Capítulo 7: Mejores amigos
AIRPLANE -iKON
Al momento de poner un pie sobre la casa, Jungkook se acercó a TaeHyung y le gritó al oído, para hacerse escuchar por sobre la música.
—Confío en ti, TaeHyung. No me decepciones.
Y seguido, se perdió en el tumulto de gente, con Jimin siguiéndole.
Tragó saliva y agachó su cabeza, sin saber muy bien cómo actuar.
¿Cómo se supone que encontraría a Hoseok entre todas estas personas?
Cuando viera a Jungkook le patearía el trasero.
Ja, que chistoso soy –pensó con sorna–. Sé de sobra eso jamás pasará. No en esta vida.
Avanzó hacia la multitud y se metió como pudo. El flujo lo arrastró hacia el otro lado del salón y lo expulsó con la misma rapidez con la que había llegado a ese lugar. Y entre todo, no había visto a Hoseok por ningún lado.
Sería una larga noche.
° ° °
—No seas ridículo, NamJoonie —exclamó Hoseok, sin dejar de trenzar el cabello platinado de Suga, quién dejaba descansar su cabeza sobre el regazo de Hoseok, mientras leía un manga—. Está claro que son mejores las planas, son menos sensibles.
—El ridículo eres tú, todos saben que las de grandes pechos te hacen un polvo más delicioso —Hoseok no podía ver su expresión –ya que ambos estaban sentados y apoyaban su espalda en la del otro– pero sabía que su mirada estaba llena de lujuria al pensar en su reciente frase.
—¿Alguna vez has dejado de pensar con la cabeza del pene? —intervino Suga, sin despejar sus ojos del delgado libro.
—Sí, cuando saco sobresalientes sin la necesidad de estudiar. —se defendió.
—Mal nacido. —dijo entre risas Hoseok.
El de cabellos avellana deshizo las trenzas, metiendo sus dedos en el inicio de ellas y así desarmándolas, para volver a comenzar.
—No sé de qué te quejas, en calificaciones vas a la par conmigo.
—Dejé muchas cosas de lado para poder lograrlo. Lo que tú eres de prodigio yo lo soy de esforzado.
—Esforzar ¿eh? —habló Suga.
—¿Cosas como qué? —Hoseok picó la curiosidad de NamJoon.
—Como bailar, por ejemplo. —soltó de inmediato Hoseok, le sorprendió la facilidad que tuvo para decir esas palabras. Era un tema sensible, tanto como el tema de sus padres. Era su sueño frustrado.
—¿Bailas?
—No sé si emocionarme —dijo Suga—, eso dijo NamJoon cuando nos conocimos.
—¿También bailas? —preguntó Hoseok, ignorando la referencia de Suga a su desempeño.
—Hago lo que puedo. —A Hoseok le hubiera gustado haber podido ver su cara al decir aquello, se oía un poco avergonzado. Sería la primera vez que vería algo de vulnerabilidad en su siempre apacible rostro.
Luego hubo un momento de silencio, no incomodo, si no tranquilo. Cada uno en sus pacíficas actividades; NamJoon tecleando en su celular, Suga leyendo y Hoseok jugando con el cabello de este otro.
Una muy excitante tarde de día viernes.
A lo que NamJoon bostezaba, dejó caer perezosamente su cabeza sobre la de Hoseok, sin llegar al punto de incomodar al castaño.
—Hace tiempo no vamos a cazar... —dijo NamJoon.
—Es cierto.
—¿Cazar? —preguntó Hoseok, había oído algo una vez, pero no lo había entendido— ¿a qué se refieren con cazar? Específicamente.
—En pocas palabras —Hoseok lo miró fijamente, se dio cuenta de que Suga comenzaba a dormirse con su tacto— castigamos a algunas personitas que no se han estado portando muy bien.
—¿Personitas?
—Tu víctima personal, por ejemplo. Es del tipo de personas que golpeamos.
—¿Todos los días? —el interés era palpable en la voz de Hoseok, le parecía una muy buena acción.
—Si... —alargó la palabra Suga, dudoso—, pero últimamente no lo hemos hecho.
—Por ti, Hobi —respondió a una pregunta jamás formulada.
—No has mantenido distraídos, no es que sea malo, simplemente se nos ha olvidado por tu brillante presencia.
Al momento de decir aquello, sus mejillas enrojecieron.
—Me refiero —se sentó en un intento de ocultar su bochorno— a que un nuevo amigo... digo, un tipo igual de genial que nosotros... no...
—Ah, Suga está tierno —exclamó NamJoon—. Hoseok, pide un deseo.
—Cállate, Nam...
No pudo terminar porque el bronceado lo abrazó en juerga, pero este lo empujo casi al instante.
—Bastardo. —dijo molesto el platinado.
El castaño imitó la acción del anterior, pero a diferencia de este, Suga no lo apartó. Estaba conmocionado.
—Yo también creo que eres una persona genial —admitió, con total honestidad, Hoseok.
NamJoon frunció el ceño, eso era extraño. Suga odiaba las muestras de afecto. No apartó a Hoseok a pesar de que lo conoció hace no más de dos semanas.
Y más encima esbozaba una pequeña sonrisa.
Muy raro –se dijo NamJoon.
Pero Hoseok era ajeno a esto, creía que incomodaba al platinado, pero no podía estar más alejado de la verdad. Suga sentía como un pequeño calor crecía en su interior, algo muy poco familiar.
Cuando iba a corresponder el abrazo del castaño, este se apartó. Disimuló otro posible bochorno abandonando su mirada y bufó.
Le hubiera gustado que el abrazo durara un poco más. No sabía el porqué, pero así lo quería.
Hoseok creyó que aquella reacción era por su proximidad, pero no le importó mucho. Ya se acostumbraba, poco a poca, al mal humor de Suga.
NamJoon cogió su chaqueta larga y carraspeó para atraer la atención de los presentes.
—Vamos, hay una fiesta de bienvenida no muy lejos de aquí. Te iniciaremos como parte de nuestro grupo con tu primera fiesta universitaria y luego a cazar.
La mirada de Suga se iluminó y se unió a NamJoon, tomando, también, una chaqueta, solo que más delgada y oscura.
—Te encantará, Hobi. —le animó Suga. Algo totalmente innecesario, Hoseok ya estaba emocionado.
Tomó su chaqueta de cuero roja y los siguió por el pasillo del edificio.
—¿Cómo sé si lo estoy haciendo bien? —preguntó Hoseok, una vez afuera del campus. Su agitación le recordó a Suga a un pequeño niño que quiere saber cuánto queda por llegar. Adorable –pensó con cariño.
—Sé que lo harás bien —le aseguró, sin mirarle.
—¿Cómo puedes saber eso?
—Te he visto golpear antes, eres perfecto —Suga se cacheteó interiormente, volvió a soltar algo vergonzoso—. Me refiero a que eres perfecto para esto.
NamJoon, al otro lado del platinado, rió por lo bajo.
Qué ironía.
° ° °
TaeHyung ya comenzaba a desesperarse.
Por mucho que buscara, no lograba encontrar a Hoseok por ningún lado.
Dejó de recorrer la casa y se detuvo frente a una mesa, había una gran variedad de vasos con distintos tipos de líquidos y colores, algunos vacíos y otros llenos. Tomó uno con un contenido oscuro y abrazó el vaso con sus dos manos.
¿De verdad las fiestas eran así?
No podía saberlo, pero no lo estaba pasando nada de bien. Lo más probable es que eso se debiera a que estaba sobrio y sin ningún amigo.
Bueno, tampoco es como que tuviera uno, en realidad.
Se llevó el vaso a los labios y dejó que el líquido se escurriera por su garganta, quemando como acido a su paso.
Asqueroso.
En principio, se sentía extasiado. Había hecho algo por lo que siempre se había preguntado. Pero no era lo que esperaba, o por lo menos no el dolor estomacal que sintió a los pocos minutos después.
Buscó la salida con prisa, empujó a toda persona que se interpusiera en su camino y no le importó en absoluto. Algún efecto del alcohol, tal vez.
Podía sentir el sabor dulzón de la bilis bajo su lengua, no podría resistir por mucho tiempo.
Al salir de la casa, el viento le golpeó como bofetada. Le tomó desprevenido, y logró que su mente de distrajera por, aun que sea, unos segundos. Los suficientes como para correr hacia un callejón a unas cantas casas.
Se apoyó contra una mohosa pared, respiró con profundidad, mirando el cielo. Estaba vacío, a causa del smog, lo más probable. Lo único que podía ver era la luna. Muy linda –pensó TaeHyung antes de inclinar la cabeza y expulsar todo con una arcada.
Una, dos, hasta tres veces. TaeHyung estaba sorprendido, no había comido nada más que lo del desayuno. Era ridícula la cantidad de vomito.
Se limpió los restos con la manga y con la palma de su mano las lágrimas que habían salido por el esfuerzo.
No sabía si volver a la fiesta; no había podido encontrar a Hoseok por ningún lado, la casa era grande, pero estaba seguro de haber revisado cada rincón de ella. Había una posibilidad de que no haya ido, y así lo creía él en ese momento. Debía rendirse, por hoy al menos.
Cuando quiso salir a la calle concurrida, una mano lo detuvo por el hombro. El estupor del momento le impidió hacer movimiento alguno.
—¿Adónde crees que vas, zorrita?
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