vii. visiones.
𝑽𝑰𝑺𝑰𝑶𝑵𝑺 !
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MARATÓN 2 / ?
No fue mucho lo que les quedaba por discutir antes de que Steve diera por terminada la reunión y los mandara a alistarse para la misión. Solo para que Bucky saliera pisándole los talones, con una mirada suplicante dibujada en sus ojos.
— Voy a ir con ustedes.
— Ni lo pienses. —Steve paró su andar, enfrentando a su mejor amigo. — Es demasiado peligroso tenerte cerca de Wanda Maximoff cuando sabemos lo que es capaz de hacer.
— Ni siquiera me acercaré a ella, lo juro. —Bucky suspira, mirando fijamente a los ojos de Steve. — Por favor, Steve. Déjame ir con ustedes.
— Si juras quedarte en el quinjet con Bruce, sin poner un solo pie dentro de ese barco a no ser que nosotros los llamemos, puedes ir. —Natasha interrumpe la escena, sonriendo ante los ojos suplicantes del Sargento. —
— Por eso ella es mi favorita.
— Salimos en 5, Barnes. Ve.
James logra darle un rápido abrazo la rusa antes de correr a buscar un par de armas, cuchillos y cualquier cosa que fuera necesaria en caso de tener que enfrentar a Ultrón. Le dio una última mirada a la fotografía de Wanda que reposaba sobre su mesa de noche, y no puede evitar soltar un último suspiro.
Trata de esfumar cualquier pensamiento negativo que el nerviosismo intenta colocar en su mente, solo quería enforcarse en una sola cosa: La vería de nuevo.
Iba a reencontrarse con la dueña de las iniciales grabadas en su espalda.
Iba a recuperarla.
James intenta evitar todas las preguntas que puede mientras el quinjet los lleva a su destino, evita los ojos curiosos de Natasha Romanoff, las miradas de preocupación de Steve, y los susurros de Clint y Bruce, los cuales se preguntan porqué el soldado del invierno, el mentalmente inestable Bucky Barnes, los está acompañando a una misión donde había alguien que literalmente con un chasquido de sus dedos podría volverlo a convertir en el puño de HYDRA.
Pero sabe que solo hay dos opciones si Wanda vuelve a poner sus ojos sobre él.
Y él solo espera que la opción que la Sokoviana escoja sea volver a sus brazos.
El olor del metal oxidándose siempre le ha traído malos recuerdos a Wanda Maximoff.
Y aquel barco está pudriéndose en aquel hedor.
Además que el olor no es lo único que la molesta aquella tarde. Aquel lugar es caluroso, es húmedo, y el supuesto contacto de Ultrón no es más que un dolor en el trasero. Y un constante sentimiento de que algo muy malo va a pasar la mantiene cada vez más cerca de su gemelo.
Ambos solo observan como Ultrón manipula las cuentas bancarias, y ambos saben que aquel hombre ha entrado en terreno peligroso cuando el apellido de cierto multimillonario sale de sus labios. Lo confirman cuando el hombre robótico no duda en cortar literalmente la mitad del brazo de la persona con la que hacia negocios.
Wanda siente repulsión. Solo quiere que Pietro vuelva a tomar su mano y corra. Corran lejos de allí, lejos de Ultrón, lejos de todo aquello que empezaron.
Pero sus pies no se mueven, y su mente borra la repulsión cuando la voz de Stark se cuela por sus oídos.
— Oh, Junior. Le rompes el corazón a papá.
— Si no es necesario, nade debe romper nada. —El Capitán América parte, y la gemela Maximoff sabe que probablemente ya tenga preparado un gran discurso sobre la moral. —
— Es evidente que jamás has hecho un Omelette. —Ultrón vuelve a interrumpirlo, con ese humor que los gemelos saben que lleva la marca Stark por todas partes.
—Señor Stark. —Pietro da un paso adelante, mirando de reojo las bombas y misiles bajo sus pies. — Está, no sé, ¿Cómodo? ¿Cómo en los viejos tiempos?
— Esta nunca fue mi vida.
— Aún tienen tiempo de salir de aquí. —Steve Rogers vuelve a hablar, sus ojos fijos en los gemelos.
— Oh, créame Capitán. Lo haremos. —Wanda responde con una pisca de resentimiento en su voz, dando un paso adelante, quedando al mismo nivel que su hermano y Ultrón.
— Sé que sufrieron...
— Capitán América, el recto justiciero, que pretende que puede vivir sin una guerra. No puedo vomitar físicamente, pero...
— Si crees en la paz, déjanos mantenerla.
— Creo que confunden "paz" con "silencio."
— Ajá, mucha charla. ¿Para qué es el vibranium?
— Me alegra que preguntaran. —Wanda sabe que el sarcasmo en la voz del robot es la señal que ella necesita para tomar una posición de ataque, con la energía escarlata emergiendo con rapidez de sus manos.— Porque quería tomarme el tiempo para explicarles mi plan malvado...
Es cuando Ultrón tira a Stark lejos como si su peso no fuera más que el de una pluma y frente a sus ojos ve la estela de luz que su hermano deja detrás de si cada vez que corre, cuando sabe que no puede volver atrás.
Ataca más de una vez al capitán mientras sobre ellos Stark y Ultrón pelean a golpes. El ejercito de Robots de este ultimo no tarda en llegar y cuando uno de ellos le murmura las siguientes indicaciones, es cuando sale de la cabina principal.
Era hora de que comenzaran los juegos mentales.
Era hora de las visiones.
Al primero que encuentra es a Thor, quien no se ve mayor afectado cuando la energía escarlata rodea sus ojos. Pero Wanda sabe que solo es cosa de tiempo, así que desaparece antes de que el dios del trueno intente algo.
El segundo en caer es el capitán. Pietro se lo entrega casi en bandeja.
Y la tercera, es la infame Viuda negra.
El último es el arquero, pero Clint Barton es más rápido que ella. Y lo ultimo que siente es un fuerte dolor en su cabeza, que le termina por paralizar todo el cuerpo. Pero Pietro está siempre para rescatarla, para sacarla de allí.
— ¿Qué puedo hacer? —Pietro pregunta con preocupación, apenas la sienta en un lugar más seguro. Da caricias suaves a su cabello, mientras sostiene con fuerza su mano.
— Duele.
— ¡Voy a matarlo! Vuelvo...
— ¡No! —Wanda le interrumpe, cuando ve de reojo que Pietro la ha llevado cerca de donde el quinjet de los vengadores se encuentra. — Estoy bien. —Le afirma, mientras ve como la figura de Bruce Banner se asoma por la aeronave. — Quiero terminar el plan.
Lo que Wanda no espera es ver otra figura, profunda y dolorosamente familiar. Siente como de pronto el aire ya no quiere entrar a sus pulmones, como sus manos comienzan a temblar y su boca se seca por completo.
James Barnes está parado junto a Bruce.
Su alma gemela está allí. Está vivo.
Pero el pánico se apodera de ella. Y lo único que sale de sus labios es un "Vámonos"
— Pietro, vámonos.
— Pero el plan...
— ¡Vámonos! ¡Vámonos! —Sabe que el ruego desesperado asusta a su gemelo, pero Pietro es lo suficientemente rápido para volver a tomarla en sus brazos y correr.
Porque no está lista para verlo, para reencontrarse. Para acercarse.
No cuando es tan cercana a Ultrón.
No cuando ha sido ella quien le ha dado sus peores pesadillas a su equipo.
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Steve no sabe en que momento dejó de estar en aquel barco.
Ahora estaba en una casa de los suburbios, su uniforme militar de los cuarentas enfundado en su cuerpo como un guante y una agradable sensación de calidez se instala en su pecho.
— ¡Cariño, estoy en casa!
Las palabras salen con tanta naturalidad, pero Steve, en el fondo, sabe que no ha querido decir eso.
Pero sus pensamientos se interrumpen por pequeños pasitos corriendo hacia él. Una melena rubia aparece en su campo de vista, y como si su cuerpo estuviera siendo controlado por un titiritero, siente como se pone en una rodilla y abre sus brazos para recibir a la criatura.
— ¡Sarah, preciosa! —Las palabras vuelven a salir contra su voluntad. Nunca había visto a la niña rubia que se tiraba a sus brazos, nunca había conocido a una niña que aparentaba unos cuatro años llamada Sarah.
¿Pero por qué todo se sentía tan familiar al mismo tiempo?
Se ve a si mismo besando el rostro de la niña, haciéndole cosquillas y sonriendo cada vez que la pequeña rubia lo llama papá.
Hasta que el ruido de unos tacones les interrumpen.
— Oh, cariño. Llegaste justo para la cena. —Un acento británico se cola por sus oídos, y cuando Steve levanta su mirada, es la sonrisa de Margaret Carter la que ilumina el lugar.
Eso no estaba bien. Pero aún así, su cuerpo se movió contra su voluntad, dejando a la pequeña niña en el sofá, para caminar hasta la inglesa y besarla.
Pero no se sintió correcto.
No eran aquellos labios a los que deseaba besar. No era aquella piel la que quería tocar.
No era Peggy Carter la mujer con la que quería compartir sus bailes.
Cuando la mujer se retiró con la excusa de que debía ir a revisar lo que había dejado sobre la cocina, revisó las iniciales en su muñeca.
Ya no eran NR las letras que brillaban con fuerza en su piel, habían sido reemplazadas por una MC.
Y fue allí, cuando sus ojos comenzaron a enfocarse de nuevo, mientras su respiración se aceleraba y el miedo de haber perdido al amor de su vida inundaba cada uno de sus sentidos.
Wanda le había mostrado su vida con una alma gemela completamente a Natasha.
Y aquella idea no podía haberle disgustado más.
Se puso de pie con sus piernas aun sintiéndose pesadas, hormigueándole y apenas cooperándole mientras avanzaba unos pocos pasos, pero encontrarla era más importante que cualquier molestia.
Porque sabía que su visión solo había sido algo inofensivo.
Pero la mente de Natasha siempre había sido peor.
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Lo primero que se coló por sus oídos fue una de las tantas tonadas de Tchaikovsky.
Y supo que estaba en aquel espantoso lugar de nuevo.
La sala roja.
El sofocante olor a mármol inundaba sus fosas nasales, su cuerpo se sentía cada vez más tembloroso, su garganta cada vez más cerrada, mientras la música se escuchaba cada vez más fuerte, cada vez más rápida.
Lo primero que sus ojos lograron enfocar fue a un grupo de niñas, todas moviendo al compás de la canción sus pequeños pies en punta, sus manos correctamente posicionadas, su postura siendo cada vez más impecable. Era una pequeña rubia la líder de aquel grupo, la más perfecta, la más ágil.
Yelena.
Natasha intentó gritar, intentó mover sus manos hacía la puerta para poder abrirla y sacar a su pequeña hermana de allí, pero su cuerpo no respondía.
Estaba totalmente paralizada por los recuerdos, por el miedo.
— No, no. Les harás daño. Las romperán.
— Solo a las débiles. —Madame B respondió en su oído, y Natasha jura que puede sentir de nuevo su pesado perfume, el cual intenta ocultar el hedor de su boca. — Tú estabas hecha de mármol. —Una risa se cola por sus labios, mientras la espía suda en frio, sin poder moverse, sin poder dejar de mirar a su pequeña hermana siendo una marioneta más. — Celebraremos luego de la ceremonia de graduación.
— ¿Y qué pasa si fallo?
— Tú nunca fracasas.
Lo próximo que Natasha ve, es a si misma. Dulces dieciséis, su cabello pelirrojo le llega hasta la cintura, y sus curvas se han desarrollado como nunca. Está lista para ser una Viuda Negra más.
Pero todavía hay pruebas.
Se ve disparando, cambiando las armas con agilidad y nunca fallando un tiro. Ve su mirada sombría, ve las ojeras bajo sus ojos, ve sus pómulos y lo delgada que está.
Y después se ve matando, sin hesitar.
Quiere gritar, quiere salir de allí. Quiere que la sensación de mareo pare, quiere que su yo de diesis deje de matar a quien le ponen al frente, quiere que las voces dejen de susurrarle cosas a su cabeza.
La próxima imagen que ve, es su ceremonia de graduación. Esta media drogada, pero aún así siente el frio del lugar, el olor a humedad, y la inseguridad.
Podría derribar a los tres hombres que la mueven en la camilla con facilidad. Pero su cuerpo pesa, no siente sus brazos y menos sus piernas. Solo puede mover sus ojos.
El pánico cada vez se apodera más de ella, no quiere esto. No quiere tomar un espacio en el mundo, no quiere que le quiten esa elección de traer o no hijos al mundo. Ella no quiere seguir allí, ella quiere ser buena, quiere liberar a todas las niñas que siguen entrenando, quiere tomar la mano de su hermana y escapar.
Pero está demasiado paralizada por el miedo para mover un solo musculo.
No es mucho lo que recuerda, pero hay una imagen en especifico que ilumina su escenario. Es mamá Melina, golpeando al medico que comenzaba a tomar el bisturí para abrirla y a todos los demás hombres de la sala. Los noquea en segundos. Recuerda como acarició su cabello, cómo le murmuró un suave "Nat, soy yo, es mamá", y cómo después la manchó en sangre de uno de los científicos.
— Con eso creerán que la ceremonia fue realizada.
Luego Melina la deja sola.
Sola en aquella fría y oscura habitación, con el olor a sangre colándose por cada poro.
Y todavía no es capaz de gritar, no es capaz de moverse.
Hasta que la imagen cambia.
El sol la ciega por un momento, y Natasha vuelve a verse como espectadora de su propia vida. Tiene 10, su pelo está teñido de azul, y están en Cuba.
Y la están separando de Yelena.
Siente las mismas lagrimas calientes que ve en su rostro de niña, siente la misma furia, el mismo pánico. Y luego ya no siente nada.
Hasta que ve a Clint en frente de ella.
Sabe que volvió a la realidad, pero aún no vuelve en sí. Así que reacciona de acuerdo a su último recuerdo, y el arquero es lanzado lejos por uno de sus puñetazos. Se siente gritar mientras lo ataca, siente como tira puñetazos y patadas sin algún sentido lógico, solo con la intención de lastimar a cualquiera que se le ponga al frente.
Pero no es capaz de pararse a si misma. La desesperación había tomado vida en su propio cuerpo, había tomado su mente, y la había retorcido para reaccionar como si aún estuviera en Rusia.
Sabe que es Steve el que se le está acercando, pero no puede dejar que la desesperación y la ira la abandonen. Así que lo ataca. Trata de darle una serie de puñetazos, trata de sacar una de sus mordidas de viuda, trata de morder, tirar su cabello. Cualquier cosa para hacerlo sangrar.
Hasta que él la envuelve entre sus brazos, y le repite, mientras ella grita, que está a salvo, que nada fue real.
Pero ella sabe que sí, que todo sí era real. Sabe que Wanda no le mostró su peor miedo, si no que desenterró todo lo que había luchado tanto por enterrar en lo más profundo de su mente.
Cuando vuelve a sí, su garganta duele, le cuesta respirar y siente que en cualquier momento solo va a colapsar. Así que llora, solloza con fuerza, tiembla entre los brazos del hombre que ama.
Hasta que colapsa.
Cuando Bucky ve llegar al equipo, sabe que Wanda ha hecho todo lo que HYDRA le enseño, y una punzada en el pecho lo atormenta.
Clint les explica un poco en voz baja lo que pasó, para después indicarles a todos que descansen, que él se encargará de llevarlos a un lugar seguro.
Mientras Steve solo espera que la mujer entre sus brazos despierte, pero teme que cuando sus ojos se abran de nuevo, todo el brillo que había en ellos haya desaparecido por completo.
n/a: ola,,,,, son literal casi las tres am por acá, tengo un insomnio terrible pero gANO CHILEEEEEEEE, les juro q no me gusta el futbol, pero cuando juega la selección >>>> anyways, ben brereton es probablemente el amor de mi vida.
lxs amo, espero que les guste este capítulo, q tiene pequeños detalles q van a ser mUY IMPORTANTESSSS para lo que sigue en the mark uwu
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