a buscar un regalo para mi madre.
—¿Así como? — volteé a verlo sin entender muy bien a que se refería.
Entonces me imitó, se adelantó a mí y comenzó a caminar sobre las puntas de sus pies con mucho cuidado, fruncí el entrecejo porque creí que estaba riéndose de mí.
—¡Te lo juro! Pensé que estabas jugando— dijo ChanYeol volviendo a tomar mi mano entre la suya.
—No camino así, ya cállate— contesté con mala cara.
—Fíjate, mira— señaló uno de los brillantes cristales de las tiendas e hizo que me observara al andar por los pasillos del centro comercial.
Efectivamente, mi andar era peculiar y ni siquiera lo había notado, pero al darme cuenta de ello, rápidamente le encontré una explicación. Cuando normalmente colocaba la planta del pie sobre el suelo en su totalidad, doblar el arco o impulsarme con los talones resultaba en un dolor sobre las pantorrillas e inconscientemente para evitarlo empecé a andar exclusivamente sobre las puntas, trataba de no hacer muy notorio pues sería extraño que solo caminara sobre las puntas, así que mi marcha era torpe, haciendo que con mucha más frecuencia me cayera.
—No lo había notado— con el ceño aún fruncido me quede observando el reflejo de mi cuerpo sobre el cristal.
—Te ves adorable, descuida— ChanYeol depositó un simple beso sobre la coronilla de mi cabeza y jaló mi mano para que siguiéramos caminando.
No pude evitar pensar todo el día en aquella peculiar característica en mi caminar. Me hizo meditar las cosas y darme cuenta que era de hecho esa la causa por la que ya no podía correr tan rápido en los entrenamientos, porque no estaba haciéndolo de manera correcta.
Y ya con ese aspecto en la mente traté de corregir mi postura, forzando a mi cuerpo a seguir actuando como si no pasara nada con él, pero comenzaba a protestar y cada día que pasaba era mucho más difícil que el anterior. Por las mañanas me costaba mucho trabajo lograr hacer que mis piernas respondieran con la fuerza necesaria para ponerme de pie, durante el día la incomodidad se instauraba a lo largo de mis miembros inferiores, por la noche el dolor era tan insoportable que terminaba durmiendo mucho antes de lo planeado por causa de tantos analgésicos que tomaba.
Aquello que comenzó como una simple incomodidad se había convertido ya en un verdadero problema y no podía atreverme a decir que este hecho en realidad estaba interfiriendo con mi vida.
El entrenador comenzó a darse cuenta de mi baja en el rendimiento por lo que me relevó de mi puesto como un jugador constante y me envió a la banca como suplente, el suplente de última instancia porque era preferible tener a alguien con habilidades lentas que a alguien con habilidades torpes y lentas como las mías. Claro que mi estado de ánimo decayó al creerme incapaz de realizar tareas sencillas.
—Pero no lo entiendo— ChanYeol me acompañaba a casa después de cada partido —No veo que te esfuerces menos, de hecho, creo que estás dando el máximo esfuerzo y aun así el entrenador te mantiene en la banca.
—¿Quieres...— tragué duro, intente tranquilizar mi respiración, desde que habíamos dejado las canchas, una eléctrica sensación en las piernas me impedía seguir moviéndolas en un intento de marcha, a cada intento de desplazarme el dolor era desencadeno junto con una inusual falta de fuerza para impulsarme —...detenerte un poco, por favor?
—¿Mh? — volteó a verme con curiosidad, no entendiendo muy bien mi petición. Me volví a observarlo y por la expresión de preocupación que puso a continuación supe que mi rostro denotaba un gran dolor —¿Estás bien?
—No...— solté su mano y con cuidado me dejé caer sobre el suelo, con las manos apoyadas y las piernas extendidas.
ChanYeol se acercó a mí, de cuclillas volvió a sujetar una de mis manos —¿Quieres que nos quedemos un momento aquí?
Solo asentí con la cabeza sin ánimo de hablar, algo dentro de mí me impedía decirle a ChanYeol lo que estaba pasando, no quería decirle que ya no podía seguir moviéndome porque la fuerza en mis pies era insuficiente. Nos quedamos sentados en el asfalto durante largos minutos en los que el silencio reino, creo que fue muy clara mi señal de no querer decir nada respecto a algo.
—Se hace tarde— dijo de repente ChanYeol.
Suspiré —Vamos— alejé mi mano una vez más e intenté incorporarme haciendo fuerza con mis manos, pero flexionar las rodillas se me complicaba tanto que no iba a permitirme demostrar esfuerzo por ello fue que empleé una táctica bastante peculiar. Como si de un niño que recién comienza a controlar sus movimientos realice una serie de acciones bruscas que me hicieron enderezarme. Con mucha dificultad y volviendo a caminar sobre las puntas de mis pies, regresamos juntos a casa.
Cuando estuve en la privada soledad de mi habitación, medité todas las circunstancias. Abracé fuertemente la almohada con preocupación. No entendía que pasaba y a pesar de que no quería decir nada al respecto, necesitaba saber que era lo que sucedía conmigo.
Por eso fue que acudí a mi primera consulta con el médico, gracias a las muchas facilidades que la Universidad ofrecía, tenía un seguro médico que me permitía acudir al doctor las veces que quisiera.
Tras una larga estadía en el consultorio, luego de muchas preguntas específicas y un par de pequeñas peticiones, el doctor pidió una serie de estudios que iban solo a confirmar sus sospechas.
—KyungSoo— el médico tenía las notas en sus manos y me observaba con benevolencia, esa clase de mirada que das a alguien cuando estas a punto de decir malas noticias. Lo supe de inmediato y antes de que pudiera continuar quise romper en llanto.
—¿Qué sucede doctor?
—Verás...— empezó con duda pero al instante dirigió la charla —Con los resultados de los estudios vamos a saber si lo que tienes es una enfermedad hereditaria que hace que ciertas sustancias en tu cuerpo no se estén produciendo de manera correcta y estan provocando todos los síntomas que presentas y que juntos engloban una enfermedad llamada distrofia muscular.
Me quedé en completo silencio.
—Hasta que los resultados estén listos, me gustaría que siguieras esta serie de recomendaciones— el doctor me indicó una hoja de receta médica con las instrucciones que debía seguir antes de que los resultados estuvieran listos.
Cuando salí del consultorio pensaba solo en la gran limitante cantidad de cosas que haría. No podía moverme largas distancias, no podía hacer esfuerzo físicos muy extenuantes. Tenía que quedarme quieto y con el movimiento más sencillo para evitar cansar mis músculos.
Pedirle a una persona que depende en gran medida del movimiento extenuante que deje de hacerlo, es prácticamente pedirle que deje su vida. Una simple acción, una tarea tan sencilla como correr o brincar, estaban prohibidas. Mis ojos se cristalizaron. Pensé de inmediato en todos mis planes, en todas mis metas que dependían directamente de mi desempeño sobre la cancha de futbol, yo no podía costear la colegiatura completa en la universidad, tampoco era un alumno destacado para pedir una beca por excelencia.
Todo lo que esperaba realizar, estaba pendiendo de un hilo, la posibilidad de encontrar un trabajo para cubrir los gastos era imposible si la mayoría de empleos me pedían tiempo a disposición y la escuela era mi mayor prioridad, no iba a desatender la razón principal por la que iba a emplearme. Y los trabajos de fin de semana exigían justamente aquello no podía hacer, actividades extenuantes.
La cantidad de cosas que estaba perdiendo gracias a mi nueva condición, me hizo cambiar por completo la percepción de todo lo que me rodeaba, incluido yo.
No dije nada a nadie una vez más, no quería que sintieran lastima por mí, no quería sentir la compasión de las persona, siempre he creído que el peor sentimiento expresado hacia otra es la lástima y era de esa precisa manera en que no quería ser visto. Los exámenes médicos diagnosticaron rotundamente mi padecimiento.
El médico me explico todo lo que envuelve esta entidad; mi cuerpo produce proteínas insuficientes y las que produce son defectuosas, proteínas que mis músculos necesitan para realizar la acción de la contracción, para mantenerse tensados o relajados dependiendo de la situación, por eso mis piernas ya no seguían respondiendo por más ejercicio que hiciera. Me explicó todas las acciones compensatorias que estaba teniendo para evitar que mis músculos se degeneraran más. Me hablo de la peor parte también.
Dijo que los miembros y el esqueleto en sí, no eran los únicos lugares donde había musculo que podía ser afectado, me habló de las complicaciones cardiacas que podía llegar a tener con el paso del tiempo, me dijo que momentáneamente los músculos de mi cuerpo iba a ser tan incapaces de funcionar que en el peor de los casos iba a necesitar ayuda para respirar. Con pena, con ese preciso sentimiento, dijo que mi calidad de vida empeoraría con el tiempo.
No es una enfermedad que se curé, no es una enfermedad que se prevenga, es lentamente desgastante, a cada instante sabes que poco a poco estás dejando de funcionar.
Salí con el estado de ánimo por los suelos, el médico me pidió que acudiera con un especialista para que pudiera brindarme el mejor de los tratamientos que ayudara a retrasar el avance de la enfermedad. Pero sabiendo ya como terminaría todo no quería ni siquiera llegar a casa.
Fue muy obvio mi cambio, de repente no atendía ningún llamado, no quería estar cerca de nadie, no quería hablar de nada. Las cosas habían dado un completo giro, un día parecía tenerlo todo y estar simplemente sintiendo una ligera molestia y al otro, las cosas habían cambiado tan drásticamente que podía incluso sentir la muerte acechar mi puerta.
Bajo el cerrojo de mi habitación no hubo manera de que me sacaran de ahí para asistir a las clases, para que tuvieran alguna clase de contacto conmigo. Y eso era claramente una señal de que algo malo estaba pasando.
—KyungSoo...— la grave voz de ChanYeol se escuchó del otro lado de mi puerta.
Con la mirada fija en el techo, ignoré el llamado.
—Tus compañeros de clase me pidieron que te trajera los deberes pendientes— pronunció, pude escuchar como recargaba su espalda contra la puerta.
Pero no respondí. No podía concebir la idea de que una persona tan increíble como ChanYeol estuviera perdiendo su valioso tiempo con un tipo condenado como yo. Todas las virtudes y habilidades que a él le gustaban de mí no eran nada ahora.
—Te las dejaré afuera ¿De acuerdo? — luego de un interminable silencio, pude distinguir a ChanYeol dejando las cosas sobre el suelo y sus pasos alejarse por el pasillo. De esa manera estaba mejor, si permanecía completamente solo.
No hubo una mejoría en cuanto a mi respuesta y dentro de mi habitación, me había construido mi propio infierno donde el pesimismo reinaba, las ideas fatalistas se apoderaron de todo mí ser. Fueron largos días en los que el alimento se seguía acumulando afuera de mi puerta, en que no tenía la más mínima intención de luchar por algo que creía ya perdido.
Cuando fue alarmante mi situación, mis padres se vieron en la necesidad de irrumpir en mi habitación sin alguna clase de consentimiento, encontrándome en la misma posición en la que había estado durante las anteriores dos semanas.
Tumbado en la cama, con los miembros estirados y la mirada fija sobre el techo.
—KyungSoo...— el llamado de mi padre no me importó.
Los dos se acercaron y en una temida acción empezaron a brindarme suaves caricias de confort, que no lograban provocarme nada.
Sin otra clase de palabras, aferraron mi cuerpo con fuerza. Tenía todavía los resultados de los estudios a un lado de mí, con la descripción y el diagnóstico impresos en letras bien grandes, para que nunca olvidará lo que me pasaba.
Con mi actitud indiferente, difícilmente se iba a poder llegar a un tratamiento digno para mejor mi condición, yo no quería seguir, sin ánimos de nada les dije a mis padres que prefería esperar el día en que mi cuerpo dejara de funcionar por sí solo, que no quería atrasarlo con falsas esperanzas, me parecía inevitable y no quería crearme falsas ilusiones, ni a mí, ni a las personas que me rodeaban.
Intentaron entenderme pero en realidad parecía que ellos tenían más ganas de que yo viviera que yo mismo.
Si uno no pone el interés necesario en una tarea, resulta inútil realizarla en primera instancia.
En cuanto a mi estado físico, mi falta de movimiento, empeoró el cuadro, me era imposible desplazarme distancias medianas e incluso subir escaleras se me dificultaba mucho, por eso prefería quedarme acostado en la cama, donde podía realizar nada.
Porque sabía que un invalido como yo no cabría en el equipo de futbol di por perdida mi beca escolar y con ella, el año estudiantil completo. Sobre mi estado se corrieron cientos de rumores y no me moleste en desmentir ninguno de ellos, la comunidad estudiantil podía pensar lo que quisiera de mí, porque en la mayoría de los casos estaba de acuerdo con ellos. Que había resultado ser un fraude que ocupó el lugar de una persona que si era capaz, que al final no había podido lograr ni graduarme ni estar con el equipo en una final.
Con mi incapacidad para moverme, la distorsión que tenía de mí mismo se acentúo. No lo veía como un estado bajo de ánimo o una falta de autoestima, para mí era una realidad. La manera inmunda en la que me sentía en ese momento, me pareció la manera correcta en la que debía ser visto. Había logrado decepcionarlos a todos con tanta facilidad.
Un par de ligeros toques sobre la puerta de mi habitación se escucharon, y sin esperar una respuesta de mi parte, se abrió dejando entrar al intruso.
No me digne a ver a la nueva persona, solo sentía su presencia y por ese único aspecto supe de quien se trataba.
—¿Cómo has estado? — preguntó con voz tranquila, sentado en el borde de la cama.
No me moví ni un centímetro.
—Tus padres me han contado lo que esta pasado...— agachó la cabeza y comenzó a jugar con sus dedos —¿Qué piensas de todo esto?
Simplemente suspiré.
—Sea lo que sea que creas...— dijo volteando a verme —Sabes que puedes contar siempre conmigo ¿Verdad? Puedes hablarme cuando lo desees, pero por favor, no me mantengas fuera demasiado tiempo ¿Si?
—...— abrí la boca para poder explicarme, pero un nudo en la garganta me dificultó el habla —ChanYeol...
Su mirada se posó rápidamente sobre la mía. Mi corazón dio un vuelco.
—¿Si?
—Yo...— traté de incorporarme pero fue inútil, la debilidad se había apoderado de mis miembros —Ya no soy más la persona que crees que soy, ChanYeol.
—¿A qué te refieres?
—Ya no soy esa persona— dije con tristeza —Puedes, encontrar a otra persona que llene tus expectativas. No soy una persona que podrá lograr mucho en la vida, estoy imposibilitado para las cosas más sencillas. Ni siquiera puedo moverme hasta la universidad. Todo lo que pensaste que era, no podrás encontrarlo jamás.
—¿De qué estás hablando, KyungSoo? — con el ceño fruncido y colocando una de sus manos sobre mi pierna más cercana continuo hablando —¿Qué es lo que pensaba que eras?
—El chico futbolista que iba a convertirse en ingeniero industrial. Ahora solo tengo la certeza que eventualmente seré un cuerpo inerte.
—No digas esas cosas, KyungSoo— con una expresión molesta apretó su mano alrededor de mi pierna —Tu familia está muy preocupada por ti, igual que yo. Tienes que dejarnos ayudarte para que eso que piensas que ya no puedes hacer, puedas seguir haciéndolo. Yo no pensaba eso de ti, KyungSoo. No tengo una idea tan superficial de ti.
—¿¡Cómo se supone que continúe haciendo las mismas cosas si no puedo ni siquiera realizarlas!? — exclamé con cierto grado de frustración.
—Para eso queremos ayudarte, KyungSoo— explicó el más alto con el ceño denotando preocupación.
—¿Por qué? ¿Por qué quisieras ayudar a una persona como yo? ¿Qué puedo ofrecerte? — dije con decepción. Ciertamente estaba muy arraigado a las ideas incorrectas.
—Porque me importas— comentó bajando la mirada y alejando su mano —Porque te quiero.
—¡¿Cómo puedes quererme?! — hablé en voz alta e intenté mover mi cuerpo lejos de ChanYeol —No puedes decir esas cosas si no las sientes realmente, no puedes confundir la lastima con el cariño. Una persona como yo que muy difícilmente lograra superar cierta edad no tiene mucho que ofrecer a una persona como tú. ¿Por qué ibas a quererme? No mientas de esa manera.
—KyungSoo, estoy siendo sincero contigo— ChanYeol se levantó de su lugar y caminó hasta donde mi rostro se encontraba —Me importas y te quiero, como no tienes idea. Y no es porque eras una persona deportiva, lo haces porque eres un maravilloso ser humano, KyungSoo. Yo sé que puedes lograrlo, sé que tu trabajo duro y tu optimismo pueden lograrlo, por favor no te rindas. No te dejes caer tan fácil.
—No puedes entenderlo— negué con la cabeza —No tienes ni la menor idea de lo que esto es. Significa que no puedo ni siquiera levantarme de la cama, no puedo moverme porque soy débil, ChanYeol. No soy tan fuerte como crees, yo en verdad soy débil.
—Tu debilidad es solo física— trató de alcanzar mi mano, pero se lo impedí —Porque tus fortalezas son interiores y con ellas serás capaz de hacerle frente a todo, KyungSoo. .
—Deja de hablar— pedí con tristeza. Si seguía hablando de esa manera, muy probablemente lograría convencerme —Vete, por favor.
ChanYeol no dijo nada más, se quedó observando durante largos minutos antes de dar media vuelta y marcharse.
Seguramente se dio cuenta de que las cualidades que yo podía ofrecerle eran mucho menores de las que él se merecía.
Y de esa manera continué durante largos meses, en los que mi negativa de hacer un plan para mi propio mejoramiento se vieron rotos. No quiera mejorar aunque lo deseara, mi voluntad y mi capacidad para realizar las cosas estaban en conflicto y no mucho podía hacer para hacerlas encontrar un punto de entendimiento.
Inmóvil de la parte inferior del cuerpo, pase la gran mayoría, sino es que todo el tiempo postrado en la cama. En inactividad, el estado de fuerza de mis músculos se vio comprometido y disminuyó considerablemente.
Sumido en la tristeza de mi propio estado y el medio ambiente que me rodeaba, las ideas sobre mi persona solo empeoran, no ahora me creía no sólo incapaz sino que me creía totalmente indigno de un espacio en la tierra. Pero no me malentiendan por favor, así como era de pesimista era de cobarde por lo que terminar con mi propia vida jamás estuvo dentro de mis opciones tangibles porque la idea del dolor auto infligido me hacía dar un paso atrás, uno lo suficientemente largo como para hacerme desistir por completo de cualquier idea que tuviera al respecto.
Recibí llamadas infinitas y mensajes incesables por parte de ChanYeol. Ninguno contestado, por naturalidad. Pero en cada uno plasmaba su preocupación por mi estado en general y yo no tenía mucha disposición de hablar al respecto. Entré en un extraño estado de aceptación, sabiéndome por fin un ser limitado de capacidades. Un humano mucho menos funcional que la media. Un ser que bien podría ser sustituido a la primera por cualquier otra persona, e incluso máquina.
Sin ánimos, sin muchas opciones terrenales desde mi punto de vista. Estuve postrado en una cama durante largos meses. Insufribles e interminables, dolorosos y tan tormentosos que dormir era una tarea tan imposible que la noche se convirtió en una compañera fiel.
Noches en vela. Con nulas esperanzas acerca del futuro.
En verdad estaba tan sumido en aquel estado que la mínima discordancia o la mínima luz de confort respecto a mi verdadero estado, lo hacía añicos en mi propia mente.
Sin poder mover ni siquiera el dedo meñique del pie, obtuve la señal de que todas las ideas que estaba teniendo de mí mismo estaban totalmente erróneas.
Ya dado de baja de la universidad y sentado en una silla de ruedas, me encontré con aquella persona que clamó en su momento un sentimiento sincero que preferí ignorar por mi condición.
—¿Cómo has estado?
Una pregunta tan vana, sin mucho mayor significado que el que cada uno elige darle. Una respuesta que es tan sencilla de dar, una respuesta que tan inverosímilmente es dada.
—Bien.
Las palabras en definitiva no concordaban con el estado físico y mental en el que me encontraba.
Él no dijo nada, pero sabía, por la mirada que me dedicaba que estaba meditando y dudando sobre mi contestación.
—KyungSoo ¿Has pensado en lo que hablamos la última vez?
—No hay nada que pensar al respecto, sé a lo que estoy destinado de ahora en adelante y no hay nada que pueda hacer para detener la evolución.
Con una expresión de completa decepción tomó mis manos entre las suyas, se hincó para quedar a la altura adecuada para poder verme de frente —Por favor, KyungSoo. Sé que todo esto que está sucediendo no es más que una prueba, te lo dije hace tiempo y te lo vuelvo a decir. Me importas, mucho más de lo que crees, mucho más de lo que imaginas. Sé que eres capaz de esto y mucho más.
—¿Por qué crees en eso? ¿Por qué no puedes entender la verdadera manera en la que yo me veo?
—Porque yo te veo de una manera completamente distinta. La manera en que te percibes a ti mismo no es siempre la manera en la que las personas te perciben y es gracias a eso que sé que eres capaz de hacer frente a este mal.
—Pero siendo solo tu percepción es entonces tu única idea el que pueda salir adelante— no podía mirarlo a los ojos, no podía ver el mucho cuidado que seguía teniendo por mí.
—Sé que tu no pensabas lo mismo de ti hace alguno meses, por favor. Cree en ti, en la manera en la que yo creo en ti.
Los ojos cristalinos, la mirada lastimera. Una lástima que estaba muy lejos de reflejar la pena y vergüenza que repudiaba tanto. Una mirada de compresión que me invitaba a ser mucho más de lo que yo podía imaginar.
No era un incentivo, no era una motivación. Era una indicación, una señal. Una sola advertencia que me dieran para que yo supiera que era mucho más capaz de lo que me creía.
Con la misma mirada acuosa, mis labios temblaron. Era una mezcla de sentimientos, una tormenta en mi interior, el enfrentamiento de sensaciones tan opuestas que no podían llegar a un solo estado en común, la frustración, la sinceridad e incluso la felicidad que las palabras de ChanYeol me provocaron fueron lo suficientemente fuertes para hacerme romper en llanto.
Un llanto de auxilio y de alivio. Un llanto de liberación, uno que estuve buscado por tanto tiempo y que solamente la persona que era capaz de comprender la verdadera esencia de mi persona podría comprender.
Con lágrimas desgarradoras y murmuros de lo que parecía ser una agonía, fue el suficiente empujón para hacerme sentir la fuerza que necesitaba para salir adelante. La convicción para luchar por mis propios sueños. La fortaleza que solo yo podría brindarme.
Y había sido tan ciego en no darme cuenta de que todo lo que necesitaba para dar el paso adelante delimitante entre estar bien y estar mal, estuvo en mi todo el tiempo. Uno es dueño de sus propias acciones, de sus pensamientos e ideas, pero muchas veces también se esta tan incapaz de ver lo que es en realidad. Una noticia con el peso de la que yo recibí me ocultó la verdad sobre mí. Hasta entonces me creía incapaz, inútil.
Y hace falta la ayuda suficiente para salir adelante. Puede ser incluso una simple palabra o un simple acto para quitar la venda de los ojos.
La ayuda que él pudo proveerme.
Sé perfectamente hasta el día de hoy que él es la persona que es capaz de verme por debajo de todas las capas que yo mismo había construido para impedir que mi verdadero yo surgiera.
Había accedido finalmente a acudir a las sesiones de fisioterapia para el mejoramiento de mi enfermedad, de un curso lento, pero con resultados garantizados.
Sé muy bien como terminaran las cosas, sé el rumbo que seguirá y sé los muchos obstáculos que se presentaran. Pero nada de eso me impedirá nuevamente seguir adelante. Porque seguiré de pie, tanto tiempo sea capaz de mantenerme, porque las ideas erróneas que tenía de mí mismo no eran más que eso; erróneas, un estado físico, no define mi verdadero espíritu y justamente me encuentro trabajando en todas las cosas pendientes que deje para desmostar que el cese en el funcionamiento pleno de mis actividades no determina la esencia de mi persona.
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Escribí esto hace ya bastantes meses, tengo que confesar que la escritura de este fanfic la lleve en medio de un estado un poco psicótico, y fue un escrito que originalmente escribí para la comunidad "PuzzleEntertainment" bajo el reto discapacidades, pensé mucho en como quería tomar esta temática pues no quería fuera una historia de lástima y autocompasión, no es mi estilo, así que quise tomar un rumbo un poco más... valiente desde el punto de vista del personaje.
El título de la historia lo obtuve después de haber tenido una charla con una amiga (en ese peculiar estado psicótico) donde básicamente nos dimos cuenta que la idea que tenemos de nosotros mismos no es la idea que reflejos a los demás y mucho menos es la idea que las personas deciden tomar de nosotros, básicamente la idea que tienes de ti esta totalmente distorsionada en la percepción de tus conocidos, claro que no es una exacta respuesta pero quise verlo de esta manera.
Quiero decir, KyungSoo aquí se sentía de una manera completamente diferente a como los demás lo veían. Y también como siempre quise darle el toque de motivación que siempre intento dar. Sé que todos pasamos por problemas diferentes y que muchas veces no sabemos como enfrentarlos pero me gusta pensar que dando ánimos y alentando sin importar la condición podemos cambiar un poco la situación, aunque sea un poco.
En fin, si pueden pasen por la historia original que esta publicada en la cuenta de PuzzleEntertainment [link en mi bio] voten, comenten y lean las demás obras si gustan.
Nos estamos leyendo<3
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